Timothy R.Clark, en su libro “Leading with Competence and Character. Moving beyond title, position and authority”, plantea que el liderazgo se fundamenta en el carácter y la competencia. Los pilares en los que se apoya el carácter son: integridad y humildad, responsabilidad y coraje. Si el carácter, comohemos visto en entradas anteriores, es la infraestructura la competencia es la superestructura. La competencia está relacionada con la maestría y las habilidades. Es la cualidad que nos permite hacer las cosas y hacerlas bien. Cómo líderes tenemos que tener las cuatro siguientes:
I.-
APRENDIZAJE. El primer pilar de la competencia es el
aprendizaje. El imperativo de aprendizaje en el siglo XXI es aprender más
rápido que la velocidad del cambio. Por tanto la disposición del líder en este
contexto debe ser agresiva, ágil, autodirigida y colaborativa con el fin de evitar
tener déficits en su aprendizaje.
II.-
CAMBIO. Es el segundo pilar de la competencia para un líder.
El cambio siempre ha sido una constante pero en el mundo actual es una
necesidad apremiante. Los líderes deben asumir la pérdida continua de ventajas
competitivas y construir la resiliencia necesaria para afrontar los continuos
desafíos. Supone que la cultura se debe ir adaptando a los nuevos retos.
III.-
JUICIO. Es el tercer pilar y nos va a permitir tener un
enfoque global que nos posibilita analizar
las consecuencias de las distintas líneas de acción. El juicio nos va a
ayudar a seleccionar a las personas adecuadas y a detectar cuáles son sus
necesidades individuales. Con juicio vamos a ser capaces de discernir las
motivaciones y habilidades de los demás y a delegar consecuentemente, así como
a discriminar a quién debemos escuchar y a aprender de los éxitos y fracasos y
a evitar el desánimo.
IV.-
VISIÓN. Es el cuarto pilar de la competencia. Implica ver lo
que no existe, es un retrato del futuro. Obtenemos fuerza de la visión cuando
las circunstancias no ayudan y hace que nos apartemos de los convencionalismos
promoviendo la creatividad. Mientras la información sólo informa la visión
inspira.
I.-
APRENDIZAJE
El imperativo actual
normal es que debemos aprender al mismo nivel o sobre los cambios que se
producen constantemente. Las personas aprenden de forma distinta. Algunas no lo hacen desde
un enfoque académico y prefieren hacerlo en el entorno laboral porque es donde
encuentran la aplicación inmediata de lo que están aprendiendo. De todas formas
al final lo que verdaderamente importa es lo que aprendemos más que cómo lo
hacemos.
En el momento actual
estamos en medio de una transición hacia el aprendizaje ágil que es el aprendizaje rápido,
colaborativo y autodirigido para responder a las necesidades que se van
presentando en cada momento. En otras palabras aprender al ritmo del cambio o
por encima de él a, aprendiendo juntos través de un proceso social, trabajando
a través de ciclos rápidos de aprendizaje y prueba y haciéndolo a demanda.
Los líderes hoy deben
modelar los patrones del aprendizaje ágil. Tienen que sentirse cómodos
mostrándose como competentes a través de su habilidad para aprender y
adaptarse, más que apoyándose en sus conocimientos y habilidades actuales ya
que la competencia actual no es necesariamente un buen predictor de la
competencia necesaria en el futuro.
Los líderes deben
aumentar su seguridad en sí mismos y su confianza en los demás a través de
ciclos de aprendizaje y “desaprendizaje”. Deben aceptar el hecho de que tendrán
que pasar por periodos de incompetencia temporal y hasta de fracaso a lo largo
de su carrera. Pero lo harán apoyándose en su habilidad y deseo subyacentes de
aprender. Entre las preguntas que un líder puede hacerse para evaluar su
disposición ante el aprendizaje tenemos por ejemplo las siguientes: ¿Considero que los
conocimientos y habilidades son perecederos?, ¿Creo que el aprendizaje es la
principal ventaja competitiva y que el mayor riesgo para un individuo u
organización se encuentra en dejar de aprender?, ¿Cuento con patrones profundos de aprendizaje
autodirigido?
