Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising lessonsfrom the science of motivation”, que estamos comentando, recuerda las palabras
del dramaturgo Samuel Beckett: "Inténtalo otra vez. Falla
otra vez. Falla mejor”, para recordar que nuestra sociedad celebra los fracasos
al considerarlos momentos de aprendizaje. Una y otra vez escuchamos tras un
fallo que hemos obtenido lecciones valiosas.
Aprender de los
fracasos puede ser una fuerza poderosa. Los humanos tendemos a preocuparnos más
por prevenir eventos negativos que por experimentar hechos positivos. Por lo
que “malo” puede ser un mayor incentivo para aprender que “bueno”.
Por ejemplo, el
fenómeno de “aversión al riesgo” nos enseña que odiamos sufrir pérdidas más que
la ausencia de ganancias, aunque ambas situaciones pueden ser muy parecidas.
Pero, en el caso del
feedback negativo pocas personas aprenden de él. Una de las razones por las que
esto ocurre es que el feedback negativo mina nuestra motivación para aprender.
Tras recibir este tipo de feedback nos sentimos mal, nos rendimos y dejamos de
prestar atención, con lo que podemos perder información valiosa. Otra causa por
la que las personas consideran más difícil aprender de los fallos es que
objetivamente es más complicado. Si hemos hecho algo bien la primera vez que lo
hacemos sabemos cómo debemos seguir haciéndolo, pero si lo hemos hecho mal solo
sabremos cómo no tenemos que hacerlo.
El feedback negativo
suele minar nuestra motivación y capacidad de aprender, pero aprender de
nuestros errores es imperativo para crecer. Al monitorizar nuestro progreso
tanto el feedback positivo como el negativo nos indican si estamos en el camino
de alcanzar nuestras metas o si estamos utilizando la mejor ruta para llegar a
ellas. Necesitamos ambos tipos de feedback.
Si queremos aprender de
los fracasos primero tenemos que superar las dos barreras mencionadas:
1.-
Barrera motivacional
Es la tendencia a
desconectar si nuestro ego se siente dolido. El fallo a aprender de los fallos
resulta irónico y a la vez tiene consecuencias graves. No podemos aprender de
algo que hemos decidido ignorar, lo que puede que nos lleve a desarrollar una
visión irreal de nuestras capacidades.
Con frecuencia no
aprendemos de nuestros errores porque nos duele y no queremos sentir emociones
negativas, por lo que cuando sospechamos que una información que vamos a
recibir va a ser negativa o va a indicar un fallo por nuestra parte con
frecuencia escogemos en primer lugar ignorarla, No consideramos que la
información es valiosa si tiene el potencial para influir en una decisión.
Debería darnos igual cómo nos hace sentir, lo importante es que si conociéndola
vamos a cambiar lo que decidamos hacer. Pero es una tendencia humana buscar o
evitar información basándonos en cómo nos va a hacer sentir, independientemente
de lo útil que nos pueda ser para llegar a tomar una decisión correcta. Esta
tendencia a evitar de forma intencionada información desagradable, aunque nos
pudiese ayudar a monitorizar nuestro progreso hacia las metas se conoce como
“efecto avestruz”. El nombre procede de la falsa creencia de que los avestruces
entierran su cabeza en la arena para evitar el peligro.
El feedback negativo
también mina el aprendizaje porque contribuye a que nuestra autoestima
disminuya. Somos más capaces de aprender de los errores en la situaciones en
las que la autoestima no está involucrada. Si no pensamos que el feedback
refleja lo que somos como personas sino que facilita oportunidades para
aprender algo nuevo estaremos más dispuestos a aprender del feedback negativo.
Por esta razón con frecuencia somos más capaces de aprender de los errores de
los demás que de los nuestros. En general el aprendizaje vicario es menos
eficaz que el aprendizaje a través de la experiencia personal, porque
normalmente prestamos menos atención a lo que hacen los demás, pero los fracasos de los demás no afectan nuestros egos. Por esta razón en el caso del aprendizaje
a través del feedback negativo vamos a
tender a aprender mejor observando que haciendo.
Cuando comencemos algo
nuevo , ya sea aprender a tejer o empezar en un nuevo trabajo, por ejemplo,
debemos intentar observar los fallos de los demás primero. Otra forma de
proteger nuestro ego cuando fallamos consiste en recordar que siempre estamos
aprendiendo y mejorando. Cuando reconocemos que nuestras habilidades y
conocimientos son un trabajo continuo aprendemos mejor.
2.-
Barrera cognitiva o gimnasia mental
Son las dificultades
objetivas de aprender de nuestros errores. Si alguna vez hemos intentado
entrenar a un cachorro hemos visto que las recompensas funcionan mejor que los
castigos, ya que nuestro perro castigado puede entender que estamos molestos
pero no sabe las razones, porque averiguar cuál es el comportamiento deseado ,
eliminando el censurado, requiere un razonamiento sofisticado del que carece nuestro cachorro. Esta lógica supone
un “giro mental”. Para aprender de los éxitos solo tenemos que repetir lo que
hicimos bien la primera vez. Aprender de los fracasos requiere una inversión
mental para aprender lo que no tenemos que pensar, decir o hacer. Vamos a ir
aprendiendo eliminando soluciones posibles, si una no es la respuesta otra debe
serlo. Por tanto si una persona o un producto nos ha fallado necesitamos elegir
otra persona o producto que no nos haya fallado todavía. Estos giros mentales pueden
resultar confusos ya que aprender de los fallos requiere que lleguemos a la
solución eliminando aquellas que no han funcionado.
