LaRae Quy en SmartBrief on Leadership del pasado 17 de septiembre recomienda que en lugar de argumentar
para cambiar la opinión de otra persona lideremos con curiosidad y planteando
preguntas profundas.
Los líderes necesitan
contar con habilidades para navegar por el caos y el cambio al que se enfrentan
en el mundo actual, como, por ejemplo, el fallo de los procedimientos
establecidos o la emergencia de competidores innovadores, que van a requerir
que los líderes se muestren flexibles y estratégicos.
Con frecuencia esto requiere
re-examinar opiniones largamente mantenidas sobre cómo hacer negocios e
interactuar con las personas. La agilidad mental no se debe centrar solo en
tener una mente rápida, sino, también en aprender continuamente sobre el entorno y la mejor forma de saber más
sobre éste es mostrar curiosidad.
La curiosidad es
crucial para cambiar opiniones porque promueve la exploración con la mente
abierta y reduce las actitudes defensivas. Cuando somos curiosos estamos más
dispuestos a hacer preguntas, buscar nueva información y escuchar activamente,
en lugar de juzgar o desechar las ideas.
La curiosidad es una
herramienta vital para transformar un reto de una amenaza en una oportunidad de
aprendizaje y crecimiento. La curiosidad nos permite adaptar nuestro
comportamiento y cambiar nuestra estrategia basándonos en nuevo feedback. Nos
ayuda, asimismo, a tomar decisiones estratégicas sólidas rápidamente ante
condiciones cambiantes con rapidez.
Para utilizarla
adecuadamente la autora sugiere:
1.- Empezar con curiosidad
La curiosidad comienza
con la escucha activa, reconociendo la perspectiva de la otra persona. De esta
forma evitamos confusiones y demostramos que entendemos su punto de vista, lo
que disminuirá sus posibles actitudes defensivas y creará un entorno más abierto.
Testar sus argumentos haciendo preguntas, pero evitando confrontaciones. . Si
necesitamos cuestionar algo debemos
centrarnos en que la batalla sea de ideas y no de egos.
Enfocar la conversación
con un patrón mental sereno. Mostrar vulnerabilidad si es necesario. Comenzar
por estar de acuerdo con algo de su perspectiva, aunque no lo estemos enteramente
con su posición. De esta forma fomentaremos la sensación de conexión y la otra
parte se mostrará más receptiva a las nuevas ideas. No consiste en sacrificar
las nuestras sino en ir generando confianza para que la otra persona considere ir
cambiando las suyas. En lugar de discutir, plantear preguntas reflexivas que
estimulen la introspección y les ayude a detectar inconsistencias o
reconsiderar sus posturas. La autora recomienda utilizar la palabra “porque”
cuando ofrecemos razones ya que diversos estudios muestran que se persuade mejor
cuando una razón se nos muestra, aunque sea sencilla.
2.- Utilizar historias
Las personas responden rara vez solo a los hechos. Las
creencias están conectadas a la identidad, emoción y al deseo de una armonía
interna. Nos aferramos a puntos de vista familiares porque nos ayudan a
sentirnos seguros y conectados con nuestra comunidad. Esta es la razón por la
que cuando alguien se siente juzgado deja de escuchar.
Las historias sirven
para dos propósitos. Primero captan la atención de la audiencia y evocan
empatía. Cuando necesitamos conectar emocionalmente y hacer nuestro mensaje
asequible las historias sirven para simplificar ideas complejas y para crear
una conexión con la audiencia.
La segunda razón es que
las historias animan a las personas a mostrar curiosidad por nuestros valores y
patrón mental.
Para persuadir a los
demás debemos considerar sus sentimientos, comunicar nuestras razones
claramente y demostrar que merece la pena escucharnos. La autora sugiere que el
contar historias funciona mejor cuando genera compromiso emocional, pero que
debemos evitar utilizar las historias para ocultar hechos de los que no estamos
seguros , porque se puede volver en contra de nosotros si los datos o hechos
son sometidos a escrutinio.
3.-
Centrarnos en los hechos, no en las emociones
Uno de los mayores
obstáculos para llegar a un acuerdo en una discusión es dejar que las emociones
nos controlen. Cuando alguien cuestiona nuestras ideas es fácil que lo
consideremos como un ataque personas, lo que hace que reaccionemos
emocionalmente para defendernos. Al mismo tiempo nuestras emociones pueden
bloquear nuestro juicio y hacer más difícil que entendamos la perspectiva del
otro.
En este caso es crucial
ceñirnos a los hechos porque tendemos a creer que sabemos más sobre un asunto
de lo que realmente sabemos. Debemos preguntar a la otra persona dónde han
obtenido la información para que podamos verificar la exactitud de su opinión. Luego podemos
pedirles que expliquen cómo aquello que están defendiendo va a funcionar y que
nos describan paso a paso el camino hasta conseguir los efectos que se supone
se van a obtener. Las personas a las que se les pide que faciliten
explicaciones con frecuencia suavizan sus opiniones porque no se sienten
totalmente seguras de lo que defienden.
Es difícil cambiar
opiniones y ganar discusiones si no estamos sinceramente interesados en
encontrar una solución. Debemos llegar a un acuerdo sobre lo que una solución
exitosa puede ser y mantenernos centrados en esa meta. Cuando sabemos cuál es
nuestro resultado ideal será más fácil trabajar para encontrar la mejor
respuesta.
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