Los profesionales
“ágiles” y de alto desempeño consideran que las organizaciones son entes
dinámicos que van evolucionando, por lo que el aprendizaje es fundamental para
la competitividad personal y trae consigo satisfacción inherente. También son
conscientes del principio de liderazgo que mantiene que cuantas mayores
responsabilidades vamos asumiendo más debemos apoyarnos en las preguntas si
queremos hacer nuestro trabajo bien ya que:
a).- Las preguntas conducen
a nuevas preguntas.
b).- Las preguntas van
progresando naturalmente de lo general a lo específico. Nuestros procesos
mentales tienden a seguir una pirámide invertida en la que comenzamos por hacer
las preguntas básicas y generales primero y luego vamos pasando a las profundas
e incisivas después.
c).- Las preguntas
tiende a desplazarse de la perspectiva
interna a la externa. Solemos ser etnocéntricos y egocéntricos en las preguntas
que hacemos primero y gradualmente vamos saliendo de nosotros mismos y hacemos
preguntas desde distintos puntos de vista.
d).- Las mejores
preguntas surgen al final y cuesta obtenerlas, en ellas se muestra el pensamiento
original, la creatividad y la innovación y va a permitir que afloren nuevas
opciones y posibilidades.
II.-
CAMBIO
Elegir el cambio o el
cambio será el que nos elija. No existen organizaciones blindadas, el líder
tiene que adaptarse al patrón mental de que está conviviendo en una época de
turbulencia, complejidad y cambios. No es suficiente con
que asuma la turbulencia. Debe ajustarse a ella y para esto requiere ser capaz
de actuar con resiliencia para poder vencer y soportar las adversidades que se
vayan presentando. Las tres características principales de las personas con
alto nivel de resiliencia son confianza, optimismo y gratitud y los factores
adicionales que intervienen para que los líderes sean capaces de construir
resiliencia son: propósito, relaciones, renovación, logro, contribución y
aprendizaje lo que implica que aquellos líderes que muestran un alto grado de
resiliencia se ocupan de cultivar la confianza, el optimismo y la gratitud,
encuentran un sentido a su trabajo, construyen relaciones, buscan su renovación
para mejorar, obtienen logros significativos, contribuyen más allá de sus
intereses personales y aprenden con rapidez y anticipándose a las necesidades
futuras.
Por el contrario
aquellos con baja resiliencia se encuentran atrapados en sus patrones mentales
y cuando el cambio surge no están preparados y encuentran que no pueden
controlarlo, por lo que caen en lo que los psicólogos llaman el pensamiento
catastrófico y se muestran incapaces de manejar las condiciones cambiantes,
resistiéndose al cambio o paralizándose ante el mismo. Los líderes con alta
resiliencia en cambio adoptan otro patrón mental y piensan que ya que las situaciones tienen que cambiar ellos
son capaces de influir en las condiciones.
Como líderes se supone
que tenemos que enfrentarnos a los desafíos con un propósito claro, con
resolución y con rapidez. Al mismo tiempo se espera de nosotros que nos
mostremos colaboradores y que son nos
lancemos a los cambios de forma apresurada o corremos el riego de encontrarnos
solos. Pero con frecuencia tendemos a reaccionar:
a).- Disimulando el
cambio. Los líderes que lo hacen intentan ocultar lo que están haciendo a la
organización para evitar el daño. Desafortunadamente este enfoque suele fallar
a largo plazo, ya que el que líder que actúa de esta forma suele asumir que el cambio ocasionará alarma y
resistencia. En lugar de enfrentarse a los obstáculos trata de evitarlos. Pero
no tienen en cuenta que cualquier cambio organizacional que tiene éxito no suele tener un comienzo tranquilo sino que
se basa en unos resultados positivos va
a requerir que la organización esté alineada. Si intentamos ocultar esta
primera fase probablemente incrementaremos la ansiedad y la oposición que todo
cambio produce.
b).- Forzando el
cambio. Consiste en el proceso de utilizar la autoridad formal y las posiciones
de poder para forzar el cambio. Suele ir acompañado de las siguientes
suposiciones: “sé lo que es mejor para mi organización”, “no tenemos tiempo
para discutirlo”, “ os convenceréis a largo plazo” o “la organización responde
mejor ante las presiones”. Aunque existen elementos de verdad en todas éstas
los profesionales responden normalmente ante estas presunciones con comportamientos
pasivo-agresivos o simplemente se desconectan y abandonan.