Otra razón por la que
aprender de los fallos es difícil es que aunque hayamos fallado en el pasado ,
los fallos nos sorprenden ya que no esperamos fracasar porque no perseguimos
nuestras metas esperando el fracaso. Nunca buscamos información activamente
sobre cómo fracasar, sino cómo tener éxito. Por tanto, cuando fallamos es fácil
que ignoremos la información que nunca hemos buscado en primer lugar. La frase “sesgo
de confirmación” se refiere a la tendencia a buscar selectivamente y a prestar
atención a información que apoya y no refuta nuestras expectativas. Si esperamos
triunfar buscaremos evidencias de ese éxito. Si, por ejemplo pienso que lo haré
muy bien en mi clase de cocina buscaré
evidencias que lo confirmen y si cocino un plato decente consideraré que es una
prueba de que soy una gran cocinera, pero ignoraré la evidencia que no avale mi
creencia como el hecho de que he podido quemar diez platos anteriormente.
Fishbach plantea una
serie de LECCIONES QUE PODEMOS APRENDER
DEL FEEDBACK NEGATIVO:
Si lo que nos enseña es
que el mundo es desagradable aceptamos pasivamente resultados negativos ya que
pensamos que está fuera de nuestro control el lograr que sea mejor. Se produce
el efecto de “indefensión aprendida” por el que aprendemos una lección
incorrecta que no refleja el control que tenemos sobre nuestros resultados. Un
ejemplo son los experimentos de Seligman que mostraban que tras sufrir abusos
que parecían inevitables las personas creen que
no tienen poder para evitar más castigos. En un caso menos dramático la “indefensión
aprendida” explica el hecho de que las personas que han fracasado en sus
intentos de dejar de fumar en el pasado crean que van a ser incapaces de
abandonar el hábito.
Afortunadamente las
lecciones que aprendemos del feedback negativo no siempre giran en torno a la
falta de compromiso. Cuando nos enfrentamos a contratiempos el feedback
negativo puede indicar bajo progreso lo
que nos puede motivar a actuar. Por tanto, cuando las personas interpretan el
feedback negativo como una señal de bajo compromiso se dan por vencidas, pero
si lo hacen como un signo de falta de progreso se sentirán motivadas para
trabajar más duro.
Según Carol Dweck las
personas adoptamos dos teorías sobre nuestra inteligencia. Algunas creen que la
inteligencia se puede desarrollar con la práctica y adoptan un patrón mental de
crecimiento y otras creen que su inteligencia es estática y no puede
modificarse, por lo que mantienen un patrón mental rígido. Estas teorías van a
guiar las lecciones que van a aprender del feedback negativo. Aquellas que creen
que la inteligencia se puede desarrollar a través de la dedicación y el trabajo
duro aprenderán del feedback negativo que quedarse atrás significa que deben
trabajar más duro, mientras que las que las que creen que la inteligencia es
innata e inamovible y, por tanto, que la práctica no va a cambiarla, aprenden
del feedback negativo que no son inteligentes lo que descarta cualquier aprendizaje
futuro.
Cuanto más
comprometidos nos sintamos con algo menos nos desmoralizará el feedback
negativo y cuanto menos lo estemos más duro será mantener la motivación ante un
fracaso. Es más fácil tolerar el feedback negativo cuando tenemos experiencia o
somos expertos ya que sabemos que podemos hacer lo que nos hayamos propuesto y
estamos deseando hacerlo bien. Por ese
motivo el feedback negativo nos proporcionará valiosa información y puede
llegar a incrementar nuestra motivación como expertos. Los expertos comprometidos buscan más feedback negativo que
los novatos. Cuando tenemos confianza en nuestras habilidades estamos más
abiertos a ver cómo podemos mejorar.
Para mantenernos
motivados y aprender las lecciones del feedback negativo, éste, como hemos
visto, debe centrarse en nuestra falta de progreso no de compromiso. Hacernos
ciertas preguntas como respuesta ante un feedback negativo puede ayudarnos. Por
ejemplo: “¿Siento que no he progresado?” puede llevarnos a enmarcar la experiencia
negativa de forma que nos pueda motivar a hacer progresos. Si por el contrario
nos preguntamos si nos sentimos comprometidos puede resultar en una reevaluación
de nuestro compromiso y a la conclusión que éste es bajo e inferir que no
estamos hechos para la tarea o que esa meta no es para nosotros, con lo que
nuestra motivación disminuirá.
Otra vía para aprender
del feedback negativo implica adoptar un patrón mental de aprendizaje que
enfatice el crecimiento. Cuando aprendemos nuestra meta no será sólo “hacerlo
bien” , sino, también, mejorar nuestras habilidades. Mientras los errores y los
contratiempos nos apartan de nuestra meta de “hacerlo bien” , nos mueven en la
dirección correcta de nuestra meta de mejorar nuestras habilidades.
Una tercera forma de
mantener la motivación implica distanciarnos de la experiencia de fracaso.
Recordar que las personas aprenden de los fallos de los demás tanto como de sus
éxitos. Cuando nuestro ego no se siente lastimado es más fácil que no
desconectemos. Al distanciarnos de nuestros fallos, por ejemplo imaginando que
le ha ocurrido a un extraño, seremos capaces de aprender y de mantenernos motivados.
Finalmente, una cuarta
estrategia para mantener la motivación ante un fallo implica aconsejar a
alguien que se está enfrentando a una situación similar. Investigaciones
sugieren que aconsejar puede servir para recuperar nuestra confianza y
motivación. Para hacerlo debemos buscar en nuestra memoria para averiguar lo
que hemos aprendido sobre cómo enfocar o no enfocar nuestra meta. Esta búsqueda
nos recuerda lo mucho que sabemos. Posteriormente en el proceso de aconsejar
planteamos planes concretos de acción y establecemos intenciones
específicas que van a incrementar
nuestra motivación y la confianza en nosotros mismos.
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