Kim Scott en “Radical candor. How to be a great boss without losing your humanity”, que estamos comentando, plantea que el fin último del “candor radical” es conseguir de forma colaborativa lo que nunca podríamos lograr de forma individual y que para alcanzar esta meta necesitamos preocuparnos por las personas que trabajan con nosotros. Para ello deberemos incorporar su forma de pensar en nuestro pensamiento y nuestras ideas en el suyo.
Decir a los demás lo
que tienen que hacer no funciona. Como ejemplos tenemos los casos de Apple y
Google que obtuvieron resultados espectaculares sin recurrir a un estilo
autocrático, lo que lleva a preguntarnos cómo cada miembro de estas
organizaciones decidieron lo que había que hacer, cómo se establecieron la
estrategia y las metas, cómo se desarrolló la cultura de cada una de ellas, que
son tan distintas, cómo miles de profesionales llegaron a comprender cuál era
su misión. La respuesta es distinta en ambas compañías, más ordenada en Apple y
más caótica en Google, pero el proceso era muy similar.
La autora lo describe
como una rueda que facilita alcanzar
logros de forma colectiva, formada por ocho pasos.
1.- Escuchar las ideas
que aportan los miembros del equipo y crear una cultura en la que se escuchen
unos a otros.
2.- Aclarar las ideas
generando un espacio en el que las ideas puedan ser presentadas y aclaradas y entendido todo su potencial y
utilidad antes de que puedan ser rechazadas.
3.- Debatir las ideas
ya que el hecho de que una idea sea fácil de entender no implica que sea buena,
por lo que se deben examinar de forma más rigurosa.
4.- Decidir, con
rapidez pero no excesivamente rápido.
En este primer ciclo no
tienen por qué participar todos para cada idea por lo que los siguientes pasos
serán:
5.- Persuadir a
aquellos que no estuvieron involucrados en la decisión de que ésta es buena
para que sean capaces de ejecutarla eficazmente.
6.- Ejecutar.
7.- Aprender de los
resultados.
8.- Comenzar de nuevo
el proceso.
Son muchos pasos pero
debemos recordar que están diseñados para que se aborden con rapidez, evitando
no saltar uno de ellos o atascarnos.
1.-
ESCUCHAR
La autora distingue dos
tipos de escucha según sea nuestra personalidad:
a).-
Escucha silenciosa. Tim Cook, CEO de Apple es un maestro en
escuchar sin intervenir y sin mostrar ningún tipo de reacción corporal o de
expresión facial. Utilizando esta técnica se consigue que el orador no esté
pendiente de nuestras reacciones para procurar decirnos lo que piensa que
queremos oír por lo que dice lo que realmente piensa.
Esta es una de las
ventajas de la escucha silenciosa pero tiene algunos efectos que pueden no ser
positivos como el hecho de que si el que escucha es el jefe y las personas no
saben lo que está pensando pueden perder mucho tiempo intentando averiguarlo o
interpretar el silencio como la aceptación de lo que quieren decir. Otra
consecuencia es que muchas personas se sienten incómodas con el silencio y
pueden llegar a considerar que es una trampa, que no les están escuchando y que
en realidad es una táctica para conseguir que terminen diciendo las cosas
incorrectas y reaccionar en ese momento.
Para evitar generar esta sensación de incomodidad hay que procurar no
mostrarse siempre inescrutables y manifestar los sentimientos y opiniones si
queremos que los demás lo hagan.
b).- Escucha “en voz
alta”. Si la escucha silenciosa supone mantenernos callados para facilitar a
los demás un espacio para hablar, este segundo tipo de escucha implica decir
cosas para provocar reacciones en los demás. Steven Jobs escuchaba de esta
manera. Planteaba un punto de vista cuestionable y rompedor y pedía respuestas
y que le contradijesen.
Este tipo de enfoque
funciona únicamente si las personas
tienen la confianza suficiente para responder al reto expuesto, lo cual no
ocurre cuando el profesional no es capaz de cuestionar a un jefe agresivo en
sus formas o si su posición es demasiado marginal para sentirse seguros aunque
la cultura favorezca este comportamiento. Si se posee este estilo hay que
esforzarse para lograr que los profesionales que se sienten incómodos con el
mismo adquieran la confianza suficiente para ser capaces de llegar a cuestionar
abiertamente al jefe.
