Hablemos de liderazgo cumple hoy 8 años y para celebrarlo vamos a ver qué podemos hacer para que nuestras organizaciones mantengan una cultura ética.
Nicolas Epley y AmitKumar enla edición de mayo – junio de Harvard Business Review plantean que ninguna
organización puede ser siempre perfecta, porque ningún ser humano es perfecto.
Las personas reales no son totalmente buenas o malas pero son capaces de hacer
tanto el bien como el mal. Por tanto las organizaciones deben procurar diseñar
un sistema que haga que el ser bueno sea lo más fácil posible. Esto implica
preocuparse por los contextos en que sus profesionales trabajan, hacer que los
principios éticos formen pare de los fundamentos de sus estrategias y
políticas, mantener siempre la ética en mente en la toma de decisiones,
recompensar los comportamientos éticos y establecer y fomentar normas éticas en
las prácticas diarias. Al hacerlo estaremos ayudando a que nuestros
profesionales mantengan conductas éticas.
Los comportamientos
poco éticos ocasionan graves consecuencias negativas para las organizaciones
como la ruina de las reputaciones o el daño a la moral de los trabajadores, sin
olvidar el perjuicio global que se origina por la falta de confianza en las
instituciones y empresas.
Las intervenciones
dirigidas a fomentar el comportamiento ético con frecuencia se basan en
malas interpretaciones sobre cómo se producen las transgresiones y por tanto no
llegan a ser todo lo eficaces que debieran. Muchos programas se orientan hacia
un enfoque muy legalista de la ética que se centra en la responsabilidad
personal. Están diseñados para educar a
los profesionales y castigan las desviaciones que realizan las “manzanas
podridas” que se comportan mal. Pero diversas investigaciones sobre las
ciencias del comportamiento sugieren que hasta las personas bien intencionadas
y bien informadas son más éticamente maleables de lo que se podría suponer. Por
ejemplo, cuando presenciamos una emergencia potencial tendemos a responder más
si estamos solos que si hay personas alrededor porque en este último caso
esperamos que los otros sean los que se enfrenten a la situación, pensamos que
están mejor preparados que nosotros para hacerlo y queremos creer que no es una
urgencia porque los demás no están actuando.
Pequeños cambios en un
contexto pueden tener efectos significativos sobre el comportamiento de las
personas, pero cuando nos encontramos en una situación que requiere una
respuesta nuestra tendemos a no reconocer la influencia del contexto. En los
famosos experimentos de Stanley Milgram sobre la obediencia los participantes a
los que una figura de autoridad les pedía que administrasen cada vez choques
eléctricos de mayor intensidad a otra
persona lo hacían hasta niveles de voltaje más elevados de lo que sensatamente
se podía esperar. Los investigadores han encontrado, por tanto que el contexto
no es sólo poderosos sino sorprendentemente poderoso.
Crear una cultura
ética, por tanto, requiere no sólo pensar sobre la ética como un problema de
creencias sino como un problema de diseño. Los autores han identificado cuatro
factores críticos que deben ser abordados cuando se diseña una cultura ética.
Éstos son:
I.-
VALORES EXPLÍCITOS
Las estrategias y las
prácticas deben asentarse en principios claramente establecidos que puedan ser
compartidos en toda la organización. Una misión bien definida puede ser útil si
se emplea de forma correcta. Los líderes pueden referirse a ella para guiar la
creación de cualquier nueva estrategia o iniciativa y destacar su conexión con
los principios de la organización al dirigirse a los profesionales, reforzando
de esta forma los aspectos éticos para que éstos puedan ser conscientes de cómo
los principios éticos tienen que influir
en las prácticas en su trabajo. Normalmente se comportarán de forma
diferente si piensan que su organización se guía por unos principios éticos que
si creen que lo hace por unos dominados por la codicia. Por ejemplo, en un
experimento el 70% de los participantes tendían a cooperar para una ganancia
mutua en un juego económico con su pareja si éste se llamaba “Juego comunitario” pero sólo el 30% lo
hacían si el mismo juego se llamaba “Juego de Wall Street” y los incentivos
financieros eran idénticos.
La declaración de una
misión debe ser sencilla, corta, posible y emocionalmente resonante. No debe
limitarse a que se consideren palabras escritas sino que debe impregnar no sólo
la estrategia sino las políticas sobre contratación, despido, promoción y
desarrollo para que los principios éticos centrales estén profundamente
enraizados en toda la organización. Por ejemplo Zappos dice que su principal
valor es el suministrar asombro ( WOW) a través de su servicio a los clientes, garantizando su respeto y dignidad.
Implementa este valor no midiendo la duración media de las llamadas de atención
al cliente ( el estándar en el sector) para que los empleados puedan dedicar a
los clientes todo el tiempo que éstos necesiten. Declaraciones de principios
como ésta ayudan a que los valores de una
organización sean claros y evidentes para sus profesionales.
II.-
LOS PENSAMIENTOS Y DECISIONES
La mayor parte de las personas tienen menos
dificultades a la hora de discernir lo que está bien de lo que está mal que
para mantener consideraciones éticas en mente al tomar decisiones. Los lapsos
éticos, por tanto, pueden reducirse en una cultura donde la ética está en el
centro de la atención. Podemos ser conscientes de que es incorrecto perjudicar
las oportunidades de que alguien sea contratado pero no pensamos en el daño que
ocasionamos a aspirantes desconocidos cuando intentamos ayudar a un amigo,
familiar o compañero de estudios a conseguir un trabajo. Los comportamientos
tienden a estar guiados por lo que viene a nuestra mente inmediatamente antes
de actuar y estos pensamientos pueden estar significativamente afectados por el
contexto. Si alguien nos recuerda que ayudar a un amigo necesariamente
perjudica las opciones de otras personas a las que no conocemos puede que nos
lleve a que reflexionemos sobre si
nuestro apoyo es apropiado.