Lo más adecuado, por
tanto, es que el líder construya una cultura de resiliencia y alto desempeño.
En la mayor parte de las organizaciones nos encontramos con tres capas de
cultura. La primera es la institucional o macrocultura que es la que
corresponde a toda la organización, la segunda son las subculturas que
coexisten en el marco de la cultura institucional y que comparten muchos de los
patrones de ésta pero que también tienen sus características diferenciadoras y
únicas y por último dentro de las subculturas tenemos las microculturas
asociadas a las más pequeñas unidades organizacionales que suelen ser los
equipos.
Existen dos tipos de
cultura: la visible y la invisible. La primera es la que observamos
respondiendo a unos símbolos, comportamientos y tradiciones. A lo largo del
tiempo las organizaciones van desarrollando naturalmente formas comunes de
hacer las cosas. Las interacciones establecen normas sobre lo que se dice y
hace, pero estas manifestaciones no son las únicas. Existe una capa invisible
de cultura que es la que corresponde realmente a lo que las personas piensan, creen, asumen, sienten y valoran. El
problema está en que no podemos ver este nivel ya que está debajo de la superficie
pero realmente es lo que representa la verdadera cultura de la organización.
Si queremos cambiar la
cultura tendremos que encontrar las
cosas que la modelan en primer lugar. Los seis factores principales que la
definen son siempre los mismos independientemente del tipo de organización y
están relacionados con los ejemplos que se dan, lo que se comunica, lo que se
enseña, lo que se mide, lo que se reconoce y lo que se recompensa. Las culturas
organizacionales no cambian si el comportamiento de los líderes no se
manifiesta de forma distinta a como ha sido en el pasado. Tenemos que
preguntarnos qué es lo que queremos que sea la cultura y debemos comenzar siempre
con el carácter. Si como líderes no estamos modelando comportamientos que reflejen los cuatro pilares del mismo que
hemos visto: integridad, humildad, responsabilidad y coraje la cultura que
queremos lograr no va a reflejar accidentalmente estos atributos.
De todos los tipos de
cambio en una organización el cultural es el más complicado porque está anclado
en el pensamiento humano, en las creencias y en el comportamiento, por lo que
va a requerir más esfuerzo.
Otro aspecto clave para
liderar el cambio consiste en comprender cuál es el contexto de nuestra
organización. Algunos sectores como los correspondientes a las administraciones
públicas suelen mostrarse más resistentes mientras las empresas de carácter privado como las tecnológicas suelen
adoptar una actitud más abierta.
No hay que olvidar que
la última fase del cambio la de consolidación es fundamental si queremos que
éste se mantenga. Existen tres niveles de transición por los que tienen que
pasar un cambio si queremos que impregne la cultura y tenga continuidad en el
tiempo. Si el líder no es capaz de gestionar estos niveles el cambio fracasará.
Son los siguientes:
1.- Cambio técnico.
Implica poner en marcha todos los apoyos que no tienen relación con la conducta
que son necesarios para el nuevo comportamiento. Por ejemplo establecer
políticas y procedimientos, las normas de comunicación, la formación adecuada,
los sistemas de medida y evaluación, etc.
2.- Cambio de
comportamiento. Se alcanza este nivel cuando las personas comienzan a actuar de
forma diferente bajo las nuevas condiciones y con la ayuda de los distintos
recursos puestos a su disposición.
3.- Cambio cultural. Es
el último nivel y en el que el cambio ha arraigado en el corazón de las
personas. El comportamiento cambia antes que la mente y el corazón. Los humanos
tendemos a actuar antes que a creer. El cambio se mantiene cuando la cultura
verdaderamente le apoya y es el más
difícil de cambiar en una organización porque las personas tardan en
interiorizar, aceptar y apoyar un nuevo comportamiento emocionalmente aunque
puedan estar haciéndolo ya de forma intelectual y conductual. Las personas
necesitan tiempo para interiorizar el cambio y hacerlo suyo.
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