Tomas Chamorro-Premuzic y Adam Yearsley en hbr.org del pasado 12 de enero plantean que las personas con un alto nivel de inteligencia emocional al ser equilibradas, positivas y entusiastas hasta en situaciones tensas y al no quejarse normalmente por nada, estar comprometidas con el trabajo y ser responsables parece que serían candidatas ideales para puestos directivos.
Miles de estudios han analizado la importancia de la
inteligencia emocional en distintos dominios de
la vida evidenciando los beneficios de niveles altos de inteligencia
emocional en relación con el trabajo, la salud y las relaciones. Por ejemplo
correlaciona positivamente con el liderazgo, el desempeño en el trabajo, la
satisfacción, la felicidad y el bienestar, tanto físico como emocional.
Los autores se preguntan si un alto grado de
inteligencia emocional siempre es positivo y piensan que hay que ser cautelosos
ya que como en la mayor parte de las cosas la moderación es mejor y siempre hay
algún inconveniente en cada uno de los rasgos humanos. En relación con los
altos niveles de inteligencia emocional destacan como aspectos menos favorables:
1.- Niveles
más bajos de potencial creativo e innovador. Existe una correlación negativa entre la inteligencia
emocional y muchos de las cualidades que predisponen a los individuos hacia la
creatividad e innovación.
La creatividad se asocia con atributos que son comunes
en las personas con baja inteligencia emocional: impulsividad hostil,
inconformismo, humor variable y una personalidad con muchos altibajos mientras
que las personas con un nivel muy elevado de inteligencia emocional destacan a
la hora de construir relaciones, trabajar con otros y seguir los procesos
marcados, pero carecen de los niveles necesarios de inconformismo y falta de
convencionalidad que son necesarios para cuestionar el estatus quo y
reemplazarlo por algo nuevo.
2.-
Dificultad para dar y recibir feedback negativo. Por el exceso de sensibilidad y de
empatía les resulta muy complicado exponer una crítica o dar feedback negativo
a los demás. Tienen también dificultades para interpretar correctamente las
opiniones negativas que puedan recibir por adoptar siempre una actitud
excesivamente positiva.
3.- Reticencia
a incomodar a los demás. Los puestos de alto nivel directivo necesitan en muchas ocasiones que los
que los desempeñan tomen decisiones impopulares, fomenten los cambios y se
centren en la obtención de resultados a expensas, si es necesario, de sacrificar
las relaciones con sus colaboradores y los profesionales con un nivel muy alto
de inteligencia emocional que se preocupan más de llevarse bien que de seguir
adelante no van a ser capaces de hacerlo.
4.- Una bien
desarrollada habilidad para manipular a los demás. La capacidad de mostrar empatía y de
transmitir un mensaje que puede ser considerado bueno por su audiencia son
características positivas pero que pueden deslizarse sutilmente de la
persuasión a la utilización de tácticas de manipulación si se recurre en exceso
a los aspectos emocionales y se desdeñan los lógicos. En este sentido puede
servir para que personas con malas intenciones consigan sus fines poco éticos.
5.- Aversión
a los riesgos. La mayor
parte de las iniciativas innovadoras requieren el equilibrio entre asumir y
evitar riesgos. Las personas con un nivel muy elevado de inteligencia emocional
son muy conscientes y responsables por lo que evitan los riesgos muy osados.
Los autores concluyen que los profesionales con
niveles muy altos de inteligencia emocional pueden ser muy buenos seguidores y
mandos intermedios pero no se puede esperar de ellos que sean líderes
visionarios o agentes del cambio.
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