domingo, 21 de septiembre de 2025

LIDERAZGO HUMANO: LIDERAR CON AMOR

 


Marcel Schwantes en “Humane leadership. Lead with radical love, be a kick-ass boss” expone las razones por las que los líderes deben adoptar el amor como una estrategia de negocio.

En el State of the Global Workplace Report de 2023, Gallup, en el que se encuestan a profesionales y directivos de todo el mundo, se ha encontrado que solo el 31% de los empleados en Estados Unidos y Canada se sentían comprometidos con su trabajo  El 52% no se sentían comprometidos y estaban en una situación de “abandono silencioso” que implica que acuden al trabajo y matan el tiempo, realizando el mínimo trabajo requerido sin ningún esfuerzo añadido. El 17% restante se encuentran “abandonando ruidosamente” o activamente descomprometidos. Estos empleados no solo se sienten infelices en el trabajo, sino que lo manifiestan activamente y cada día intentan socavar lo que sus compañeros comprometidos logran, infectando la moral de todos sus compañeros. Estos resultados muestran la necesidad de introducir cambios radicales en la forma en la que se están liderando las organizaciones.

El amor es un requerimiento humano para garantizar nuestra supervivencia. Nuestra necesidad de amor trasciende países, culturas y generaciones. Para que las organizaciones prosperen el amor, la fuerza más poderosa en el planeta, se tiene que dejar de subestimar ya que es la máquina que da fuerza a los equipos y a las organizaciones para conseguir un desempeño mejor que sus competidores.

La palabra amor rara vez se emplea en el contexto del trabajo, ya que parece que es tabú en el mundo de los negocios. Evidentemente podemos amar nuestro trabajo y querer a nuestros compañeros y clientes, pero raramente consideramos al amor como una estrategia eficaz de liderazgo porque en este mundo se asume que el amor es una emoción y no una acción que demuestra compromiso, lealtad, respeto, cuidado y preocupación por los demás.

El autor al investigar cómo conectar este enfoque del amor “en acción” ha encontrado la respuesta en una carta a los corintios escrita por San Pablo. En ella San Pablo señala a la iglesia de Corinto que la única forma de operar efectivamente es a través del amor y presenta una serie de principios guía para que el mundo pudiese contemplar como el amor verdadero es en la práctica. Estos principios son: paciencia, amabilidad, humildad, ayuda y honradez.

Las culturas tóxicas no surgen repentinamente. Se desarrollan debido a diversos factores y dinámicas dentro de la organización. La causa principal es un mal liderazgo. Cuando a los líderes les falta empatía, no comunican con claridad o priorizan sus propios intereses sobre el bienestar de sus empleados se pueden crear entornos tóxicos. Cuando los líderes no facilitan información sobre las decisiones tomadas puede generarse una cultura de secretismo, rumores y desconfianza entre los empleados. Fomentar un exceso de competitividad  entre los profesionales sin promover la colaboración y el trabajo en equipo puede también crear un entorno  donde los profesionales procuren minarse unos a otros, se den puñaladas en la espalda y prioricen su éxito personal sobre el de la organización. Y, cuando se aceptan o ignoran las conductas de bullying acoso y discriminación los empleados no se sienten seguros y consideran  que no son valorados ni apoyados.

Investigadores del Instituto de Estrés de la Universidad de Estocolmo han estudiado a más de 3100 hombres durante un periodo de 10 años en sus entornos laborales. Encontraron que los riesgos de los trabajadores de padecer angina de pecho, ataques cardiacos y muerte aumentaban para aquellos que trabajaban con jefes tóxicos. Los investigadores encontraron que los empleados con jefes que tenían los siguientes cuatro rasgos negativos tenían más posibilidades de sufrir un ataque cardiaco u otras enfermedades cardiacas que podían poner en riesgos sus vidas:

a).- Incompetencia. Este es el caso de los jefes que son promocionados demasiado pronto o fichados sin tener cuidado o están ocupando un puesto que excede sus competencias. El problema empeora cuando los subordinados pueden tener los conocimientos y experiencia que les faltan a sus superiores.

