Amy Edmondson, en “Right kind of wrong. The
science of failing well”, que estamos comentando, plantea que errar es humano
y que todos tenemos días en los que todo parece ir mal. Con frecuencia estos pequeños
fallos son disruptivos e ineficientes, como por ejemplo en el caso de olvidar
cargar el móvil u ofender a un amigo por no pensar bien lo que le vamos a decir.
Estos son ejemplos de
errores básicos que, a diferencia de los inteligentes que ocurren en terreno
incierto, éstos implican errores en terreno bien conocido. Los fallos básicos
no son el tipo de errores correctos, ya que no son productivos y nos hacen
perder el tiempo la energía y recursos. Asimismo suelen ser prevenibles. Nunca
nos podremos librar de los fallos básicos totalmente pero podemos hacer mucho
por minimizarlos. Para conseguirlo
debemos prevenir los errores que podamos prevenir y capturar y corregir el
resto.
Los errores por
definición no son intencionados y los básicos ocurren diariamente y la mayor
parte no suelen tener consecuencias terribles, pero de vez en cuando, pueden
tener efectos catastróficos. Los errores, hasta los más pequeños, pueden tener repercusiones
serias, por lo que merece la pena que los tengamos en consideración ya que:
a).- Nos ofrecen la
oportunidad de practicar sentirnos bien en relación con el hecho de que los
errores se pueden producir y no castigarnos cuando surgen ya que ni es sano ni
nos sirve de ayuda hacerlo. Los errores y los fallos que desencadenan son parte
de la vida y hasta ocasionalmente pueden traernos momentos positivos de
descubrimiento, como por ejemplo si al equivocarnos en una ruta y al ir por
otro camino podemos disfrutar de un paisaje maravilloso que desconocíamos.
b).- Si queremos
mejorar en las actividades que realizamos y profundizar en las relaciones que más
valoramos debemos estar dispuestos a enfrentarnos y aprender de nuestros
errores y a vencer la aversión que sentimos hacia ellos.
c).- Debemos conocer
cómo se producen para evitarlos dentro de lo posible. Nos puede ayudar el
conocer algunas perspectivas y prácticas derivadas de la extensa literatura
existente sobre las investigaciones realizadas sobre los errores y la gestión
de éstos. Gran parte de lo que sabemos de la gestión de errores procede de décadas de investigación y formación en la
industria aeronáutica. Ésta cuenta con una impresionante cantidad de
procedimientos y sistemas para reducir los fallos que pueden conducir a errores
básicos devastadores, como es el caso de la lista de chequeo o de verificación.
Casi todos los fallos
básicos pueden ser evitados si somos cuidadosos. Lo importante es recordar que
son inintencionados y que castigarlos como estrategia para prevenirlos no es
útil ya que irónicamente para lo que sirve es para que las personas no admitan
sus errores lo que incrementa la posibilidad de que se produzcan fallos básicos
prevenibles.
No todos los errores
causan fallos básicos, por ejemplo poner por error la caja de los cereales en la
nevera y la leche en el armario de la cocina es un error, pero solo si no se
corrige puede conducir al fallo básico de la leche estropeada y los cereales humedecidos.
Para ser considerado un
fallo básico el error debe ocurrir en un área en la que ya existe conocimiento
sobre cómo conseguir un resultado deseado, a través por ejemplo de guías,
reglas, investigaciones previas, o si logramos encontrar, instrucciones en
internet. Conocimiento existente que se puede utilizar sin muchas dificultades.
Por tanto, un fallo es básico cuando los errores se producen porque no
utilizamos el conocimiento que estaba disponible, ya sea por falta de atención,
descuido o exceso de confianza. En el
caso de que desconozcamos que existe previamente conocimiento sobre el tema y
cometemos un error se puede considerar inteligente ya que ocurre en un
territorio nuevo para nosotros del que nos sabíamos que existía algún tipo de
conocimiento al que podíamos haber accedido.
Las razones por las que se producen los fallos
básicos con más frecuencia son:
1.-
Falta de atención
Los errores por falta
de atención son una de las causas más comunes, ya que al vivir en la era
digital estamos expuestos a múltiples demandas, en ocasiones, que entran en
competencia por nuestra atención. Cuando la falta de atención se convierte en
un rasgo cultural en una organización estamos sembrando el terreno para que se
produzcan fallos tanto básicos como complejos.
