Adrian Wooldridge, en “The aristocracy of talent. How
meritocracy made the modern world”, plantea que la meritocracia o la idea de
que las personas deben avanzar en función de sus talentos y no de su
nacimiento, aunque inicialmente parecía un concepto novedoso al final del siglo
veinte se convirtió en la ideología que regía en el mundo. Pero actualmente
parece que está siendo atacada desde todos los frentes.
El término meritocracia
fue inventado en1958 por el sociólogo británico Michael Young y ha logrado ser
muy popular. Una sociedad meritocrática combina cuatro cualidades relevantes:
a).- Se enorgullece del
grado en que las personas pueden salir adelante en la vida gracias a sus
talentos naturales.
b).- Procura garantizar
la igualdad de oportunidades al
facilitar educación para todos.
c).- Prohíbe la
discriminación en función de raza o género o cualquier otra característica
irrelevante.
d).- Adjudica los
trabajos en función de una competición abierta y no de nepotismo.
La idea de la
meritocracia está moldeando la sociedad de arriba hacia abajo. Una parte creciente
de las grandes fortunas en la actualidad están en manos de personas con gran
capacidad intelectual, como son los caso de Bill Gates , Mark Zuckerberg,
George Soros o Jeff Bezos.
La creencia de Bill
Clinton, por ejemplo, de que existe una conexión estrecha entre las
retribuciones recibidas y el aprendizaje cada vez es más acertada. En los
Estados Unidos un joven graduado universitario gana un 63% más, de media, que un graduado en
bachillerato. Estas cifras son el doble de las que existían en 1980 y están en
continuo crecimiento.
Por otro lado, la idea
de la meritocracia está siendo cuestionada por una gran variedad de críticos
que denuncian a esta ideología como una trampa, tiranía o instrumento de la
opresión de la raza blanca. Las críticas proceden de una gran diversidad de fuentes,
desde académicos de élite a populistas iracundos. Se alimenta de algunas de nuestras ansiedades
más profundas sobre todo, desde, por ejemplo, las injusticias raciales hasta
los efectos psicológicos de la hipercompetitividad.
Los teóricos del
racismo se muestran muy hostiles ante la idea de la meritocracia, que
consideran que es una forma de justificar las desigualdades sociales
tratándolas como inequidades naturales. Rechazan la base intelectual de la
meritocracia y el hecho de que los individuos sean juzgados como individuos en
lugar de como miembros de un grupo
étnico. Para ellos el legado de la esclavitud y el colonialismo está presente
en casi todo lo que hacemos, la identidad racial impregna todo y la “ceguera”
ante el color no solo es imposible sino que al negar la realidad, constituye
una forma de racismo en sí misma. La única forma de crear un futuro mejor
consiste en la lucha colectiva para alcanzar fines colectivos.
Los populistas
conservadores pueden estar en el lado opuesto ideológicamente de los anteriores
pero comparten su feroz hostilidad hacia la meritocracia. Critican que la
llamada élite cognitiva ha hecho un trabajo
desastroso cuando han tenido la oportunidad de liderar el mundo.
Muchas de las críticas
más acervas de la meritocracia vienen del mismo corazón de la meritocracia.
Daniel Markovits en su libro “The meritocracy trap” argumenta que el mérito no
es más que una farsa, ya que la meritocracia se ha convertido en lo contrario
de lo que se pretendía que fuera. Es una forma de transmitir privilegios
heredados de una generación a otra a través del mecanismo de la educación de
élite. Miembros de la élite dedican millones para adquirir ventajas educativas
para sus hijos, mientras que los niños más pobres se ven atrapados en colegios
de baja calidad.
Michael Sandel en su
libro “The Tyranny of Merit” presenta un mensaje del mismo tipo. Para él la
meritocracia es tóxica ya que transmite el mensaje a los que están en un lugar
bajo que merecen su suerte, con lo que les minusvaloran como seres humanos.
Tras estas quejas late
cierta verdad. Los críticos tienen razón cuando alegan que la teoría de la
meritocracia puede ser, con frecuencia, un disfraz para mantener privilegios de
clase. Los niños privilegiados que cuentan con padres que les apoyan y atienden
buenos centros educativos tienen más posibilidades de desarrollar todo su
potencial que los niños de entornos pobres.
También tienen los
críticos razón cuando defienden que la meritocracia supone estar sometido a una
inflexible supervisión. La mayoría de los profesionales pasan su vida en una
cinta rodante interminable como prisioneros. Sus primeros 25 o 30 años están
dedicados a superar exámenes, estudiando en universidades de prestigio, para
encontrar un hueco en compañías de
renombre y pasar los siguientes 25 a 30 años intentando obtener promociones,
gustar a sus jefes y hacerse un nombre. Asimismo al ir envejeciendo vuelcan sus
obsesiones meritocráticas en sus hijos.
Estos hechos plantean
una serie de preguntas:
1.- ¿Cuál puede ser
exactamente el problema con la idea de la meritocracia?
Puede ser que parece
que apoya el estatus quo como critican desde la extrema izquierda o será que
mantiene a todos en un estado de ansiedad perpetua como critican los defensores
de ideas comunitarias.
