Chris Voss, responsable de las negociaciones internacionales en
casos de rehenes del FBI, en su libro “Never Split the difference. Negotiating as if your life depended on it”, que estamos comentando, destaca la importancia de utilizar
dos palabras que inmediatamente tienen la capacidad de transformar cualquier
negociación: “es correcto”.
La
Unidad de Negociación de Crisis (CNU)
del FBI ha desarrollado un modelo que llama “La escalera del cambio de
Comportamiento” ( The behavioral change stairway model: BSCSM) que propone tres
etapas : escucha activa, empatía, compenetración, influencia y cambio de
comportamiento, que llevan a cualquier negociador de una situación de escucha a
la de influencia. Si se utiliza adecuadamente conseguiremos generar confianza y
conexión.
En la
primera fase de escucha activa Voss recomienda:
1.-
Realizar pausas efectivas. El silencio es poderoso y puede servir para que la
otra parte siga hablando hasta que manifieste todas las emociones que tiene
latentes.
2.-
Utilizar palabras y frases sencillas, tales como “de acuerdo”, “ya veo”, para
mostrar que se está prestando atención.
3.-
Repetir. Actuar como un espejo y volver a decir lo que la otra parte ha
manifestado.
4.-
Etiquetar. Identificar los sentimientos de la parte contraria y darles un
nombre.
5.-
Parafrasear. Repetir lo que nuestro interlocutor dice con nuestras palabras. De
esta forma estaremos mostrando que le estamos entendiendo de verdad y no sólo
estamos reproduciendo como un loro sus preocupaciones.
6.-
Resumir. Un buen resumen es la combinación de rearticular el significado de lo
que se dice añadiendo el reconocimiento de las emociones subyacentes a ese
significado.
Cuando
hemos seguido todas estas fases podemos conseguir que la parte contraria nos
diga: “es correcto” y de esta forma podremos continuar negociaciones que
parecían haber llegado a un punto muerto. Se han derribado las barreras que
parecía que impedían el progreso y nuestro “adversario” ha estado de acuerdo
con nosotros en algún aspecto sin sentir que ha cedido, ya que cuando dicen
esta frase sienten que han corroborado lo que decimos de forma libre y lo
asumen.
En las
negociaciones con rehenes Voss comenta que nunca intentan alcanzar un “sí” como
resultado final porque saben que no sirve para nada si no va acompañado por un
“cómo” y que cuando utilizan sus técnicas de negociación en el mundo de la
empresa han podido observar como: “es correcto” con frecuencia conduce a los
mejores resultados. Pero hay que tener cuidado y asegurarnos de que realmente
es una afirmación sincera y no para librarse de nosotros.
Chriss
Voss continúa con otra serie de lecciones a recordar que se pueden considerar como intento de
manipulación, pero que en realidad no lo son:
1.-
Todas las negociaciones se definen por una red de necesidades y deseos
subterráneos. No nos debemos dejar engañar por lo que aflora en la superficie.
Voss
recomienda por tanto que no se debe dividir para intentar complacer en un 50% a
cada negociador. Las soluciones creativas casi siempre se ven precedidas por un
cierto nivel de riesgo, confusión y conflicto. Los grandes acuerdos se pueden
alcanzar de esta forma y es lo que los buenos negociadores hacen.
2.-
Llegar a compromisos que signifiquen un 50% para cada parte no tiene por qué
ser una buena solución, puede suponer un mal acuerdo para ambas partes.
El
patrón mental de ganar-ganar en ocasiones puede ser desastroso. Esto no
significa que no tengamos que mantener una actitud de colaboración para llegar
a acuerdos. En muchos casos estamos dispuestos a llegar a un compromiso porque
es más cómodo y parece que es lo correcto y que de esta forma llegamos al menos
a conseguir la mitad del pastel. El autor pone como ejemplo muy descriptivo el
caso de una persona que quiere llevar unos zapatos marrones con un frac y le
dicen que tienen que ser negro. El compromiso significaría llevar un zapato
negro y otro marrón.
Voss recomienda por tanto que no se debe
dividir para intentar complacer en un 50% a cada negociador. Las soluciones
creativas casi siempre se ven precedidas por un cierto nivel de riesgo,
confusión y conflicto. Los grandes acuerdos se pueden alcanzar de esta forma y
es lo que los buenos negociadores hacen.
3.-
Las fechas límites pueden hacer que los negociadores sientan la necesidad de
impulsar el proceso negociador y a hacer cosas impulsivas que van en contra de
sus intereses.
El
tiempo es una de las variables más cruciales en una negociación y va a
presionar para llegar a un acuerdo.
Sea el
límite temporal una realidad o una triquiñuela puede forzarnos a llegar a la
conclusión de que llegar a un acuerdo ya es más importante que el que éste sea
bueno para nosotros. Las fechas límites normalmente hacen que las personas
digan y hagan cosas impulsivas que van en contra de sus intereses porque
tendemos a apresurarnos cuando se acerca la fecha límite.
Lo que
hacen los buenos negociadores es resistir este impulso y aprovechar la
existencia del mismo en la parte contraria. No es sencillo y para ello debemos
preguntarnos cuál es la causa de que estemos sintiendo ansiedad al aproximarse
esta fecha. La respuesta está en las consecuencias que puede tener el no haber
llegado a un acuerdo y la percepción de pérdida que podemos sentir por ello.
