Raffaella Sadun, Joseph Fuller,
Stephen Hansen y PJ Neal en la edición de julio – agosto de Harvard Business Review plantean
que durante mucho tiempo cuando las organizaciones deseaban contratar a los
ejecutivos clave sabían qué es lo que tenían que buscar: alguien con
experiencia y conocimientos técnicos,
habilidades administrativas destacables y una historia de gestión exitosa de
recursos financieros. Cuando cortejaban a candidatos externos con frecuencia lo
hacían a ejecutivos de compañías como GE, IBM, P&G, McKinsey o Deloitte,
por ejemplo, que tenían la reputación de cultivar esas habilidades en sus
directivos.
Esta práctica se ha quedado
anticuada en la actualidad. Han cambiado
tanto las cosas en las dos últimas décadas que las organizaciones no pueden
seguir asumiendo que los líderes con pedigrís directivos tradicionales
triunfarán en la alta dirección actual.
Hoy en día las empresas
necesitan contratar ejecutivos que sean capaces de motivar a fuerzas laborales
diversas, tecnológicamente diestras y globales, por ejemplo, lo que supone un
gran desafío para los responsables de la selección, ya que las competencias
requeridas a los altos directivos incluyen nuevas y con frecuencia habilidades
más “blandas” que son escasamente valoradas en el mundo de las corporaciones.
Ante esta situación las
organizaciones primero deben dar el paso de aclarar lo que necesitan los altos
ejecutivos para tener éxito, pero actualmente existe poca evidencia rigurosa
sobre las competencias que se deben demandar, por lo que los autores han
realizado una investigación basada en aproximadamente 5000 descripciones de
puestos de trabajo que Russell Reynolds, una de las principales empresas de
selección de directivos en el mundo, ha desarrollado con sus clientes desde los
años 2000 a 2017. Los datos han servido para estudiar las expectativas no solo
en relación al CEO, sino también sobre otros 4 líderes clave: el responsable
financiero, el de recursos humanos, el de servicios de información y el de
marketing.
El estudio ha producido una
serie de perspectivas. La principal es que en las últimas dos décadas las
compañías han redefinido significativamente los roles de los altos ejecutivos.
Las competencias tradicionales que hemos mencionado, siguen siendo muy
relevantes, pero cuando las organizaciones buscan a sus líderes principales,
especialmente al más alto responsable, conceden menos importancia a estas capacidades
que lo que hacían anteriormente y en cambio priorizan una sobre todas: grandes
habilidades sociales, como una elevado nivel de autoconocimiento, la habilidad
de escuchar y comunicar bien, la facilidad para trabajar con diferentes tipos
de personas y grupos y lo que los psicólogos llaman “la teoría de la mente” o capacidad de
inferir cómo se sienten y piensan los demás.
El análisis de los autores
revela que las habilidades sociales son particularmente cruciales en entornos
en los que la productividad gira en torno a la comunicación efectiva como
ocurre en las grandes y complejas organizaciones. En ellas los altos directivos
no pueden limitarse a realizar tareas operativas rutinarias, ya que tienen que
dedicar una cantidad significativa de tiempo a interactuar con otros y a
favorecer la coordinación, comunicando información, facilitando el intercambio
de ideas, construyendo y supervisando equipos e identificando y resolviendo
problemas.
Esta evolución de los
requerimientos de habilidades en las cúpulas directivas es paralela a los de la
fuerza laboral en general. En la actualidad, en todos los niveles de la
organización los puestos de trabajo van requiriendo habilidades sociales más
desarrolladas.
Los autores han identificado
dos factores principales en la creciente demanda de habilidades sociales:
I.- EL TAMAÑO DE LA ORGANIZACIÓN Y SU COMPLEJIDAD
El foco en las
habilidades sociales es especialmente evidente en las grandes compañías. Este
patrón es consistente con la idea de que en las organizaciones más grandes y
complejas se espera que los altos directivos sean capaces de coordinar los
conocimientos dispares y especializados, encajar los problemas de la
organización con las personas capaces de resolverlos y orquestar de forma
efectiva la comunicación interna. Para realizar adecuadamente estas tareas
ayuda el ser capaz de interactuar bien
con los demás.
II.- LAS RELACIONES
Pero la importancia de las habilidades
sociales en las grandes compañías surge por algo más que la complejidad de las
operaciones que realizan en su interior. Refleja también la red de relaciones
críticas que sus líderes deben cultivar y mantener en el exterior. La diversidad
y número de esas relaciones puede resultar abrumador. Peter Drucker escribió hace ya
décadas que cuanto más se automatiza la gestión de la información más necesaria
será la creación de oportunidades para una comunicación efectiva. Sus palabras
han resultado ser proféticas ya que en la actualidad las compañías que se
apoyan significativamente en tecnologías de procesamiento de la información
tienden a ser aquellas que necesitan líderes con habilidades sociales
destacadas.
Esto ocurre porque crecientemente, en
cada parte de la organización, cuando las compañías automatizan las tareas
rutinarias, su competitividad gira alrededor de capacidades que los sistemas
informáticos no tienen, como juicio, creatividad y percepción. En firmas
intensivamente tecnológicas donde la automatización está muy extendida sus
líderes tienen que alinear una fuerza laboral heterogénea, responder a situaciones
inesperadas y gestionar conflictos en el proceso de toma de decisiones. Todo
esto requiere directivos con grandes habilidades sociales.
Por tanto, en resumen, cuantas más
tareas se asignen a la tecnología, más demanda existirá de profesionales con
habilidades sociales superiores en todos los niveles.
