Robin Abrahams y Boris Groysberg en la edición de mayo – junio de Harvard Business Review plantean que
en algún momento de nuestra carrera profesional llega un momento en el que la
motivación y el interés se esfuman. Las tareas habituales se vuelven tediosas y
resulta difícil reunir energía para nuevos proyectos. Aunque realizamos lo que
tenemos que hacer para continuar siendo buenos profesionales o directivos, no
estamos realmente presentes. Nos convertimos en fantasmas o zombies: “los muertos
vivientes”.
William Kahn de la
Universidad de Boston diagnosticó este problema como de “distanciamiento o
retiro” en la década de los noventa del siglo pasado y tres décadas más tarde
sigue rampante. Según la encuesta Gallup más reciente solo el 23% de los
trabajadores en el mundo se sienten comprometidos con su trabajo. Un 59% no
están comprometidos por lo que se esfuerzan lo menos posible y se sienten
psicológicamente desconectados de su empleador, mientras un 18% están
abiertamente descomprometidos, llegando a actuar deliberadamente contra los
intereses de sus organizaciones.
Una encuesta reciente de la
Asociación Americana de Psicología encontró que el 31% de los trabajadores
encuestados se sentían exhaustos emocionalmente, el 26% no se sentían motivados
para hacer las cosas lo mejor que podían, el 25% sentían ganas de no
involucrarse y el 19% sentir irritabilidad, e incluso ira contra sus compañeros
y clientes.
El desinterés y la falta de
compromiso no solo se pueden considerar como experiencias desagradables, sino
que pueden conducir a comportamientos autodestructivos como el cinismo, el
retiro o abandono social y la indefensión aprendida, loe cuales impiden que las
personas realicen cambios positivos en sus vidas.
La mayor parte de los
consejos dirigidos a abordar este problema se centran en los directivos y
líderes organizacionales que tienen el poder de influir en los factores que
promueven el compromiso, pero, también, es posible, que las personas a nivel
individual, actúen para mantener su motivación o para recobrarla tras un
periodo de profunda falta de compromiso, hasta en los casos de los trabajos más
aburridos y tediosos.
Los autores, tras sintetizar
diversas investigaciones sobre motivación en entornos laborales y de
experimentar con varias estrategias, han desarrollado un proceso de cuatro
pasos para recuperar la energía, al que llaman DEAR ( detachment, empathy,
action and reframing) para interrumpir el ciclo de adormecimiento y parálisis y
restaurar nuestras capacidades para abordar estos retos.
I.- INDIFERENCIA O DESAPEGO
Es importante dedicar tiempo
a dar un paso hacia atrás para analizar de forma objetiva nuestra situación y
los sentimientos que nos despierta. Cuando las personas se sienten infelices ,
en el trabajo o en general, tienden a interpretar los hechos y la información
de forma negativa. Las cosas malas parece que son peores de lo que son, creen
que van a durar siempre y que van a seguir pasándoles cosas malas
independientemente de lo que hagan.
Es necesario tomar distancia
y perspectiva para realizar elecciones inteligentes, para no estar reaccionando
en modo lucha o huida. Uno de los mayores errores que se pueden cometer en el
trabajo es dejar un trabajo y coger uno nuevo solo para escapar del anterior.
Las prácticas siguientes pueden servirnos para liberarnos de las distorsiones
cognitivas que están nublando nuestra toma de decisiones:
1.- Reflexionar
y después separarnos
Al final del día debemos revisar
lo que fue bien y tuvo importancia para nosotros. Esta práctica se ha visto que
es útil para mejorar el estado de ánimo y el compromiso de las personas.
Posteriormente desconectar mentalmente del trabajo, por ejemplo con un ritual
físico como ordenar nuestra mesa, guardar el ordenador en un armario o fichar
en el correo corporativo. Luego debemos intentar no pensar en el trabajo
durante el resto del día para darnos tiempo para restaurar nuestra energía
mental. Diversas investigaciones muestran que hacer esto incrementa el
bienestar y reduce el agotamiento, mejorando nuestra resiliencia el día
siguiente.
2.- Meditar
Estudios realizados por
Herbert Benson demostraron que realizar durante 10 a 20 minutos una sencilla
meditación dos veces al día produce una respuesta de relajación en el organismo
que mejora tanto la salud física como mental y reduce la respuesta de
lucha-huida. No necesitamos seguir técnicas complicadas; solo reservar tiempo
para concentrarnos en una imagen o en una frase determinada mientras estamos
sentados quietos o moviéndonos de forma rítmica. Cuando pensamientos que
intenten distraernos traten de entrometerse debemos responder fortaleciendo
nuestro foco.