b).- Desconsideración. Cuando los jefes tratan como si fuesen basura a las personas destruyen su motivación y éstas dejan de contribuir con todo su `potencial. Los investigadores suecos recomendaban para paliar esta situación intervenciones como delegar autoridad a los empleados y apoyar su desarrollo para reconocer y dignificar sus contribuciones.

c).- Exceso de reserva y secretismo. Es el caso del jefe controlador que atesora o retiene la información y termina teniendo empleados que se sienten perdidos o confusos. Para evitar esta situación los investigadores suecos recomendaban intervenciones tales como facilitar información a los empleados, darles control suficiente y poder en relación a sus responsabilidades e incluirles en la toma de decisiones.

d).- Falta de comunicación y claridad sobre las metas y objetivos, así como de expectativas realistas sobre el trabajo que se espera de los profesionales. Las intervenciones recomendadas en este caso para mejorar la comunicación incluyen el establecimiento de objetivos claros de trabajo y el ofrecer feedback regular y frecuente.

Las teorías de Milton Friedman en las que el único propósito de los negocios es lograr un beneficio económico han venido dominando en el mundo, pero una corriente reciente que se aleja de ellas parece que está surgiendo. Por ejemplo en 2019 The Business Roundtable, una asociación no lucrativa, fundada en 1972 cuyos miembros son CEO´s y fundadores de algunas de las mayores compañías del mundo publicó un documento: “Statement on the purpose of a corporation” en el que se manifestaba que: “Aunque cada una de sus compañías a nivel individual servían a un propósito corporativo, compartían un compromiso fundamental con todos sus accionistas. America merece una economía que permita que cada persona tenga éxito a través de su trabajo y esfuerzo y creatividad y a llevar una vida con dignidad y con un significado”. Esta declaración es solo un comienzo ya que pasar de las palabras a los cambios significativos va a llevar mucho tiempo, fundamentalmente para que los líderes incorporen los principios del “amor en acción”.

Un buen punto de comienzo, para ello, requiere seis pasos:

1.- DESAPRENDER LO QUE HEMOS APRENDIDO

Lo primero que tenemos que hacer es desaprender los sistemas de creencias que se han transmitido de generación en generación como normas del entorno laboral en los últimos doscientos años. Debemos comenzar por desaprender cosas que percibimos que son verdad y creencias que mantenemos que nos limitan. Una forma de cuestionar nuestras creencias y visión de mundo es testarlas. Por ejemplo en el entorno laboral las personas en roles de gestión no han descartado todavía los métodos de motivación centrados en la zanahoria y el palo o siguen empleando el miedo y la intimidación. Mientras las nuevas generaciones se sienten motivadas por factores más intrínsecos. Por tanto debemos desaprender ciertos comportamientos erróneos que aplastan el espíritu humano y en su  lugar aprender otros nuevos que hagan que las personas sientan que están creciendo, que están siendo apoyadas y que su trabajo tiene un significado y un propósito.

2.- DEJAR DE CONSIDERAR  A LAS PERSONAS COMO OBJETOS

Históricamente y todavía real, si observamos en lo que se han convertido los entornos de trabajo, vemos que en la mayoría de las organizaciones las personas son consideradas objetos o funciones: un medio para un fin en una transacción, con lo que las interacciones van a sufrir a largo plazo. Los líderes deben dejar de ver a las personas solo como recursos para obtener beneficios y comenzar a tener en cuenta los valores intrínsecos humanos y tratar con respeto y dignidad a todos. El compromiso con el trabajo, para lo que deben hacer requiere que los profesionales se sientan valorados y reconocidos. También tienen que fomentar la creatividad y colaboración, promoviendo la contribución individual, la creación de relaciones significativa, la conexión entre los empleados , el bienestar de los mismos y una marca del empleado positiva. De esta forma podrán atraer al mejor talento y fortalecerán la imagen de la organización en su conjunto.

