domingo, 24 de noviembre de 2024

SUPERCOMUNICADORES: LA IMPORTANCIA DE LA RISA Y DE LAS SEÑALES NO VERBALES

 


Charles Duhigg en “Supercommunicators. How to unlock the secret of lenguaje connection”, que estamos comentando , plantea que es crucial para una audiencia “escuchar” loa sentimientos de un personaje, aunque sus emociones no se estén manifestando en voz alta. Daniel Goleman mantiene que: “Las emociones de las personas raramente las expresamos con palabras. La clave para intuir los sentimientos de los demás es la habilidad para “leer” los canales no verbales: tono de voz, gestos, expresión facial, etc”.

Desde la infancia, antes incluso de aprender a hablar, vamos absorbiendo cómo inferir las emociones de los demás a través de sus comportamientos, tales como su lenguaje corporal, sus inflexiones vocales, miradas, gesticulaciones, suspiros y risas. Al crecer , sin embargo, esta capacidad puede atrofiarse. Comenzamos a prestar cada vez más atención a lo que las personas dicen, en lugar de  a lo que hacen, hasta el punto de que podemos dejar de percibir señales no habladas. El lenguaje hablado es muy rico en información, es fácil apoyarse y creer en él, por lo que nos puede llevar a ignorar pistas de que la otra persona puede estar, por ejemplo, preocupada, tales como los brazos cruzados, la mirada abatida, etc, y centrarnos más en sus palabras cuando dicen: “No es nada, estoy bien”.

Algunas personas, sin embargo, tienen talento para detectar emociones, hasta cuando no son expresadas verbalmente. Muestran un grado de inteligencia emocional que parece que les ayuda a escuchar lo que no se dice, son, por ejemplo, los amigos que parece que intuyen que nos sentimos mal , aunque no digamos nada o los jefes que detectan cuando es necesaria una palabra amable. Muchas investigaciones sobre el tema, en los últimos años, están mostrando que esta es una habilidad que se puede desarrollar y que podemos aprender a identificar las señales no verbales que revelan las verdaderas emociones de las personas y a usar estas pistas para entender cómo se están sintiendo.

En la década de los ochenta del pasado siglo, Terence Mc Guire, psiquiatra, era el responsable principal del screening de las personas que aspiraban a ser astronautas en la NASA, evaluando su posible resistencia al estrés del espacio. Hasta ese momento los astronautas pasaban poco tiempo en el espacio, pero en 1984 el presidente Reagan ordenó a la NASA que empezase a preparar una estación internacional espacial donde las personas pudiesen vivir hasta un año. Esto implicaba la necesidad de nuevas pruebas de evaluación psicológica y Mc Guire pensó que había llegado el momento de valorar la inteligencia emocional. Este concepto estaba en ese momento empezando a ser definido por dos psicólogos de la Universidad de Yale que argumentaban que existía “una forma de inteligencia social que comprende la habilidad de monitorizar nuestros propios sentimientos y los de los demás”. Las personas con inteligencia emocional saben cómo construir relaciones y empatizar con sus compañeros, así como regular sus propias emociones y   las de aquellos que los rodean.

La NASA necesitaba personas que pudiesen controlar sus emociones (habían tenido recientemente problemas y experiencias negativas en algunas misiones debido a la falta de control emocional de los astronautas durante las mismas), que  fuesen sensibles a las emociones de los demás y pudiesen conectar con sus compañeros aunque las tensiones fuesen elevadas y estuviesen encerrados en un espacio reducido en medio del espacio.

Mc Guire se encontró ante el problema, a la hora de evaluar candidatos, de que casi todas las evaluaciones psicológicas de los aspirantes eran muy similares. Independientemente de los tests realizados, no podía meterse con la profundidad suficiente en las mentes de los candidatos para imaginar cómo podrían responder éstos durante una misión de seis meses en el espacio o en un momento de tensión. Decidió comenzar a revisar las entrevistas grabadas de los últimos 20 años  buscando señales que podían haberle pasado inadvertidas, que diferenciasen a los más emocionalmente inteligentes. Tenía acceso a los registros personales por lo que pudo observar quienes, entre los seleccionados, se habían convertido en líderes fuertes y quiénes habían fracasado.