2.- ¿Los problemas de
la meritocracia están inherentes en la idea de lo que supone o son consecuencia
del fracaso de implementar la meritocracia de la forma adecuada?
Los profesores Markovits
y Sandel están preocupados porque piensan que la meritocracia está ejerciendo
una presión intolerable para triunfar. Pero pueden existir otras explicaciones
para esta presión como la moderación en el crecimiento económico que incrementa
la competencia por los trabajos más deseables o el incremento continuo de los
conocimientos que deben ser dominados que fuerza a los profesionales a trabajar
cada vez más para mantenerse actualizados.
3.- ¿Existe un sistema
mejor para organizar el mundo?
La pregunta relevante
no es si la meritocracia tiene defectos sino si tienen menos defectos que las
otras alternativas posibles. Sus defensores no argumentan que sea perfecta sino
que realiza un mejor trabajo cuando las alternativas de reconciliar diversos bienes
que inevitablemente están en tensión unos con otros como puede ser el caso de
justicia social y eficiencia económica o aspiraciones individuales y
oportunidades limitadas.
Una de las razones por
las que el actual debate sobre la meritocracia es tan frustrante es porque nos
falta perspectiva histórica. La historia
de la meritocracia revela tres aspectos vitales para entender nuestra situación
actual:
I.-
LA MERITOCRACIA ES UNA IDEA REVOLUCIONARIA
Durante miles de años
la mayor parte de las sociedades han estado organizadas de acuerdo con los
principios opuestos de la meritocracia: las personas heredaban sus puestos en
órdenes sociales fijos. El mundo estaba gobernado por dinastías reales. Los cargos
apetecibles se compraban y vendían como muebles y el nepotismo era una forma de
vida. La posibilidad de ascenso social no se fomentaba y en ocasiones se
encontraba fuera de la ley.
La idea de la
meritocracia estaba en el centro de las cuatro grandes revoluciones que crearon
el mundo moderno: la Revolución Francesa se dedicó al principio de “una carrera
abierta a los talentos”, la Revolución Americana proponía la idea de que se
debía permitir a las personas vivir, tener libertad y ser felices sin las
restricciones de una sociedad feudal, la Revolución Industrial significó una
liberación y la revolución Liberal que surgió en Gran Bretaña pero tuvo mucha
influencia en la clase social media europea, introdujo la competencia abierta
en el corazón de las administraciones públicas y de los sistemas educativos.
La meritocracia
transformó la sociedad occidental al reformar la forma en la que la sociedad
asignaba los puestos principales y la naturaleza de la educación enfatizando la
importancia de las capacidades intelectuales, eliminando las prerrogativas
derivadas del nacimiento en determinadas circunstancias sociales. Alexis de Tocqueville
escribió que ” Parece claro que la principal fuente de disparidad en la fortuna
de los hombres se encuentra en la mente”. La aceptación de esta fuente clave de
disparidad por la sociedad supuso una revolución intelectual al rechazar la
ética aristocrática por una basada en la meritocracia.
En una sociedad
meritocrática:
a).- Las personas son
sobre todo individuos responsables de su suerte, mientras en la sociedad
aristocrática lo que importaba eran las relaciones de las personas con la
familia y la tierra.
b).- Las personas son
juzgadas en base a sus cualidades personales.
c).- Es un honor no
tener antepasados ilustres.
En su inicio las clases
trabajadoras asumieron sus principios para probar que eran igual de buenas que
sus supuestos “mejores” sociales.
II.-
LA MERITOCRACIA ES UNA IDEA VERSÁTIL
Todos podemos estar de
acuerdo en lo que significa en términos generales: permitir que las personas se
eleven tanto como sus esfuerzos y talentos les lleven. Pero en la práctica vemos que la idea de talento ha cambiado con
el tiempo. Hasta principios del siglo veinte tenía connotaciones morales además
de intelectuales. En el siglo veinte con la aparición del concepto de cociente
intelectual y de la tecnocracia se valoraron más las capacidades técnicas.
Existen diversos tipos
de meritocracia. Entre ellos tenemos:
a).- Política. Defiende
que el principio del mérito debe aplicarse en el corazón del régimen político.
Platón soñaba con un estado en el que las personas con más talento gobernasen.
b).- Tecnócrata.
Enfatiza a importancia del experto técnico, llegando hasta la exclusión de
otros aspectos como el carácter o la
virtud.
c).- Académica. Se
centra en los resultados académicos.
III.-
LA MERITOCRACIA ES CAPAZ DE AUTOCORREGIRSE
Precisamente por su
capacidad revolucionaria y su versatilidad. La aristocracia del talento solo
puede sobrevivir si está reclutando constantemente talento de toda la sociedad
y degradando a los miembros de la élite que carecen de él. Debe ser reconocida
cuando incomoda al estatus quo, pero si distorsiona los principios de la
meritocracia para utilizarlos como una forma de atrincherar la posición en la élite de la sociedad de
determinados individuos debe ser cuestionada.
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