La fatiga juega un
papel en descuidos y fallos debidos a la falta de atención. El centro
estadounidense para la prevención y control de enfermedades (CDC) manifiesta que la tercera parte de los
adultos estadounidenses no duermen lo suficiente. Este alarmante estado de falta
de sueño no solo puede conducir a
alteraciones en la salud, también a accidentes y a daños personales. Por
ejemplo una investigación ha mostrado que en el 40% de los casos de accidentes
en las autovías la fatiga era o una causa probable o un factor contribuidor o
un hallazgo.
Todos somos vulnerables
a las dificultades para el sueño derivadas de una gran cantidad de factores por
lo que es importante analizar cuáles son las causas, Por ejemplo los errores
médicos pueden ser consecuencia de largas jornadas laborales, por lo que no debemos conformarnos con identificar la
causa más próxima: médico cansado y
profundizar más (horario de las guardias o exceso de ellas, por ejemplo) si
queremos llegar a conocer la verdadera causa raíz para poder solucionar el
problema y evitar nuevos errores.
2.-
Negligencia o descuido
No suelen producir un
daño instantáneo, pero permite la creación de circunstancias que finalmente
ocasionan un fallo. Puesto que estamos
muy ocupados o nos olvidamos, es fácil que vayamos dejando cosas sin hacer o las
pospongamos. Cuando el fallo se produce es fácil localizar lo que ha ido mal,
por ejemplo, debíamos haber estudiado más o cogido un paraguas ante la
predicción de lluvia. Afortunadamente muchos de estos errores cotidianos no
producen un daño grave, aunque en ocasiones si pueden hacerlo, como por ejemplo
en los caso de defectos no corregidos en diseños de obras.
3.-
Exceso de confianza
La falta de reflexión
sobre las implicaciones de una decisión es una causa frecuente de fallos
básicos. Las personas no recurren a la información disponible o al sentido
común y luego piensan, por ejemplo: “en que estaría pensando cuando convoqué al
mismo tiempo dos reuniones importantes o cuando olvidé guardar un abrigo al
viajar a un lugar frio”.
4.-
Presunciones erróneas
Las presunciones por
definición toman forma en nuestras mentes sin un pensamiento explícito. Cuando
asumimos algo no nos estamos centrando directamente en ello. No las
cuestionamos porque nos parecen que son evidentemente verdades. Las
presunciones nos dejan, pues, con la confianza errónea de que nuestra forma de
pensar es la correcta, con frecuencia porque ha funcionado bien hasta el momento
y se ha convertido en parte de nuestro sistema de creencias ( siempre hemos ido
por esa ruta así que para qué vamos a comprobar si el puente sigue existiendo o
está en obras, por ejemplo). Las presunciones defectuosas basadas en escasa
evidencia o en una lógica pobre son un caldo de cultivo de fallos básicos
(siempre hemos utilizado combustibles fósiles por lo que la evidencia sobre sus
efectos negativos sobre el entorno y el clima deben ser falsas o exageradas).
Las presunciones son
creencias dadas por ciertas que equiparamos a los datos. Como no somos
conscientes de ellas no las analizamos. Muchas son inofensivas, por ejemplo
podemos asumir con seguridad que nuestro coche está aparcado donde lo dejamos
la pasada noche. Si nos parásemos a analizar todas las presunciones que hacemos
nunca llegaríamos a salir de casa por las mañanas. Pero en nuestras vidas
cotidianas se presentan muchos fallos básicos causados por confiar en
presunciones defectuosas.
Las investigaciones
sobre gestión de errores se ha centrado generalmente en organizaciones de alto
riesgo, pero ofrecen prácticas que se pueden utilizar para reducir los fallos
básicos en nuestras vidas. Éstas incluyen hacer que la seguridad sea una
prioridad, esperar y detectar errores y aprender todo lo posible de éstos. Pero siempre deben empezar por:
a).- Aceptar los errores, que sean nuestros amigos no nuestros
enemigos.
Odiamos estar
equivocados, nos sentimos avergonzados y los desechamos. La aversión a los
errores lleva a las personas a justificarlos de formas muy creativas, como por
ejemplo: “a todo el mundo le habría pasado lo mismo”, o "el error se ha cometido
pero no he sido yo el responsable".
