Ron Ashkenas en HBRBlog Network del
pasado 25 de junio plantea que la
mayoría de los directivos de cualquier nivel se quejan de que muchas de sus
reuniones resultan ser una pérdida de
tiempo. Estos comentarios suelen ir seguidos de frases del tipo: “No
teníamos un orden del día”, “No controlamos bien el tiempo”, “No contábamos con
las personas adecuadas para poder tomar algún tipo de decisión”,…, que
constituyen un listado de comportamientos
disfuncionales conocidos por cualquier profesional que trabaje en una
organización.
Lo que es verdaderamente
disfuncional de esta letanía de comportamientos inadecuados es que todos somos
conscientes de que estas actividades impiden la eficiencia de una reunión y todos sabemos qué es lo que
tenemos que hacer para corregirlos y a pesar de ello seguimos cometiéndolos.
El autor sostiene que estas
situaciones se siguen produciendo porque las reuniones no son sólo una
herramienta de trabajo, sino que también constituyen sistemas sociales que se
encuentran inmersos en la realidad cultural y emocional de la organización.
Esto significa que el director de la reunión debe considerar, también, las
dinámicas no racionales que van a intervenir en el desarrollo de la misma y que
no suelen incluirse en los manuales sobre dirección de reuniones. Entre ellas
destaca:
1.- Cuando los
profesionales acuden a las reuniones traen consigo distintas perspectivas. Independientemente
de lo bien que hayamos aclarado el propósito de la reunión previamente, algunos
de los asistentes la considerarán como de alta prioridad, mientras que otros
acudirán porque está en su agenda, unos habrán dedicado tiempo para
prepararla y otros no lo habrán hecho, para algunos participantes el
tema será de sumo interés, mientras que otros aceptarán las decisiones de los
demás. Por todas estas razones, y otras muchas no mencionadas el director de la
reunión necesita conocer y comprender y tener en cuenta cuáles son las expectativas de los asistentes.
2.- Las personas tenemos diferentes y con frecuencia
inconscientes motivaciones personales que pueden influir en el desarrollo de
una reunión. En algunas organizaciones, por ejemplo asistir a una reunión es un
símbolo de status ya que de esta forma
parece que están participando en proyectos aunque su contribución sea escasa.
Las reuniones pueden ser utilizadas, también como medios para facilitar las
relaciones sociales, especialmente en compañías en las que existe una gran
dispersión de sus profesionales. Conocer estas y otras posibles motivaciones es
esencial a la hora de preparar una reunión.
3.- En el transcurso de una reunión los participantes
pueden reaccionar de forma diferente al hecho de ser dirigidos. Unos se
sentirán cómodos y aceptarán bien el contar con un director de la reunión,
mientras que otros sabotearán la labor del líder o adoptarán una conducta
pasivo-agresiva. También ocurre que unos directivos de forma natural asumen el control
de los encuentros, mientras otros se muestran inseguros ante la necesidad de
ejercer poder o influir. Mientras lideramos una reunión debemos ser conscientes
de cuál es nuestro nivel de comodidad y apreciar cómo viven los demás el hecho
de ser dirigidos.
Otro factor, que influye en la realización de un
excesivo número de reuniones, a pesar de las quejas anteriormente comentadas es
el de que aunque no queramos reconocerlo, según Ashkenas, (HBR Blog Network del
5 de octubre de 2010), con frecuencia adoramos las reuniones. Los directivos
tienen claros los principios claves para una buena dirección de reuniones:
a).- Fijar unos objetivos claros.
b).- Invitar a las personas adecuadas.
c).- Enviar, si se considera necesario, documentación previa sobre los temas
a tratar.
d).- Tener un orden del día y seguirlo de forma
disciplinada.
e).- Preparar las conclusiones que recojan las
decisiones tomadas y el plan de acción y remitirlo a los participantes.
El problema surge porque frecuentemente no seguimos
estas recomendaciones y aunque nos quejemos realmente nos gusta y buscamos las
ocasiones para reunirnos por las siguientes razones fundamentalmente:
1).- Fomentan las interacciones sociales. A la mayoría
de las personas no nos gusta trabajar en solitario. Preferimos tener contacto y
relación con otros profesionales. Las reuniones pueden hacer que nos sintamos
como parte de una comunidad y ofrecen la posibilidad de compartir nuestros
sentimientos y opiniones, no sólo sobre cuestiones laborales, sino también
personales.