Durante esta revisión detectó algo que no había visto con anterioridad: algunos de los candidatos reían de manera diferente.  La risa es un ejemplo de una verdad básica relativa a la comunicación emocional: “Lo que es importante no es solo tener la capacidad de escuchar los sentimientos de los demás, es importante también mostrar que los hemos escuchado. La risa es una forma de probar que hemos escuchado cómo se siente alguien”.

En la mitad de la década de los ochenta, pocos años antes de que MC Guire comenzase a buscar formas nuevas de evaluar a los candidatos a astronautas, Robert Provine, psicólogo en la Universidad de Maryland, había comenzado a investigar cuándo y por qué se ríen las personas. Su primera hipótesis era que lo hacían porque encontraban algo divertido, pero pronto se dio cuenta de que esto no era correcto. En American Scientist publicó que habían encontrado que la mayor parte de las risas durante las conversaciones no surgían como respuesta ante intentos estructurados de humor, tales como bromas o historias (menos del 20% en sus estudios). Las personas reían porque querían conectar con la persona con la que estaban hablando. La risa es poderosa, escribió, porque es contagiosa, inmediata e involuntaria, implicando la forma de comunicación más directa posible entre personas: mente a mente.

Por tanto, reímos porque queremos mostrar a alguien que queremos conectar con él y nuestros interlocutores lo hacen para demostrar que desean lo mismo con nosotros. La risa y otras expresiones no verbales tales como los gritos de asombro y los suspiros, las sonrisas y los fruncimientos de ceño, son representaciones corporales del principio del “encaje” que dice que nos comunicamos al alinear nuestros comportamientos hasta que nuestras mentes se encuentren sincronizadas.

Provine observó, también, que la forma en la que nos reímos importa y  reír juntos es la evidencia del deseo de conectar y se muestra por la intensidad similar en la risa. Si una persona sonríe mientras otra se está doblando por la risa no están alineadas y , por ejemplo, nos va a decir que una de las personas se está esforzando mucho, mientras la otra no lo está haciendo.   

La risa, como muchas otras expresiones no verbales es útil porque es difícil fingirla. Cuando alguien no está riendo de forma sincera es fácil detectarlo. Un chiste, por ejemplo, puede no ser divertido pero si todas las partes deciden reír de forma similar, están mostrando que quieren conectar entre sí.

Cuando vemos a alguien y está mostrando un comportamiento emocional como una sonrisa, unas risas o un gesto de enfado como fruncir el ceño, lo primero que vamos a percibir es su estado de ánimo (¿tiene la persona sentimientos negativos o positivos? ) y su nivel de energía (alto o bajo). Por ejemplo si nos encontramos a alguien que está frunciendo el ceño (negativo) y callado (baja energía) podemos asumir que se encuentra triste o frustrado, pero no pensaremos que supone una amenaza para nosotros y nuestra mente no empezará a emitir avisos para que huyamos. Pero, si está frunciendo el ceño y gritando (alta energía) inferiremos que está enfadado o que es violento y nos preocuparemos. Nuestra mente generará una ansiedad suave que nos preparará para escapar. Lo único que necesitamos para hacer una predicción es percibir el estado de ánimo y la energía de la otra persona. Es suficiente para evaluar rápidamente lo que están sintiendo.

El estado de ánimo y la energía con frecuencia se muestran a través de señales no verbales que son importantes porque, aunque nos gustaría poder saber con un vistazo si alguien está enfadado o frustrado, ese tipo de emociones específicas resultan muy difíciles de leer con exactitud. Por ejemplo, si alguien está arrugando el ceño, lo hace porque está ansioso o se está concentrando o está sonriendo porque se alegra de vernos o lo hace de forma que sugiere que está muy excitado por otra causa. Por esta razón nuestras mentes han desarrollado el método anteriormente expuesto para examinar el estado de ánimo y la energía y permitirnos tener una idea general del estado emocional de alguien.