Cuando se nos presenta
la opción de admitir nuestros errores o de proteger nuestra imagen la decisión
es fácil. Queremos creer que no somos responsables por lo que intentamos
encontrar razones para justificar que lo que hemos hecho está bien, lo que
dificulta que aprendamos de nuestros errores. Un prejuicio psicológico conocido
como “el error de atribución fundamental” exacerba el problema. El psicólogo de
Stanford, Lee Ross, identificó la siguiente asimetría: Cuando vemos que otros
fallan , espontáneamente consideramos su carácter o habilidades como la causa,
pero hacemos lo contrario para explicar nuestros propias fallos, ya que
espontáneamente consideramos que las causas son factores externos. Por ejemplo
si llegamos tarde a una reunión lo achacamos al tráfico, pero si llega tarde un
compañero podemos concluir que es porque está poco comprometido o es perezoso.
Este sesgo cognitivo
complica la tarea analítica del diagnóstico de los errores. Siempre
contribuimos algo al fallo, aunque otros factores jueguen un papel.
b).- Reconocer nuestra
vulnerabilidad
Reconocer nuestros
errores es más fácil si aceptamos la falibilidad humana como un hecho y la
utilizamos como medio para aprender y mejorar. En los equipos que tienen más
éxito, durante las investigaciones de la autora, las personas, especialmente los
líderes de equipos hablan de la posibilidad siempre presente de que las cosas
puedan ir mal. Son honestos con respecto a los errores lo que propicia la
seguridad psicológica necesaria para que las personas hablen rápidamente sobre
los errores cuando se producen.
La vulnerabilidad es un
hecho, nadie puede predecir o controlar todos los hechos futuros, por lo que somos
vulnerables. Al reconocerlo muchas personas se preocupan de que pueden parecer
débiles, pero investigaciones demuestran que mostrarnos abiertos sobre lo que
sabemos y no sabemos ayuda a generar confianza y compromiso. Admitir dudas ante
la incertidumbre demuestra fortaleza, en lugar de debilidad.
Otra buena práctica
consiste en reconocer nuestra propia contribución, independientemente de lo
grande o pequeña que sea, a los fallos que ocurren. Esto no es solo sabio, sino
también es práctico por dos razones: facilita que los demás hagan lo mismo, con
lo que la labor analítica de diagnosticar los errores es más sencilla y las
demás personas nos verán más accesibles y de confianza y estarán más dispuestas
a trabajar con nosotros o a conocernos mejor.
c).- Poner la seguridad
lo primero para poder detectar los pequeños fallos y corregirlos antes de que se
conviertan en fallos importantes, favoreciendo la notificación sin culpables.
d).- Aprender de los
errores
La maestría en
cualquier campo requiere el deseo de aprender algo de los muchos errores que
previsiblemente vamos a cometer.
Edmonson recomienda
utilizar alguno de los siguientes sistemas de prevención de errores:
1.- Notificación sin
culpa. Es el método favorito de la autora. Las personas deben notificar rápidamente
los errores y problemas para poder prevenir que se conviertan en problemas
mayores o en fallos severos. La promesa de que informar no va a ser penalizado
no promete, sin embargo, que si tras una investigación posterior de los hechos se descubre un deliberado desprecio por los estándares o una conducta ilegal o
poco ética, estos actos no sean castigados.
2.- Mantenimiento
preventivo. Con frecuencia lo olvidamos en parte por lo que los psicólogos
conocen como descuento temporal que es la tendencia a no considerar o devaluar
el significado de las respuestas retrasadas a nuestros actos. Estudios muestran
que las personas damos menos importancia a los resultados que van a ocurrir en
el futuro que a los que lo van a hacer en el presente, como por ejemplo el
comer un trozo extra de tarta o procrastinar al estudiar para un examen. También
el estar al día con el mantenimiento preventivo nos cuesta porque no hemos
visto los resultados de no hacerlo, como en el caso del mantenimiento de los
coches sin que se haya producido una avería ( nos cuesta pensar en pagar por
algo que no sabemos si se puede producir.
3.- Codificación y
listas de verificación para asegurar que se siguen de forma consistente una
serie de pasos que aseguran una atención a detalles para evitar errores.
4.- Formación adecuada
5.- Detección de
posibles fallos para reducir factores de riesgo conocidos, como instalar
protectores en los enchufes para que los niños no puedan meter los dedos en
ellos.
Hola Isabel,
ResponderEliminarFelicidades por estas interesantes reflexiones. Gestionar los errores es una faceta fundamental en la Seguridad del Paciente, la de verdad, la de24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año y no la de postureo o de cartelito para el día mundial. El punto de partida es reconocer que no podemos equivocar, que nos equivocamos, y gestionar entre todos para que estos errores no vuelvan a suceder. " "Errare humanum est ..... sed perservare diabolicum.." (frase atribuida a Séneca)