Graham Ward en INSEAD Knowledge del pasado 4 de enero plantea que a pesar de sus mejores esfuerzos
para liderar con empatía, autenticidad y claridad con frecuencia los líderes
vuelven a adoptar malos hábitos que pueden frustrar a sus equipos y dañar a sus
organizaciones.
Las características de
los buenos jefes son objeto de un debate continuo pero existen ciertos fundamentos
que son incuestionables como una visión
clara, una estrategia bien definida y alineada, un entorno de trabajo inclusivo,
estimulante y creativo y un compromiso para desarrollar a sus profesionales
para que alcancen todo su potencial.
Aunque sobre el papel
esto parece fácil las situaciones con frecuencia les alejan de estas conductas,
como por ejemplo cuando las emociones son muy fuertes se corre el riesgo de
caer en tres patrones mentales que minan nuestra efectividad y erosionan la
confianza dentro de los equipos. Éstos son:
1.- EL AUTO-PROTECTOR
Estos líderes se mueven
por la necesidad de la autoconservación, que se manifiesta por el
distanciamiento y por la preferencia por el intelecto en lugar de por la
empatía en su liderazgo. Para estos jefes mostrar vulnerabilidad se considera
como un signo de debilidad. Este distanciamiento emocional crea un sentimiento
de distancia y falta de compromiso entre sus seguidores.
Con frecuencia se
encuentra en los sectores de la ingeniería y la ciencia, donde estos líderes
deben reconocer que la vulnerabilidad no es una debilidad sino una cualidad
atractiva y humana. El Papa Francisco es un ejemplo de cercanía emocional y de
intento de acortar la distancia entre él y sus fieles. A diferencia de su
antecesor Joseph Ratzinger se ha convertido en un hombre de la gente al tomar
decisiones arriesgadas estratégicas que
rompen con la tradición y al expresarse con sinceridad y autenticidad.
2.-
EL CONTROLADOR
Los líderes que tratan
de controlar su resultados tratan de forma dura a sus seguidores, sus
ambiciones alimentadas por el deseo de la gloria personal en lugar de por el
éxito de la organización. Rápidamente son reconocidos como narcisistas y egoístas
por lo que alienan a sus seguidores y les conducen hacia la falta de compromiso
y abandono.
Estos líderes deben
comprender que no pueden microgestionar los resultados, solo deben influir en
ellos. Esto solo se puede conseguir si existe un profundo conocimiento del contexto
y si las relaciones personales se nutren por el diálogo continuo con los
seguidores. Este estilo de liderazgo es prevalente en startups donde la necesidad
de incorporar otras mentes experimentadas en las conversaciones es evidente
pero se puede considerar como una amenaza a sus egos. Un ejemplo es el caso de
Steven Jobs, ya que era muy complicado trabajar con él y con su obsesión por
los detalles.
3.- EL CUMPLIDOR
Este tipo de líder
dedica mucho de su tiempo a “gestionar hacia arriba” y “dar patadas hacia abajo”,
movido fundamentalmente por la tiranía de las elecciones y por el miedo de
tomar una decisión dura que pueda erosionar su poder informal. Enfrentado a una
decisión complicada estos líderes aunque conscientes del camino correcto eligen
el más fácil, persiguiendo mantener la paz y seguir las instrucciones para
evitar comprometer su relaciones especialmente con los superiores. Esto puede
provocar confusión, conflictos sin resolver y falta de claridad entre aquellos
en un nivel más bajo de la jerarquía.
Este patrón mental se
ve con más frecuencia entre los jóvenes ejecutivos y se puede vencer
aprendiendo a mantener conversaciones valientes sin necesidad de que lleguen a
conflictos.
Cuando nos encontramos
atascados en estos patrones mentales solemos estar gestionando ciegamente en
lugar de liderando, confundiendo la productividad con el verdadero liderazgo y
dedicamos los días a reuniones interminables, a responder correos, mandando
instrucciones y formulando procesos. Curiosamente esto es una forma de evitar
el trabajo. El verdadero trabajo de un líder es afrontar los asuntos
complicados, con frecuencia de naturaleza estratégica, que demandan no solo la atención
del líder sino, también, el esfuerzo colectivo del grupo.
Ward recomienda seguir
unos pasos para convertirnos en verdaderos líderes. Éstos son:
a).- Buscar feedback, no
evitarlo. Cualquier
reunión con un subordinado debei ncluir la invitación para discutir lo que cada
uno está haciendo bien y lo que debe mejorar. Si se hace regularmente cambiará
la cultura de la organización al promover que todos los líderes en los
diferentes niveles de ésta hagan lo mismo.
b).-
Dedicar tiempo a la introspección y a la auto-evaluación.
Aunque nos puede resultar difícil mirarnos al espejo en ocasiones. Es la forma
de que nos enfrentemos a la cruda realidad. Los líderes que no son conscientes
de sus pensamientos internos, motivaciones y movilizadores con más frecuencia van
a actuar como sonámbulos en sus carreras dejando atrás un rastro de
destrucción.
Pocos líderes dedican
tiempo a reflexionar sobre sus valores clave y si éstos se alinean con las
organizaciones a las que representan. Esta alineación es la llave para dejar
aflorar una mayor productividad, unos profesionales más felices y una presencia
como líderes más poderosa.
c).- Estimular la curiosidad. Para ello debemos crear más
oportunidades de aprendizaje y desarrollo mediante conversaciones con mentores
o individuos experimentados, mirando fuera del sector para impulsar la creatividad. Dedicar
momentos para una introspección silenciosa, por ejemplo en forma de meditación
diaria, es una forma de expandir nuestra
mente y de ganar perspectiva.
Buscar el feedback,
dedicar tiempo a la introspección y mantenernos curiosos, tiene un beneficio
secundario para los líderes ya que evita que caigan en el burnout. Paradójicamente
el burnout no aparece necesariamente cuando estamos muy ocupados, ya que tiende
a surgir cuando nos encontramos en una situación de estancamiento psicológico y
no nos sentimos estimulados.
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