Simon Horton, en “The leader´sguide to negotiation. How to use soft skills to get hard results” publicado por Financial Times, que estamos comentando, plantea que la mayor parte de los grandes negociadores consideran que el 75% de su éxito radica en una buena preparación de la negociación.
Todos podemos caer seducidos por la complacencia y
creer que cómo hemos negociado diversos acuerdos previamente nuestras
habilidades naturales o nuestra experiencia van a facilitar el que podamos
manejar a la otra parte sin dificultades. Esta es una receta para el fracaso y
para el lamento posterior.
Por tanto, debemos pensar en el grado de rigor con que
nos tenemos que preparar y que aspectos tiene que abarcar el proceso. Éste debe
comenzar por responder a las siguientes preguntas:
1.- ¿Cuál es
nuestra meta principal?
2.- ¿Qué es
lo que realmente vamos a intentar conseguir a través de un acuerdo?
3.- ¿Por qué
queremos conseguirlo?
4.- ¿Cómo
encaja esta negociación en un marco global?
Los intereses y las posiciones no son mutuamente
exclusivos pero debemos comenzar teniendo en cuenta la perspectiva más amplia
para ir posteriormente a los detalles. Tenemos que tener en cuenta que
normalmente existirá una amplia variedad de resultados con los que nos
sentiríamos felices por lo que debemos seleccionar cuál sería el ideal.
Muchos negociadores no alcanzan el mejor acuerdo que
tienen a su disposición porque no lo piden, por lo que siempre tenemos que
hablar con la otra parte y mostrarnos ambiciosos y optimistas ya que distintas
investigaciones han demostrado que aquellos que inician las negociaciones con
las mayores aspiraciones obtienen los mejores resultados.
Nuestras peticiones deben estar justificadas y para
ello debemos considerar cuál es la más elevada que podemos pedir sin perder
nuestra credibilidad y cómo la vamos a defender con argumentos sólidos.
Cuanto más claro tengamos el resultado que deseamos
obtener mayores posibilidades tendremos de alcanzarlo. Esto significa que es
importante que entremos en detalles ya que las negociaciones rara vez son
unidimensionales, casi siempre son complejas e identificar los detalles de cada
una de las diferentes variables que van a intervenir nos va a dar un mayor
poder. Tenemos que conocer cuál es nuestro resultado preferente para cada una
de estas variables y también el mínimo que estaríamos dispuestos a aceptar con
respecto a ellas.
Posteriormente tenemos que priorizar ya que al hacerlo
estaremos asegurándonos de que conseguimos aquello que es más importante para
nosotros. La forma más sencilla que tenemos para categorizar nuestras variables
es tener en cuenta lo que:
a).- Debemos conseguir.
b).- Sería agradable tener.
c).- No nos preocupa no lograr.
Para evaluar nuestro mejor resultado y la mejor ruta
para lograrlo deberemos investigar sobre la situación para lo que tenemos que
hacernos las siguientes preguntas:
1..- ¿Qué tipo de investigación tengo que llevar a
cabo?
2.- ¿Qué presunciones están involucradas?
3.- ¿Cómo puedo verificarlas?
Una vez que tenemos claro cuáles son nuestros
objetivos debemos ver las cosas de la forma en que la parte contraria las ve.
De esta forma podremos comprender mejor su punto de vista y podremos hacernos
las mismas preguntas en relación con su resultado esperado que nos hemos hecho
a nosotros.
Por tanto, debemos investigar y averiguar cuál es su
situación, cuáles son sus limitaciones, sus aspiraciones a largo plazo, las
reglas de su organización, su política interna, sus sentimientos personales,
fortalezas y debilidades, sus tendencias de mercado y sus competidores.
Tenemos, también, que procurar conocer cómo nos ven y
cómo consideran nuestras fortalezas y debilidades e intentar averiguar los
aspectos complicados que nos van a plantear para poder preparar nuestras
respuestas. Asimismo debemos reflexionar sobre cuáles son sus expectativas a
largo plazo para de esta forma poder crear el mayor valor posible para ambas
partes.
Una vez que hemos llegado a conocer nuestros intereses
y los suyos éstos se tienen que convertir en nuestro punto de referencia para
diseñar cualquier acuerdo. Horton, en este punto, recomienda:
a).- Investigar todo lo posible sobre la situación del
contrario utilizando todas las fuentes disponibles.
b).- Procurar ponernos en su lugar y analizar cómo se
puede interpretar el acuerdo desde su perspectiva.
c).- ¿Qué es lo que realmente les motiva y mueve?
d).- ¿Cómo podemos inspirarles?
e).- Cuál sería el resultado ideal para ellos?
f).- ¿Cómo priorizan las distintas variables?
g).- ¿Cuáles son las posibilidades de negociar?
h).- ¿Cuál es
el mínimo que pueden aceptar?
i).- ¿Qué aspectos de su cultura debo conocer y
qué impacto pueden tener en la
negociación?
Normalmente no priorizaremos los resultados deseados
de la misma forma que la otra parte, lo que nos va a dejar un margen de
maniobra y una oportunidad de llegar a un acuerdo. Podremos conceder algo que
tiene un nivel de prioridad bajo para nosotros pero alto para ellos con lo que
ambas partes quedarán satisfechas.
