Charles Duhigg en
“Supercommunicators. How to unlock the secret of language connection”, que estamos
comentando plantea que las emociones impactan en cualquier
conversación, seamos o no conscientes de ello. Aunque no reconozcamos esos
sentimientos están ahí y, cuando son ignorados, pueden convertirse en
obstáculos para conectar.
Por tanto un aspecto crítico en cualquier conversación importante consiste
en hacer aflorar las emociones a la superficie. Esta es la tercera regla de las
conversaciones que sirven de aprendizaje: preguntar
por los sentimientos de los demás y compartir los nuestros.
Existe un momento en muchas
conversaciones en el que alguien dice algo emocional o en el que revelamos
nuestros propios sentimientos, o queremos entender la razón por la que seguimos
luchando o esperamos acercarnos a alguien de quien nos sentimos distanciados.
Es entonces cuando una conversación: “¿Cómo nos sentimos?” puede comenzar, si
permitimos que ocurra. Y, una de las mejores formas de comenzarla es a través
de hacer una pregunta profunda.
Las preguntas profundas son buenas para crear una cierta intimidad, porque
piden a las personas que describan sus creencias, valores, sentimientos y
experiencias de forma que puedan revelar algo de vulnerabilidad y, ésta,
despierta un contagio emocional, que hace que nos alineemos más unos con otros.
Estas preguntas pueden ser livianas como: “¿Cómo sería tu día perfecto?” o
más complicadas como. “¿De qué es de lo que más te arrepientes?”. Las preguntas
profundas pueden no parecerlo al principio: “¿Cuéntame algo de tu familia? o
¿Por qué estás hoy tan feliz?”, por ejemplo, pero pueden ser profundas porque
invitan a responder contando aquello que nos hace sentirnos orgullosos,
preocupados, alegres o tristes.
Casi cualquier pregunta se puede reformular y convertirse en una pregunta
profunda. La clave está en entender tres características:
1.- Debe preguntar sobre los valores, creencias, juicios o experiencias del
otro, en lugar de indagar sobre hechos.
No preguntar, por ejemplo: “¿Dónde trabajas?”, preguntar “¿Cuál consideras
que es la mejor parte de tu trabajo?”. Un estudio realizado en 2021 encontró un
enfoque sencillo para generar preguntas profundas: antes de hablar, imaginar
que estamos hablando con un amigo íntimo y pensar en qué preguntas le haríamos.
2.- Debe pedir a las personas que hablen sobre cómo se sienten.
En ocasiones esto es sencillo: “¿Cómo te sientes sobre….?”, o podemos pedir
a la persona que describa determinadas emociones: “¿Te sentiste feliz cuando….?”,
o pedir a alguien que analice las emociones que surgieron en una situación: “¿Por
qué piensas que se enfadó?” o procurar empatizar preguntando, por ejemplo: “¿Cómo
te sentirías si esto te pasase a ti?”
3.- Debe servir para compartir
Al hacerla debe parecer que estamos revelando algo sobre nosotros mismos.
Una vez que hemos hecho una pregunta profunda debemos escuchar con atención
la respuesta. Escuchar requiere atender más allá de las palabras y fijarnos
en las expresiones emocionales no verbales: los sonidos que hace la persona, sus
gestos, su tomo de voz y cadencia, su postura corporal y sus expresiones.
Es fácil confundir los sentimientos, como por ejemplo, frustración con ira
o mostrarse callado con tristeza, por lo que hay que considerar dos aspectos:
a).- El estado de ánimo. Preguntarnos, por ejemplo: “¿Parece que están
optimistas o desanimados? ¿Cómo describiría sus expresiones?, ¿Están riendo o
gritando? o ¿Tienen un estado de ánimo alto o bajo?”
b).- La energía. Preguntarnos: “¿Tienen niveles altos de energía o bajos?,
¿Están callados y se muestran tímidos o habladores y expresivos?, ¿Si parecen
felices, se muestran calmados y conformes (baja energía) o excitados y
extrovertidos (alta energía)? o ¿Si se sienten infelices, están tristes (baja
energía) o agitados (alta energía)?”
Los niveles en el estado de ánimo y en la energía con frecuencia nos
transmiten lo que tenemos que saber para poder alinearnos emocionalmente. En algunas
ocasiones no querremos que las emociones encajen ya que por ejemplo si alguien
está enfadado y nosotros nos enfadamos puede hacer que nos separemos de nuestro
interlocutor, pero si reconocemos su estado de ánimo y energía diciendo, por
ejemplo: “Pareces molesto. ¿Qué va mal?” podremos empezar a alinearnos.
Cuando ya hemos conseguido que las emociones afloren debemos mostrar a los
demás que les estamos escuchando verdaderamente. Para ello podemos emplear la
técnica del “bucle para la comprensión”.
Consiste en:
1.- Hacer preguntas para asegurarnos de que hemos entendido lo que la otra
persona ha dicho.
2.- Repetir, con nuestras propias palabras, lo que hemos escuchado.