3.- Mover nuestro cuerpo
Numerosas investigaciones muestran
que el ejercicio, aunque sea una sola sesión, reduce el estrés y mejora el
estado de ánimo y la función cognitiva. El movimiento físico recarga nuestra
energía psicológica, lo que nos ayudará para volver a comprometernos con el
trabajo. Solo un breve paseo por la oficina, mejor si puede ser en el exterior,
puede marcar la diferencia. Algunas actividades pueden tener propósitos
múltiples: prácticas como yoga o tai-chi, pueden combinarse con meditación y
actividades al aire libre o deportes pueden ser oportunidades para socializar.
3.- Pensar en tercera persona
Por extraño que pueda
parecer cuando las personas se refieren a sí mismas de esta forma obtienen
resultados beneficiosos. Estudios muestran que cuando las personas utilizan sus
nombres, títulos o un pronombre de tercera persona en lugar de “yo” o “mi” en
sus monólogos internos, son capaces de controlar mejor sus pensamientos,
sentimientos y comportamientos ante una situación de estrés. Esta técnica ayuda
a engañar al cerebro para que contemple nuestros problemas como si fuesen los
de otras personas, lo que genera menos ansiedad que si son los propios.
Ayudar a los demás es una de
las mejores formas de sentirnos empoderados y hacer que el trabajo tenga más
sentido, también se ha visto que reduce el burnout más que el recibir ayuda.
II.- EMPATÍA
Cuando nos sentimos
desmotivados en el trabajo podemos culparnos por nuestra falta de interés y
ambición. Pero mostrar compasión con nosotros mismos es crucial para volver a
comprometernos. También es importante resistir el impulso de alejarnos de
nuestro jefe y compañeros. Todos tenemos necesidades psicológicas, de interacción
social, satisfacción intelectual y sentimientos de logro, entre otros y una de las formas más fáciles de satisfacer estas
necesidades consiste en ayudar a que los demás satisfagan las suyas.
Para desarrollar empatía los
autores recomiendan:
1.- Practicar el autocuidado
Tenemos que recordar que
nuestros pensamientos, sentimientos y valores importan y que no somos un
recurso humano intercambiable útil para alcanzar las metas de la organización,
por lo que debemos reconocerlos y mostrarnos amables con nosotros mismos.
2.- Tratar a las personas como personas
Independientemente de cómo
nos sintamos, siempre podemos mejorar nuestras interacciones con los compañeros
y clientes si miramos a los ojos, observamos las sutilezas sociales y apreciamos la contribución de cada persona. Una
señal de la falta de compromiso es la despersonalización y para combatirla
debemos empezar por reconocer la humanidad de los demás.
3.- Hacer preguntas
La empatía requiere sentir curiosidad
por los demás, lo que implica observar su comportamiento, escuchar lo que
dicen, hacer preguntas y prestar atención a sus respuestas. Debemos intentar
entender las distintas formas de pensar y conocimientos de los que nos rodean,
ya sean nuestros clientes, jefes y compañeros de nuestro departamento y de
otros. Buscar, deliberadamente, nuevas perspectivas incrementa el compromiso
intelectual, ayuda a crear relaciones en el trabajo y puede conducir a nuevas
formas de cambiar o rediseñar un trabajo ingrato.
4.- Buscar amigos
Tenemos que intentar
encontrar personas que nos gusten en el trabajo. Uno de los 12 elementos que
Gallup ha descubierto que contribuyen al compromiso en el trabajo es: “tener un
mejor amigo en el trabajo”. Por tanto, debemos buscar personas que conecten
personalmente con nosotros y tenemos que procurar construir una amistad real
con ellas. La idea es que de esta forma el entorno laboral será más divertido e
interesante aunque el trabajo en si pueda resultarnos frustrante.
5.- Ayudar a los demás
Esta es una de las mejores
maneras de sentirnos empoderados y de hacer que nuestro trabajo tenga más
significado. Podemos hacerlo como parte de nuestro trabajo o de forma más “extracurricular”
como, por ejemplo, organizando la nevera de la oficina, explicar el
funcionamiento del correo al nuevo compañero o haciendo labores de mentor con
un colega con menos experiencia.
III.- ACCIÓN
Diversas investigaciones
muestran que los trabajadores que no se sienten comprometidos con frecuencia
buscan vías de escape a través del alcohol o las drogas, dedican muchos tiempo
a navegar por internet o a atender sus asuntos personales en el trabajo y pueden llegar a comportarse de forma poco profesional. Pero, esta energía improductiva puede
canalizarse de manera más positiva. Entre las formas de hacerlo tenemos:
1.- Abordar las pequeñas tareas
Estudios muestran que cuando
hacemos progresos hasta en tareas que
podemos considerar como triviales o
menores nuestro estado de ánimo mejora, así como nuestras posibilidades de que
seamos capaces de abordar tareas más importantes. Teresa Amabile llama a este
fenómeno: “el poder de los pequeños triunfos”, que son, finalmente,
movilizadores clave del compromiso. Por lo que aunque la mejor práctica sea
enfrentarnos primero al trabajo más importante, aquellos a los que les falte
motivación pueden comenzar por tareas más sencillas que tengan en su lista.
