Robert E. Quinn y AnjanV. Thakor en la edición de julio y agosto de Harvard Business Review plantean
que si los líderes son capaces de conectar a sus profesionales con un propósito
inspirador éstos aportarán una mayor energía y creatividad a sus trabajos y se
comprometerán más con los mismos.
No hablamos de contar
con una misión clara ya que ésta suele centrarse en cómo la organización puede
generar valor económico, sino que el propósito debe responder a unas
aspiraciones superiores, que expliquen cómo las personas que trabajan en dicha
organización están marcando una diferencia y su trabajo tiene un significado
más profundo.
Normalmente si como
muchos ejecutivos aplicamos una convencional lógica económica vemos a nuestros
profesionales como agentes centrados en sí mismos y diseñamos nuestras
prácticas organizacionales y cultura de acuerdo con esta idea y los resultados
conseguidos no han sido los esperados. Por tanto nos enfrentamos a una
elección:
a).- Reforzamos ese
enfoque en la creencia de que lo que tenemos que hacer es establecer controles
más estrictos para alcanzar el impacto deseado.
b).- Alineamos la
organización con un auténtico propósito más elevado.
Si la segunda es la
opción los profesionales se mostrarán dispuestos a probar cosas nuevas,
profundizar en su aprendizaje, asumir riesgos y realizar contribuciones
sorprendentes.
Muchos ejecutivos
evitan trabajar en definir y potenciar
un propósito para su organización porque desafía algunas enseñanzas
adquiridas en las escuelas de negocio en relación a que el trabajo es un hecho
puramente contractual y que los profesionales, por tanto lo único que buscan es
minimizar los costes personales y los esfuerzos.
Estas creencias no son
necesariamente erróneas porque describen los comportamientos que se dan en
muchos entornos. Pero al tiempo van a ocasionar que se produzca una profecía
autocumplida, ya que cuando los directivos consideran que los profesionales van
a actuar de esa forma crean el mismo problema que están esperando y van a
responder principalmente a los incentivos marcados en sus contratos y a los
controles impuestos en estos. Por tanto, no sólo van a dejar de ver y
aprovechar múltiples oportunidades sino que van a resultar conflictivos, van a
evitar el feedback, su desempeño va a ser bajo y van a estancarse a nivel
personal. Los directivos consideran entonces que sus creencias sobre sus
profesionales se han validado y ejercen un control sobre ellos todavía mayor,
recurriendo aún más a los incentivos extrínsecos. Éstos se van a centrar
exclusivamente en conseguir esas recompensas con frecuencia a expensas de
actividades que son más difíciles de medir y suelen ser ignoradas como el
mentorizar a los subordinados o compartir buenas prácticas. Las personas hacen
sólo lo que tienen que hacer y los resultados siguen empeorando.
Los autores han podido
comprobar, en su trabajo de consultoría en cientos de organizaciones y en sus
investigaciones que han incluido extensas entrevistas con docenas de líderes y
el desarrollo de un modelo teórico, que cuando un propósito auténtico impregna
la estrategia de la organización y la toma de decisiones el bien personal y el
bien colectivo se convierten en uno. La presión positiva entre los
profesionales se introduce y éstos sienten que tienen nuevas energías, la
colaboración se incrementa, el aprendizaje se acelera y el desempeño aumenta.
Cuando las organizaciones
asumen un propósito la razón para ello con frecuencia suele ser que una crisis
fuerza a los líderes a cuestionarse sus creencias sobre la motivación y el
desempeño y a experimentar nuevos enfoques. Pero no es necesario esperar a que
se planteen estas situaciones extremas por lo que los autores proponen un
modelo para ayudar a construir una organización movida por un propósito y que
consiste en seguir los siguientes pasos:
1.-
Visualizar una fuerza laboral inspirada.
Según los economistas
todos los empleadores se encuentran ante el problema: “contratador-agente” que
es el modelo económico estándar para describir las relaciones de las
organizaciones con sus trabajadores. La idea básica es que el contratador y el
empleado acuerdan un contrato de trabajo por el que éste último se compromete a
realizar un trabajo ( sólo lo firmado, ya que siente aversión por el esfuerzo)
por una determinada cantidad de dinero. Como el esfuerzo tiene un coste
personal el “agente” va a tener un desempeño bajo salvo que el contratador
incluya incentivos en el contrato y sistemas de control para contrarrestar esta
tendencia.
Este modelo descarta la
idea de una fuerza laboral totalmente comprometida. Una forma de cambiar esta
percepción consiste en exponer a los líderes a excepciones positivas a esta
regla. Si encontramos un ejemplo positivo, un profesional, un equipo o una
unidad, que destaca por exceder las normas éste puede servir para inspirar al
resto. El líder tiene que buscar la excelencia y encontrar el propósito que la
moviliza y luego imaginar cómo puede transmitirlo e imbuirlo a todos sus
profesionales.
2.-
Descubrir el propósito.
