domingo, 19 de febrero de 2023

EL VASO MEDIO LLENO O MEDIO VACÍO EN LA TEORÍA DE LA MOTIVACIÓN

 


Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising lessons from the science of motivation”, plantea, como hemos visto en unaentrada anterior, que el progreso es importante  para mantener la motivación y su monitorización es, por tanto, fundamental.

Distintas escuelas que estudian la ciencia de la motivación ofrecen distintas respuestas ante la pregunta de cómo hacerlo. Podemos pensar en estas soluciones en términos de la pregunta: “Está el vaso medio lleno o medio vacío? Normalmente considerar que un vaso está medio lleno señala optimismo y medio vacío pesimismo. Pero en la ciencia de la motivación tiene un significado ligeramente distinto. Algunos estudios sugieren que hacer el seguimiento de lo que ya hemos conseguido (el vaso medio lleno) nos ayudará a mantener la motivación porque el progreso aumentará la motivación porque la falta de progreso, también, puede incrementar la motivación. Por tanto, algunas veces el progreso actúa como factor motivador y en otras ocasiones la falta de progreso es lo que motiva. Depende de la persona y de las circunstancias.

Dos posibilidades destacan si analizamos las dinámicas que seguimos los humanos cuando perseguimos una meta:

a).- “El compromiso promueve la consistencia”. Consiste en que cuando nos sentimos comprometidos con nuestras metas cualquier acción que realicemos  para intentar alcanzarla incrementa nuestro compromiso y refuerza la ejecución de acciones similares. Por ejemplo, siguiendo esta dinámica después de escoger una entrada sana en un menú, tenderemos a seleccionar también un postre sano o decidiremos no tomar postre. Por otro lado si fallamos a la hora de perseguir una meta lo interpretamos como una falta de compromiso y nuestra motivación se resiente negativamente.

b).- “El progreso fomenta el equilibrio”. En esta dinámica la motivación para perseguir una meta surge de la falta de progreso. Cuando todavía no hemos progresado mucho nos sentimos motivados para seguir intentándolo. Pero si miramos hacia atrás y vemos que hemos progresado mucho sentimos que podemos relajarnos. Equilibramos el progreso hacia la meta dedicándonos a algo que hemos descuidado o decidiendo tomar un descanso. Por ejemplo, después de elegir una entrada sana podemos decidir equilibrar la comida con un postre decadente. En esta dinámica con frecuencia volvemos a sentirnos motivados después de haber fallado.

Estas dos dinámicas de motivación hacia la meta nos dicen que cuando el progreso (acciones completadas) incrementa nuestra motivación lo hace de forma muy distinta a cuando la ausencia de progreso ( acciones que faltan) nos motiva. Las acciones completadas incrementan nuestra motivación porque nos indican que estamos comprometidos con la meta, mientras las acciones ausentes lo hacen indicándonos que debemos hacer algún progreso.

Estas dinámicas influyen, también, en nuestra ambición, considerada como nuestro nivel de aspiración. Si consideramos la frase ascender por el escalafón en el entorno laboral interpretamos que las personas que ascienden rápidamente son ambiciosas y las que se atascan en un escalón no lo son. Las acciones de las personas con frecuencia siguen un escalafón en la que cada meta se puede considerar  como un paso ascendente hacia una meta más retadora. Nuestra ambición varias en función de las metas, pues nos importan más unas que otras. Podemos, por ejemplo, aspirar a avanzar en nuestra carrera, pero pocos deseos de avanzar como jugador de tenis.

Algunas vías hacia una meta están más estructuradas que otras, como es el caso del ascenso en la carrera militar y otras menos como cuando aspiramos a profundizar en nuestras técnicas de yoga. Pero, más allá de lo mucho que nos importe una meta y cómo est´´a estructurado el camino hacia ella, va a ser la forma en la que monitorizamos nuestras acciones y nuestra dinámica de motivación hacia la meta lo que va a influir en nuestro nivel de aspiración.

Prestar atención al progreso que hemos alcanzado hace que valoremos más nuestra posición actual, que estemos más satisfechos con el lugar en el que estamos y con menos deseos de cambiar que si consideramos lo que nos queda por delante. Por el contrario, prestar atención a lo que no hemos alcanzado todavía nos estimulará más a introducir cambios para ir hacia delante, tanto para abandonar como para seguir el ascenso hacia  la meta.

Las personas que son intrínsecamente más ambiciosas y aspira a subir por el escalafón tienden espontáneamente a dirigir su atención hacia las acciones que faltan. Si preguntamos a alguien por su progreso en el trabajo y contesta en términos de acciones pendientes , podremos pensar que está preparándose para moverse hacia el siguiente nivel, diciendo, por ejemplo, “tengo tres proyectos más que completar en este trimestre”. En este caso podremos asumir que tiene un alto nivel de aspiración porque está pensando en lo que tiene  que hacer una vez completada la tarea actual. Pero si informamos de nuestro progreso en términos de acciones completadas, diciendo, por ejemplo: “ ya he finalizado dos proyectos en este trimestre”, asumiremos que la persona se siente comprometida con su nivel actual y que tiene un bajo deseo de moverse hacia arriba. Al estar pensando en su progreso en términos de lo que ya ha completado, en lugar de lo que queda por hace, puedo inferir que se encuentra cómoda en dónde está y no tiene deseos de cambio.

La elección de centrarnos en acciones completadas o en las pendientes debe depender de la situación. El énfasis debe estar en cuándo usar cada estrategia y no en si una es mejor que otra.

