domingo, 11 de febrero de 2018

CÓMO TRABAJAR CON UN IMPRESENTABLE II


Robert L. Sutton, en su libro “The asshole survivor guide. How to deal with people who treat you like dirt”, que estamos comentando, plantea que salir de las situaciones en las que tenemos que tratar con personas tóxicas es una de las alternativas, pero existen ocasiones en las que no podemos  o no sabemos cómo escapar y nos encontramos atascados en el problema.

Las personas que podrían liberarse pero no lo hacen suelen tener razones para mantener esa situación porque, por ejemplo,  consideran que el daño no es muy grande y las opciones no son suficientemente atractivas o piensan que aunque están sufriendo lo que hacen es lo suficientemente trascendente y satisfactorio que les merece la pena aguantar o se engañan pensando que no están tan mal y que no están atrapados.

El problema es que si aguantamos  mucho nuestras posibilidades de escapar se pueden evaporar o terminamos considerando que lo que vivimos es lo normal o nos convertimos en impresentables, también.

Cuando este problema es severo las personas tendemos a engañarnos a nosotros mismos y en ocasiones a los demás con medias verdades o mentiras que evitan que reconozcamos lo mal que van las cosas, el tiempo que llevan siendo así y todo el daño que se está produciendo. Una de las razones por la que las personas desarrollamos estas “falsas ilusiones” es la “falacia de los costes empleados” por la que aunque detectamos que algo no va bien hemos dedicado tanto esfuerzo y tiempo en ello que no podemos pensar en abandonar. Este efecto fomenta percepciones retorcidas y comportamientos destructivos porque justificamos todo el tiempo, esfuerzo y sufrimiento que hemos dedicado a algo diciéndonos a nosotros mismos y a los demás que lo que estamos soportando es importante y merece la pena porque si no no lo habríamos aguantado.



Sutton destaca estas diez excusas que promueven nuestra “ceguera” ante estas situaciones y personas:

1.- Negación del presente. “No es realmente tan malo”, cuando en verdad estamos viviendo una situación terrible.

2.- Mejoras imaginarias: “Realmente la situación va a mejor”. Reflejan nuestros deseos no lo que está ocurriendo.

3.- Falsas esperanzas: “Las cosas van a mejorar pronto”. Podemos seguir esperando porque queremos ser optimistas, pero ese futuro brillante no se alcanza y tampoco existen signos de que se vaya a materializar nunca.

4.- El mañana nunca llegará: “Me iré a algo mejor justo cuando acabe esta tarea importante que estoy realizando ahora”. Luego surgirá algo nuevo y después otra cosa y nunca encontraremos el momento adecuado para marcharnos.

5.-  Es doloroso pero merece la pena: ”Estoy aprendiendo tanto y haciendo unos contactos tan buenos que el abuso al que estoy sometido merece la pena”. En este caso tenemos que plantearnos si el daño que estamos sufriendo nosotros y los que nos rodean está justificado y si no terminaremos convirtiéndonos también en personas tóxicas.

6.- El complejo del salvador: “Sólo yo puedo hacer que las cosas mejoren. Nadie puede reemplazarme”. Si esto fuera verdad deberíamos preguntarnos porque la situación es tan mala, si es posible que no sólo estemos sufriendo sino que también somos incapaces de arreglar la situación  y si realmente estamos potenciando el problema y otra persona estaría mejor preparada para abordarlo.

7.- Es una muestra de debilidad: “ La situación es mala, pero soy resistente y no me afecta”. Tendríamos que plantearnos qué es lo que piensan los que nos rodean sobre esta afirmación.

8.- Es posible controlar lo que está pasando: “Realmente la situación es mala pero soy capaz de “compartimentalizarla” con lo que no va a afectar a mi familia o amigos”. Como en el caso anterior sería bueno comprobar que los demás están de acuerdo.

9.- El sufrimiento “mojigato”: “Seguro que es malo para mí pero es mucho peor para los demás. No tengo derecho a quejarme”. Cualquier situación puede ser peor pero no es excusa para mantenerse en situaciones terribles.

