Alain Hunkins, en Fast Company del pasado 13 de enero, plantea que con frecuencia se tiene la idea del
liderazgo como fuerza transformadora , como la locomotora que impulsa a las
organizaciones hacia delante, que inspira a los equipos y que moviliza un
cambio significativo, Desgraciadamente, los líderes mediocres son la norma, en
lugar de la excepción.
Esta realidad tiene un
coste importante en relación con el desempeño, la cultura y el crecimiento
futuro y conduce a empleados con bajo nivel de compromiso, alta rotación y
productividad disminuida, lo que impacta directamente en la primera línea de la
organización. Un liderazgo mediocre erosiona la confianza, reprime la
innovación y crea un cultura tóxica en el entrono laboral. Los trabajadores que
tienen líderes mediocres se sienten menos valorados y motivados , lo que
conduce a un declinar de la creatividad y colaboración.
El autor destaca 9
razones por las que aceptamos líderes mediocres y propone acciones para liberarnos
de la fuerza de la mediocridad:
1.-
COMODIDAD CON EL ESTATUS QUO
Las organizaciones con
frecuencia se resisten a romper rutinas establecidas porque prefieren la
predictibilidad del estatus quo a los riesgos percibidos del cambio. El
liderazgo mediocre se acepta porque parece que es “seguro”, aunque esté
impidiendo que la organización evolucione y facilitando que se quede atrás.
La mayor parte de las
organizaciones creen que sus líderes lo hacen desde un enfoque de servicio,
pero la mayoría lo hacen desde el estatus que buscan proteger. Las organizaciones
con culturas muy arraigadas pueden tener problemas para abrazar cambios
transformadores y contemplar las disrupciones como amenazas. Esta reticencia
conduce a estancamientos, que permiten que los líderes ineficaces permanezcan
en su puestos.
2.-
EL ESPEJISMO DEL ÉXITO
Los líderes mediocres
con frecuencia obtienen resultados a corto plazo lo que crea el espejismo del
éxito, que enmascara disfunciones más profundas. Un líder puede alcanzar sus metas
de productividad trimestrales mientras descuida el compromiso de los empleados,
la innovación o la estrategia a largo plazo.
3.- UTILIZACIÓN DE MÉTRICAS
EQUIVOCADAS
Muchas organizaciones priorizan
el dominio técnico sobre las capacidades
de liderazgo al promocionar a los profesionales. Las compañías con frecuencia
recompensan habilidades como el buen ojo para las finanzas o la eficiencia
operacional, asumiendo que estas habilidades se van a traducir en un liderazgo
eficaz.
Pero dominar un área no
implica automáticamente que se van a tener las capacidades para ser un buen
líder. La habilidad de inspirar, guiar y conectar con otros requiere un
conjunto completo de habilidades distintas, enraizadas en la inteligencia
emocional y la visión.
4.-
AUSENCIA DE RENDICIÓN DE CUENTAS
Los líderes mediocres
con frecuencia se escapan del escrutinio porque las organizaciones fallan al
definir e implantar métricas claras sobre lo que significa el éxito en el caso
del liderazgo. Sin un sistema de rendición de cuentas y de responsabilidad
claro, la cultura del “suficientemente bueno” se enraíza, perpetuando prácticas
de liderazgo subóptimas.
5.-
EL MITO DE QUE LA EXPERIENCIA EQUIVALE A COMPETENCIA
Uno de los mitos más
frecuentes sobre el liderazgo es la idea de que el desempeño pasado en roles
técnicos automáticamente implica ser un líder competente. Las organizaciones
frecuentemente asimilan la experiencia con la competencia, pasando por alto
rasgos esenciales para un líder como la empatía, el pensamiento estratégico y
la habilidad para inspirar a los demás, por lo que promocionan a individuos que
han podido destacar en sus roles anteriores pero que van a tener problemas para
liderar.
6.-
MIEDO A LA CONFRONTACIÓN
Abordar limitaciones en
el liderazgo con frecuencia requiere mantener conversaciones complicadas que
muchos líderes y empleados evitan.
Cuestionar la eficacia de un líder puede parecer políticamente arriesgado o
personalmente incómodo, por lo que situaciones importantes no se abordan.
7.-
AUSENCIA DE FEEDBACK SINCERO
Los líderes mediocres
con frecuencia se encuentran protegidos del feedback sincero debido a las
estructuras jerárquicas o a una cultura del miedo. Los empleados pueden dudar
de plantear sus preocupaciones porque temen represalias o creen que nadie les
va a hacer caso. Esta falta de transparencia facilita la creación de puntos
ciegos que evitan que las organizaciones aborden las causas del liderazgo
ineficaz. Al nivel más alto esta situación conduce a que los altos ejecutivos
oigan solo lo que los demás piensan que quieren
oír.
8.-
ESCASAS INVERSIONES EN DESARROLLO DE COMPETENCIAS DE LIDERAZGO
La formación en
capacidades de liderazgo con frecuencia se considera un lujo en lugar de una
necesidad. Muchas organizaciones esperan que sus líderes sepan lo que tienen
que hacer sin ofrecer programas estructurados o apoyo continuo.
9.-
ACEPTACIÓN CULTURAL DE LA MEDIOCRIDAD
La mentalidad “esto se
ha hecho siempre así” permite que el liderazgo mediocre persista. Cuando las
compañías consideran la innovación y la transformación como una meta demasiado
ambiciosa o inalcanzable se adaptan a la mediocridad. Esta inercia cultural
asfixia el progreso y mina los esfuerzos para atraer y retener talento, ya que
éste se siente más atraído por entornos laborales más innovadores y dinámicos.
Para superar estos
retos las organizaciones deben dar una serie de pasos para elevar sus
estándares de liderazgo. El autor recomienda seguir los siguientes:
a).-
Redefinir lo que es el éxito: trasladar el foco de
las métricas a corto plazo a las medidas holísticas de eficacia en relación con
el liderazgo, lo que incluye las relativas al compromiso de los empleados, al
desempeño de los equipos y al crecimiento a largo plazo.
b).-
Invertir en el desarrollo de los líderes, priorizando la
formación y ofreciendo apoyo continuo para ayudar a los líderes a desarrollar
las competencias que necesitan para tener éxito.
c).-
Promover una cultura de feedback, fomentando la
comunicación abierta y creando espacios seguros para mantener diálogos sinceros
sobre el desempeño de los líderes.
d).-
Hacer a los líderes responsables, estableciendo métricas
claras sobre los resultados que se piden a los líderes.
e).- Abrazar los cambios.
Cuestionar el estatus quo y estar
dispuestos a tomar decisiones valientes para mejorar la calidad de los líderes.
En el entorno dinámico
actual el coste de la mediocridad es demasiado elevado, por lo que no se debe
ignorar. El liderazgo mediocre puede parecer que es “seguro” pero se basa en
una seguridad que supone un riesgo que las organizaciones no se pueden permitir:
el futuro pertenece a aquellos que se atreven a demandar más de sus líderes, de
sus equipos y de ellos mismos.
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