3.- Preguntar si hemos interpretado bien lo
que nos han dicho.
4.- Continuar haciendo preguntas hasta que todos estén de acuerdo en que
hemos entendido lo transmitido.
Esta técnica tiene dos beneficios: el primero es ayudarnos a escuchar
realmente a los demás y el segundo demostrar que queremos escuchar.
El segundo beneficio es importante porque ayuda a establecer reciprocidad
en la vulnerabilidad. La reciprocidad emocional no surge de describir
simplemente los sentimientos, sino de ofrecer un apoyo empático.
Correspondemos a la vulnerabilidad:
a).- Al utilizar el bucle de la comprensión hasta que entendemos realmente
lo que la otra persona está sintiendo.
b).- Procurando encontrar cuáles son las necesidades del otro, por ejemplo,
identificando si necesitan consuelo, consejo, cariño,…. ( si no conocemos la
respuesta continuar con el bucle).
c).- Pidiendo permiso, preguntando: “¿Estás de acuerdo en que te diga cómo
me afectan tus palabras? o ¿Te importa que comparta contigo algo de mi vida? o
¿Puedo comentarte cómo he visto que otros gestionan una situación similar a la
tuya?”
d).- Ofreciendo algo como la descripción
de cómo nos sentimos (“Me siento triste al escuchar que estás sintiendo
dolor” o “Me siento tan feliz por ti” o “Me siento orgullosos de ser tu amigo”).
La reciprocidad consiste, pues, en estar emocionalmente disponibles, en
escuchar cómo se siente alguien y qué necesita y en compartir nuestras
reacciones emocionales.
Compartir sentimientos puede ser complicado cuando nos encontramos en medio
de un conflicto. Si estamos en medio de un enfrentamiento o hablando con
alguien con valores y metas diferentes a los nuestros conectar puede parecer
difícil o hasta imposible. Pero como las emociones ocasionan tantos conflictos,
durante éstos es muy importante hablar sobre cómo nos estamos sintiendo. Puede
revelarnos como acortar las diferencias.
Diversas investigaciones han encontrado que en un conflicto probar que
estamos escuchando y compartiendo vulnerabilidades puede resultar muy
importante. Duhigg recomienda que cuando tengamos un conflicto con alguien:
1.- Primero debemos asegurarnos que hemos comprendido bien lo que nos
quiere decir,
2.- Segundo tenemos que encontrar puntos de acuerdo. Buscar aspectos en los
que podemos decir “Estoy de acuerdo contigo” o “Pienso que tienes razón en que….”.
Estos comentarios muestran que aunque podamos mantener diferencias, queremos
estar alineados.
3.- Finalmente tamizar nuestras afirmaciones. No hacer comentarios como “Todos
saben que eso no es verdad” o “Siempre entiendes esto mal”. Es mejor utilizar
palabras como “Puede ser” o “En cierto modo”, y hablar sobre experiencias
específicas en lugar de sobre generalizaciones amplias.
La meta es mostrar que el objetivo de esta conversación no es ganar sino
comprender. No necesitamos evitar los desacuerdos o minimizar nuestras propias
opiniones. Podemos ofrecer pensamientos, defender nuestras creencias, hasta
argumentar y cuestionar al otro, siempre que la meta sea entender y ser
comprendido, en lugar de ganar.
Si las discusiones se mantienen online tenemos que tener en cuenta que
tendremos menos información ya que falta
la que obtenemos del lenguaje verbal y no verbal, como nuestros tonos vocales,
gestos, expresiones y la cadencia y energía que ponemos al hablar. Hasta cuando
escribimos cartas introducimos matices y sutilezas que vienen de editarnos a
nosotros y de pensar lo que queremos decir.
La comunicación online tiende a ser rápida y poco reflexionada, no editada, en ocasiones confusa, sin ofrecer las pistas que nos facilitan nuestras voces,
ni la reflexión que la correspondencia formal permite.
Distintos estudios muestran que para mejorar las conversaciones online
podemos:
a).- Enfatizar la cortesía. Numerosos estudios han mostrado que las tensiones
online disminuyen si al menos una de las personas que interviene en ellas se
muestra cortes de forma consistente, por ejemplo añadiendo: “gracias” o “por
favor” a los argumentos online.
b).- Minimizar el sarcasmo. Cuando decimos algo en un tono irónico
normalmente destaca una ironía que la audiencia normalmente entiende, pero
cuando escribimos algo sarcástico online, posiblemente nosotros estemos
escuchando las mismas inflexiones en nuestras mentes, pero las personas que
leen nuestros comentarios no lo hacen y pueden interpretarlos incorrectamente.
c).- Expresar más
gratitud, deferencias, buenos deseos y
disculpas. Estudios demuestran que cuando nos mostramos agradecidos (“He
aprendido mucho de tu comentario”) o solícitos (“Me encantaría escuchar tus
ideas”) o saludamos antes de comentar (”Hola” o “Buenos días”) o nos
disculpamos con antelación (“Espero que no te importe que….) , la comunicación
online mejora.
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