Tali Sharot, directora del “Affective Brain Lab” y autora de “ The Influential Mind: What the Brain
Reveals About Our Power to Change Others” en hbr.org del
pasado 26 de septiembre plantea la pregunta de qué es lo que motiva más a los
profesionales.
Jeremy Bentham en el
siglo XVIII escribió: “El placer y el dolor gobiernan nuestros actos, nuestras
palabras y nuestros pensamientos”. La moderna neurociencia apoya esta
intuición. El sistema límbico cerebral, importante para las emociones y la
motivación, se proyecta en el resto de
nuestra mente, influyendo en todos los aspectos de nuestra vida, desde
nuestra capacidad de aprender, a las amistades que elegimos o a las decisiones
que tomamos.
No resulta por tanto
sorprendente que, cuando intentamos motivar a los demás tratemos de obtener un
placer anticipado prometiendo recompensas como una promoción o un
reconocimiento público o de advertirles del dolor del castigo como puede ser un
feedback negativo o un cese. La dificultad estriba en saber cuándo hay que
utilizar la promesa de la zanahoria o la amenaza del palo.
La neurociencia sugiere
que cuando queremos motivar una acción las recompensas pueden ser más eficaces
que los castigos y lo inverso es, también, cierto cuando queremos disuadir una
acción, como por ejemplo el utilizar los medios de la organización para fines
privados. En este caso es mejor utilizar los castigos. La razón por lo que esto
ocurre está relacionada con las características del mundo en el que vivimos.
Por el contrario, para
evitar cosas malas normalmente nos paramos, por lo que el cerebro se ha
acomodado a un entorno en el que con frecuencia (aunque no siempre) la mejor
forma de evitar el daño es no actuar. Cuando prevemos algo negativo nuestro
cerebro desencadena la señal de bloqueo, que también se moviliza hasta la
corteza para inhibir la acción.
La creación de una
anticipación positiva ( reconocimiento semanal en la intranet, por ej.) puede,
pues, ser más eficaz para motivar acción que las amenazas negativas ante el
bajo desempeño ( reducción de sueldo,…). El miedo y la ansiedad pueden hacer
que nos retiremos y rindamos en lugar de actuar y mejorar.
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