Paul Saffo, profesor de
ingeniería en Stanford, propone una técnica que llama “opiniones fuertes,
mantenidas débilmente” que consiste en expresar ideas que pueden llegar a ser
sorprendentes o extravagantes y observar cuál es la respuesta. La autora
considera este enfoque útil porque cree que el decir lo que realmente se piensa
de forma clara y luego fomentar que los demás expresen su conformidad o
desacuerdo es una buena forma de escuchar.
Este tipo de escucha al
ofrecer con fuerza puntos de vista claros evita perder el tiempo intentando
averiguar lo que piensa el jefe.
Si ya es difícil
conseguir escuchar a todos los miembros del equipo y que éstos perciban que
estamos escuchando, lograr que se escuchen unos a otros es todavía más
complicado. Las claves para crear una cultura de escucha se centran en:
a).- Contar con un
sistema sencillo que los profesionales puedan utilizar para generar ideas y
manifestar sus quejas.
b).- Asegurarnos de que
al menos algunas de las cuestiones planteadas se aborden con rapidez.
c).- Regularmente
explicar las razones por las que el restos de las cuestiones planteadas no se
están considerando.
Este sistema no solo
facilita el que cualquiera pueda señalar las cosas que se pueden mejorar y
ofrecer sugerencias de cómo hacerlo sino que permite que otros intenten
arreglar esas cosas o introduzcan cambios. En Google, por ejemplo, se creó una
wiki que permitía a los profesionales
proponer una idea, la revisión de la misma por el equipo, su presentación y la votación de la aceptación de la misma.
Esta es una forma de escucha, ya que las personas cuyas ideas eran aceptadas
sentían que habían sido escuchadas por sus compañeros. Posteriormente se
ayudaba a que las ideas seleccionadas fuesen implementadas.
En muchas ocasiones
crear una cultura de escucha va a consistir en manejar las reuniones de forma
correcta y no permitir que unos pocos participantes monopolicen todas las
intervenciones.
2.-
ACLARAR
Una vez que hemos
conseguido generar una cultura de escucha el siguiente paso consiste en la
expresión de las ideas con claridad. Intentar solucionar, por ejemplo, un
problema que no se ha definido con claridad difícilmente se va a poder hacer
satisfactoriamente o debatir una idea que no está totalmente perfilada es una
forma de matarla. Steven Jobs trataba el proceso de creatividad con gran
sensibilidad y respeto pues comprendía que aunque las ideas podían ser muy
poderosas comenzaban como frágiles pensamientos, escasamente formados que
podían fácilmente pasar desapercibidos, comprometidos o aplastados.
Las nuevas ideas no
tienen por qué ser planes grandiosos, pueden surgir de comentarios como
“estamos frustrados con este proceso” o “no me siento tan motivado por mi
trabajo como lo estaba con anterioridad” o “¿Qué pasaría si dejásemos de hacer
…..? Naturalmente ante este tipo de comentarios la tentación para el jefe es
decir que no tiene tiempo para dedicar a este tipo de asuntos, pero en realidad
el dejar que los colaboradores expresen lo que quieren decir va a permitir
poder solucionar los problemas antes de que se enquisten o aprovechar
oportunidades que pueden pasar
desapercibidas.
Parte de la labor de un
jefe consiste en ayudar a los colaboradores a que reflexionen sobre sus ideas
antes de que las presenten para debatir y que las sepan comunicar con tal
precisión que sea imposible no entender y captar todos su argumentos. Numerosas
investigaciones muestran que cuando las organizaciones ayudan a los profesionales
a desarrollar nuevas ideas al facilitar el espacio y el tiempo para que aclaren
sus pensamientos e ideas la innovación florece. Google, por ejemplo, ofrece a
su profesionales la posibilidad de dedicar un 20% de sus horas de trabajo para
dedicarse a desarrollar la idea que quieran o Apple desarrolló el enfoque “Blue
Sky” por el que los profesionales podían presentar su proyecto y si éste era
aprobado tenían dos semanas para desarrollar su idea.
Nunca hay que olvidar,
en esta fase, que la esencia de conseguir que una idea sea clara requiere un
conocimiento profundo no sólo de la idea sino de la persona a la que vamos a
explicar esa idea.
3.-
DEBATIR
Una vez que hemos
dedicado tiempo a clarificar una idea es el momento de presentarla para debate.
