El arte de persuadir, como ya
vimos en entradas anteriores, es primordial para tener éxito en casi todas las
facetas de la vida. Chris St. Hilaire, experto en comunicación y asesor de políticos y grandes empresas, en
su libro “27 técnicas de persuasión. Estrategias para convencer y ganar aliados” señala que prácticamente toda interacción humana comporta algún tipo
de persuasión, que no debe entenderse como manipulación o coacción. El objetivo
de la verdadera persuasión sería el crear consenso cuando existe un conflicto o
reina la indiferencia. Consistiría en tomar una idea o plan de acción y crear
un propósito común. La persuasión es, pues,
una causa noble pues su propósito no es conquistar, sino unir.
El autor plantea en la obra
citada que los mejores persuasores siguen unas pocas normas y técnicas
fundamentales, que se complementan y refuerzan unas a otras que son las
siguientes:
I.- NO PERDER DE VISTA EL OBJETIVO:
Siempre que se intente persuadir
a un individuo o a un grupo hay que tener en cuenta que hay que comenzar por
definir el objetivo. La forma más efectiva de hacerlo no consiste en anunciarlo
al grupo, sino ayudando a que se decida entre todos, lo que va a favorecer su
implicación y que la mayoría de los integrantes del grupo están convencidos.
Una forma de empezar consiste en
preguntar al grupo directamente: ¿Cuál es nuestro objetivo? , ¿Qué es lo que
intentamos conseguir? Y dejar que hablen y que busquen la respuesta. Si alguien
no participa, es conveniente preguntarle directamente. Posteriormente se debe
resumir el objetivo en una o dos frases sencillas con las que todos están de
acuerdo. Formular lo obvio es una ventaja ya que nadie quiere hacerlo porque
parece que es elemental, pero al hacerlo nos convertimos en el líder del grupo,
incluso si no lo éramos previamente. Esta situación se produce porque los
grupos necesitan sentirse unidos para sentirse a salvo y las personas tienden a
unirse alrededor de un objetivo.
II.- EVALUAR LOS EGOS:
Para poder persuadir debemos
comprender a las personas que queremos persuadir. En el nivel más básico significa comprender
cómo funciona el ego y aprender a reconocer cuándo alguien se siente amenazado,
ya que una persona amenazada no va a ser receptiva a nuestras ideas.
Los filósofos orientales creen
que en nuestro interior, en todo momento, existe una lucha entre el ego que nos
dice que somos diferentes y especiales y el espíritu que comprende que somos
iguales que los demás y que todos somos lo mismo. Ser consciente de la lucha entre el ego y el espíritu ayuda a
liberarnos., ya que nos permite decidir conscientemente si queremos actuar
desde el ego o desde el espíritu. Cuando tratamos de persuadir a los demás,
hacerlo desde el espíritu, que une e incluye, es más efectivo.
El autor sugiere que:
1.- Antes de comenzar una reunión
donde esperamos convencer, es conveniente evaluar los egos que habrá en la
misma, empezando por el nuestro. Hay que reflexionar sobre la conversación que
se va a mantener e identificar los temas
que nos preocupan o incomodan. En estas situaciones el ego es más vulnerable y
puede que estemos más a la defensiva y menos receptivos a las opiniones de los
demás. Debemos ser conscientes de nuestros miedos de modo que si aparecen en el
transcurso de la conversación podamos dominarlos estratégicamente y no
emocionalmente.
2.- Posteriormente dedicar unos
minutos a pensar en cada persona que queremos persuadir y si los encuentros anteriores han sido amistosos
o no y si las consideramos aliadas o no. Las personas que amenazan nuestro ego
suelen ser aquellas que en el pasado nos han dejado en una mala situación (por
ejemplo por falta de apoyo o ataques públicos) o nos han hecho sentir mal (por
traiciones o juicios erróneos entre otras razones) o nos intimidan. En estos
casos hay que recordar que todas las personas tienen su ego, distanciarnos de
los propios sentimientos negativos e intentar reflexionar de forma neutral
sobre la relación que se ha tenido con esa persona.
