William Ury, cofundador del Proyecto de Negociación de Harvard y autor de numerosos libros sobre negociación como “Getting to yes” o “The power of a positive no”, en su nuevo libro “Getting to yes with yourself (& other worthy opponents)”, plantea que el cuarto paso, tras ponernos en “nuestros propios zapatos, desarrollar nuestra propia “mejor alternativa en un acuerdo negociado” interna y redefinir nuestra visión, que hemos analizado en entradas anteriores, en el proceso de convertirnos a nosotros mismos de oponentes a aliados que él llama “llegando al sí con nosotros mismos”, es:
IV.-
MANTENERNOS CENTRADOS.
Si queremos obtener un
sí en situaciones sensibles la clave se encuentra en buscar las oportunidades
que se presenten para conducir la conversación hacia un sí. En la mayor parte
de las ocasiones existe esta posibilidad si estamos atentos para detectarla y
debemos estar alertas para que cuando la otra parte nos lanza una señal o hace
una concesión seamos conscientes del hecho y no estemos distraídos pensando en
el pasado o preocupándonos por el futuro, ya que es en el presente cuando
podremos cambiar de forma intencionada la dirección de una conversación para
lograr un acuerdo.
Por tanto, si queremos
ser capaces de captar las oportunidades presentes nuestro foco interno debe
estar en momento actual. Nuestro mejor desempeño viene de estar en un estado de
alerta relajada. Mihaly Csikszentmihaly, lo llama “flujo”en su famoso libro
sobre el estado psicológico que conduce al alto desempeño y a la satisfacción
interna. Mantener la atención en el presente nos ayuda a estimular la
creatividad, a estar alerta ante posibles oportunidades de acuerdo y a tener
menos tendencia a reaccionar sin pensar.
No es fácil permanecer
centrados en el momento actual, ya que existe, con frecuencia, una resistencia
interna que hace que lamentemos el pasado, nos preocupemos por el futuro y
despreciemos las circunstancias presentes. La clave para que esto no ocurra
está en:
1.-
Aceptar el pasado. Mantenernos
anclados en el pasado no es sólo autodestructivo porque nos distrae y evita que
lleguemos a acuerdos mutuamente satisfactorios, sino que también nos arrebata
la alegría y puede llegar a dañar nuestra salud, al tiempo que repercute en
nuestras personas más cercanas ya que el contemplar cómo nos aferramos al
pasado y envenenamos nuestro presente también les arrebata su bienestar.
Bill Clinton, en una
ocasión, recordaba una pregunta que le hizo a Nelson Mandela en relación a si
no sintió odio hacia sus encarceladores
al salir de la cárcel por última vez. La respuesta de Mandela fue: “Sentí odio,
soy lo suficientemente viejo para decir la verdad. Sentí odio y miedo, pero me
dije si los odias cuando te subas al coche que te espera, seguiré siendo su
prisionero. Quería ser libre, por lo que deje marchar al odio”. Perdonar a
aquellos que nos han hecho daño no significa olvidar o aprobar lo que hicieron,
sino aceptar lo que ocurrió y liberarnos de ese peso. Los primeros
beneficiarios del perdón somos nosotros, ya que el resentimiento y la ira nos
pueden llegar a consumir y a dañar, en muchas ocasiones mucho más que lo que
van a afectar al que lo infringió.
Tan importante como es
perdonar a los demás resulta el perdonarnos a nosotros mismos. Aceptar el
pasado implica, no sólo, olvidar las acusaciones que nos hacemos a nosotros
mismos y a los demás, sino también la aceptación de las experiencias que la
vida nos ha brindado. Si no nos liberamos del resentimiento y del
arrepentimiento nos convertimos en prisioneros del pasado. Para aceptar al
pasado debemos reformular nuestras historias para conceder un significado
positivo hasta a las circunstancias más dolorosas de nuestras vidas. No tenemos
el poder de cambiar el pasado pero si de cambiar el significado que le
asignamos.
2.-
Confiar en el futuro. Tendemos a preocuparnos mucho, tanto
en una negociación, como en nuestra vida en general, por todas las cosas malas
que pueden ocurrir. Aunque mantener la vista en el futuro puede ser útil,
preocuparnos continuamente por el mismo puede hacer que descuidemos el momento
actual y no aprovechemos todas las oportunidades que nos ofrece. El filósofo
Michel de Montaigne decía: “MI vida ha estado llena de terribles desastres, la
mayoría de los cuales nunca han
ocurrido”.