10.- Sí es mala la situación pero podría ser peor: “ Estoy mal aquí pero estaría mucho peor en cualquier otro sitio”. Es verdad que ningún sitio es perfecto pero tendríamos que reflexionar sobre si realmente hemos explorado otras opciones.

Si conseguimos aceptar cuál es nuestra situación y que tenemos que escapar de ella debemos ser muy cuidadosos en la forma de hacerlo. Las fantasías sobre salidas dramáticas o sobre posibles venganzas pueden parecer atractivas pero materializarlas puede dañarnos a nosotros más que a nuestros atormentadores. Resistir la tentación puede ser duro ya que cuando las personas sentimos que nos han tratado como basura podemos sentir la necesidad urgente de dimitir de forma abrupta o mediante una confrontación. Los estudios realizados por Antony Klotz y Mark Bolino apoyan esta idea. En ellos encontraron que el “abandono impulsivo” o el “quemar los puentes” ocurría en aproximadamente el 15% de los casos de dimisiones pero que los profesionales que sentían que habían sido tratados injustamente, tenían un jefe abusador o les desagradaban las personas con las que trabajaban mostraban una mayor tendencia a  dimitir de una forma agresiva lo que generaba reacciones negativas en sus superiores.

Estas reacciones pueden ser peligrosas porque pueden provocar que personas poderosas y mezquinas nos hagan pagar por ello más tarde si tienen la oportunidad. Por tanto si sentimos la tentación de actuar de esta forma debemos hacernos antes las siguientes preguntas:

a).- “¿Cuáles son mis otras opciones?”

b).- “¿Qué riesgos estoy dispuesto a asumir?”

Resulta más aconsejable si decidimos abandonar un trabajo o a un cliente terminar el trabajo que estamos realizando, si es posible y dejar todo bien organizado para no generar ningún problema. De esta forma no quemaremos puentes que podemos necesitar posteriormente. Es peligroso enfrentarnos o hablar mal de los impresentables que dejamos plantados porque suelen ser vengativos y no sólo pueden intentar darnos puñaladas traperas o hablar mal de nosotros sino que pueden atacar y vengarse de  los amigos o aliados que dejamos atrás.

En el caso en el que no tenemos más remedio que convivir con impresentables es conveniente para limitar sus efectos nocivos procurar que nuestra exposición a ellos sea la menor posible ya que son tan peligrosos como una enfermedad contagiosa. Existen una serie de tácticas que sirven para reducir todo lo posible el contacto. Entre ellas tenemos:

a).- Poner barreras a la comunicación y la distancia física es una de las más útiles. La “curva de Allen” muestra que las personas estamos cuatro veces más dispuestas a comunicarnos regularmente con un compañero que tenemos cerca que con uno que está lejos. Los profesionales se comunican raramente con aquellos que se encuentran en pisos o edificios distintos.

En el caso de reuniones o si tenemos que estar en situaciones que implican proximidad a los profesionales tóxicos podemos intentar sentarnos o colocarnos lo más alejados posibles de ellos y en lugares donde el contacto visual sea difícil con nuestro atormentador, como, por ejemplo, en el mismo lado de la mesa pero lo más distantes que podamos de él.

b).- Evitar situaciones en las que nos podamos encontrar con ellos.

c).- Procurar no reaccionar ante su maltrato para no reforzarles, por ejemplo tardando en responder a los mensajes desagradables o a sus llamadas y evitando verles.

d).- Fomentar nuestra invisibilidad. Si estamos en un entorno tóxico en el que nuestros superiores o compañeros nos ignoran, salvo cuando cometemos “crímenes” reales o imaginarios que entonces nos martirizan, puede ser conveniente promover la invisibilidad como un camuflaje protector. Podemos mezclarnos con el ambiente hablando lo menos posible, siendo aburridos, realizando nuestro trabajo sin destacar y escondiéndonos detrás de una máscara de inexpresividad.

e).- Buscar un jefe que nos proteja de las personas con conductas irrespetuosas o algún compañero que actúe como “bloqueador de bullies”.