Otro factor que tenemos que tener en cuenta en la
preparación de la negociación es que en la mesa de negociación suele haber más
de una persona en la parte contraria y que otras van a verse afectadas por las
decisiones tomadas. Si existe más de un negociador será parte de un equipo y
cada miembro del mismo puede tener una agenda distinta, algunos estarán
dispuestos a llegar a un acuerdo negociado y otros no. Para solucionar esta
situación hay que facilitar que la otra parte pueda negociar previamente entre
sí antes de que nos reunamos con ellos. Lo mismo debemos hacer con nuestro
equipo para asegurarnos que todas las facciones que lo componen actúan al
unísono.
Por otro lado, las diferencias en la agenda del equipo
contrario pueden crear una situación que nos ofrezca más oportunidades para
alcanzar un acuerdo ya que no son una unidad indivisible. Para entender la
verdadera dinámica de un acuerdo tenemos que identificar a todos los posibles
afectados por el mismo: quién puede tener impacto sobre el acuerdo y quién
puede ser impactado por el mismo. Posteriormente seleccionar de entre
ellos a los decisores clave y a los que
ejercen mayor influencia e intentar
averiguar cuáles son las relaciones entre ellos. Cuando Mahatma Gandhi
negociaba con el Rajá aspectos sobre el gobierno de India antes de cada reunión
preparaba una mesa en la que asignaba un sitio a cada uno de los principales
asistentes. Luego ocupaba cada una de las sillas reservadas y se imaginaba en
cada ocasión que era el delegado que iba a ocupar ese lugar e intentaba contemplar
la mesa desde su perspectiva: se
preguntaba qué era lo que éste querría que pasase y lo que no querría que
ocurriese, así como lo que podría pensar del resto de los negociadores. De esta
forma procuraba captar las fuerzas reales que operaban en la mesa de
negociación y reflexionar sobre cómo las podía equilibrar para su interés.
David Lax y James Sebenius han desarrollado un enfoque
para abordar las complejas situaciones en las que intervienen numerosas partes al que llaman
“negociando hacia atrás” , que recogen en su libro "3-D Negotiation”. Su consejo
consiste en hacer un mapa con todas las personas involucradas e identificar a
la persona clave a la que tenemos que convencer para obtener el resultado que
deseamos. Posteriormente deberemos trabajar “hacia atrás” y preguntarnos qué
tenemos que hacer para conseguir su apoyo y seleccionar todos los potenciales
aliados y negociadores con influencia y hacer lo mismo con ellos identificando
cuáles son sus metas . Seguir haciéndolo hasta que tengamos perfilada nuestra
estrategia. Al final de este proceso contaremos con un mapa del camino con el
que navegar.
Otra fase de la preparación consiste en prepararnos
nosotros para asegurarnos de que nuestros pensamientos son lo más lógicos
posible y con esta finalidad Max Bazerman y Margaret Neale, tras realizar
diversas investigaciones sobre el tema, proponen en su libro “Negotiating Rationally” la realización de una “auditoría de nuestro juicio”. Para ello
debemos:
1.- Ser muy honestos con nosotros mismos.
2.- Analizar nuestras historias y datos desde
distintos ángulos o fuentes.
3.- Preguntarnos si pueden estar equivocados.
4.- Buscar las preguntas, experimentos o evidencias
que pueden probar que son correctos o incorrectos.
5.- Pedir la opinión de otros que pensamos que pueden
estar en desacuerdo con nosotros.
6.- Tener en cuenta la perspectiva de la otra parte y
ver a qué conclusiones podemos llegar desde su punto de vista.
7.- Trabajar con la creencia de que estas reflexiones
son acertadas pero que pueden estar equivocadas y debemos planificar el
escenario en ese caso.
Una vez que hemos hecho esto hacer lo mismo para la
otra parte. Pueden estar siendo influidos, también, por algo que no es lógico.
Si somos capaces de identificarlo podremos indicárselo a la parte contraria de
forma diplomática o podemos intentar tenerlo en cuenta en nuestro pensamiento.
La última etapa de la preparación es aquella en la que
tenemos que analizar qué hacer si decidimos abandonar la negociación. Si
tenemos listo un plan B incrementará nuestro poder en el curso de la
negociación.
Horton recomienda que abordemos cada negociación
pensando que es perfectamente correcto no alcanzar un acuerdo, ya que pensar
que dependemos en exceso de un único acuerdo puede resultar potencialmente
catastrófico. Por tanto, debemos invitar activamente a un “no”, sin confundirlo
con un ultimátum, Ya que éste último con frecuencia obtiene un resultado porque
la parte contraria no quiere arriesgarse a perder algo pero se puede
interpretar que hemos estado negociando con mal fe y las relaciones posteriores
se pueden resentir. Pero si decimos “no” de forma honesta la otra parte sabrá
exactamente cuál es la situación y las negociaciones podrán continuar.
Es importante que sepamos en que momento debemos
abandonar la negociación y para ello tenemos que conocer cuál es lo que Fisher
y Ury en “Getting to yes” llamaron Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado
(BATNA). También puede ser oportuno tener pensado cuál es nuestra Peor
Alternativa a un Acuerdo Negociado (WATNA) y cuáles son ambas alternativas para
la parte contraria.
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