Manfred Kets de Vries
en INSEAD Knowledge del pasado 3 de mayo plantea que con frecuencia
profesionales que inician sus carreras ascendentes de forma prometedora, con
algunos éxitos iniciales, comienzan posteriormente a tomar malas decisiones y a
poner en peligro sus posibilidades de éxito: el miedo a lo desconocido y
patrones de pensamiento negativos eventualmente conducen a un ciclo de auto sabotaje
y bajo rendimiento.
Estos profesionales
muestran rasgos clásicos de las “larvas de oro”: presentan la promesa de un
futuro brillante pero finalmente entorpecen su habilidad para prosperar. Un
individuo que se sabotea a sí mismo es similar a una oruga que nunca aprovecha
su potencial y no se convierte en mariposa.
Una de las razones
principales por las que esto ocurre es el temor irracional al fracaso,, por lo
que la persona evita asumir riesgos o intentar hacer algo si existe la
posibilidad de fallar. El miedo está, con frecuencia, anclado en fracasos
pasados o en experiencias humillantes o vergonzosas y puede conducir a
numerosos problemas psicológicos y emocionales, incluyendo ansiedad, ataques de
pánico y depresión.
El miedo al éxito es un
fenómeno distinto pero con frecuencia se confunde con el miedo al fracaso. Los individuos
que temen hacerlo bien van colocando obstáculos en us camino para impedir su
progreso. No es el éxito lo que les paraliza sino las consecuencias que pueda
traer consigo. Las personas se preocupan por las consecuencias sociales de ser
demasiado visibles o les produce ansiedad pensar que no van a poder gestionar
adecuadamente la atención. En ocasiones, también, tienen creencias autolimitantes
como sentir que no merecen triunfar o les preocupa destacar por encima de otros
que pueden merecerlo igual o más que ellas.
Experiencias en la
infancia pueden ser el origen de este tipo de miedos en la edad adulta. Las personas
temen que se les fijen estándares imposibles que no van a poder alcanzar o que
les desprecien o menosprecien por sus éxitos o que sus logros pasen
inadvertidos. Como resultado se protegen abandonando o adoptando
comportamientos auto-destructivos que arruinan sus posibilidades de éxito.
El temor tanto al éxito
como al fracaso puede ir acompañado del síndrome del impostor por el que los
individuos dudan de sus capacidades y sienten que no merecen sus logros,
tendiendo a atribuir sus éxitos a factores externos o a la suerte. Un exceso de
perfeccionismo puede alimentar aún más las dudas sobre la propia valía y el
temor a ser considerados como impostores. La búsqueda constante de una validación
externa puede terminar produciendo ansiedad, depresión y hasta burnout. Este comportamiento
puede estar originado por una educación excesivamente centrada en el logro y
donde la valía personal está ligada al éxito.
Otra razón por la que
las personas nos autosaboteamos es nuestra resistencia a crecer y asumir
responsabilidades de adulto. Este fenómeno se conoce como el síndrome de Peter
Pan. las personas que prefieren vivir en “Nunca jamás” evitan los retos que
acompañan a la edad adulta y muestran baja motivación, miedo al compromiso y
desinterés por su trabajo. Cuando las cosas van mal evitan su responsabilidad
culpando a otros o inventando excusas. Como consecuencia con frecuencia estos
individuos boicotean sus propias carreras profesionales. Puede ser consecuencia
de que en su infancia se les permitió hace lo que quisieran sin consecuencias o
que sus padres les protegieron de los peligros del mundo exterior. Los niños que
crecen con padres en exceso permisivos o protectores puede que no aprendan
nunca a asumir sus responsabilidades ni desarrollen los patrones mentales
necesarios para una transición con éxito a la edad adulta.
El miedo al fracaso o
al éxito, el síndrome del impostor, el perfeccionismo o el síndrome de Peter
Pan pueden contribuir todos al síndrome
de la “larva de oro”, pero existen una serie de pasos que podemos seguir para
combatir este comportamiento autodestructivo. Estos son:
1.-
Reconocer la presencia de comportamiento disfuncional
Dedicar tiempo a
entender que es lo que nos está reteniendo enfrentándonos a creencias
profundamente arraigadas sobre nosotros para poder determinar las causas raíz de nuestras
tendencias al auto-sabotaje, que con frecuencia proceden de hechos e incidentes
en nuestros años de formación.
Pensar en las
situaciones que nos asustan y separar los hechos concretos de sentimientos que
pueden no reflejar la realidad.
2.-
Reformular nuestros pensamientos
Considerar los “fallos”
pasados como oportunidades positivas de aprendizaje y crecimiento puede
ofrecernos una nueva vía de mirar a retos futuros. La forma en la que
percibamos el mundo tienen el poder de moldear nuestra realidad, así como las
cosas que nos decimos a nosotros mismos puede influir en la manera en la que
nos vemos.
Debemos modificar
nuestra voz interior para pasar a una charla positiva en la que reconozcamos
nuestras fortalezas, debilidades y los beneficios de los fallos pasados, aceptando que los
contratiempos no son eventos catastróficos.
3.- Visualizar todos los
resultados potenciales
La visualización puede
ser también una herramienta poderosa para prevenir comportamientos
autodestructivos. Antes de actuar podemos hacer una pausa e imaginar los
múltiples resultados posibles. De esta forma podremos visualizar la vida que
queremos y los pasos que debemos dar para hacer que sea una realidad.
4.-
Dejar ir a nuestro perfeccionista interior
Para ello debemos
marcarnos metas realistas y alcanzables y aceptar que los errores y objetivos
no cumplidos forman parte de la vida y no son hechos calamitosos. Cuando no logremos
nuestros estándares debemos mostrarnos amables con nosotros mismos, ajustando
nuestros estándares para el éxito y centrándonos en progresar, no en la
perfección.
5.-
Potenciar nuestro coraje
Practicar el decir “si”
a nuevas oportunidades para desensibilizarnos de nuestros temores. Hacer una
lista de las formas en las que podemos estar saboteando nuestro éxito para
comprender mejor nuestras limitaciones. En lugar de temer el tipo de
oportunidades que puedan potenciar nuestra carrera, reconocer que ser valiente
y asumir riesgos es crucial para nuestro desarrollo.
6.-
Celebrar los éxitos
Reflexionar sobre
logros pasados, reconocer nuestra contribución a nuestros propios éxitos y
buscar formas de recompensarnos. Mantener un diario con nuestros logros, tanto
personales como profesionales, para monitorizar nuestro diálogo interno y
cualquier charla interior negativa. Priorizar la autocompasión sobre la
autocrítica y celebrar nuestros éxitos , mientras nos perdonamos nuestros
errores.
7.-
No sufrir en silencio
En ocasiones es
conveniente buscar la ayuda de personas de confianza o de profesionales como un
coach o un psicólogo. También comentar nuestros miedos con las personas más
cercanas nos puede ayudar a entender cómo abordan ellas experiencias
semejantes.
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