Mientras los investigadores sobre la risa realizaban sus estudios surgió un hallazgo interesante: cuando las personas reían juntas sinceramente su estado de ánimo y su energía se volvían muy similares, pero cuando una de ellas estaba riendo sinceramente y la otra estaba fingiendo su estado de ánimo y niveles de energía no eran similares, por lo que no estaban alineadas.

Mostramos inteligencia emocional cuando demostramos a los otros que hemos escuchado sus emociones y que queremos alinearnos con ellos. En ocasiones desearemos que la coincidencia sea exacta: si ríes mostrando mucha alegría, yo haré lo mismo. En otros momentos querremos demostrar que estamos percibiendo sus emociones: “Parece que estás  triste”,  y en, lugar de buscar que sean similares a las nuestras ofrecer nuestra ayuda: “¿Qué te animaría?” En ambos casos estamos mandando un mensaje: estoy escuchando tus sentimientos. Este deseo claro de conectar es un paso esencial para ayudarnos a crear lazos con la otra persona. Este mismo patrón ocurre con otros comportamientos no verbales como el llanto o la sonrisa.

Una de las razones por las que los supercomunicadores muestran tanto talento a la hora de detectar cómo se sienten los demás es porque tienen el hábito de percibir la energía en los gestos de los demás, en el volumen de su voz, en la rapidez con que hablan y en la cadencia. Prestan atención para ver si la postura de alguien puede indicar que está con un estado de ánimo bajo o si está tan excitado que casi no puede contenerse. Los supercomunicadores procuran que su estado de ánimo y energía sea similar, o al menos reconocerlos, para demostrar que desean alinearse con la otra persona. Nos ayudan a ver y escuchar nuestros sentimientos vía sus propios cuerpos y voces.

Mc Guire, al revisar las entrevistas grabadas se dio cuenta que en ocasiones él se había reído en el curso de las mismas y que algunos de los candidatos (aquellos que más tarde se habían convertido en grandes astronautas), con frecuencia procuraban que su estado de ánimo y energía coincidiesen con el suyo de forma natural y espontánea, no fingida. Recordó cómo se había sentido él en esos momentos: relajado, entendido y un poco más cercano al aspirante.

Al revisar encontró, también, otra serie de expresiones emocionales, además de la risa en la que aparecían estos patrones. Estas señales no verbales, inflexiones vocales, tono de voz, posturas, gestos y expresiones faciales eran señales de si alguien deseaba conectar sinceramente y lo conseguía. Por tanto, Mc Guire decidió que en su nueva ronda de entrevistas iba a expresar intencionadamente más emociones y luego iba a pedir a los candidatos que describiesen su propia vida emocional. Al mismo tiempo iba a ir variando su estado de ánimo y niveles de energía para ver si los candidatos intentaban que los suyos fuesen semejantes.

Eventualmente Mc Guire desarrolló una lista de cosas a observar durante las entrevistas, como por ejemplo: cómo reaccionaba el candidato ante los halagos, cómo describían el rechazo y la soledad, cuándo habían sido más felices, etc. Prestaba mucha atención a su lenguaje corporal y a sus expresiones faciales al responder a su preguntas, especialmente si parecía que su posturas estaban tensas o relajadas. Cada vez que hacia una pregunta, después de que el candidato respondiese, él contestaba a la misma pregunta, expresando alegría o pena, asegurándose de mostrar su enfado, alegría o incertidumbre. Luego observaba si el candidato trataba de que sus emociones fuesen similares a las que él había mostrado: si le devolvían la sonrisa o si trataban de consolarle.

Las emociones específicas que un candidato mostraba eran menos importantes que la forma en la que las expresaban. Lo fundamental era si habían prestado atención a las expresiones emocionales de Mc Guire y si habían procurado que las suyas fuesen similares. De esta forma Mc Guire pudo diferenciar aquellos que sospechaba que podían fácilmente conectar emocionalmente con otros y aquellos que, cuando el estrés fuese elevado, se podrían volver más combativos o ponerse a la defensiva.

Cuando procuramos igualar o reconocer los estados de ánimo y niveles de energía de otra persona estamos mostrándoles que queremos entender su vida emocional. Es una forma de generosidad que se convierte en empatía y hace que sea más fácil hablar sobre cómo nos sentimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario