James M. Kouzes y BarryZ. Posner en su libro “Learning leadership. The five fundamentals of becomingan exemplary leader”, que estamos comentando, plantean 5 fundamentos que tenemos que tener en cuenta si queremos convertirnos en un líder ejemplar. El primero de ellos es:
I.-
CREER QUE PUEDES.
El estar convencidos de
que podemos liderar es esencial para desarrollar nuestras competencias de
liderazgo. Los mejores líderes son aquellos que saben mejor cómo aprender ya
que creen que son capaces de aprender y desarrollarse a lo largo de toda su
vida. El aprendizaje continuo es una forma de vida para los líderes ejemplares,
nunca dejan de aprender y de mejorar sus competencias.
El liderazgo auténtico
fluye de dentro a fuera. Tenemos que liberar la capacidad que ya tenemos y para
ello debemos iniciar un viaje hacia nuestro interior para descubrir quiénes
somos.
Tres claves
fundamentales para convertirnos en un líder ejemplar son:
1.-
CREER EN NOSOTROS MISMOS. Si queremos aprender a liderar
debemos comenzar por conocer lo que pensamos de nosotros mismos y cuáles son
las creencias que alimentamos.
Aprender a liderar
supone descubrir qué es lo que valoramos, qué nos inspira, qué nos motiva y
desafía, qué nos da energía y qué nos estimula y apasiona. Cuando averiguamos
estas cosas sobre nosotros mismos seremos conscientes de cómo podremos
trasladar y obtener estas cualidades de los demás. Se trata de liberar el
potencial que existe dentro de nosotros y de los demás y para ello tenemos que
estar convencidos de que dentro de nosotros se encuentra una persona que es
capaz de marcar una diferencia y liderar.
Todas las personas creamos
una narrativa sobre nuestras vidas basada en sus experiencias, en lo que los
demás nos dicen y en lo que leemos y escuchamos en nuestro entorno. Estas
narrativas nos ayudan a comprender el
sentido de nuestras vidas y a
explicarnos por qué estamos dónde estamos y quiénes somos. Pero, en ocasiones,
se convierten en lo que Michael Hyatt describe como creencias limitantes, que
son barreras invisibles que las personas construimos en nuestras mentes y que
nos impiden ir más allá de sus límites invisibles. La única forma de superarlas
consiste en ser consciente de ellas para poder cambiarlas.
Antes de aprender a
liderar, es pues, necesario creer que podemos hacerlo. No es un asunto trivial
ya que nadie nos puede convertir en un líder, debemos hacerlo nosotros solos.
No debemos creer en una de las consecuencias más negativas del mito del talento
que dice que sólo unos pocos con unos talentos especiales para liderar pueden
hacerlo.
En una serie de
experimentos clásicos Albert Bandura y Robert Wood documentaron que la
autoeficacia, definida como las creencias de un individuo sobre sus capacidades
para producir unas acciones específicas, afectaba al desempeño de la persona.
En uno de sus experimentos a un grupo de directivos les dijeron que la toma de
decisiones era una habilidad que se podía desarrollar a través de la práctica y
a otro grupo les plantearon que la toma de decisiones reflejaba sus aptitudes
intelectuales básicas, cuanto mayores fuesen sus capacidades cognitivas mejor
sería su capacidad para tomar decisiones. Trabajando en una organización
ficticia ambos grupos tuvieron que enfrentarse a distintos problemas
relacionados con objetivos de producción. Los directivos que pensaban que la
capacidad de tomar decisiones era una habilidad que se podía adquirir marcaron
metas retadoras, utilizaron estrategias de solución de problemas adecuadas y
fomentaron el aumento de la productividad. Por el contrario los que pensaban
que no contaban con las capacidades necesarias para tomar decisiones perdieron la confianza en sí
mismos al enfrentarse a las dificultades, bajaron sus aspiraciones con respecto
a la organización, su capacidad se resolver problemas se deterioró y la
productividad en la organización bajó.
Otro hallazgo
importante que encontraron en estos estudios es que los directivos que perdían
la confianza en sus propios juicios trasladaban
la culpa de los malos resultados a sus colaboradores. Se mostraban poco
caritativos con ellos manifestando que no eran capaces de motivarse y por tanto
que no merecía la pena dedicarles tiempo a su supervisión. Si se les hubiese
dado la opción comentaban que hubiesen despedido a gran parte de estos
empleados.
Estas investigaciones y
otras similares demuestran que es esencial no decir a alguien que no es capaz
de liderar o de mejorar, siempre aceptando que todos tenemos limitaciones y
fortalezas.
Los autores recomiendan
una acción diaria de “autocoaching” que consiste en preguntarnos todas las
mañanas cuando nos preparamos para afrontar el día: “Quién soy yo, qué hago y
cómo puedo marcar una diferencia?, para posteriormente hacernos la siguiente
pregunta “¿Qué voy a hacer hoy que tenga importancia positiva?”
2.-
El aprendizaje es fundamental. Por definición el
aprendizaje se refiere a adquirir conocimientos sobre algo que desconocemos.
Las personas que hacen siempre lo que ya saben pueden tener mucha experiencia
pero con el tiempo no van a continuar mejorando porque no están aprendiendo
nada nuevo. Distintas investigaciones han mostrado que, los profesores, por
ejemplo, mejoran durante los primeros cinco años de práctica profesional,
estancándose posteriormente el desempeño, con lo que cuando tiene 20 años de
antigüedad su desempeño puede ser similar al que tenía con 10 años de
experiencia.
Por tanto nos tenemos
que hacer la pregunta de si estamos procurando aprender algo nuevo sobre
liderazgo todos los días o nos limitamos a hacer lo que ya sabemos y si estamos
intentando salir de nuestra zona de confort y nos implicamos en actividades que
nos obligan a adquirir nuevas habilidades.
Los autores han
estudiado si existe una sola forma de aprendizaje de liderazgo o si existen
diversas maneras de aprender las distintas competencias asociadas. Encontraron
que si existen diversas vías de aprendizaje y que algunos estilos de aprendizaje
contribuían de una forma más eficaz para la adquisición de ciertas
competencias. Lo importante no es cómo aprendemos sino identificar qué
metodologías son las más adecuadas para
nosotros y que éste aprendizaje sea continuado.
El liderazgo ha sido descrito
con frecuencia en relación con un conjunto de características, estilos, tipos
de personalidad y fortalezas. Todas estas perspectivas tienen valor pero en su
nivel más fundamental el liderazgo se entiende mejor si se considera como un
patrón observable de acciones y comportamientos. La única forma de saber si
alguien está liderando es observar lo que está haciendo cuando se supone que
está liderando.
Aunque el liderazgo,
mantienen los autores, se puede aprender no todos pueden hacerlo y de estos últimos
algunos no llegan a dominarlo. Existen muchas razones pero entre las
fundamentales está el no creer que puedan llegar a ser buenos líderes.
Construir nuestra
capacidad para ser un aprendiz toda nuestra vida comienza por lo que Carol Dweck, profesora de psicología en la Universidad de Stanford, llama un “patrón
mental de crecimiento”. Éste estaría basado en la creencia de que nuestras
cualidades básicas se pueden cultivar a través de nuestros esfuerzos. Los
individuos que poseen este patrón mental están convencidos de que las personas pueden aprender a ser mejores
líderes, en comparación con los que tienen un patrón mental estáticos que
piensan que nuestras cualidades están labradas en la piedra y no se pueden modificar
y por tanto que los líderes nacen y que ningún entrenamiento o experiencia va a
hacer que sean mejores de lo que naturalmente son.
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Aplicando este concepto
a las organizaciones Dweck y sus colaboradores han encontrado que en las que
tienen un patrón de crecimiento sus profesionales consideran que sus compañeros
son de fiar y se sienten más comprometidos y creativos que en las que no lo
poseen.
Nuestras creencias
sobre nuestra capacidad de aprender van a influir en nuestra motivación, en
nuestro nivel de esfuerzo, en nuestro deseo de luchar y en nuestra actitud
abierta hacia el feedback. Si realmente
creemos que podemos aprender lo haremos.
Los autores recomiendan
como ejercicio para mantener nuestra actitud abierta hacia el aprendizaje que
diariamente al final de la jornada laboral o por la mañana si lo preferimos
contestemos a la siguiente pregunta “¿Qué he aprendido en las últimas 24 horas
que me sirva para ser un mejor líder?”
3.-
El liderazgo surge de nuestro interior. Dominar el arte del
liderazgo pasa por dominar el arte de nuestro autodesarrollo.
El liderazgo auténtico
fluye del interior al exterior, lo que implica que descubramos quiénes somos,
qué nos mueve a hacer lo que hacemos y qué es lo que nos concede credibilidad
para liderar a otros. No podemos pensar que podemos hacer algo grande si no nos conocemos a nosotros mismos y nos
sentimos cómodos al compartir nuestra vida con los demás. Si queremos liderar
tenemos que plantearnos cuáles son las respuestas a las preguntas de qué es lo
que nos moldeó en la persona que somos y qué es lo que da significado a nuestro
liderazgo, nuestra vida y nuestro trabajo.
Los autores señalan que
cuando en sus investigaciones han analizado la forma en que los líderes
aprenden y crecen han podido apreciar tres etapas de desarrollo, que consisten
en:
a).-
Mirar al exterior. Cuando estamos empezando a aprender
sobre liderazgo nos fijamos en aspectos externos: leemos biografías de líderes
famosos, observamos lo que hacen los líderes más respetados, pedimos el consejo
de mentores, participamos en programas de formación, aceptamos trabajos que nos
permitan estar con personas que puedan ejercer de coaches nuestros. Queremos
aprender todo lo que podamos de los demás y tendemos a copiar sus estilos.
Hacemos todo esto para
aprender los fundamentos y para adquirir las herramientas y técnicas que otros
han aprendido a través de su experiencia. Es un periodo esencial en el
desarrollo de todo líder. Pero la autenticidad va a surgir cuando encontramos
nuestra propia voz y vamos desarrollando nuestras habilidades.
b).-
Mirar al interior. En algún momento empezaremos a sentir
que nuestras charlas se convierten en mecánicas, que las reuniones nos aburren
y que nuestras interacciones nos parecen vacías y rutinarias. Comenzaremos a
pensar que nuestras palabras no son nuestras, que el vocabulario que empleamos
es el de otra persona y que las técnicas que utilizamos son las que hemos leído
en un libro de texto pero que no las sentimos como nuestras y puede que nos
sintamos como impostores.
Comienza, entonces, un
periodo de exploración, de investigación y de pruebas para encontrar la forma
de expresión más espontánea para nosotros. Para muchos directivos la reflexión
sobre sus mejores experiencias de liderazgo es lo más valorable. Analizar sus
experiencias y pensar sobre sus motivaciones y valores subyacentes les hace
reconocer que el liderazgo no era algo externo a ellos que tenían que
introducir dentro de ellos sino que muchas de las cualidades necesarias para
ser un líder, en la situación presente y en el futuro ya las tenían y lo único
que debían hacer era liberarlas.
c).-
Encontrar nuestra verdadera voz. El punto de inflexión
en nuestro desarrollo como líder se produce cuando somos capaces de fundir las
lecciones de nuestros viajes exteriores e interiores. De repente somos
conscientes de que no tenemos que imitar a nadie, no podemos liderar a través
de las experiencias de los demás.
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