Scott propone una serie de recomendaciones para facilitar el debate:
a).- Mantener la
conversación centrada en las ideas y no en los egos. Para ello tenemos que
asegurarnos que los egos individuales y los intereses personales no interfieren
en el objetivo de obtener la mejor respuesta. Esto implica intervenir cuando
empezamos a sentir que los participantes están pensando “tengo que ganar este
debate” o “mi idea versus tu idea” y redirigirles para que se centren en los
hechos, no permitiendo que se atribuyan la posesión de las ideas o que se
atasque por considerar en exceso los sentimientos de aquellos que no participan
en el debate. Hay que recordar que el objetivo es lograr la mejor respuesta
como equipo.
Otra forma de
neutralizar los egos es pedir a los participantes que cambien de rol y si, por
ejemplo han defendido la idea A deben empezar a apoyar la B.
b).- Crear la
obligación de disentir.
c).- Establecer pausas
para evitar el cansancio o el exceso de emoción.
d).- Utilizar el humor.
e).- Determinar el momento
en que va a finalizar el debate. Una de las razones por las que las personas
encuentran que los debates son irritantes o estresantes es porque con
frecuencia parte de los participantes esperan que se tome una decisión al final
de la reunión mientras la otra parte quieren que siga la discusión en una
reunión posterior.
f).- No tomar una
decisión sólo porque el debate se ha complicado.
4.-
DECIDIR
La decisión se debe
fundamentar en hechos y no en recomendaciones, ya que las personas suelen dejar
que sus egos intervengan en estas últimas, yendo al origen de los hechos.
5.-
PERSUADIR
Si hemos trabajado de
forma eficiente no todos los miembros del equipo ha estado involucrado en el
proceso anterior sino que sólo lo han hecho las personas relevantes para el
mismo, pero ha llegado el momento de incorporar a más profesionales que van a
intervenir en la ejecución. Explicar la decisión no es suficiente ya que se
dirige a la lógica y tenemos que apelar a las emociones, no olvidando aclarar
que quién ha tomado la decisión, seamos nosotros o alguien de nuestro equipo,
cuenta con la credibilidad necesaria para que los demás se sientan dispuestos a
actuar de acuerdo con su decisión.
Los jefes autoritarios
suelen ser malos persuasores ya que no sienten la necesidad de explicar la
decisión o su lógica y ordenan que se sigan sus órdenes sin tener en cuenta los
sentimientos o emociones de su equipo, con lo cual no establecen su
credibilidad porque esperan que los demás hagan lo que dicen simplemente porque
son los jefes.
Los jefes más
democráticos, en ocasiones, se pierden al intentar explicar la racionalidad de
una decisión y se olvidan de cuáles son las emociones que se están despertando
ante la misma.
6.-
EJECUTAR
Scott sugiere las
siguientes recomendaciones que tiene que tener en cuenta un jefe en esta etapa:
a).- No perder el
tiempo del equipo y para ello remover todos los obstáculos que se puedan ir
presentando para que se puedan dedicar a la ejecución de la decisión.
b).- Mantenerse cerca
del trabajo que el equipo está realizando para comprenderlo bien.
c).- Reservar el tiempo
necesario para la ejecución. Una de las funciones de un directivo es la de
asegurar que las tareas colaborativas no consumen tanto de nuestro tiempo o del
de nuestro equipo que no es posible ejecutar el plan que ha sido decidido y
aceptado.
7.-
APRENDER
Es obvio que los buenos
jefes aprenden tanto de los triunfos como de los fracasos para continuar
mejorando, pero la negación es la respuesta más habitual ante una ejecución
defectuosa en lugar del aprendizaje. Esto ocurre porque cuando se gestiona un
equipo existen dos factores que
presionan para que dejemos de aprender. Estos son:
a).- La presión para
mantener la consistencia. Con frecuencia se dice que un cambio de posición o
criterio implica que la persona es
errática o poco consistente, pero no tenemos que olvidar las palabras de
Maynard Keynes: “Cuando los hechos cambian, cambia mi pensamiento”.
La clave para evitar
estas críticas está en la comunicación para explicar de forma clara y convincente
la razón por la cual las cosas han cambiado.
b).- El burnout. En
ocasiones estamos desbordados por nuestros trabajos o vidas personales y en
estos momentos es cuando tenemos más dificultades para aprender de nuestros
resultados o para comenzar de nuevo el ciclo.
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