3.- Para evaluar los egos de los
demás hay que buscar pistas en la conversación que ayudarán a definir el ego y
el estado de la mente de esa persona: abierto o cerrado.
a).- Las personas cuyos egos son
seguros tienden a ser extrovertidas y son conscientes de cómo sus palabras
afectan a los demás. Saben preguntar a los interlocutores cómo están,
mostrándose(al menos en apariencia) interesados en sus respuestas, pedir la
opinión, no interrumpir y escuchar. Generan una actitud favorable en el
interlocutor porque le hacen sentirse valorado y partícipe.
b).- Las personas que no se
sienten seguras suelen decir “o” frecuentemente, desprecian a los demás,
interrumpen, muestran opiniones negativas casi exclusivamente, usan muchos
“pero” y desechan las opiniones de los demás.
III.- CALMAR O EVITAR OTROS EGOS:
Para persuadir a una persona
tenemos que lograr que se sienta segura y aceptada para que pueda acoger nuevas
ideas. Si detectamos que el interlocutor es particularmente inseguro o si somos
la parte contraria en un litigio la mejor estrategia es calmar o evitar un
enfrentamiento con el otro ego, recordando que existe un objetivo común y
utilizando un lenguaje que apoye la posición del otro.
Un de las mejores formas de
tranquilizar el ego es utilizar la frase: “desde mi perspectiva”, ya que
transmite que la otra persona también puede tener una opinión.
Una manera de calmar los egos de
personas importantes consiste en estimularles en un primer momento intentando
enfocar la situación desde su perspectiva y luego hacer que converjan con
nuestra estrategia para ayudarles a alcanzar el objetivo.
En el caso de las personas muy
inseguras que quieren imponerse, la forma más eficaz de actuar es tratar de
evitar el ego inseguro y no responder. El lenguaje que el autor propone usar cuando se evita un ego sería siempre una
variación de la siguiente frase.”La opinión de cualquier persona es válida.
Incluso si no la compartimos, debemos escucharla”.
Ante un ego que se vuelve
irritable o agresivo, a menudo la mejor respuesta es no responder. No hay que
acobardarse, pero tampoco luchar. Es mejor dejarlo estar. Al no permitir que
nos afecte lo estamos evitando y facilitando que se consuma por sí mismo.
IV.- NO OPONERSE, PARA NEUTRALIZAR LA OPOSICIÓN:
Siempre que planteamos una
idea encontraremos a personas que nos
apoyarán, otras que estarán en contra y otras que se mantendrán indecisas. A
veces, los que no están de acuerdo pueden reaccionar atacando y la mejor respuesta que podemos dar es no
ofrecer a los opositores nada a lo que oponerse y no responder a los ataques.
La estrategia, plantea el autor,
puede llevarse a cabo de formas ligeramente diferentes, dependiendo de la
situación:
a).- Si se trata de la discusión
con otra persona, en vez de responder podemos asentir en silencio como si
comprendiésemos la actitud de la otra persona y esperar unos minutos. En el 90%
de los casos la otra persona moderará su posición. Todo tiende al equilibrio y
sabemos interiormente cuando nos hemos pasado en nuestras reacciones. Si no conseguimos que se modere lo más probable
es que existan problemas más profundos que no se pueden resolver con una discusión.
b).- Si la discusión surge dentro
de un grupo se puede utilizar la misma táctica. Si alguien ataca nuestra idea
es mejor no responder y dejar que las palabras de la otra persona queden
suspendidas en el aire y que el resto del grupo llegue a sus propias
conclusiones. Luego se puede retomar el objetivo original sin hacer ningún
juicio de valor sobre esa persona. Esta actitud nos refuerza como líderes en el
papel unificador y sutilmente coloca al oponente en su lugar sin que tengamos
que decir nada.
c).- Si ignorar un ataque no
acaba con la oposición se puede controlar reorientando la energía. La
estrategia más efectiva consiste en comenzar por mostrarse de acuerdo con esa
persona o apoyar su punto de vista. Al hacerlo eliminamos las razones de la
oposición y podemos retomar la cuestión
abordándola desde otro punto de vista. No estamos renegando de nuestra posición
principal, pues tenemos que ser conscientes de que todo es cuestión de grado.
En un grupo de discusión los debates a menudo se dividen en debates menores.
Podemos decir : “Comprendo tu punto de vista” y dejarlo ahí, o se puede
reformular el razonamiento de otra persona y preguntar. “¿Es a esto a lo que te
refieres?, a lo que se suele responder “Exactamente” y nosotros podemos
concluir reconociendo que es interesante.
d).- La estrategia es diferente
si queremos controlar la discusión y no formamos parte del debate. En los casos
en los que la posición de poder es equivalente, puede ocurrir que una persona
proponga una sugerencia y la otra se oponga. Se puede intervenir, reafirmando
nuestro papel como líderes recordando a todos el objetivo, preguntando por
ejemplo: “¿Por qué estamos hoy aquí?”
e).- En los grupos donde hay un
líder claro, éste a veces permite que tengan lugar discusiones acaloradas
porque confían en que el grupo resolverá los problemas sin necesidad de su
intervención que pude limitar la creatividad y ser interpretada como una
imposición del punto de vista del líder.