2.- Dedicar tiempo a actividades ajenas al trabajo
Múltiples estudios muestran
que realizar actividades ajenas al
trabajo que consideremos gratificantes consiguen que las personas se sientan
menos distraídas y tengan más energía
para abordar trabajos poco satisfactorios. El compromiso y la falta de éste
tienden a transferirse de un entorno a otro. Hobbies, trabajos de voluntariado,
etc, nos pueden ofrecer un sentimiento de empoderamiento y reconexión que se
transfiere, también, ,a nuestro trabajo. Si nuestro trabajo no nos resulta
satisfactorio encontrar externamente aquellas actividades que si son
gratificantes va a hacer que éste sea más tolerable.
3.- Rediseñar nuestro trabajo
Muchos trabajadores cuentan
con cierta libertad para redefinir sus trabajos para adaptarlos a sus
fortalezas y pasiones. Puede ser aditivo (luchar por responsabilidades más
interesantes o mejores recursos) o consistir en intentar sustraer intentando
minimizar la carga de trabajo o el impacto emocional y cognitivo de nuestro
trabajo. Debemos hacerlo de forma estratégica ya que estrechar nuestro foco
hacia tareas críticas relacionadas con la misión puede ser necesario para
mantener nuestro desempeño en un rango aceptable pero puede bloquear el tipo de
curiosidad y de construcción de relaciones que son necesarios para nuestro bienestar.
4.- Gamificar
Hasta las tareas con menos
sentido pueden ser extrañamente motivadoras si las convertimos en un puzle o
competición. Por tanto podemos intentar juegos mentales para despertar nuestro
instinto competitivo o ponernos límites en el tiempo o concedernos estrellas de
oro si alcanzamos nuestras metas. Estos juegos no tienen que referirse
exclusivamente a recompensar la productividad, puede ser, por ejemplo, algo como Buzzword Bingo que nos mantenga
despiertos durante una reunión aburrida.
5.- Pretender que somos otros
Investigaciones
muestran que solo imaginar que somos otra persona puede mejorar nuestro
desempeño, al menos en un corto plazo. Preguntarnos cómo un mentor favorito o
un personaje de ficción gestionaría una situación puede interrumpir ciclos
mentales negativos, así como reconectarnos con nuestra faceta más juguetona e
imaginativa.
6.- Vestirnos para el papel
Estudios indican que
la forma en la que vestimos nos puede ayudar para entrar en el personaje que
tenemos que desempeñar en el trabajo. La ropa especial para el trabajo puede
hacer que nos sintamos más profesionales y seguros y ayuda a transmitir esta
confianza a los demás.
IV.- REFORMULAR
Podemos reformular nuestros
pensamientos sobre el trabajo de esta manera:
1.- Examinar nuestra identidad en el trabajo
Muchas personas tienen
roles informales en el trabajo, por ejemplo: maestro, visionario, persona
lógica. Tenemos que identificar cuáles son y con cuáles nos sentimos auténticos
y cómodos para luego tratar de ponerle un nombre que describa nuestro rol
especial o estilo de trabajo. Esto nos va a servir para ayudarnos a reconocer
los elementos más significativos y gratificantes de nuestro trabajo.
2.- Ampliar nuestra visión
Tenemos que
concentrarnos en el propósito más elevado de nuestro trabajo, como se recoge en
el relato de un hombre poniendo ladrillos y otro ayudando a construir
catedrales. Múltiples estudios han mostrado que las personas podemos tener un
mejor desempeño y durante más tiempo aunque las tareas sean aburridas o
desagradables si conocen cómo esas tareas están conectadas a una meta más
importante. En lugar de centrarnos en el cómo y el qué del proceso de una tarea
debemos centrarnos en el porqué: la razón para hacerla.
3.- Considerar cómo otros se benefician de nuestro
trabajo
Esta es una de las
formas más eficaces de reformular nuestro trabajo. Podemos ayudar a los demás
inherentemente al hacer nuestro trabajo o al ser la persona que aporta el
dinero en nuestra familia, por ejemplo. Gran cantidad de investigaciones han
mostrado que este objetivo puede ayudar a motivar a las personas cuando tienen
que realizar tareas desagradables.
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