El líder lo puede hacer a través de la empatía, sintiendo y
comprendiendo cuáles son las necesidades más profundas de su fuerza laboral, para
lo cual debe plantear preguntas provocadoras, tiene que escuchar activamente y
reflexionar.
3.-
Reconocer la necesidad de autenticidad.
Hablar del propósito se
ha convertido en algo popular y hasta los líderes que no creen en él se ven
forzados, por las presiones de los comités de dirección, los inversores,
profesionales y otros grupos de interés, a formular un propósito elevado. Esta situación
con frecuencia conduce a declaraciones en las que la organización anuncia su
propósito y valores pero posteriormente los comportamientos de sus altos directivos no encajan
con sus palabras y afirmaciones. Todos
reconocen la hipocresía y los profesionales se vuelven más cínicos con lo que
se ha conseguido lo contrario de lo perseguido y se produce un daño.
Algunos altos
directivos intuitivamente comprenden este riesgo e intentan que el propósito
sea realmente auténtico. Si éste lo es los trabajadores lo sabrán porque va a
influir y marcar todas las decisiones que se tomen a nivel organizacional. En
ocasiones se descubre cuáles son los valores y propósito cuando las cosas van
mal y su verdadera naturaleza se revela por lo que sus líderes hacen en estas
situaciones.
4.-
Convertir el mensaje auténtico en un mensaje constante.
El líder no debe pensar
que crear una organización movida por un propósito es un proceso limitado en el
tiempo. Tiene que seguir continuamente clarificando su propósito. Si se mantiene como guía constantemente el propósito cala en la
conciencia colectiva y la cultura cambia y el desempeño comienza a elevarse.
Los procesos se simplifican y su ejecución se facilita, así como su
mantenimiento. Los profesionales comienzan a buscar soluciones permanentes en
lugar de medidas provisionales que crean más ineficiencias.
Por tanto, cuando un
líder transmite el propósito con autenticidad y constancia, sus profesionales
van a reconocer su compromiso, van a comenzar a creer en éste y a reorientar su
trabajo. El cambio se propicia desde arriba pero se desarrolla desde abajo.
5.-
Estimular el aprendizaje individual.
La lógica económica
convencional se apoya en motivadores externos, pero al incorporar un propósito
más elevado los líderes reconocen que el aprendizaje y el desarrollo son
poderosos incentivos ya que los profesionales lo que normalmente realmente
desean es pensar, aprender y crecer. Al ayudar a éstos a comprender la relación
que existe entre un propósito elevado y el proceso de aprendizaje continuo los
líderes pueden fortalecerlo ya que los trabajadores se sentirán motivados para
tomar iniciativas para su desarrollo.
6.-
Convertir a los mandos intermedios en líderes movilizados por un propósito.
Para generar una fuerza
laboral inspirada y comprometida hay que contar con los mandos intermedios que
no sólo conocen el propósito de la organización sino que están profundamente
conectados con el mismo y gestionan con el poder moral.
7.-
Conectar a los profesionales con el propósito.
Una vez que los
directivos y mandos intermedios han internalizado el propósito de la
organización deben ayudar a los profesionales de primera línea a ver cómo éste
conecta con sus tareas diarias. Pero una orden de arriba abajo no funciona.
Tienen que ser los trabajadores los que se ilusionen y se comprometan.
Por ejemplo, en KPMG se
ha promovido que los profesionales compartan en sus redes sociales la forma en
que están marcando una diferencia. Se ha desarrollado un programa llamado el “reto
de las 10.0000 historias” que da a los profesionales acceso a un programa que
les invita a crear posters que respondan a la pregunta: “¿Qué es lo que
haces en KPMG?” para captar su pasión y conectarla al propósito de la
organización. 27.000 personas prepararon 42.000 posters y encuestas posteriores
demostraron que los índices de compromiso de los profesionales habían alcanzado
niveles récord y se había incrementado enormemente.
8.-
Descubrir a los agentes positivos.
Toda organización cuenta
con una serie de profesionales que con frecuencia pasan desapercibidos. Éstos forman
la red de “energizantes positivos”. Distribuidos aleatoriamente a través de la
organización se encuentran personas maduras, movidas por un propósito con una orientación
optimista que inspiran a los demás. Se muestran abiertas y en disposición de
tomar iniciativas y pueden colaborar en todos los pasos del cambio cultural.
Son fácilmente identificables y sus compañeros están dispuestos a seguirlos y a
confiar en ellos.
Un propósito
trascendente no tiene por qué ser un ideal inalcanzable. Tiene implicaciones
prácticas, aunque no pueda garantizar beneficios económicos, para la salud
financiera y la competitividad de la organización. Los profesionales que
encuentran un propósito en su trabajo ofrecen libremente su energía y
dedicación, desafiando las creencias económicas básicas sobre el interés propio
y egoísta. Crecen en lugar de secarse. Hacen más y lo hacen mejor.
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