3.- REDEFINIR EL ROL DEL MANAGER

El miedo se mantiene como una forma prevalente de gestión en el siglo XXI. El problema está en que el actual modelo de gestión y patrón mental sobre el mismo nunca se centró en crear valor para los seres humanos en el trabajo. Debemos cambiar la manera en que consideramos el rol de manager y modificar las ideas y estereotipos dominantes sobre lo que significa ser el jefe.

En el entorno de las organizaciones debemos cuestionarnos nuestra perspectiva actual de lo que es un líder y de lo que debe hacer diariamente. Un común denominador de la gestión que todavía es extraño para muchos es que cada interacción debe promover relaciones positivas y productivas que conduzcan a resultados.

4.- CAMBIAR LA NARRATIVA Y EL LENGUAJE

La mayor parte de los líderes en las empresas continúan creyendo que el propósito de un negocio es exclusivamente tener beneficios económicos. Evidentemente es necesario para que éstas sobrevivan y prosperen pero el propósito de un negocio debe ser más trascendente y contribuir a que las personas y la sociedad sean mejores y más sanas.

El lenguaje empleado debe cambiar, también. Moshe Engelberg autor de “The Amare Wave", explica que expresiones tales como “aplastar la competencia”, “Capturar a los consumidores” o “Explotar el mercado”, por ejemplo, han permeado el entorno de los negocios desde hace décadas y plantea si es necesario utilizar un lenguaje con matices bélicos. Podemos cultivar un clima más sano si reconocemos que podemos tener éxito aunque utilicemos palabras que promueven la empatía, cooperación y comprensión, en lugar de lenguaje violento y malicioso. Al final tratar a los clientes, competidores y compañeros respetuosamente y con dignidad conduce a unas relaciones más positivas y al éxito a largo plazo.

5.- ELIMINAR EL MIEDO TÓXICO

No todo el miedo es malo. Algunos son necesarios, pero pueden ir en contra nuestra si dominan nuestras mentes. La amígdala, conocida también como el “cerebro emocional”, rápidamente activa los mecanismos de respuesta del cuerpo cuando percibe un riesgo potencial. El problema surge cuando la amígdala se siente tan coaccionada que decide que no ha tiempo para la razón y la lógica y tiene que actuar ya. Antes de que nos demos cuenta estamos inmersos en una reacción de “luchar-huir” y la adrenalina y el cortisol fluyen por nuestro cuerpo, impidiendo que reaccionemos apropiadamente ante el peligro. Andrew Colin Beck ha desarrollado un modelo que se centra en una escala del miedo. Propone que ni la ausencia total ni el exceso de miedo son buenos. Por ejemplo en una organización con ausencia total de  miedo los empleados pueden carecer de la motivación para tomar iniciativas y hacer las cosas, o peor aún, algunos empleados al no tener miedo a las consecuencias pueden actuar de forma inapropiada o no hacer caso a los riesgos que pueden dañar la organización. Sin consecuencias para la falta de acción y sin medidas de responsabilidad las personas con frecuencia no se arriesgan o esfuerzan. Pero en el caso contrario los equipos que operan en condiciones de miedo permanente tienen un desempeño peor que los que no sienten temor continuo.

Según las investigaciones de Beck el nivel ideal es 4 en una escala de 10. En este punto los individuos encuentran miedo constructivo y positivo que les ayuda a maximizar su desempeño. El rol del líder debe ser mantener el nivel de miedo de los empleados entre 4 a 5, lo suficiente para mantener su compromiso y motivación sin experimentar miedo que les haga sentir ganas de huir o les paralice.

6.- CENTRAR TODO EN LAS PERSONAS

Las personas pueden olvidar lo que hemos dicho y hecho, pero nunca cómo les hemos hecho sentir.

 

 

 

 

 

 

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