Por tanto, cuando queramos decidir qué dinámica de motivación hacia la meta funcionará mejor para nosotros debemos examinar nuestro compromiso actual. Si ya nos sentimos firmemente comprometidos con la meta las acciones ya completadas no van a cambiar esta situación. Centrarnos en el progreso ya realizado puede hasta hacer que sintamos que ya hemos hecho suficiente y nos anime a hacer un descanso. Similarmente si sentimos incertidumbre ante nuestro compromiso y estamos reflexionando sobre el sentido de hacer algo, las acciones pendientes no nos van a motivar para seguir adelante. Centrarnos en la falta de progreso puede hasta ser una señal de falta de compromiso  que puede terminar favoreciendo el abandono de la lucha por la meta.

Si consideramos nuestro trabajo, por ejemplo, si estamos muy seguros de nuestro compromiso con él, lo amamos o lo odiamos, completar las tareas del mismo no va a afectar nuestro compromiso. Mientras otros profesionales se pueden sentir más comprometidos al ir logrando más, nosotros interpretamos las actividades completadas como una señal de progreso y, una vez que sentimos que ya hemos hecho suficiente, podemos relajar nuestros esfuerzos e irnos pronto a casa. Alternativamente si no estamos seguros de nuestro compromiso con el trabajo, tal vez pensando si éste es el adecuado para nosotros, tener mucho trabajo pendiente que se va acumulando más rápidamente de lo que anticipábamos, no va a motivarnos a trabajar más duro o a inspirarnos para procurar ascender en la organización. Mientras otros compañeros se esfuerzan más y trabajan más duro cuando van retrasados, nosotros interpretamos nuestro lento progreso como una señal de que no estamos hechos para ese trabajo y podemos pensar en dejarlo y buscar otro más adecuado.

La dinámica de motivación hacia la meta que seguimos las personas puede, pues, depender de la “representación” de sus acciones, al interpretar sus acciones como señales de su  compromiso o de su progreso.

Para las personas que adoptan una “representación de compromiso” sus acciones disciernen su compromiso. Por ejemplo pueden preguntar:”¿Mi comportamiento sugiere que me preocupo por esta meta?”. Evalúan su confianza en el éxito así como su atracción personal hacia la meta basándose en lo que han conseguido. Por el contrario las personas que adoptan una “representación de progreso” miran a sus acciones para discernir su progreso y pueden preguntar: “¿Mi comportamiento indica que he hecho el progreso suficiente?”.

Estas representaciones tienen consecuencias directas sobre la motivación. Después de tener éxito las personas que adoptan una representación de compromiso tienden a seleccionar acciones consistentes que ayudan a su meta. Si no la han alcanzado se sienten menos motivados. Estas personas están, pues, más motivadas por el vaso medio lleno. Son los profesionales para los cuales los éxitos estimulan la motivación en el trabajo.

Por el contrario, las personas que adoptan una representación de progreso tienden a equilibrar su éxito relajando sus esfuerzos. Cuando han acumulado logros concluyen que ya han hecho suficientes progresos y que por tanto existen buenas razones para descansar o ir más despacio. Pero, después de la inacción, incrementan su esfuerzo para ponerse al día. Estas personas se sienten, pues, motivadas por el vaso medio lleno. Son los profesionales para los que tener éxito en el trabajo justifica tomarse las cosas con más calma.

Estas categorías no son rígidas y adoptar una de ellas en un contexto no implica que nuestra motivación va a ser siempre igual. Por ejemplo, en el caso de muchas metas podemos comenzar por evaluar nuestro compromiso y con el tiempo y experiencia, podemos pasar a monitorizar el progreso.  Es el caso de cuando abrimos una cuenta de ahorro: podemos comenzar por evaluar nuestro compromiso, pensando si el alcanzar nuestras metas de ahorro es posible. Pero cuando llevamos ya un tiempo incrementando nuestra cuenta de ahorro tendremos más seguridad de que ahorrar es posible y pasaremos a monitorizar nuestro progreso.

Otro factor que influye en nuestra motivación es la importancia que tenga para nosotros alcanzar esa meta. Por ejemplo, la mayor parte de las personas se sienten más comprometidas con ahorrar para su jubilación que para sus próximas vacaciones. Por tanto, cuando consideran los ahorros para la jubilación que aún no tienen tienden a incrementar sus aportaciones mensuales más que cuando consideran cuánto han ahorrado ya. Pero cuando ahorran para las vacaciones están más motivados para continuar ahorrando si piensan en los fondos que ya tienen reservados para las vacaciones.

Para determinar si nos motiva el vaso medio lleno o medio vacío debemos considerar tanto el contexto y la importancia de nuestra meta y habrá ocasiones en las que necesitaremos pensar que le vaso está medio lleno y otras medio vacío. Para monitorizar nuestro progreso eficazmente debemos pasar de forma flexible y estratégica de mirar hacia atrás a mirar hacia delante. Para ello podemos hacernos las siguientes preguntas:

1.- ¿Estoy equilibrando mis esfuerzos ante una meta determinada, trabajando duro si veo que me estoy quedando atrás?

2.-¿Estoy seguro de mi compromiso con la meta? Si no lo estamos podemos mantener nuestra motivación mirando al vaso medio lleno.

¿Qué es lo que ya he conseguido? Si estamos comprometidos con una meta el vaso medio vacío nos ayudará a seguir adelante, al preguntarnos qué es lo que nos queda por hacer.

3.- ¿Qué experiencia tenemos en relación con la meta? Si somos novatos mirar el vaso mientras se llena y si somos expertos controlar el vaso cuando empieza a vaciarse.

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