Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising
lessons from the science of motivation”, plantea, como hemos visto en unaentrada anterior, que el progreso es importante para mantener la motivación y su
monitorización es, por tanto, fundamental.
Distintas escuelas que
estudian la ciencia de la motivación ofrecen distintas respuestas ante la
pregunta de cómo hacerlo. Podemos pensar en estas soluciones en términos de la
pregunta: “Está el vaso medio lleno o medio vacío? Normalmente considerar que
un vaso está medio lleno señala optimismo y medio vacío pesimismo. Pero en la
ciencia de la motivación tiene un significado ligeramente distinto. Algunos
estudios sugieren que hacer el seguimiento de lo que ya hemos conseguido (el
vaso medio lleno) nos ayudará a mantener la motivación porque el progreso aumentará
la motivación porque la falta de progreso, también, puede incrementar la motivación.
Por tanto, algunas veces el progreso actúa como factor motivador y en otras
ocasiones la falta de progreso es lo que motiva. Depende de la persona y de las
circunstancias.
Dos posibilidades
destacan si analizamos las dinámicas que seguimos los humanos cuando
perseguimos una meta:
a).- “El compromiso
promueve la consistencia”. Consiste en que cuando nos sentimos comprometidos
con nuestras metas cualquier acción que realicemos para intentar alcanzarla incrementa nuestro
compromiso y refuerza la ejecución de acciones similares. Por ejemplo,
siguiendo esta dinámica después de escoger una entrada sana en un menú,
tenderemos a seleccionar también un postre sano o decidiremos no tomar postre. Por
otro lado si fallamos a la hora de perseguir una meta lo interpretamos como una
falta de compromiso y nuestra motivación se resiente negativamente.
b).- “El progreso
fomenta el equilibrio”. En esta dinámica la motivación para perseguir una meta
surge de la falta de progreso. Cuando todavía no hemos progresado mucho nos
sentimos motivados para seguir intentándolo. Pero si miramos hacia atrás y
vemos que hemos progresado mucho sentimos que podemos relajarnos. Equilibramos el
progreso hacia la meta dedicándonos a algo que hemos descuidado o decidiendo
tomar un descanso. Por ejemplo, después de elegir una entrada sana podemos
decidir equilibrar la comida con un postre decadente. En esta dinámica con
frecuencia volvemos a sentirnos motivados después de haber fallado.
Estas dos dinámicas de
motivación hacia la meta nos dicen que cuando el progreso (acciones completadas)
incrementa nuestra motivación lo hace de forma muy distinta a cuando la
ausencia de progreso ( acciones que faltan) nos motiva. Las acciones
completadas incrementan nuestra motivación porque nos indican que estamos
comprometidos con la meta, mientras las acciones ausentes lo hacen indicándonos
que debemos hacer algún progreso.
Estas dinámicas influyen,
también, en nuestra ambición, considerada como nuestro nivel de aspiración. Si
consideramos la frase ascender por el escalafón en el entorno laboral
interpretamos que las personas que ascienden rápidamente son ambiciosas y las
que se atascan en un escalón no lo son. Las acciones de las personas con
frecuencia siguen un escalafón en la que cada meta se puede considerar como un paso ascendente hacia una meta más
retadora. Nuestra ambición varias en función de las metas, pues nos importan
más unas que otras. Podemos, por ejemplo, aspirar a avanzar en nuestra carrera,
pero pocos deseos de avanzar como jugador de tenis.
Algunas vías hacia
una meta están más estructuradas que otras, como es el caso del ascenso en la
carrera militar y otras menos como cuando aspiramos a profundizar en nuestras
técnicas de yoga. Pero, más allá de lo mucho que nos importe una meta y cómo
est´´a estructurado el camino hacia ella, va a ser la forma en la que
monitorizamos nuestras acciones y nuestra dinámica de motivación hacia la meta
lo que va a influir en nuestro nivel de aspiración.
Prestar atención al
progreso que hemos alcanzado hace que valoremos más nuestra posición actual,
que estemos más satisfechos con el lugar en el que estamos y con menos deseos
de cambiar que si consideramos lo que nos queda por delante. Por el contrario,
prestar atención a lo que no hemos alcanzado todavía nos estimulará más a
introducir cambios para ir hacia delante, tanto para abandonar como para seguir
el ascenso hacia la meta.
Las personas que son
intrínsecamente más ambiciosas y aspira a subir por el escalafón tienden
espontáneamente a dirigir su atención hacia las acciones que faltan. Si
preguntamos a alguien por su progreso en el trabajo y contesta en términos de
acciones pendientes , podremos pensar que está preparándose para moverse hacia
el siguiente nivel, diciendo, por ejemplo, “tengo tres proyectos más que
completar en este trimestre”. En este caso podremos asumir que tiene un alto nivel
de aspiración porque está pensando en lo que tiene que hacer una vez completada la tarea actual.
Pero si informamos de nuestro progreso en términos de acciones completadas,
diciendo, por ejemplo: “ ya he finalizado dos proyectos en este trimestre”,
asumiremos que la persona se siente comprometida con su nivel actual y que
tiene un bajo deseo de moverse hacia arriba. Al estar pensando en su progreso
en términos de lo que ya ha completado, en lugar de lo que queda por hace,
puedo inferir que se encuentra cómoda en dónde está y no tiene deseos de
cambio.
La elección de
centrarnos en acciones completadas o en las pendientes debe depender de la
situación. El énfasis debe estar en cuándo usar cada estrategia y no en si una
es mejor que otra.