V.- CONVERTIR NUESTRAS DEBILIDADES EN VENTAJAS:
En la mayoría de las situaciones
donde la persuasión es personal y se desarrolla entre dos personas o en un
grupo pequeño, un rasgo que los demás pueden considerar como una debilidad o
que nosotros lo percibimos así, debe
reconocerse en voz alta. De esta forma podemos saber cómo los demás interpretan
esta debilidad y replantearla como una ventaja. Aspectos como la edad y la
experiencia, el sexo, un defecto físico,…, se pueden considerar como
debilidades, pero se trata de pensar en el efecto que éstas tienen sobre el
auditorio, identificar los efectos positivos y explicárselos a los demás. Una
persona joven puede aportar frescura y una visión diferente, una de más edad la
experiencia, las mujeres pueden ofrecer una perspectiva distinta, una persona
con una discapacidad sensorial compensa sus limitaciones desarrollando otros
sentidos, etc.
VI.- ENCONTRAR ALGO QUE LES GUSTE A LOS DEMÁS:
Para lograr persuadir los oyentes
deben creer tanto en el orador como en el mensaje. Si el primero no les gusta desconfiarán
del mensaje. Para gustar a los demás debemos empezar consiguiendo que éstos nos
gusten a nosotros, por lo que hay que encontrar al menos una cosa que nos guste
de cada uno de ellos.
En el budismo el pecado no es la
acción; el pecado es el pensamiento, porque el pensamiento precede a la acción.
Si pensamos que nos gusta alguien, cambia nuestra sensación con respecto a esa
persona. En ocasiones solemos tener una reacción instintiva respecto a ciertos individuos, que a veces es
negativa y puede no ser acertada. Para evitar las primeras impresiones
negativas podemos intentar hacer un “cambio mental”, ya que cada característica
de la personalidad se puede ver dedos formas, y lo ideal es cambiarlas de
negativa a positiva: tozudo se convierte en decidido, escéptico en prudente,
silencioso en reflexivo, crítico en analítico y agresivo en vehemente, por
ejemplo.
Chris S. Hilaire reconoce que en
ocasiones hay que esforzarse mucho para encontrar algo que nos guste de la otra
persona y como último recurso recuerda que todos tienen una familia y que todo
el mundo quiere que le valoren.
VII.- APROVEHAR LOS PRIMEROS CINCO MINUTOS:
Cuando el objetivo principal es
persuadir, en los primeros cinco minutos no se trata tanto de impresionar a los
demás sino de hacer que se sientan cómodos. El ego está en alerta máxima los
primeros cinco minutos de una reunión, y el propósito es distender a los interlocutores para que estén
receptivos a las nuevas ideas.
No hay que olvidar el consejo
clásico sobre cómo dar una buena primera impresión: sonreír, mirar a los ojos y dar un apretón de manos
firme.
Durante los cinco primeros
minutos se producen dos tipos de impactos:
1.- Verbal: es aconsejable saludar de forma educada e interesarnos
por nuestros interlocutores haciendo que se sientan valorados demostrando que
nos hemos ocupado de conocerlos previamente por medio de distintas fuentes o si
ya les conocemos preguntando por algún proyecto interesante en el que
intervengan. En el caso de un superior agradeciendo el que nos reciba, diciendo
por ejemplo: “Gracias por dedicarme su tiempo. Sé que está ocupado”.
2.- Visual: lo habitual es adecuar nuestra forma de vestir a la de
las personas con las que nos vamos a reunir. Pero podemos vestir diferente,
siempre de forma elegante, si es nuestra forma de vestir cotidiana.
VIII.- ESTAR PRESENTE:
No hay nada peor para el ego de
una persona que intentar hablar con otra mientras ésta está realizando otra
actividad, como hablar por teléfono o contestar mensajes.
Los grandes comunicadores establecen
contacto visual, tocan a sus interlocutores y les preguntan algo sobre ellos.
Y las técnicas?
ResponderEliminarcual es el proposito de estas tecnica
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