miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL CONOCIMIENTO DE PLANCK

En el boletín de Farnam Street del pasado 12 de septiembre Shane Parrish  plantea que existen dos tipos de conocimiento. Lo hace comentando la siguiente historia recogida por Rolf Dobelli en “The art of thinking clearly”:
Tras  recoger el premio Nobel de Física en 1918 Max Planck hizo una gira por Alemania en la que siempre impartía la misma conferencia sobre mecánica cuántica. Con el tiempo su chófer se la aprendió de memoria y cuando ya la dominaba le dijo a Planck:”Debe ser muy aburrido contar la misma conferencia en todas las ocasiones. ¿Qué le parece si le sustituyo en Munich? Usted puede sentarse en primera fila y llevar mi gorra de chófer. De esta forma tendremos ambos algo de distracción”. A Planck le gustó la idea, así que esa noche el conductor ofreció una larga conferencia sobre mecánica cuántica ante una distinguida audiencia. Al finalizar un profesor de física se levantó e hizo una pregunta. El chófer contestó” Nunca hubiese pensado que alguien que vive en una ciudad tan avanzada como Munich pudiese hacer una pregunta tan simple. Mi chófer la contestará”.
Lo más destacable de esta historia no es la rapidez de reacción del chófer, sino la distinción entre dos tipos de conocimiento:
1.- El conocimiento de Planck o el de los que realmente saben.
2.- El conocimiento del chófer de Planck. Éste es el de las personas que han aprendido a hablar y pueden llegar a impresionar al hacerlo, pero al final sólo tienen el conocimiento que tenía el chófer de Planck.
El conocimiento real se demuestra cuando las personas hacen su trabajo. Tenemos también los profesionales que no hacen el trabajo. Han aprendido a aparentar que lo hacen pero les falta la comprensión unida al conocimiento verdadero. El problema es que resulta difícil separar a ambos grupos. Una forma de discernir la diferencia de conocimientos entre  Planck y su chófer sería el preguntar por el por qué de las cosas.
Dobelli, en el libro anteriormente mencionado escribe sobre la superficialidad que está presente en las organizaciones, ya que, según él, cuanto mayor es su tamaño más se espera que su director general posea ”cualidades estrella”, entre las que no se valora en demasía la dedicación, la solemnidad y la fiabilidad. Los accionistas con frecuencia parecen creer que el actuar como “showman” obtendrá mejores resultados, lo que obviamente no es el caso. Una forma de evitarlo sería conocer nuestro círculo de competencia.
Este es un concepto utilizado por   Warren Buffet para intentar que los inversores se centrasen en operar exclusivamente en aquellas áreas que conociesen bien. Sus fundamentos los recogió en 1996 en su “Shareholder Letter”. Plantea  que cada uno de nosotros a través de la experiencia o el estudio ha adquirido conocimientos útiles de determinadas áreas. Algunas son entendidas por la mayoría de las personas mientras existen otras que necesitan una mayor especialización. El tamaño del círculo no es tan importante como el conocer sus límites.
Charlie Munger lleva este concepto fuera del mundo de los negocios y lo traslada a la vida real intentando responder a la siguiente pregunta esencial: ¿A qué tenemos que dedicar nuestro limitado tiempo de vida para conseguir los mayores éxitos? Su recomendación es la siguiente: “Tenemos que descubrir cuáles son nuestras aptitudes. Si nos decidimos por participar en juegos donde otras personas tienen las aptitudes y nosotros no vamos a perder. Tenemos que averiguar dónde vamos a destacar y tenemos que jugar dentro de nuestro propio círculo de competencia. Las personas que nunca ganarían un torneo de ajedrez o de tenis pueden ascender en su vida desarrollando un círculo de competencia resultado tanto de las cualidades innatas como del  esfuerzo y trabajo”.
Dobelli concluye que hay que estar alerta ante el conocimiento del chófer. No confundir al vendedor de humo o buen orador con aquellos que poseen el verdadero conocimiento. Para reconocer la diferencia plantea que existe un indicador claro: los verdaderos expertos reconocen los límites entre lo que saben y lo que no saben. Si se encuentran fuera de su círculo de competencia se callan o dicen sencillamente que no lo saben sin avergonzarse. De los chóferes podemos esperar todo menos esta actitud.
El problema, según el autor del libro, está como directivo en conseguir asignar las responsabilidades a las personas con el conocimiento de Planck y retirárselas a los que tienen el conocimiento del chófer.


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