Alison Wood Brooks, profesora de negociación en Harvard Business School, en la edición de diciembre de Harvard Business Review, plantea que los negociadores normalmente se centran en la estrategia, las tácticas, las ofertas y contraofertas y no prestan la suficiente atención a cómo las emociones van a influir en lo que ocurre en la mesa de negociación.
Hasta
hace poco tiempo eran escasos los investigadores que se preocupaban por
analizar el papel de las emociones en las negociaciones, por ejemplo cómo los
sentimientos en la forma en la que las personas abordan el conflicto, llegan a
acuerdos y crean valor mientras negocian con la otra parte. En la última
década, sin embargo, los investigadores han empezado a examinar cómo emociones
específicas como la ira, la tristeza, la desilusión, la ansiedad, la envidia,
el nerviosismo y el remordimiento pueden afectar el comportamiento de un
negociador. Han estudiado las diferencias entre lo que ocurre cuando,
simplemente, las personas sienten estas emociones y cuando las expresan a la
otra parte a través de palabras o acciones.
La
autora analiza distintas estrategias para canalizar adecuadamente muchas de las
emociones que surgen durante las negociaciones. Entre ellas tenemos para.
1.- EVITAR LA ANSIEDAD.
La
ansiedad produce un estado de desasosiego como reacción a un estímulo que se
interpreta como amenazante, principalmente ante situaciones nuevas que tiene el
potencial para un desenlace no deseado. En contraste con la ira, que motiva a
las personas a escalar el nivel del conflicto, la ansiedad hace que las
personas quieran huir de las situaciones o negociaciones.
Al
ser la persistencia y la paciencia dos características deseables al negociar,
la necesidad de escapar rápidamente es contraproducente. En diversas
investigaciones realizadas por Wood se ha encontrado que las personas que
sufren de ansiedad muestran menos confianza en sí mismos y estaban más
dispuestos a consultar a otras personas que los que no la sienten y menos
capaces de discriminar entre buenos y malos consejos. En su experimento más
relevante encontraron que los negociadores ansiosos no descartan las
recomendaciones de las personas que pueden presentar un conflicto de interés,
mientras que los que sentían emociones neutras interpretaban estos consejos con
un mayor escepticismo.
Los
negociadores excelentes con frecuencia consiguen que sus oponentes se sientan ansiosos a propósito.
La
autora recomienda, por tanto el tratar de evitar sentir ansiedad durante una
negociación y para lograrlo sugiere practicar y entrenar en habilidades de
negociación. La ansiedad es, con frecuencia, una respuesta ante estímulos
nuevos, por lo que cuanto más familiar
sea el estímulo, más cómodos y menos ansiosos nos sentiremos. Esta es
una de las ventajas de asistir a cursos sobre negociación en los que se
practica con negociaciones simuladas.
Otra
estrategia útil consiste en solicitar la ayuda de un experto externo. Éstos
están mejor preparados porque para ellos el proceso es una rutina y se van a
sentir menos comprometidos personalmente con el resultado, un ejemplo son los
profesionales que prestan sus servicios en agencias inmobiliarias en el caso de
la compra y venta de una vivienda.
2.- MANEJAR LA IRA.
Como
la ansiedad la ira es una emoción negativa, pero que en vez de estar centrada
en uno mismo suele estar dirigida hacia otra persona. En la mayor parte de las
situaciones tratamos de tener controlado nuestro temperamento, pero ante una
negociación muchas personas piensan que la ira puede ser una emoción productiva
que nos permitirá lograr una mayor parte del "pastel".
Esta
idea procede de la tendencia a contemplar las negociaciones desde una
perspectiva competitiva más que colaborativa y del prejuicio, que se da con más
frecuencia en negociadores inexpertos,
de que la negociación es un juego de suma cero en el que los intereses
de una parte están en conflicto directo con los de la otra. Los negociadores expertos por el contrario
buscan fórmulas para expandir el “pastel” a través de la colaboración, en lugar
de descaradamente buscar arrebatar una porción mayor del mismo. La ira, algunos
piensan, hace que seamos más poderosos y fuertes y que seamos capaces de tener
éxito en esta lucha.
