Amanda Ripley en “High conflict. Why we get trapped and how we get out”, que hemos comentado en una
entrada anterior, plantea que para prevenir los conflictos de alta intensidad
es necesario crear una cultura que sea
resiliente ante el conflicto. Para ello sugiere seguir una serie de recomendaciones. Éstas son:
I.-
INVESTIGAR LA CAUSA REAL QUE SUBYACE EN EL CONFLICTO
En todo conflicto, si
indagamos lo suficiente, seremos capaces de encontrar que es lo que realmente
lo ha desencadenado. Una estrategia para averiguar lo que está detrás del
conflicto consiste en contar con la ayuda de un mediador.
II.-
EVITAR LA FORMACIÓN DE GRUPOS
Es importante tratar
que no se formen grupos innecesarios. Si lo son deben ser más de dos. En
política puede significar contar con al menos tres partidos, en el ámbito
escolar que el director de clases y los alumnos se responsabilicen de más
decisiones, por ejemplo.
Si vemos que alguien
quiere escapar de este tipo de conflictos hay que reconocer que es un proceso
complicado y procurar evitar castigarle por ello.
III.-
MARGINAR A LOS “DESENCADENADORES DEL FUEGO”
Tenemos que detectar
quiénes son los que disfrutan con el conflicto y procuran hacer alianzas con
otras personas, por ejemplo, para compartir el odio por un compañero. También
observar qué líderes utilizan un lenguaje bélico para motivar a sus seguidores
cuando no existe una guerra, dividiendo el mundo en nosotros contra ellos y
considerando las pérdidas como humillaciones.
Hay que distanciarse de
este tipo de personas. Son las que desencadenan los conflictos, por lo que hay
que apoyarse en fuentes ( personas o noticias, por ejemplo) que no temen a la
complejidad y que muestran curiosidad.
IV.-
HACER PAUSAS Y RESERVAR TIEMPO PARA LA REFLEXIÓN
Rutger Bregman, en su
libro “Humankind”, describe la odisea
padecida por un grupo de chicos en 1965 cuando su barco naufragó en las costas
de una isla polinesia remota. Fueron capaces de cooperar entre ellos y
sobrevivir 15 meses aislados hasta que los encontraron. Cuando veían que iba a
surgir un conflicto tenían un ritual establecido por el que tenían que cada uno
de los implicados tenía que irse a un
extremos distinto de la isla para tranquilizarse y después de cuatro horas
podían volver para hablar y disculparse si era necesario. También hicieron algo
igualmente importante: construir una guitarra con los medios a su disposición
para comenzar y finalizar el día todos juntos cantando y rezando.
Debemos recordar cuál
es la proporción mágica para la resiliencia ante un conflicto: mantener 5 interacciones
positivas por cada una negativa. Las positivas deben superar a las negativas,
de esta forma si surge el conflicto no se intensifica de forma tan rápida. El
humor también funciona.
Otra forma de ganar
tiempo y tener un tiempo para la reflexión es a través de la escucha activa.
Chris Voss, antiguo negociador en situaciones de crisis con rehenes, dice que: “Cuando
eres capaz de articular el punto de vista de la otra parte, ésta se sorprende y
siente curiosidad por escuchar lo que
vayas a decir después”.
También podemos reducir
la intensidad del conflicto si somos capaces de “salir al balcón” en nuestra
propia mente como recomienda el negociador William Ury, lo que supone que en
lugar de dejarnos llevar por nuestras emocione y reaccionar ante una situación como
si estuviésemos ante una confrontación debemos “salir al balcón” y contemplar
la situación desde otras perspectivas. Escuchar y observar en lugar de dejar
que nos domine nuestro “crítico” interior.
V.-
COMPLICAR LA NARRATIVA
Tyler Cowen sugiere que
desconfiemos de las historias simples. En una situación de conflicto complicado
la sencillez nos puede cegar y el remedio para esto es la curiosidad. Es contagiosa
y si logramos mostrarnos realmente curiosos sobre las personas que están en
desacuerdo con nosotros puede que el conflicto se torne más sano casi
inmediatamente.
La curiosidad requiere
un nivel mínimo de seguridad, evidentemente, real o percibida. Es imposible
sentir curiosidad si nos sentimos amenazados, pero necesita también, humildad. Una
forma de despertar la curiosidad es detectar y amplificar las contradicciones
que nos encontramos en la vida cotidiana.
Otra manera de incitar
la curiosidad consiste en hacer preguntas. Entre ellas tenemos las siguientes:
a).- ¿Qué es lo que
consideras que se ha simplificado en exceso en este conflicto?
b).- Qué quieres
entender sobre la otra parte?
c).- ¿Qué es lo que
quieres que la otra parte entienda de ti?
d).- ¿Cómo sería si te
levantas y te encuentras que el problema está solucionado?
e).- ¿Cuál es la
pregunta que nadie está haciendo?
f).- ¿Qué es lo que te
gustaría saber sobre esta controversia que todavía no sabes?
g).- ¿Qué es aquello
que te afecta y duele más?
h).- ¿Quieres contar
algo más?
La autora considera
importante, también, que sepamos reconocer cuando un conflicto es en nuestras
mentes sano o de alta intensidad. Para hacerlo sugiere analizar las
características que pensamos que tiene y para ello ha elaborado una tabla que
puede ser de ayuda:
CONFLICTO “BUENO” |
CONFLICTO DE
ALTA INTENSIDAD |
Humildad |
Certeza |
Fluidez |
Rigidez |
Evoca
muchas emociones diferentes |
Evoca
las mismas emociones |
Complejidad |
Simplicidad |
Novedad |
Predictabilidad |
Pasión |
Arrogancia |
Picos
de hormonas de estrés seguidas de periodos de recuperación |
Cronicidad
en la liberación de hormonas del estrés, rumiación, problemas del sueño |
Curiosidad
|
Presunción |
Preguntas |
Monólogos |
Todas
las partes quieren encontrar una solución |
Una
o todas las partes no quieren encontrar una solución, desean luchar |
Sentimientos
de tristeza cuando pasan cosas malas a la otra parte |
Sentimientos
de alegría cuando pasan cosas malas a la otra parte |
Rara
vez violencia |
Violencia
con frecuencia |
Ripley propone,
también, que si estamos viviendo un conflicto intenso y nos preguntamos si
puede ser un conflicto de alta intensidad , nos hagamos las siguientes
preguntas:
a).- ¿No duermo
pensando en el conflicto?
b).- ¿Me siento bien cuando algo malo pasa a la parte
contraria aunque no nos beneficie directamente?
c).- ¿Si la otra parte
hace algo con lo que estoy de acuerdo, tengo dificultades para reconocerlo en
voz alta?
d).- ¿Me parece que la
otra parte actúa como si le hubiesen lavado el cerebro , como una secta, más
allá de cualquier razonamiento moral?
e).- ¿Me parece que mi mente está atascada, rumiando y
dando vueltas siempre sobre los mismos agravios, sin ver nuevas perspectivas?
f).- ¿Cuando hablo del
conflicto con alguien que comparte mis ideas, repito las mismas cosas una y
otra vez y dejo la conversación con todos sintiéndose algo peor que al inicio?
g). -¿Alguien que nos
conoce muy bien nos ha dicho que no nos reconoce ahora?
h).- ¿Defiendo en
ocasiones mi punto de vista recalcando que la otra parte hace lo mismo o peor?
i.- ¿Utilizo palabras
como “siempre”, “malo”, “bueno”, “nosotros”, “ellos” o “guerra” al hablar del conflicto?
j).-¿Encuentro difícil
recordar cuándo fue la última vez que sentí curiosidad sincera por los pensamientos,
intenciones y acciones de la otra parte?
Si hemos contestado
afirmativamente a 5 o más de estas preguntas podemos encontrarnos en una
situación de conflicto intenso. Debemos, entonces, preguntarnos si deseamos permanecer
en esta situación. Puede ser que para nosotros en este momento sea la mejor
opción o la única, pero tenemos que ser conscientes de las consecuencias que
puede estar teniendo en nosotros o en las personas más próximas. Para ello
podemos elaborar una lista con las pérdidas y ganancias de seguir igual y analizar si merece la pena continuar.
Si solo hemos
contestado afirmativamente a 4 o menos de las preguntas probablemente no nos
encontremos en una situación de conflicto de alta intensidad. Esto implica que
tenemos muchas más opciones de las que podremos tener más tarde , podemos ver
más posibilidades y detalles que se esfumarán si el conflicto se intensifica.
Por tanto, tenemos que ver cómo transformarlo en un conflicto bueno lo que nos
hará mejores.
ResponderEliminar¿Qué pasa si esa otra persona nos provoca primero lo que causa conflicto?