Si
permitimos que la variable del tiempo despierte estos sentimientos nos hemos
convertido en rehenes del mismo y creamos un entorno de comportamiento reactivo
y malas elecciones que otra parte puede
utilizar en nuestra contra.
Tenemos,
para neutralizar este efecto, que repetirnos que “Ningún acuerdo es mejor que
un mal acuerdo” y de esta forma si lo internalizamos podemos llegar a
transmitir a la parte contraria que tenemos tiempo para conducir la negociación
de forma razonable.
4.- El
término “justo” es emocional y suele ser utilizado en las negociaciones para
poner a la otra parte a la defensiva y obtener concesiones.
El
juego del ultimátum, un famoso experimento económico
creado en 1982 es una muestra , en él a los participantes se les daban opciones para
ganar dinero. Podían distribuir una recompensa económica en partes iguales, no
equitativamente o no repartirla. Numerosos y repetidos experimentos
mostraban que los jugadores casi siempre preferían no ganar nada que
ganar menos que el otro jugador.
La
palabra “justo” es la más poderosa en una negociación. Las personas suelen
aceptar acuerdos si piensan que han sido tratadas con justicia y los rechazan
si no lo creen.
En las
negociaciones se suele utilizar, fundamentalmente, de tres maneras y sólo una
de ellas es positiva:
a).-
De forma defensiva para desestabilizar a la parte contraria: “Lo único que
queremos es aquello que sea justo”. La mejor respuesta ante esta ofensiva es
decir algo parecido a : “De acuerdo, lo siento. Detengamos todo el proceso y
volvamos al momento en el que he comenzado a trataros de forma injusta y así
podremos solucionarlo”.
b).-
Como un ataque en el que se acusa a la otra parte de que están actuando de
forma deshonesta diciendo “Os hemos ofrecido una oferta justa”. De esta forma
pretenden manipular y conseguir concesiones.
Si nos
encontramos ante esta situación lo mejor que podemos hacer es responder de la
siguiente manera: ¿Justo?, hacer una pausa y continuar con “supongo que estáis
preparados a presentar la evidencia que apoya vuestro comentario”. Así les
estamos obligando a que aporten información que contradiga su afirmación
anterior o que la corrobore lo que nos va a dar más datos con los que trabajar.
c).-
De forma constructiva y positiva y sirva para sentar las bases para una
negociación honesta y empática.
Al
comienzo de la negociación podemos decir:” Queremos que sintáis que estáis
siendo tratados siempre con justicia, por lo que os agradeceríamos que nos
interrumpáis en cualquier momento si
sentís que no lo hacemos para poder corregirlo”.
5.- Nuestras
decisiones pueden ser en muchas ocasiones irracionales, pero esto no significa
que no existan patrones consistentes, principios y reglas que estén detrás de
ellas. Si conocemos cuáles son estos patrones mentales podemos pensar en formas
de influir sobre ellos.
La mejor
teoría, según Voss, para mostrar los principios de nuestras decisiones irracionales
es la “teoría de la perspectiva”. Creada en 1979 por los psicólogos Daniel Kahneman
y Amos Tversky describe cómo eligen las personas entre distintas opciones en
situaciones de riesgo. La teoría plantea que las personas nos sentimos más atraídas
hacia lo seguro que hacia lo probable,
aunque esta última posibilidad sea la mejor opción, debido a lo que se conoce
como “efecto de la certidumbre”. También estamos influidos por el efecto de “aversión
a la pérdida” que nos lleva a correr mayores riesgos para evitar pérdidas que
para lograr ganancias.
Por
estos fenómenos en una negociación puede ser conveniente no sólo mostrar a la
otra parte que le podemos ofrecer algo que quieren sino también persuadirles de
que tienen algo concreto que perder si el acuerdo falla.
Podemos
doblegar la realidad de la otra parte anclando su punto de partida. Antes de
hacer una oferta podemos anclarles emocionalmente sugiriendo lo mal que va a
irles a todos si no se acepta.
Si
estamos utilizando cifras partir de unas extremas para que nuestra oferta real
parezca razonable. El verdadero valor de algo depende del punto desde el que lo
estemos contemplando. Al mismo tiempo siempre que sea posible dejar que la otra
parte haga la primera oferta. En ocasiones puede darse el caso que el punto de
partida de la parte contraria sea más elevado de lo que nosotros pensamos
plantear. Esto puede ocurrir en negociaciones en el curso de entrevistas de
trabajo. Si tenemos que comenzar nosotros, en negociaciones que hagan
referencias a términos económicos, podemos plantear un rango, como por ejemplo
en el caso de una oferta de trabajo en lugar de decir valgo 80.000€, decir que los
profesionales de categoría similar en el sector reciben como salario una
cantidad que oscila entre 80.000 y 100.000€. De esta forma estamos expresando nuestras expectativas sin poner a
la otra parte a la defensiva.
El
autor recomienda, también, que podemos plantear una oferta inicial extrema que
la otra parte va a rechazar con toda seguridad y luego ofrecerles un regalo
sorpresa que no tenga relación con lo anterior. Estos gestos conciliadores
inesperados son muy eficaces porque introducen una dinámica llamada de
reciprocidad al sentirse la otra parte obligada a responder a nuestra
generosidad de alguna forma.
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