jueves, 23 de marzo de 2023

CÓMO SUPERAR LA MENTALIDAD DE VÍCTIMA

 


Manfred Kets de Vries en INSEAD Knowledge del pasado 8 de marzo plantea que en ocasiones ocurren cosas que hacen que nos sintamos víctimas y que aunque es normal que experimentemos estos sentimientos para algunas personas se pueden convertir en una parte constante de sus vidas.

Las personas más proclives a sentirse víctimas tienden a tener una autoestima baja, a sentirse pesimistas en relación con la vida y a sufrir sentimientos de culpa, vergüenza, reproches y autocompasión. Con frecuencia se sienten alienados y desilusionados del mundo ya que creen que las personas van a pillarles y con frecuencia perciben que el daño que se les puede infligir está injustificado y es inmerecido.

Algunos de estos individuos tienden a exagerar las situaciones considerándolas catástrofes lo que les puede llevar a dirigir agresiones o actuaciones violentas hacia los supuestos perpetradores. Pueden justificar sus acciones inmorales como castigos por daño hecho a ellos o racionalizarlas diciendo que de esa forma evitan que se reproduzcan situaciones similares.

Evitan asumir la responsabilidad por sus impulsos destructivos y utilizan mecanismos de defensa tales como negación o proyección, para creer que no son culpables de malas acciones. Preocupados por sus sentimientos de ser maltratados buscan el reconocimiento de su sufrimiento y desean que los supuestos perpetradores expresen sentimientos de vergüenza y culpa por sus malas acciones.

Las personas con mentalidad de víctimas tienden a rumiar su miserable estado imaginario, lo que interfiere con su capacidad para realizar sus tareas cotidianas y con sus relaciones con los demás. Se atascan en patrones negativos, lo que evita que encuentren otras formas de pensar nuevas.

Los individuos reducen grandemente su poder de desarrollarse y de crecer cuando no aceptan su responsabilidad personal por sus circunstancias. Al continuar jugando un papel de víctima, su actitud hacia la vida se convierte en una profecía autocumplida.

El primer paso para cambiar la percepción de ser una víctima consiste en que el individuo reconozca cómo se está saboteando a sí mismo y propiciando el sentirse abatido. A partir de ese momento puede descubrir que tienen el poder de escoger sus respuestas, actuar sobre sus problemas y dejar de ser una víctima. Prestando atención a lo que ocurre en su mente y cómo sus pensamientos afectan a las historias que se cuentan a sí mismos, podrá ajustar su comportamiento.

Para poder hacerlo necesitará destapar los orígenes de sus creencias limitantes y explorar memorias reprimidas para entender la procedencia de determinadas características de su conducta. A través de este proceso pueden descubrir que los mecanismos de afrontamiento que han estado utilizando se han podido volver disfuncionales y no ser ya útiles.

Paso a paso pueden comenzar a aprender cómo crear una nueva realidad centrándose en lo que pueden controlar y dejando ir lo que no pueden controlar. Una vez que han reemplazado por otros sus pensamientos negativos la vida puede comenzar a trabajar en su favor.

El perdón es un paso esencia en el proceso de dejar ir y de encontrar paz interior, pero no exonera lo que el perpetrador ha podido hacer, no implica olvidar. Es un acto valiente que da a los individuos la fortaleza para ir más allá del dolor que hayan podido experimentar. Desgraciadamente muchas personas se aferran al resentimiento bajo la falsa creencia de que forzará a los demás a aceptar su culpa o su responsabilidad por su dolor. En lugar de eso es mejor aceptar que todos podemos haber dañado a alguien y que el perdón es parte de nuestras vidas.

Mostrar compasión hacia los demás también es una fuerza liberadora y sanadora. Aferrarse a emociones negativas asociadas con victimismo solo mantiene a las personas cautivas, reafirmando sus identidades como víctimas. Ser amables con los demás empodera a la persona y crea sentimientos de tener mayor control sobre nuestras vidas. Centrarnos en las bendiciones de nuestras vidas y practicar la gratitud puede ayudar a desarrollar un patrón mental más positivo. La forma más rápida para dejar de sentirnos víctimas consiste en centrarnos en lo bueno que nos pasa y para ello nos podemos preguntar qué es lo que debemos agradecer cada día o qué cosas buenas nos han pasado hoy. La gratitud es el reconocimiento consciente de lo que nos aporta alegría en el momento presente y al ampliar nuestra mirada podemos empezar a ver lo afortunados que somos.

No son solo los individuos los que pueden desarrollar mentalidad de víctima, grupos de personas pueden caer en este patrón mental. Victimismo colectivo surge cuando grupos de personas experimentan hechos traumáticos o injusticias. En este caso las personas deben aceptar lo que ha ocurrido en el pasado y asegurar una cultura del recuerdo. El duelo es una parte importante para permitir a las personas a enfrentarse a las heridas del pasado, metabolizar lo ocurrido y llegar a nuevos comienzos. Si las experiencias traumáticas no se abordan será muy difícil llegar a algún tipo de cierre.

Los traumas no solo aíslan sino que estigmatizan y avergüenzan. Por tanto, para que una sociedad funcione en el futuro debe recrear un sentimiento de comunidad. Si los supervivientes de una atrocidad quieren restaurar su creencia en la humanidad sus conexiones con una comunidad más amplia deben volver a establecerse. Al crear el sentimiento de pertenencia dentro de un grupo los individuos van a volver a confiar en la humanidad y para ello deben embarcarse en un proceso de reconciliación.

La reconciliación va a consistir en el proceso de restaurar relaciones, mediante el abordaje de los sentimientos de dolor, pena e ira. Implica reconocer sufrimientos pasados, cambiar actitudes y conductas destructivas y facilitar una plataforma para la curación. Ambas partes deben estar dispuestas a enfrentarse a la verdadera dureza de lo ocurrido y a entender por qué pasó. La parte dañada debe sentirse suficientemente segura de que el comportamiento dañino no va a volver a producirse. Este puede ser un proceso largo ya que ambas partes deben volver a construir confianza y una relación no violenta, al tiempo que deben aprender a cooperar. La meta es establecer la paz, la justicia, la equidad, la sanación, el perdón y las relaciones productivas dentro y entre comunidades. La reconciliación difiere del perdón ya que es el proceso público de restaurar relaciones rotas, mientras el perdón es un proceso privado de curación interior.

Facilitar un espacio seguro para los supervivientes para sentirse escuchados puede ayudar a la reconstrucción de relaciones. La reconciliación requiere el examen del daño hecho, la investigación de la responsabilidad y la comprensión de la narrativa de ambas partes. Puede crear puentes entre partes opuestas y conducir a un proceso de curación colectivo que incluya el perdón.

Para romper el ciclo de victimismo las personas deben embarcarse en dos viajes diferentes. El primero es interior hacia el auto-descubrimiento, ayudando a reconciliarse con el sufrimiento personal y el segundo se refiere a injusticias colectivas y va dirigido hacia fuera implicando reconciliación.

A lo largo de estos caminos los individuos pueden pasar de ser víctimas pasivas de sus circunstancias a vencedores activos capaces de efectuar cambios significativos en sus vidas.

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