Existen
numerosas investigaciones, muchas de ellas lideradas por Keith Allred, que
documentan las consecuencias de sentirnos enfadados durante las negociaciones. Muestran
que la ira con frecuencia daña el proceso al incrementar el conflicto, al hacer
que surjan prejuicios en las percepciones y conduciendo con más frecuencia a
puntos muertos y callejones sin salida. También reduce las ganancias conjuntas,
disminuye la cooperación, intensifica el comportamiento competitivo e
incrementa el ritmo en el que las ofertas se descartan. Los negociadores iracundos
se muestran menos exactos que los neutrales a la hora de juzgar sus propios
intereses y los de los demás. La ira puede conducir al deseo de dañar al
contrario, aunque un enfoque más colaborativo podría conducir a un incremento
del valor de los logros a obtener de la negociación.
En
algunas ocasiones el enfado puede conducir a mejores resultados. Las
investigaciones de Gerben van Kleef en la Universidad de Amsterdam demuestran
que en el caso de negociaciones que se van a producir en una sola ocasión, con
pocas oportunidades de colaborar para incrementar el valor, el mostrar ira puede conseguir mejores
acuerdos. Pueden incluso presentarse situaciones en las que un negociador
simule estar enfadado para intentar que la otra parte para procurar mitigar la
ira esté más dispuesta a ceder y a hacer concesiones.
Pero
los negociadores que adopten estas tácticas deben ser conscientes de su coste,
ya que va a dañar las relaciones a largo plazo entre las partes.
La
autora recomienda para controlar la ira construir una buena relación con la
otra parte durante y después de la negociación. Si procuramos enmarcar ésta de
forma cooperativa, dejando claro que buscamos soluciones ganar-ganar, podemos
conseguir limitar la percepción de la
otra parte de que intentar buscar su propio beneficio exclusivamente es una
buena solución. Si a pesar de todo reacciona con ira tendremos que encontrar la
forma de suavizar el ambiente y de reducir las hostilidades.
Quizás
la forma más efectiva de manejar la ira
en las negociaciones consiste en reconocer que éstas no se van a resolver en
una sola sesión, sino que pueden ser necesarias varias reuniones. De esta forma
si la tensión está aumentando podemos pedir una pausa o decidir parar y
continuar en otro momento en que el ambiente no esté tan caldeado. Esto no es fácil cuando estamos enfadados
pero debemos resistir y dar tiempo para que la ira se disipe.
Otra
alternativa es reformular la ira en tristeza ya que los sentimientos
compartidos de tristeza pueden conducir a concesiones cooperativas, mientras la
ira con frecuencia conduce a callejones sin salida.
3.- GESTIONAR LA INSATISFACCIÓN Y EL
ARREPENTIMIENTO.
Es
demasiado simplista contemplar las negociaciones en términos binarios: o ganas
o pierdes. La mayor parte de las negociaciones complejas van a finalizar cuando
cada parte haya conseguido alguna de sus metas y no otras. Una mezcla de ganancias
y pérdidas que es natural que puedan provocar sentimientos positivos o
negativos.
La
desilusión puede ser una potente fuerza si se expresa a la otra parte al final
del proceso de negociación. Existe una relación directa entre el enfado y la
desilusión ya que ambas surgen cuando el individuo siente que se ha actuado mal
con él. Al expresar nuestra decepción, en lugar de generar una postura defensiva
como ocurre con la ira , podemos obtener un propósito más táctico al animar a
la otra parte a ver de una forma más crítica sus propias acciones y a
considerar si está dispuesta a modificar su posición para reducir los
sentimientos negativos que nos está causando.
Las
investigaciones sobre el tema muestran que una causa de decepción es la rapidez
del proceso de negociación. Si se desarrolla y finaliza demasiado deprisa los
participantes tienden a sentirse insatisfechos, porque se van a preguntar si
podrían haber hecho algo más. La forma obvia de reducir este sentimiento es que
el proceso se desenvuelva más lentamente y con mayor deliberación.
El
sentir pesar es ligeramente distinto de la decepción. Mientras esta última
tiende a manifestar una cierta tristeza ante un resultado, alguien que siente
pesar analiza las acciones que han conducido a un resultado infeliz y piensa en
cuáles son los errores que han generado esa decepción.
Diversos
estudios muestran que las personas se arrepienten más de las acciones que no han tomado, las
oportunidades perdidas y errores de omisión que de los fallos por comisión. Una
forma de reducir la probabilidad de llegar a experimentar estos sentimientos es
hacer preguntas para tener la seguridad de que al finalizar la negociación se
han explorado todas las alternativas posibles.