d).- Repartir la carga. Desarrollar un sistema rotatorio formal o informal por el que todos los profesionales reciben una dosis parecida de exposición al impresentable. De esta forma todos son sometidos a un nivel equitativo de abuso y de respiro.

e).- Utilizar lugares de descanso, aislamiento y reunión libres de toxicidad donde el afectado pueda intentar recuperarse del maltrato y se sienta seguro.

f).- Diseñar sistemas de alerta para avisar de la llegada del impresentable para, por ejemplo, poder escondernos de él, intentar mostrar una buena cara, alejarle de las situaciones o personas que despiertan su ira y para conocer cuál es su estado de ánimo. Se deben utilizar medios discretos como mensajes o llamadas.

El autor plantea que, siempre que podamos,  es mejor evitar caer en situaciones tóxicas que tener que escapar  luego de ellas o lo que es peor estar atrapados y no poder hacerlo. Para ello propone las siguientes recomendaciones:

1.- Buscar fuentes solventes que nos informen con exactitud de cuál es la situación, teniendo en cuenta que, por ejemplo, los listados de mejores o peores compañías para trabajar no tiene por qué coincidir con la experiencia que tendremos al trabajar en un departamento, equipo, persona o cliente determinado.

2.-. Procurar recabar información de alguien que trabaje o haya trabajado en el pasado en un determinado lugar o equipo sobre cuáles son las condiciones y situaciones que se viven en el mismo. Los “chismes” de confianza pueden ser muy valiosos.

3.- Localizar posibles víctimas o enemigos, aquellas personas que dejaron el trabajo por sentirse infelices en el mismo o por ser despedidas. Si trabajaron con la persona o el equipo al que estamos pensando incorporarnos la información puede ser especialmente instructiva.

4.- Indagar si las personas con las que vamos a trabajar han estado expuestas a jefes tóxicos por haber trabajado con ellos o haber sido entrenados por ellos. En caso  afirmativo pensar que es una señal ya que las personas impresentables se suelen atraer entre sí y generar más personas tóxicas a su alrededor.

5.- Estar atentos para detectar malas primeras impresiones. Analizar los primeros contactos con la persona o equipo con la que se piensa trabajar para procurar ver indicios de posible toxicidad.

6.- Analizar las segundas impresiones. Valorar cómo nos tratan en las reuniones o entrevistas iniciales. Si nos hacen sentirnos respetados, si daban muestras de preocuparse por nosotros o si, por el contrario, ya muestran señales de hostilidad, falta de respeto o exceso de exigencias. Tenemos que pensar que las situaciones sólo van a empeorar.

7.- Considerar la forma en que hablan de ellos sus compañeros y colaboradores. Lo normal es que no les desacrediten abiertamente pero si los comentarios no son entusiastas y son tibios o si cambian de tema rápidamente podemos pensar que son señales de advertencia.

8.- Intentar detectar posibles signos de un complejo de superioridad. Investigar cómo hablan de los demás, si todos son perdedores, estúpidos o traidores y sólo valoran a aquellos que les hacen la pelota o están por encima.

9.- Analizar cómo trata a las personas que ocupan puestos de menor categoría que ellos. Estar atentos a las señales de provocaciones agresivas, interrupciones irrespetuosas o silencios tristes.

10. Considerar si todo es transmisión y no recepción en sus relaciones. Para ello se pueden utilizar dos preguntas que propone Hayagreeva Rao para ayudar a determinar si una persona es egocéntrica:

a).- ¿Nuestro potencial superior, colega o cliente domina la conversación o facilita  la intervención de los demás?

b).- ¿Cuál es el ratio de preguntas que la persona hace versus las afirmaciones que hace? Si nunca hace preguntas y sólo dicta órdenes, muestra todo lo que sabe  o no tiene ningún interés en lo que los demás puedan decir es una mala señal.

11.- Plantear la posibilidad de iniciar la colaboración con un compromiso pequeño y parcial y no con uno total que nos permita detectar si existe un problema de toxicidad antes de comprometernos a largo plazo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario