Rob Jolles, presidente de
Jolles Associates, empresa internacional de consultoría y formación y autor
de " How to Change Minds: The Art of Influence without Manipulation “, en el boletín del pasado 5 de septiembre de la
Asociación Americana de Management aborda el tema de cómo podemos gestionar
adecuadamente las objeciones que nos planteen nuestros colaboradores.
Recomienda seguir los siguientes pasos:
I.- ACLARAR.
Es la etapa más importante y posiblemente más
complicada. Presenta, a su vez tres
fases:
1.-
Encontrar la verdadera objeción. En contadas ocasiones las personas presentan
directamente la objeción real, ya que pueden pensar que es demasiado personal o
porque creen que no es tiene importancia. El problema que surge es que la única
forma de abordar correctamente una objeción es conociendo cuál es el problema
real, en caso contrario podemos responder de maneras que no tengan nada que ver
con lo que se nos plantea y crear nuevas objeciones.
2.- Evitar
parecer beligerante. Nos podemos
encontrar con la paradoja de que si entendemos cuál es la verdadera objeción
sin necesidad de una clarificación previa nos acusen de ser insensibles, tercos
y beligerantes. Debemos, pues, evitarlo dando la oportunidad al colaborador de
expresar sus discrepancias, lo que nos permitirá tener tiempo para pensar y
enviar el mensaje de que nuestra intención es escuchar y entender.
3.- Procurar
no hablar en exceso.
El autor señala que desde un punto de vista
conservador una de cada diez objeciones no es en realidad una discrepancia. Lo
que estamos escuchando es a una persona que no quiere ser influida ni ser
encasillada. Si le pedimos que aclare su objeción no debemos sorprendernos si
nos responde que no es necesario porque ya le hemos dado respuesta, ya que
realmente no existe esa discrepancia y por lo tanto no puede justificarla.
II.-
RECONOCER.
Implica que es el momento de confirmar que entendemos
las preocupaciones de la persona que presenta la objeción.
III.-
RESPONDER.
Tras las dos etapas anteriores ya nos encontramos en
la situación idónea para responder a las objeciones. En esta fase tenemos que
tener en cuenta que pueden existir dos clases de objeciones:
a).- Malas interpretaciones. La persona con la que nos
hemos comunicado no ha interpretado bien algo que hemos dicho y es necesario
aclararlo. La solución parece fácil, pero con frecuencia tenemos que estar
pendientes no sólo de lo que decimos sino de cómo lo hacemos.
Debemos evitar caer en la trampa de plantear una
situación en la que parezca que nosotros tenemos razón y el interlocutor está
equivocado. El objetivo es eliminar cualquier obstáculo que pueda estar
relacionado con el ego. El autor propone
utilizar la siguiente técnica para comunicar con delicadeza a otra persona que
su perspectiva es errónea: comenzar por bloquear el ego y evitar así que adopte
una postura defensiva, diciendo que numerosas personas sienten o piensan lo
mismo. Continuar inyectando empatía en nuestra respuesta admitiendo que
nosotros hemos sentido lo mismo en alguna ocasión. Finalizar comentando la
respuesta que hemos encontrado para esa
situación.
b).- Pegas. Es el tipo de objeción más difícil
de manejar ya que implica que existen desventajas que pueden ser evidentes en
la situación que se plantea y que no se pueden obviar. La actitud a seguir,
según el autor sería: Mirarla desde la perspectiva correcta, valorando su
importancia real dentro del contexto y desde un enfoque global y no parcial. Si
vemos que a pesar de esos inconvenientes
estamos convencidos de que la idea que defendemos es la que mejor apoya
los intereses de la persona a la que estamos intentando persuadir debemos
mantenernos firmes para lograr sacarla adelante, aclarando los beneficios que
se van a derivar de ella. Un aspecto ético que no debemos olvidar es que si la
solución que estamos proponiendo no va a abordar los criterios que son más
importantes para la otra persona debemos reflexionar seriamente sobre lo que
estamos intentando que acepte.
IV.-
CONFIRMAR
El objetivo de este paso es que la persona que
planteó la objeción responda al menos verbalmente que ésta ya no existe. De
esta forma conseguimos que desde el punto de vista psicológico resulte más
difícil que vuelva a surgir.
En ocasiones objeciones y preguntas se pueden
llegar a confundir. En estos casos
Jolles recomienda tratarlas por igual: aclarando la pregunta para
comprobar que la hemos entendido bien y confirmando la respuesta
posteriormente.
El autor termina el artículo sugiriendo que en la
próxima ocasión en la que nos enfrentemos a una queja u objeción digamos a la
persona que la está efectuando que podemos entender su frustración o que somos
conscientes de lo decepcionados que se pueden sentir, con lo que estamos
reconociendo las inquietudes de nuestro interlocutor. Pasaremos, después, a
replantear y volver a exponer el tema para demostrar que hemos estado
escuchando y nuestra empatía para posteriormente abordar el principal problema.
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