Por tanto, cuando
queramos decidir qué dinámica de motivación hacia la meta funcionará mejor para
nosotros debemos examinar nuestro compromiso actual. Si ya nos sentimos
firmemente comprometidos con la meta las acciones ya completadas no van a
cambiar esta situación. Centrarnos en el progreso ya realizado puede hasta
hacer que sintamos que ya hemos hecho suficiente y nos anime a hacer un
descanso. Similarmente si sentimos incertidumbre ante nuestro compromiso y
estamos reflexionando sobre el sentido de hacer algo, las acciones pendientes
no nos van a motivar para seguir adelante. Centrarnos en la falta de progreso
puede hasta ser una señal de falta de compromiso que puede terminar favoreciendo el abandono
de la lucha por la meta.
Si consideramos nuestro
trabajo, por ejemplo, si estamos muy seguros de nuestro compromiso con él, lo
amamos o lo odiamos, completar las tareas del mismo no va a afectar nuestro
compromiso. Mientras otros profesionales se pueden sentir más comprometidos al
ir logrando más, nosotros interpretamos las actividades completadas como una
señal de progreso y, una vez que sentimos que ya hemos hecho suficiente,
podemos relajar nuestros esfuerzos e irnos pronto a casa. Alternativamente si
no estamos seguros de nuestro compromiso con el trabajo, tal vez pensando si
éste es el adecuado para nosotros, tener mucho trabajo pendiente que se va
acumulando más rápidamente de lo que anticipábamos, no va a motivarnos a
trabajar más duro o a inspirarnos para procurar ascender en la organización.
Mientras otros compañeros se esfuerzan más y trabajan más duro cuando van
retrasados, nosotros interpretamos nuestro lento progreso como una señal de que
no estamos hechos para ese trabajo y podemos pensar en dejarlo y buscar otro
más adecuado.
La dinámica de
motivación hacia la meta que seguimos las personas puede, pues, depender de la “representación”
de sus acciones, al interpretar sus acciones como señales de su compromiso o de su progreso.
Para las personas que
adoptan una “representación de compromiso” sus acciones disciernen su
compromiso. Por ejemplo pueden preguntar:”¿Mi comportamiento sugiere que me
preocupo por esta meta?”. Evalúan su confianza en el éxito así como su
atracción personal hacia la meta basándose en lo que han conseguido. Por el
contrario las personas que adoptan una “representación de progreso” miran a sus
acciones para discernir su progreso y pueden preguntar: “¿Mi comportamiento
indica que he hecho el progreso suficiente?”.
Estas representaciones
tienen consecuencias directas sobre la motivación. Después de tener éxito las
personas que adoptan una representación de compromiso tienden a seleccionar
acciones consistentes que ayudan a su meta. Si no la han alcanzado se sienten
menos motivados. Estas personas están, pues, más motivadas por el vaso medio
lleno. Son los profesionales para los cuales los éxitos estimulan la motivación
en el trabajo.
Por el contrario, las
personas que adoptan una representación de progreso tienden a equilibrar su
éxito relajando sus esfuerzos. Cuando han acumulado logros concluyen que ya han
hecho suficientes progresos y que por tanto existen buenas razones para
descansar o ir más despacio. Pero, después de la inacción, incrementan su
esfuerzo para ponerse al día. Estas personas se sienten, pues, motivadas por el
vaso medio lleno. Son los profesionales para los que tener éxito en el trabajo justifica
tomarse las cosas con más calma.
Estas categorías no son
rígidas y adoptar una de ellas en un contexto no implica que nuestra motivación
va a ser siempre igual. Por ejemplo, en el caso de muchas metas podemos
comenzar por evaluar nuestro compromiso y con el tiempo y experiencia, podemos
pasar a monitorizar el progreso. Es el
caso de cuando abrimos una cuenta de ahorro: podemos comenzar por evaluar
nuestro compromiso, pensando si el alcanzar nuestras metas de ahorro es
posible. Pero cuando llevamos ya un tiempo incrementando nuestra cuenta de
ahorro tendremos más seguridad de que ahorrar es posible y pasaremos a
monitorizar nuestro progreso.
Otro factor que influye
en nuestra motivación es la importancia que tenga para nosotros alcanzar esa
meta. Por ejemplo, la mayor parte de las personas se sienten más comprometidas
con ahorrar para su jubilación que para sus próximas vacaciones. Por tanto,
cuando consideran los ahorros para la jubilación que aún no tienen tienden a
incrementar sus aportaciones mensuales más que cuando consideran cuánto han
ahorrado ya. Pero cuando ahorran para las vacaciones están más motivados para
continuar ahorrando si piensan en los fondos que ya tienen reservados para las
vacaciones.
Para determinar si nos
motiva el vaso medio lleno o medio vacío debemos considerar tanto el contexto y
la importancia de nuestra meta y habrá ocasiones en las que necesitaremos
pensar que le vaso está medio lleno y otras medio vacío. Para monitorizar
nuestro progreso eficazmente debemos pasar de forma flexible y estratégica de
mirar hacia atrás a mirar hacia delante. Para ello podemos hacernos las
siguientes preguntas:
1.- ¿Estoy equilibrando
mis esfuerzos ante una meta determinada, trabajando duro si veo que me estoy
quedando atrás?
2.-¿Estoy seguro de mi
compromiso con la meta? Si no lo estamos podemos mantener nuestra motivación
mirando al vaso medio lleno.
¿Qué es lo que ya he
conseguido? Si estamos comprometidos con una meta el vaso medio vacío nos
ayudará a seguir adelante, al preguntarnos qué es lo que nos queda por hacer.
3.- ¿Qué experiencia
tenemos en relación con la meta? Si somos novatos mirar el vaso mientras se llena
y si somos expertos controlar el vaso cuando empieza a vaciarse.
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