La alternativa al miedo
es la confianza en que seremos capaces de superar todos los retos o
experiencias con las que nos enfrentemos, por muy dolorosas que sean. La
confianza es una actitud que nos permite abordar nuestros problemas de forma
activa. En todas nuestras interrelaciones con los demás podemos elegir
conscientemente entre el miedo o la confianza. Al final la forma más segura de
conseguir liberarnos de los miedos innecesarios es recordar nuestro BATNA
interno y decir sí a la vida. Nuestro compromiso para considerar nuestras
necesidades y la confianza de que la vida está de nuestra parte nos dará el
sentido de que, independientemente de lo que pase en el futuro, las cosas
saldrán bien al final.
Un antiguo proverbio
chino aconseja: “Los pájaros de la preocupación vuelan sobre nuestras cabezas y
este hecho no lo podemos cambiar, pero si podemos prevenir que construyan nidos
en nuestro cabello”.
3.-
Abrazar el presente tal como es. Una vez que hemos
conseguido librarnos del peso del pasado y de las sombras del futuro seremos
libres para vivir y actuar en el presente. Podemos visitar el pasado en algunas
ocasiones para aprender de él y el futuro para planificar y adoptar las
precauciones necesarias, pero debemos mantenernos en el lugar donde podemos
hacer que los cambios positivos ocurran, que es el momento actual.
Aceptar la vida no
implica resignarnos a las cosas como son. De hecho el cambio constructivo empieza
con la aceptación de la realidad, aunque sea dolorosa y no perdiendo el tiempo
y la energía en resistirnos a ella.
V.-
RESPETAR A LOS DEMÁS.
Ury destaca que su
experiencia como negociador le ha demostrado que la concesión más barata que
podemos hacer, la que nos cuesta menos y rinde más es las de mostrar respeto a
nuestro interlocutor, lo cual implica concederle nuestra atención y tratarle
con la dignidad con la que nos gustaría ser tratados. Significa que vamos a ver
a la otra persona con ojos nuevos, como un ser humano merecedor de nuestra
consideración positiva.
El problema surge
porque en ocasiones es una concesión complicada en una situación o con una
relación problemática, ya que en estos casos es lo último que deseamos hacer,
ya que pensamos que la otra parte no se lo merece y debe ganarse nuestro
respeto. Si los demás no nos respeta nos cuesta hacer lo contrario, si nos
sentimos marginados, excluidos o dañados vamos a querer responder marginando,
dañando o excluyendo con lo que entramos en un círculo destructivo sin fin, que
ocasiona pérdidas a ambas partes.
En estos casos debemos
romper la dinámica, lo cual no significa que aprobemos el comportamiento de la
otra parte, ni que nos tenga que gustar a nivel personal, y decidir tratar al
contrario con la dignidad que todo individuo merece.
El autor plantea que
para cambiar nuestra actitud interna de antagonista a respetuosa podemos:
1.-
Ponernos en el lugar del otro. El poeta H.W.
Longfellow decía:”Si pudiésemos leer la historia secreta de nuestros enemigos,
encontraríamos en su vida dolor y sufrimiento suficiente para desarmar
cualquier hostilidad”. Con una actitud de genuino respeto podemos practicar el
arte de escuchar a los demás desde su marco de referencia y desde sus puntos de
vista. Conseguimos escuchar, no sólo a las palabras, sino también, a los
sentimientos y pensamientos que no se dicen que subyacen tras esas palabras.
Logramos escuchar no sólo el contenido de lo que se dice, sino también, al ser
humano que está detrás.
El simple hecho de
imaginar que somos el otro y cómo se ve el mundo a través de sus ojos es una
herramienta muy poderosa, ya que nos permite entender sus reacciones y
acciones. Si logramos comprenderle será más sencillo llegar a acuerdos.
Paradójicamente si
queremos llegar a ser más conscientes de los demás y de sus preocupaciones
debemos comenzar por conocernos a nosotros mismos.
2.-
Extender nuestro círculo de respeto. Los sentimientos
dolorosos de exclusión se encuentran en el núcleo de gran parte de los
conflictos. El único remedio es la inclusión. Se trate de una riña familiar, de
un conflicto étnico o de tensiones en el trabajo, la forma en que podemos
comenzar a resolver el conflicto consiste en cambiar nuestra actitud y expandir
conscientemente nuestro círculo de respeto para incluir a otros con los que no
contábamos en un inicio.
Abraham Lincoln, en una
ocasión, cuando se le reprochaba el que hablase amablemente de los enemigos del
sur dijo:”¿No estoy acabando con mis enemigos si los transformo en amigos?”