Los
negociadores expertos utilizan otra técnica que consiste en que una vez que se
ha llegado a un acuerdo plantear dedicar unos minutos más conversando para ver
si existe alguna forma de mejorarlo para ambas partes.
4.- MODERAR LA ALEGRÍA Y LA
EXCITACIÓN.
No
existen muchos estudios que analicen la influencia que la alegría y la
excitación pueden afectar a las negociaciones, pero la intuición y la experiencia
nos sugieren que expresar estas emociones puede tener consecuencias
significativas. La liga americana de fútbol prohíbe y penaliza las
celebraciones exageradas después de un partido porque pueden generar malos
sentimientos. Por la misma razón el ganador en una negociación no debe jactarse
de este hecho. Aunque resulta desagradable sentirse decepcionado tras una
negociación peor aún es que tus oponentes te hagan sentirte así y en algunas
ocasiones el mostrar felicidad o excesiva excitación puede desencadenar la
desilusión en los demás.
Los
mejores negociadores consiguen grandes acuerdos para ellos mismos pero dejan a
sus oponentes creyendo que ellos también los han logrado. En acuerdos que
implican un significativo grado de colaboración posterior es apropiado
mostrarse excitado pero es importante centrarse en las oportunidades futuras
más que en los términos favorables que una de las partes ha alcanzado.
Dos
lecciones que recomienda Wood para los negociadores en este apartado son:
a).-
Ser considerado y no dejar que la emoción haga que nuestros oponentes piensen
que han perdido.
b).-
Ser escéptico. No dejar que demasiada excitación conduzca a un exceso de confianza o
a un incremento de nuestro compromiso sin contar con los datos suficientes.
Las
negociaciones requieren algunas de las habilidades necesarias para ser un buen
jugador de póquer: una estrategia, la imaginación para ver alternativas, una
habilidad especial para valorar las posibilidades, saber leer a las personas,
entender las posiciones de los demás y farolear cuando sea necesario. Los
negociadores pueden aprender una lección crucial del tablero de juego: el valor
de controlar las emociones que experimentamos, especialmente las que
revelamos. En otras palabras los buenos
negociadores tienen que saber poner “cara de póquer”, no una cara sin expresión
y que esconda los sentimientos reales, sino una que manifieste las emociones
correctas en el momento adecuado.
PREPARACIÓN DE
LA ESTRATEGIA EMOCIONAL
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PREGUNTARNOS
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RECORDAR
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INICIO
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¿Cómo
me siento?
¿Debo
expresar mis emociones?
¿Cómo
se pueden sentir mis interlocutores?
¿Expresarán
u ocultarán sus emociones?
¿Debo
reclutar a una tercera parte para negociar en mi nombre?
|
Es
normal sentirse ansioso y excitado
Evitar
expresar ansiedad
Mostrar
emoción por la negociación y sus posibles efectos beneficiosos puede ayudar a
construir una relación con la otra parte
En
situaciones con una fuerte carga emocional puede ser aconsejable recurrir a
una tercera parte para que negocie en nuestro nombre
|
EL
ACTO PRINCIPAL
|
¿Qué
cosas pueden ocurrir que hagan que me enfade?
¿Qué
cosas puedo hacer que pueden desencadenar el enfado de mis interlocutores?
¿Qué
pueden hacer o preguntar que me haga sentir ansiedad?
|
Tener
en cuenta que el expresar ira puede hacer que logremos concesiones, pero
puede dañar la relación a largo plazo
Evitar
irritar a nuestros interlocutores, pues pueden llegar a abandonar la
negociación.
Preparar
las respuestas a posibles preguntas complicadas es crítico para mantener la
calma en el momento que se planteen
|
FINAL
|
¿Cuáles
pueden ser los resultados probables de la negociación? ¿Qué desearía
conseguir?¿Qué espero conseguir?
¿Cómo
me harán sentir esos posibles resultados?
¿Debo
expresar esos sentimientos? ¿A quién?
¿Cómo
se sentirán mis interlocutores con esos posibles resultados?
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Para
disminuir las decepciones definir aspiraciones y expectativas claras e ir
ajustándolas durante el desarrollo de la negociación
Cuando
nos sintamos satisfechos con un resultado puede ser conveniente que no lo
manifestemos exteriormente
Los
mejores negociadores crean valor para todos, haciendo que todas las partes
sientan que han ganado
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