Caroline Rook y ManfredF.R. Kets de Vries en INSEAD Knowledge del pasado 27 de mayo plantean que la
mayor parte de las personas estamos tan conectados digitalmente que en realidad
nos encontramos desconectados completamente.
Padecemos tecnoestrés que es la incapacidad de
gestionar el mundo digital de una forma sana. La tecnología digital se supone
que nos hace más productivos, y lo ha conseguido en cierta forma, pero estos
beneficios se han alcanzado con unos costes.
La presión combinada de
una presencia virtual constante y del bombardeo de la información continua
tienen consecuencias negativas para nuestra salud. Además de generar una
potencial carga extra de trabajo puede contribuir a crear sentimientos de
ansiedad, frustración, insatisfacción laboral, bajo desempeño en el trabajo,
absentismo y problemas de retención del talento. Burnout y problemas de salud
mental incluyendo la adicción digital se encuentran siempre acechando.
Cuando Rescue Time
realizó una encuesta sobre el uso de la tecnología digital en el trabajo sólo
el 10% de los encuestados manifestaban que sentían que tenían el control sobre
cómo empleaban sus días. Los datos de más de 50.000 usuarios de Rescue Time
mostraban que las personas sólo disponían de 1 hora y 12 minutos al día para
sentirse libres de las herramientas digitales. El estudio encontró, también,
que exclusivamente el 20% tenían una
estrategia establecida para gestionar sus correos.
Las razones por las que
parece que estamos obsesionados con estar permanentemente conectados incluyen
el miedo a perdernos algo importante y quedarnos atrás, la necesidad de sentirnos
o ser percibidos como productivos y la compulsión hacia estar conectados en un
mundo cada vez más virtual.
Estas motivaciones están impulsadas por una serie de fuerzas de
carácter bioquímico y psicológico que producen efectos muy similares a los que
padecen los adictos al juego. Al igual que los jugadores compulsivos que viven
pendientes de la emoción de una posible ganancia nos sentimos forzados a
comprobar constantemente si hemos recibido nuevos mensajes “agradables”. En
ambos casos las posibles recompensas estimulan la liberación de dopamina, un
neurotransmisor que nos hace sentir bien y que nos motiva a repetir el
comportamiento que lo activa.
En el mundo de las
organizaciones cada vez está siendo más evidente que las personas necesitan
desconectar para obtener tiempo para la reflexión y para ello deben aprender a
mantener el tecnoestrés bajo control lo que requiere reservar espacios para el
pensamiento creativo y la reflexión.
Los directivos para
liberarse ellos y sus colaboradores de la prisión del tecnoestrés deben definir
límites claros sobre cómo y cuándo utilizar las herramientas de comunicación
digital. Algunas sugerencias que proponen los autores son:
1.- Como norma los mensajes
no necesitan una respuesta inmediata. Los verdaderamente urgentes se solucionan
mejor a través de un contacto más personal.
2.- Los profesionales
deben abstenerse de acceder a los correos corporativos fuera de su horario de
trabajo o en vacaciones.
3.- Las personas no
deben permanecer en sus lugares de trabajo fuera del horario del mismo salvo en
circunstancias excepcionales. Lo mismo ocurre con las reuniones virtuales fuera
de horas.
4.- Redactar un mensaje
breve automático que indique que el
correo se ha recibido pero que será atendido a unas horas específicas que se
determinan.
Depende de los líderes
el promover un patrón mental en el trabajo que defienda la necesidad de hacer
pausas para la reflexión. Aunque exteriormente parezca que no estamos haciendo
nada nuestras mentes pueden estar trabajando en estos momentos, con frecuencia,
para resolver asuntos importantes con la
tranquilidad requerida.
Los líderes, por tanto,
deben ser conscientes de que cuanto más conectados digitalmente están ellos y
sus colaboradores más desconectados están del resto de sus congéneres, ya que
aunque las herramientas de comunicación tengan sus usos las interacciones cara
a cara tienen un mayor potencial para producir un impacto significativo y
duradero.
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