Numerosos experimentos
apoyan esta idea. En uno de ellos las personas se mostraban más predispuestas a
decir la verdad cuando un código de honor estaba recogido al principio de un
formulario, con lo que tenían en mente los aspectos éticos a la hora de
responder al cuestionario, que cuando estaba localizado al final del mismo.
Las personas que
trabajan en una organización con una cultura ética tienden a pensar: ¿Es
correcto?, en lugar de ¿Es legal?
III.-
LOS INCENTIVOS
Es un hecho demostrado
que las personas hacen aquello para lo que son incentivadas, por lo que si se
alinean recompensas con resultados éticos puede parecer una solución obvia para
muchos problemas éticos. Podemos pensar que es la solución más sencilla: pagar
para que las personas actúen de forma ética, pero el dinero tiene un efecto no
duradero y los programas de incentivos deben facilitar una variedad de
recompensas si queremos que sean eficaces.
Además de por percibir
unas retribuciones económicas los profesionales se preocupan por realizar un
trabajo que tenga un significado, que tenga un impacto positivo y por ser
apreciados y respetados por sus esfuerzos. Por ejemplo en un experimento los
miembros de la plantilla de un hospital respetaban más los protocolos
establecidos de higiene de manos si los carteles que recordaban el procedimiento a seguir recordaban el
impacto de no hacerlo sobre los demás que sobre posibles consecuencias sobre
ellos ( “la higiene de manos previene que los pacientes adquieran
enfermedades”).
Las culturas éticas,
además de alinear los incentivos económicos con los resultados deseados,
facilitan oportunidades explícitas para beneficiar a los demás y recompensan a
los que lo hacen con reconocimiento, elogios y validación. Si, por ejemplo, si
los profesionales están consiguiendo que la vida de las personas sea mejor en
algún aspecto el destacar este hecho puede fomentar comportamientos éticos
futuros, pudiendo, incluso, mejorar el desempeño porque la recompensa está
alineada con una motivación ética. Las organizaciones que utilizan incentivos
prosociales conseguirán que los trabajadores sean más felices, más satisfechos
y más leales.
IV.
NORMAS CULTURALES
Los buenos líderes “producen” buenos seguidores, pero si los
profesionales situados en el centro de la organización están rodeados de
compañeros que mienten, roban o hacen trampas terminarán haciendo lo mismo
independientemente de lo que sus jefes digan o hagan.
Las personas, con
frecuencia, no apreciamos el poder de las normas sociales. Los líderes pueden
fomentar una cultura ética destacando y reconociendo las cosas buenas que los profesionales hacen.
Aunque la tendencia natural nos lleva a centrarnos en historias de advertencia
sobre “agujeros negros en los comportamientos éticos” al hacerlo podemos
conseguir que las acciones inaceptables parezca que son más comunes de lo que
lo son en realidad pudiendo incrementar potencialmente las conductas poco
éticas. Para crear normas éticas debemos, por tanto, centrarnos en los modelos
éticos en nuestra organización que son aquellas personas que ponen en práctica
las declaraciones recogidas en la misión y que actúan de forma ejemplar.
Un líder que quiera
diseñar y desarrollar una cultura ética debe
intentar, como hemos comentado,
crear contextos que mantienen en la mente como algo fundamental los
principios éticos, que recompensan las conductas éticas a través de incentivos
formales e informales y que consiguen que la ética esté presente en el comportamiento
cotidiano en su organización. Para ello los autores sugieren, por ejemplo:
a).-
En el proceso de contratación se pueden diseñar las
preguntas a realizar al aspirante alrededor de los valores éticos que la
organización quiere impulsar, por ejemplo “poner al cliente primero” y plantear
al entrevistado que refiera alguna ocasión en que ha actuado así en el pasado y
qué necesidad del cliente logró satisfacer. De esta forma aunque pueda que no
identifiquemos si claramente esa persona asume ese valor si le estamos
transmitiendo que para nuestra organización es importante.
b).-
En el diseño de los sistemas de compensación aunque puede
parecer que alinear los incentivos económicos con resultados con un enfoque
ético va a resultar sencillo en la práctica no lo es. Los líderes, por ejemplo,
pueden recompensar las conductas éticas mostrando a sus profesionales el
impacto positivo que su trabajo tiene sobre los demás y reconociendo sus
acciones en presentaciones y publicaciones. Pueden también crear oportunidades
para que los compañeros puedan comportarse de forma ética entre ellos. Por
ejemplo en un experimento reciente a una serie de directivos se les signó
aleatoriamente que realizasen 5 actos con un componente ético de bondad a y amabilidad
hacia algunos de sus compañeros durante un periodo de 4 semanas. El resultado
es que los actos de bondad se multiplicaron en toda la organización y los
receptores originales de dichos actos amables tendían a ser más bondadosos y
amables con los demás que sus compañeros del grupo control, demostrando que la
conducta ética es contagiosa y que el
bienestar tanto de los que realizaban las primeras acciones como de los
receptores se incrementaba.
c).-
En la determinación de los procesos de evaluación del desempeño
se pueden introducir la valoración de los aspectos éticos de las conductas para destacar al tiempo que recompensar y
fomentar el buen comportamiento.
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