Leslie A. Perlow,
Constance Noonan Hadley y Eunice Eun, en la edición de julio-agosto de Harvard Business Review, plantean que se supone que las reuniones sirven para
incrementar la creatividad y productividad pero que tienen el efecto contrario
cuando son demasiadas, programadas en el tiempo equivocado o mal dirigidas y
terminan ocasionando efectos negativos en la organización, que si queremos
evitar van a requerir un abordaje sistémico.
Distintas investigaciones
están demostrando que las reuniones han ido aumentando en número y duración, en
los últimos 50 años, hasta el punto de que los ejecutivos dedican una media de
23 horas a la semana a asistir a reuniones, mientras en la década de los años
60 del pasado siglo empleaban 10 horas semanales aproximadamente a esta tarea.
Se ha escrito mucho
sobre este problema pero las soluciones que se han utilizado tienen resultados
discretos: establecer una agenda clara, mantener las reuniones de pie, delegar
para que otro acuda en nuestro lugar, etc. Las autoras han comprobado en sus
investigaciones encuestando a cientos de ejecutivos que una mejora real
requiere un cambio sistémico, porque las reuniones afectan la forma en que los
profesionales colaboran entre sí y la manera en que realizan su trabajo.
Las reuniones son
esenciales para facilitar la cooperación, la creatividad e innovación, fomentan
las relaciones y garantizan que se
produzca el adecuado intercambio de
información, por lo que son beneficiosas siempre que se produzcan en su justa
medida. Los ejecutivos aceptan el exceso de reuniones, con frecuencia, porque
quieren ser “buenos soldados” y cuando sacrifican su tiempo libre y su
bienestar por asistir a múltiples reuniones piensan que están haciendo lo que
es mejor para la organización y no son conscientes de sus costes negativos,
fundamentalmente a nivel de productividad, compromiso y dispersión que
ocasionan. El tiempo que se emplea en reuniones sin sentido roba tiempo para
dedicar al trabajo individual que es igualmente esencial para la creatividad y
eficiencia y además, interrumpe le tiempo dedicado al “trabajo profundo”,
término que utiliza el profesor de Georgetown, Cal Newport, para describir la
habilidad para centrarse sin distracciones en un tarea con altas demandas
cognitivas. Como consecuencia del exceso de reuniones los profesionales tienden
a acudir demasiado temprano al trabajo, finalizan su jornada laboral muy tarde
o emplean los fines de semana para encontrar el tiempo necesario para poder
concentrarse con tranquilidad.
La felicidad en el
trabajo también se ve comprometida como, por ejemplo, demuestra un estudio
realizado por Steven Rogelberg y sus colaboradores en el que se comprobó que la
forma en que los profesionales percibían y se sentían con respecto a la
eficacia de las reuniones se correlacionaba con la satisfacción o
insatisfacción global con su trabajo.
Los problemas van a
surgir cuando las reuniones se programan y dirigen sin tener en cuenta su
impacto en el trabajo de grupo y de los profesionales a nivel individual. Con
frecuencia los grupos terminan sacrificando las necesidades colectivas o las
individuales o ambas. El equilibrar todas las necesidades de forma eficiente es
el ideal al que pocas organizaciones llegan. Las autoras distinguen entre tres formas de reuniones improductivas:
a).-
Derrochadoras del tiempo del equipo. Algunas
organizaciones celebran pocas reuniones pero las dirigen pobremente. Como
resultado los profesionales tienen tiempo para realizar sus tareas individuales
y para la reflexión, pero la cooperación entre los miembros del equipo y la
productividad se debilitan porque cada reunión es ineficiente.
b).-
Derrochadoras del tiempo individual. En otras ocasiones las
reuniones tienen una alta calidad y técnicamente suponen un buen uso del tiempo
del equipo, pero el tiempo de sus miembros se disipa porque el tiempo empleado
en la gran cantidad de reuniones sobrepasa al tiempo dedicado al trabajo
individual y la mala planificación de las mismas distorsiona el necesario pensamiento
profundo y termina apareciendo el burnout entre los profesionales, así como
altos niveles de rotación de los mismos.
c).-
Derrochadoras del tiempo individual y grupal. Muchas
organizaciones sufren tanto el exceso de reuniones, como la mala planificación
y dirección lo que lleva a pérdidas en la productividad, cooperación y
bienestar de los equipos y sus miembros. Este es el peor escenario y
desgraciadamente el que se da con mayor frecuencia,
Desafortunadamente los
profesionales no pueden solucionar estos problemas por su cuenta ya que
intervienen muchos en la programación de las mismas. Por tanto aliviar la
situación implica un esfuerzo colectivo. Los autores recomiendan trabajar juntos siguiendo los siguientes
pasos:
1.-
Recoger información de cada profesional. Para tener una
perspectiva más clara de la forma en que las reuniones afectan a nuestros
colaboradores se pueden utilizar encuestas o entrevistas para obtener datos e
impresiones de cada uno de ellos. De esta forma comprenderemos el alcance
global del problema, por ejemplo detectando la posible burbuja de
resentimiento que se esconde debajo de
la superficie y conoceremos la cantidad real de trabajo que se realiza
cotidianamente.
¿Cómo están afectando
las reuniones a tus profesionales en tu organización? Para conocer la respuesta
debemos hacerles esta pregunta. Estos
sondeos de opiniones realizados con regularidad nos van a resultar, también, de utilidad para detectar cuál es la situación.
Las autoras proponen:
Objetivo
|
Ejemplos de
preguntas a los profesionales
|
Lo que sus
respuestas revelan
|
Medir el
“pulso” emocional
|
Al
contemplar el calendario de la próxima semana de trabajo:
¿Qué
emociones surgen?
¿Qué
tres palabras o frases nos vienen a la mente cuando pensamos en las reuniones
a las que tenemos que asistir con regularidad?
|
El
grado de opinión negativa con que los
profesionales de la organización valoran las reuniones
|
Recoger las
horas dedicadas a reuniones
|
Revisar
nuestro calendario de trabajo de las últimas tres semanas:
¿A
cuántas reuniones asistimos y cuánto tiempo empleamos en ellas?
¿Semana
a semana ha ido disminuyendo el número de horas dedicadas a las reuniones? y
¿Día a día? ¿Qué peso implica dentro
de nuestra actividad habitual?
|
El
tiempo total que la organización dedica a las reuniones
La
forma en que esta dedicación varía en relación con cada profesional, su rol,
su función o equipo
|
Considerar el
equilibrio entre trabajo individual y grupal
|
Reflexionando
sobre las reuniones atendidas en las últimas tres semanas:
¿Sentimos
que hemos tenido suficiente tiempo para dedicarnos a nuestras tareas
habituales o hemos tenido que emplear horas extras para abordarlas?
¿Cuántas
horas fuera de nuestro horario de trabajo hemos tenido que utilizar para
poder acabar nuestro trabajo?
|
El
impacto percibido que las reuniones tienen sobre la capacidad de los
profesionales de realizar su trabajo en el horario establecido.
El
número total de horas extra que tienen que realizar a nivel individual para
recuperar las horas perdidas.
|
Valorar el
impacto en la calidad del trabajo
|
Analizar
una semana típica y de las reuniones a las que hemos asistido, cuántas, o qué
porcentaje de ellas pensamos que han sido:
1.-
Muy productivas y esenciales.
2.-
Algo productivas y marginales.
3.-
No muy útiles. Una pérdida de tiempo.
|
La
proporción percibida sobre el grado de calidad de las reuniones y cómo varía
en nuestra organización.
|
Identificar
las mejores prácticas
|
Contemplar
nuestros indicadores de calidad y :
Analizar
qué es lo que diferencia a las reuniones que consideramos muy productivas de
aquellas que incluimos en las otras dos categorías.
Seleccionar
un ejemplo de reunión de cada una de las categorías y en una escala del 1 al
10 decidir cómo evaluaríamos la eficiencia de cada una de ellas.
Considerar
si identificamos patrones en las mejores reuniones que puedan ser replicados
en otras situaciones.
Pensar
sobre de qué otras formas podemos utilizar las lecciones aprendidas de las
reuniones productivas
|
Lo
que diferencia a las mejores reuniones del resto.
Lo
malas que son algunas reuniones y el por qué.
Ideas
para extender prácticas positivas a lo largo de la organización.
|
2.-
Interpretar los datos de forma conjunta. Es crítico que el
grupo analice el feedback recibido y valore lo que está funcionando y lo que
no. Se debe realizar una discusión abierta y exenta de juicios sobre los
resultados de las encuestas o entrevistas. Facilitadores neutrales pueden
servir para mantener la conversación en niveles constructivos.
3.-
Acordar una meta colectiva y relevante a nivel personal.
Por ejemplo asignando una determinada cantidad de tiempo semanalmente para que
los profesionales se centren en su trabajo individual o declarar periodos de
tiempo “libres de reuniones” para que se evalúe la necesidad que existía de
mantener reuniones en ese tiempo en el pasado y se valore quién debe asistir
realmente a cada reunión.
4.- Fijar hitos destacables y monitorizar el
progreso. Como ocurre con cualquier otro cambio es importante
que se haga un seguimiento concreto y medible del progreso. Pequeños triunfos,
tangibles, ofrecen la posibilidad de ir celebrando los logros y pequeños
errores brindan la oportunidad de corregir y aprender.
5.-
Regularmente analizar la situación dentro del
equipo. Es muy importante que de forma abierta
y con regularidad se valore cómo se sienten los miembros del equipo sobre las
reuniones a las que asisten y sobre su influencia en su carga de trabajo. La
frustración, resentimiento o desesperanza son señales de que los profesionales
están volviendo a caer en sus malos hábitos previos. No tenemos que olvidar que
cambiar los protocolos y maneras de actuar lleva tiempo y que mantener los
cambios requiere atención y contacto constante.
Las autoras sugieren
realizar breves chequeos semanales durante los primeros meses hasta que los
nuevos procesos, normas y actitudes se consoliden. Posteriormente cada pocas
semanas es suficiente. Independientemente de la frecuencia de estos sondeos de
opinión los profesionales deben contar con foros estructurados donde puedan
expresar sus frustraciones y puedan aflorar los problemas para poder utilizar
esta información para mejorar la forma en que el equipo trabaja.
En todos estos pasos el
apoyo de los líderes es fundamental. Estos no tienen por qué ser los altos
ejecutivos, ya que se ha observado que el líder de un equipo si cuenta con la
autoridad necesaria para animar a que los miembros del mismo manifiesten sus
preocupaciones e ideas libremente, aceptar las equivocaciones y cometer errores
y descubrir nuevas formas de trabajar juntos será capaz de encontrar una
solución para lograr el equilibrio necesario entre el número de reuniones y la
necesidad de tiempo para trabajo individual.
Las reuniones no tienen
por qué convertirse en trampas, bien programadas y dirigidas, pueden ser un
vehículo de cambios, mejorar la productividad, comunicación e integración entre
los miembros del equipo y ayudar a alcanzar un mayor bienestar en el trabajo.
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