La investigación de los autores sugiere que
el incremento en el interés por las habilidades sociales se ve espoleado por otros
dos factores movilizadores, que son más difíciles de cuantificar pero que
juegan un papel importante en el cambio que se está produciendo:
III.- REDES SOCIALES Y TECNOLOGÍAS DE NETWORKING
Históricamente los altos directivos no
atraían mucho interés público, salvo en el caso de celebridades como Jack Welch en General
Electric, Akio Morita en Sony o Lee Iacocca en Chrysler. Esa época ha terminado
y los altos directivos se espera que sean figuras públicas, están obligados no
solo a interactuar con un creciente abanico de grupos de interés externos e
internos, sino a hacerlo personalmente, responsablemente y con transparencia.
No pueden ya apoyarse en otros departamentos como el de comunicación
corporativa para ocuparse de todas estas relaciones.
Más aún los altos ejecutivos deben
gestionar las interacciones en tiempo real, debido a la creciente prevalencia
de las redes sociales que pueden captar y publicitar los tropiezos casi
instantáneamente y de las plataformas de networking como Slack y Glassdoor que
permiten que los profesionales diseminen ampliamente información y opiniones
sobre sus compañeros y jefes.
En el pasado, también, se esperaba que
los ejecutivos fuesen capaces de explicar y defender todo lo que hacían, desde
sus estrategias de negocio hasta sus prácticas de recursos humanos. Pero lo
podían hacer en entornos controlados en el tiempo y lugar de su elección. Ahora
deben estar constantemente sincronizados con cómo sus decisiones son percibidas
por las distintas audiencias.
IV.- DIVERSIDAD E INCLUSIÓN
Otro reto al que se enfrentan los altos
ejecutivos es el de manejar los temas relacionados con la inclusión y diversidad
de forma pública, empática y proactiva. Esto, también, demanda fuertes
habilidades sociales. Los ejecutivos que posean la capacidad de percibir el
estado mental de los demás pueden moverse con mayor facilidad entre los distintos
grupos de profesionales, hacerles sentirse escuchados y representar sus
intereses dentro de la organización ante el cuadro directivo y ante el resto de
grupos de interés externos. Más importante aún, pueden nutrir un entorno en el
que el talento diverso prospere.
Ante el rol crítico que las habilidades
sociales juegan en el éxito del liderazgo las compañías deberán centrarse en
las siguientes áreas a la hora de seleccionar y desarrollar nuevos líderes:
1.- Construcción sistemática de habilidades sociales
Tradicionalmente el desarrollo de
futuros líderes se ha centrado en la rotación por los departamentos y funciones
más importantes, por el trabajo en varias localizaciones geográficas y por la
realización de programas de desarrollo directivo. Se asumía que la mejor forma
de preparar a los profesionales prometedores era a través del desarrollo de
determinadas competencias en una variedad de roles operacionales y administrativos.
Con este modelo la evaluación del éxito o fracaso era razonablemente sencilla:
los procesos se realizaban con fluidez o no lo hacían y los resultados se
conseguían o no. Las habilidades sociales se valoraban pero más como un extra y
no se evaluaban de forma explícita, sistemática y objetiva.
Las organizaciones, en la actualidad,
aprecian mejor la importancia de las habilidades sociales en el desempeño de
los ejecutivos pero han avanzado poco en el desarrollo de procesos para evaluar
el dominio del candidato en esas habilidades y para determinar su aptitud para
un desarrollo posterior. Para medir
mejor las habilidades sociales algunas compañías utilizan actualmente valoraciones
psicométricas diseñadas para medir rasgos de personalidad y estilos de comportamiento
que permitan detectar la efectividad con que la persona puede interactuar con los demás o
las simulaciones para valorar las habilidades administrativas y técnicas de los
candidatos en esas situaciones.
En relación con los programas de
desarrollo directivo las organizaciones necesitan un enfoque sistemático hacia
la construcción y evaluación de habilidades sociales. Pueden, también,
necesitar priorizarlas sobre otras habilidades “duras” que los directivos
prefieren porque son más fáciles de valorar. Las compañías deben poner a los líderes con alto potencial en puestos que les
obliguen a interactuar con grupos de profesionales diversos y con grupos de
interés externos y luego monitorizar su desempeño en dichos roles.
2.- Evaluación de las habilidades sociales de forma innovadora
Los criterios que las organizaciones han
utilizado para valorar candidatos para la alta dirección, tales como historia
profesional, cualificaciones técnicas y trayectoria profesional, tienen un
valor limitado en la valoración de habilidades sociales. Las compañías deberán
desarrollar nuevas herramientas si quieren establecer una base objetiva para
evaluar y comparar las habilidades de las personas en esta área.
3.- Fomento del desarrollo de las habilidades sociales a todos los niveles
Las organizaciones que se apoyen en la
contratación externa para encontrar ejecutivos con excelentes habilidades
sociales corren un riesgo peligroso, ya que la competición por este tipo de
profesionales será grande y es arriesgado poner a un extraño en un rol senior.
Las compañías deben procurar utilizar un enfoque de “desarrollo interno” que
promocione al personal interno.
Por tanto, para que las organizaciones
tengan éxito en la adquisición de profesionales para puestos ejecutivos con
excelentes habilidades sociales deben saber cómo evaluar dichas habilidades en los candidatos y
decidir que el cultivo de las habilidades sociales sea un componente integral
de sus estrategias de gestión del talento.
ResponderEliminar¿Cómo desarrollar buenas habilidades blandas para la organización?