3.-
Respetar aunque nos desprecien. En lugar de responder
con el desprecio, sorprender con el respeto para intentar cambiar el ciclo. No
implica que aceptamos a las personas, ni que ignoramos las injusticias o el
mal, ni que estamos de acuerdo con sus demandas, con frecuencia estaremos
diciendo que no pero lo haremos de una forma positiva reconociendo la dignidad
inherente de nuestro interlocutor.
VI.-
DAR Y RECIBIR.
El proceso de llegar al
sí con nosotros mismos, que estamos analizando, nos invita a perseguir
resultados ganar-ganar, victorias no sólo para nosotros y la parte contraria,
sino para nuestra familia, trabajo y sociedad en general. La clave para
encontrar soluciones ganar-ganar con un ámbito más amplio está en cambiar el
juego de recibir al de dar. El primero
implica obtener valor sólo para nosotros, mientras el segundo significa que
creamos valor para los demás, no sólo para nosotros. El reto lo encontramos en
hacerlo con personas que no son cercanas o con las que mantenemos conflictos,
ya que no tenemos problemas para colaborar con los que tenemos cerca.
Adam Grant, profesor de
la Escuela de Negocios de Wharton, en su libro “Dar y recibir”, que hemos
comentado en entradas anteriores, presenta una impresionante serie de
evidencias que avalan que las personas que tienen más éxito en la vida son las
que se dedican a dar más que a recibir.
Para cultivar una
actitud básica de dar Ury propone que:
1.-
Dar para conseguir valor mutuo.
El billonario chino Li Ka-Shing, uno de los hombres más ricos del mundo, en una
entrevista explicaba los secretos de su éxito en los negocios y decía que una
de las claves era el tratar siempre a sus socios de forma justa y hasta les
daba algo más de lo que él se quedaba. De esta forma todos querían asociarse y
trabajar con él y fueron sus socios los que le ayudaron a conseguir su enorme
riqueza.
La primera manera de
fortalecer nuestra actitud de dar es apreciar cómo el hecho de crear valor para
los demás nos va a servir para satisfacer de forma tangible nuestras
necesidades. Los negociadores que tienen más éxito son aquellos que se centran
en satisfacer los intereses y necesidades de los contrarios al tiempo que las
suyas.
En situaciones de
conflicto o negociación tenemos 4 alternativas:
a).- Ganar-perder. A la
larga es costoso e ineficiente.
b).- Ceder. Es un
enfoque negativo porque puede terminar con la desaparición del negocio o con el
agotamiento del que cede.
d).- Evitar e ignorar
como si no pasase nada. Si nadie habla de un conflicto o no se llega a ningún
acuerdo normalmente la situación va a empeorar.
e).- Ganar-ganar. Es la
mejor opción, al crear valor para ambas partes se suelen generar los acuerdos
más beneficiosos y sostenibles en el tiempo.
2.-
Dar por el placer de dar y por un sentido trascendente. Para
cultivar la actitud de dar es útil descubrir el placer que surge de dar sin
esperar nada a cambio o por un propósito. Dar por placer es totalmente distinto
a dar por recibir. Si nos sentimos obligados a dar raramente experimentamos
mucho placer y con frecuencia terminamos sintiéndonos infelices.
Nuestra sociedad de
consumo nos lleva a creer que el poseer cosas materiales, poder y éxito nos va
a producir satisfacción interna, pero lo que ocurre es que, por mucho que tengamos,
siempre querremos más. Por el contrario si damos de forma libremente escogida
si la obtendremos, porque satisface nuestras más profundas necesidades de ser
útiles y estar conectados con los demás.
3.-
Dar lo que tenemos la capacidad de dar. Significa que debemos
encontrar el propósito que nos hace sentirnos vivos, para que sea una fuente de
satisfacción interna y nos sirva de excusa para dar a los que nos rodean.
Nuestros regalos pueden parecer pequeños
pero con frecuencia pueden producir un cambio significativo en la vida de los
demás: ayudar a un amigo o a un compañero de trabajo que lo necesita, ser
amable con un extraño en la calle,…La magnitud aparente del regalo no importa,
lo que cuenta es hacerlo con una actitud abierta.
En ocasiones el mayor
obstáculo con que nos encontramos no son precisamente nuestras limitaciones
sino nuestros talentos. Abraham Maslow utiliza el término “Complejo de Jonás”
para describir el miedo que provoca que no ejercitemos nuestros talentos.
Cuando nos enfrentamos a la oportunidad de dar nuestros “regalos” al mundo en
ocasiones hacemos lo que hizo Jonás y huimos o escondemos nuestras capacidades.
Sólo cuando nos encontramos con la adversidad reaccionamos y nos damos cuenta
de que la única forma de cumplir nuestro propósito en esta vida es a través de
dar de acuerdo con nuestros talentos.
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