2.- Mantienen a los profesionales informados. Al
aumentar la complejidad de las organizaciones las reuniones pueden servir para
conocer lo que se hace en todos sus departamentos y para establecer contactos y
crear redes de profesionales de forma formal o informal.
3.- Pueden significar un símbolo de status, como ya
hemos comentado. Ser miembro de diversos comités implica que somos
importantes, que nuestra opinión se
valora y que podemos participar en la toma de decisiones.
Estos tres factores psicológicos potenciadores de las
reuniones son muy poderosos e intervienen bloqueando todas las recomendaciones
lógicas sobre dirección de reuniones que el directivo puede haber aprendido,
pero no tienen que interpretarse, exclusivamente, como un tiempo perdido ya que
hemos visto que pueden responder y satisfacer necesidades personales y de la
organización.
Ron Ashkenas sugiere que todas las organizaciones
revisen periódicamente sus patrones de reuniones e introduzcan modificaciones
estimulando el establecimiento y seguimiento de un orden del día y la
utilización de medios alternativos como las reuniones virtuales, para evitar la
pérdida de tiempo.
Gina Trapani, en (HBR Blog Network del 20 de julio de
2009), propone, en este sentido, una serie de medidas extremas para ajustar y
acortar la duración de las reuniones.
a).- Comenzar a la hora fijada y poner, en lugar
visible, un reloj para controlar el tiempo que tenemos y cortar la reunión a la
hora previamente estipulada. En Google utilizan un reloj gigante colgado en una
pared que va marcando los minutos que van quedando para una determinada
reunión.
b).- Mantener a los participantes de pie.
c).- Evitar
distracciones, prohibiendo la utilización de cualquier dispositivo móvil
( iPhones, Blackberries,…) durante la reunión.
d).- Programar reuniones que no excedan de 30 minutos
de duración.
Marissa Mayer, actualmente directora ejecutiva de
Yahoo, en su etapa como vicepresidenta de un área de negocio de Google, cuando
mantenía más de 70 reuniones semanales empleaba las siguientes tácticas.
a).- Tener los objetivos y la agenda de la reunión bien
definidos. Conocer previamente lo que los participantes quieren discutir, las
metas a alcanzar y la distribución del tiempo.
b).- Designar a una persona para tomar notas sobre
todo lo que se dice en la reunión y enviar luego una copia de las mismas a
todos los asistentes y a aquellos que no pudieron acudir para recordar los
acuerdos que se tomaron.
c).- Celebrar micro-reuniones de corta duración, para
tratar temas específicos: informes semanales, problemas concretos, nuevas
ideas,...
Elizabeth Grace Saunders, en (HBR Blog
Network del 26 de febrero de 2013) plantea que debemos romper nuestra adicción
a las reuniones para ser mejores directivos y tener tiempo para acometer las
prioridades reales que se presentan en nuestra actividad cotidiana. Propone las
siguientes medidas para lograrlo:
1.- Reducir el número de invitaciones para asistir a reuniones que aceptamos. No medir nuestro valor y no
sentirnos importantes por el número de reuniones a las que hemos sido
invitados. Antes de aceptar acudir a una reunión debemos preguntarnos si
realmente debemos asistir. Si la respuesta es negativa podemos utilizar una de
estas estrategias que consumen menos tiempo:
a).- Pedir información sobre el
orden del día y hacer los comentarios que se estimen oportunos sobre los puntos
a tratar para que se compartan posteriormente con los asistentes.
b).- Enviar a otra persona del
equipo para transmitir la postura del mismo.
c).- Pedir una copia de las
conclusiones a las que se hayan llegado y de las notas tomadas en el transcurso
de la reunión.
d).- Solicitar que nuestra
intervención tenga lugar en primer lugar si nuestra participación tiene
carácter estratégico, no táctico y excusarnos posteriormente de asistir al
resto de la reunión cuando se discutan aspectos de dichas características.
2.- Reducir el número de reuniones que convocamos y su duración. Nunca programar una reunión para
tratar una cuestión que puede ser resuelta telefónicamente y no hacer una
llamada si se puede solucionar con un correo electrónico. De esta forma no sólo
nosotros dispondremos de más tiempo para realizar otras tareas, sino que
nuestros colaboradores también lo tendrán.
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