Nick Morgan, en su
libro “Power Cues. The subtle science of leading groups, persuading others and maximizing your personal impact”, que estamos comentando, plantea la
importancia de reconocer las señales inconscientes que transmiten los demás.
Paul Ekman, experto en análisis del lenguaje corporal y en detección de mentiras, descubrió que los humanos cuando sentimos una emoción muy fuerte y tratamos de esconderla la manifestamos en forma de expresiones faciales muy rápidas contrarias a la expresión facial predominante que estamos manteniendo. Por ejemplo si estamos pretendiendo que nos gusta una persona, pero la despreciamos realmente, una mueca rápida de desdén se nos escapará. No seremos consciente de ello, al igual que las personas que nos rodeen, salvo, quizás, por un sentimiento vago de incomodidad o malestar. Ekman desarrolló un sistema de aprendizaje que permite la detección de estas microexpresiones y de su significado (colabora con la CIA y con el FBI para entrenar a sus agentes en esta técnica).
Hay que tener en cuenta
un matiz importante: el percibir la emoción suprimida no quiere decir que
seamos capaces de comprender el significado que esa persona asigna a esa
emoción. Por ejemplo si vemos que una persona está nerviosa cuando va a pasar
por el control de seguridad en un aeropuerto no quiere decir que lo esté porque
piense volar el avión, puede estarlo porque llega tarde a una reunión
importante o porque le de miedo volar, entre otras muchas razones.
Esta situación se
produce con más frecuencia ante desconocidos. Si conocemos a la persona es más
fácil acertar. Por ejemplo al llegar a casa podemos detectar el estado de ánimo
de nuestra familia o en el trabajo si nuestro jefe está de buen o mal humor. El
problema surge en los momentos más sutiles en los que la emoción no es tan
obvia, las decisiones a tomar son complicadas o esa persona a la que conocemos
tan bien está haciendo unas afirmaciones que nos gustaría saber si son ciertas
o no, así como cuando la persona no forma parte de nuestro círculo íntimo, sino
del profesional y no conocemos bien sus motivaciones e intenciones.
Morgan propone un
sistema para ser capaces de aprender a leer el lenguaje corporal de los que nos
rodean, de forma exacta y sencilla, a través de una serie de preguntas que nos
debemos hacer, sin olvidar que los gestos son ambiguos y pueden tener múltiples
significados. Centrarnos en un gesto específico e insistir que tiene un único
sentido puede ocasionarnos problemas: una mano en nuestra barbilla puede querer
decir que estamos pensando o que estamos cansados y apoyamos nuestra cabeza en
las manos, por ejemplo. Para decodificar esos mensajes debemos utilizar nuestra
mente inconsciente para identificar los datos que tiene almacenados y que
pueden ser de utilidad. Lograrlo implica que debemos reforzar la relación entre
nuestras dos mentes para poder interpretar a los demás, por medio de un proceso
en dos fases: hacernos una pregunta específica y escuchar la respuesta. Tenemos
que comenzar por establecer unas categorías básicas de pistas que hay que
buscar para empezar a solucionar el problema del exceso de información.
El autor destaca que
existen cuatro áreas básicas sobre las
que comprender el lenguaje corporal nos
puede resultar de gran utilidad:
A).-
PODER. Con frecuencia es conveniente saber quién es el que está al mando en una
determinada situación, quién es el que toma las decisiones y quiénes son sus
seguidores o quién tiene el poder en cada momento.
Las personas poderosas
ocupan más espacio que el resto. Su meta inconsciente es el control, por lo que
intentan lograrlo utilizando el mayor espacio físico posible. Se estiran,
extienden sus brazos y piernas y separan éstas. Hablan de forma diferente que
las personas débiles: interrumpen más, ocupan más tiempo en una conversación y
utilizan pausas mayores. En ocasiones se retiran momentáneamente de una
conversación para dejar que sus subordinados la continúen. De una forma más
sutil pueden mostrar su habilidad para distanciarse echándose para atrás
durante una reunión o colocando las manos tras la cabeza para mostrar su
alejamiento o superioridad sobre los demás. Es un gesto arrogante pero eficaz.
Morgan recomienda si
queremos transmitir conscientemente autoridad que nos mantengamos lo más
erguidos posible, con la cabeza en alto y echando los hombros hacia atrás, pero
sin levantar la barbilla. Debemos, también, procurar movernos lo menos posible,
que sean los demás los que se acerquen a nosotros.
B).-
AMISTAD. Normalmente queremos saber si a una persona la
podemos considerar como amiga o enemiga, si podemos confiar en ella o es una
amenaza y me está traicionando a mis espaldas.
La detección de la
posible amistad de la otra persona debe comenzar buscando señales de una
actitud abierta, que en el rostro manifiesta cuatro características:
1.- Los ojos están bien
abiertos y las pupilas están dilatadas (éstas se dilatan si nos gusta lo que
vemos y se contraen en caso contrario).
2.- Las cejas se
elevan: cuando hacemos esto realmente estamos planteando la siguiente pregunta:
“¿Qué piensas?” o “¿Cuál es tu respuesta?”, por ejemplo (Morgan sugiere que nos
fijemos en las arrugas que tienen las personas de cierta edad en la frente
porque nos muestran que han sido abiertas y receptivas).
3.- Presencia de
sonrisas. La mayoría de los adultos pueden controlar sus sonrisas pero tenemos que buscar un patrón
a lo largo de un tiempo, si no son sinceras es difícil mantenerlas.
4.- La posición y
movimientos del resto del cuerpo. Las
personas amistosas suelen acercarse y mantienen el torso sin bloquear con sus
brazos o manos.
C).-
ALINEACIÓN. En este caso lo que buscamos son las
señales que nos indiquen si la persona está de acuerdo o no con nuestros
planteamientos, si puedo considerar que es miembro de mi equipo, si cuando dice
que me apoyará lo hará realmente y si puedo esperar su ayuda cuando las cosas vayan mal.
Las personas que están
de acuerdo con nosotros suelen repetir nuestros gestos como en un espejo. Uno
lidera y el otro le sigue en cuestión de segundos. Esto se puede apreciar con claridad cuando
están tres personas manteniendo una conversación. Con frecuencia dos están
alineados y repiten sus gestos y el otro no. Si queremos descubrir quién en un
grupo está a favor nuestro podemos empezar por buscar quién tiene la misma
orientación corporal que nosotros y movernos para ver si dentro de los siguientes treinta segundos esa persona
hace los mismos movimientos que nosotros.
D).-
ENGAÑO. Todos mentimos diariamente en algún momento: decimos
que estamos bien cuando no lo estamos, que algo nos gusta cuando no es así,…..
Suelen ser engaños sin importancia pero en ocasiones puede ser de gran utilidad
detectar en temas trascendentes la veracidad o no de las afirmaciones de los
demás.
Entre las señales que
nos pueden ayudar a detectarlo tenemos:
1.- Falta de contacto
visual, mirada que no se centra y salta de un lugar a otro o mirada muy fija e
inocente.
2.- Alejamiento de la
cabeza o movimientos de arriba abajo para alejarla de la otra persona.
3.- Movimientos del
torso alejándose de nosotros, agitación de manos y dedos y movimientos
contradictorios entre piernas y pies.
4.- Signos de tensión
en la voz. Ekman ha encontrado que las personas que mienten enlentecen su
discurso y sus gestos.
Nick Morgan plantea que
si queremos comprobar que alguien nos escucha realmente y que no está fingiendo
debemos observar si:
1.- La mirada es fija.
No se mueven los ojos.
2.- La cabeza se
mantiene también quieta, sin moverse para intentar mostrar que realmente está
centrado en lo que decimos.
3.- Sonrisa exagerada y
mantenida en exceso.
4.- El cuerpo se aleja
de nosotros. Los pies señalan a la puerta. Los dedos tamborilean y todo el
cuerpo está en constante movimiento.
El autor propone que
nos hagamos las siguientes preguntas básicas relacionadas con lo que hemos
visto con anterioridad y que nos van a servir para ser capaces de aprender a
leer los mensajes inconscientes de los demás:
a).- “¿Esta persona es
amiga o enemiga?”
b).- “¿Esta persona
está diciendo la verdad o está mintiendo?”
c).- “¿Está persona está
de mi parte o no?”
d).- “¿Esta persona
tiene poder o no?”
Estas 4 preguntas
abordan una gran parte de las situaciones donde existe algún interrogante sobre
las intenciones o las emociones que necesitan ser aclaradas a través de la
lectura del lenguaje corporal porque o no podemos preguntar directamente o
tememos que exista algún tipo de engaño o queremos tener algún grado de
seguridad sobre las promesas u ofertas que nos están haciendo.
Morgan resume su método
para ser conscientes del lenguaje corporal en 4 pasos:
1.- Aprender las cuatro
constelaciones básicas del lenguaje corporal: poder, amistad, alineación y
engaño. Dedicar tiempo a prender los tipos de lenguaje corporal que
habitualmente se asocian con cada una de ellas. Estudiar a personas a las que conozcamos
bien para captar la variedad de gestos y expresiones de cada una de las
intenciones. Practicar observando a las personas que conocemos y a las que
acabamos de conocer para apreciar las diferencias.
2.- Decidir qué
queremos saber. Esta etapa es crucial e implica saber qué es lo que queremos
entender a través del lenguaje corporal de una persona: si es amigo o no, si
tiene poder, si me va a ofrecer un trabajo o si puede convertirse en una
amenaza para mi carrera, por ejemplo. Formular la pregunta de forma que la
respuesta sea sí o no. Debemos hacernos esta pregunta antes de ir a una
reunión, entrevista u otra situación, porque en el momento de la misma
estaremos sometidos a muchas presiones que nos distraerán. Este pequeño paso de
pensar con antelación, imaginar cuál puede ser el desarrollo del encuentro y
decidir a qué pregunta es la que queremos responder puede resultar muy útil.
3.- Trasladar nuestra
pregunta a nuestro inconsciente. Podemos decirnos algo como:” En esta
entrevista quiero averiguar si mi jefe está siendo sincero o no” y centrar
nuestra mente en ello, rechazando cualquier otra preocupación o distracción.
4.- Durante el
desarrollo de la reunión esperar a que nuestro inconsciente nos muestre la
respuesta. Al principio sólo nos susurrará la información y lo hará lentamente
y no estaremos seguros de lo que nos está intentando decir, pero cuando vayamos
teniendo más práctica las respuestas surgirán con mayor rapidez y más
claramente.
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