En la newsletter de Farnam Street del 29 de marzo Shane Parrish plantea
que con frecuencia nos recomiendan que destaquemos en alguna cosa pero que al
ser cada vez más complicado predecir el futuro contar con diversas opciones nos
permitirá sobrevivir cuando el camino que tenemos por delante se tambalee.
Para prepararnos para afrontar un mundo
que puede cambiar drásticamente y rápidamente debemos mantener diversas
opciones abiertas, aunque la tendencia sea el que dediquemos muchas horas a
especializarnos en aquello que consideremos que es nuestra pasión para poder
triunfar.
La realidad es que vivimos en un mundo
en el que por su constante cambio tenemos que ser capaces de responder
eficazmente ante las nuevas demandas si no queremos perder nuestros trabajos,
frustrarnos y sentirnos inútiles.
En lugar de centrarnos en ser muy buenos
en una sola cosa podemos adoptar otra estrategia que nos puede ser más útil:
preservar nuestras opciones. Cuantas más tengamos mejor preparados estaremos
para hacer frente a los imprevistos y a la incertidumbre y podremos mantenernos
serenos cuando los demás entren en pánico porque tendremos elecciones.
Preservar nuestras opciones significa evitar limitar nuestras dependencias o
posibilidades y mantenernos abiertos a las oportunidades y tener siempre un
plan de reserva.
Al hablar de opciones nos referimos a la
acción de mantener la mayor cantidad posible de posibilidades abiertas. En el
contexto de una estrategia tiene que tener unas limitaciones, por ejemplo :
apostar en un casino no puede ser una opción, el resultado es conocido, pero si
lo hacemos por una nueva startup, en cambio las ganancias pueden ser grandes y
las pérdidas estarán limitadas a la cantidad que invirtamos.
Las opciones se presentan constantemente
pero aquellas que pueden cambiar nuestras vidas con frecuencia aparecen en
tiempos de grandes cambios, pero si nos especializamos excesivamente el cambio
los contemplaremos como una amenaza y no como una oportunidad. La
superespecialización en una sola área es muy limitante, especialmente si
requiere mucho esfuerzo para mantenerla.
Pocas personas se encerrarían
voluntariamente en una situación no deseada, pero con frecuencia tomamos
decisiones pequeñas y racionales que terminan eliminando nuestras opciones con
el paso del tiempo. Esta es la tiranía de las pequeñas decisiones, concepto
identificado por el economista Alfred Kahn en 1966. Éste mantenía que pequeñas
decisiones pueden conducir a malos resultados, ponía el ejemplo de que si
alguien hace 75 años hubiese hecho la siguiente proposición: “ Se cómo
construir un vehículo que puede poner a disposición de cada persona el
equivalente a 200 caballos y que permitirá que viajemos solos o acompañados a
una media de 60 a 80 millas la hora. Pero los costes de estos artilugios van a
suponer una pérdida de 40.000 vidas al año, el calentamiento global, la
decadencia del interior de las ciudades, desplazamientos continuos a los
trabajos y la extensión de los suburbios de las ciudades”. La respuesta sería
negativa pues no escogeríamos el avance de la tecnología de los transportes si pudiésemos
haber visto inmediatamente los costes nocivos. Pero aceptamos esa oferta en el
tiempo a través de millones de pequeñas decisiones y ahora es difícil volver
atrás. La mayor parte del mundo moderno está construido para acomodar a los
coches y conducir es ahora la elección “racional” independientemente de sus
efectos destructivos. Parece como si ya no tuviésemos otra opción. Es el
problema de determinadas pequeñas decisions que parece que no tienen
trascendencia pero que en algún momento pueden ocasionar que las alternativas
desaparezcan y nos quedemos sin opciones.
Resulta fácil predecir los inconvenientes
de las grandes decisiones, pero los de las pequeñas son más elusivos. En una
economía de mercado Kahn explica que el cambio es el resultado de minúsculos
pasos, pero que combinados pueden tener tremendos efectos acumulativos en
nuestra libertad colectiva. Día a día es difícil contemplar el camino que se
está formando pero en algún momento, según Kahn, podemos mirar y ver que no nos
gusta hacia donde estamos yendo y no podemos hacer nada para modificarlo ya que
es demasiado tarde. Sólo si a los consumidores se les ofrece la totalidad de
las alternativas posibles y socialmente deseables los errores en la asignación
de recursos fruto de la tiranía de pequeñas decisiones de mercado se evitarán.
La tragedia de los bienes comunes es otra muestra
del poder de las pequeñas decisiones. Gareth Hardin lo describe con el ejemplo
de la posibilidad en un pueblo de que sus habitantes utilicen unas tierras
comunes y pueden optar por utilizarlas para la agricultura o la ganadería como
pastos. Si todos la emplean para este último fin los pastos se agotan por el
exceso de ganado y todos se quedan sin opciones. Ninguna de las personas busca
que los recursos se acaben pero cada persona realiza una serie de pequeñas
opciones que pueden ocasionar la ruina del medio ambiente.
Preservar las opciones tiene tanto que
ver con cambiar nuestras actitudes como nuestras circunstancias, así como con
aprender a detectar las oportunidades y aprovecharlas. No es un concepto nuevo.
Ya en el Antiguo Testamento se recomienda invertir en 7 u 8 iniciativas o
empresas puesto que no sabemos que desastres podían acontecer a la tierra.
En el mundo actual preservar nuestras
opciones se puede integrar en numerosas áreas de nuestra vida si nos
preocupamos de buscar formas de prepararnos para una serie de eventos posibles.
Implica desarrollar habilidades generalistas como la creatividad en lugar de
especializarnos en un área muy concreta como, por ejemplo, una tecnología
particular. Cuanto más variadas sean nuestras capacidades (conocimientos y
habilidades) mejor posicionados nos encontraremos para aprovechar las nuevas
oportunidades.
Esto significa, por ejemplo, no depender de un solo distribuidor para
nuestros productos o que todo un sector industrial dependa del
aprovisionamiento de un solo país. No podemos tomar decisiones basándonos en cómo
era el mundo en el pasado. Preservar las opciones supone buscar la diversidad,
lo que puede facilitar el que las organizaciones puedan seguir funcionando
cuando las circunstancias cambien. Por ejemplo no podemos seguir construyendo
nuestras sociedades alrededor del petróleo, que es un recurso finito, por lo
que el desarrollo de múltiples tipos de energías alternativas sostenibles crea
nuevas opciones.
Finalmente preservar nuestras opciones,
como hemos visto, va a implicar el prestar atención y contemplar la vida desde
distintas perspectivas y el construir una base versátil de conocimientos,
permitiendo que surja la serendipidad y las conexiones inesperadas. Debemos buscar
expandir nuestra zona de confort y competencias e ir tomando pequeños riesgos
que tengan potencialmente grandes ventajas e inconvenientes limitados.
Paradójicamente, también va a demandar que
digamos que no a muchas oportunidades y que evitemos todo lo que puede ser restrictivo,
para aceptar solo aquello que facilite la creación de más opciones.
Preservar nuestras opciones, como
conclusión, es importante porque nos da la flexibilidad suficiente para
capitalizar los cambios que son inevitables. Para mantener nuestras opciones
abiertas, por tanto, necesitamos diversidad de perspectivas, conocimientos y
habilidades. No nos gustaría encontrarnos en la situación de ser capaces
exclusivamente de vender algo que nadie quiere. Los cambios rápidos y
extraordinarios son la norma, por lo que para adaptarnos de una forma que sea
útil debemos mantener nuestras opciones abiertas.
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