James R. Detert en la edición de noviembre-diciembre de Harvard Business Review plantea que en muchos relatos que escuchamos sobre el coraje en el mundo laboral las personas que luchan por impulsar cambios positivos terminan en el ostracismo o en algunas ocasiones hasta perdiendo su puesto laboral, pero que en el curso de sus investigaciones ha encontrado otros resultados. La mayor parte de los actos valientes no los han realizado chivatos o mártires organizacionales, sino que proceden de profesionales respetados dentro de todos los niveles que actúan, ya sea por ejemplo defendiendo un cambio estratégico arriesgado, intentando suprimir políticas injustas o criticando comportamientos poco éticos, porque creen que es lo que tienen que hacer, Sus reputaciones y antecedentes les permiten adoptar estas posturas y si son capaces de gestionar estos procesos no tendrán, necesariamente, que pagar un alto precio por sus acciones, sino que , por el contrario, podrán ver cómo su prestigio se incrementa mientras van creando cambios positivos.
El autor comenzó a
estudiar el coraje en el mundo laboral tras dedicar más de una década a
estudiar las razones por las que las personas frecuentemente no se atreven a
hablar y a exponer sus opiniones en el trabajo, ya que ha encontrado muchos
ejemplos de personas en todos los niveles de la organización que han expresado
sus ideas sin arruinar sus carreras. Su éxito, ha podido comprobar, que se
apoyaba básicamente en un conjunto de actitudes y comportamientos que pueden
ser aprendidos, más que en características innatas.
Detert llama a estas
personas “competentemente valientes” porque son capaces de crear las
condiciones adecuadas para actuar por medio de:
a).- Conseguir contar con
una fuerte reputación en el interior de la organización.
b).- Preparar opciones de
“caída” aceptables en caso de que las cosas vayan mal.
c).- Elegir
cuidadosamente sus “batallas”.
d).- Discernir si una
determinada oportunidad de actuar tiene sentido en función de sus valores, el
momento y sus objetivos más amplios.
e).- Gestionar bien las
emociones y los mensajes.
f).- Realizar un
seguimiento para preservar las relaciones y alinear el compromiso.
Estas recomendaciones son
de utilidad tanto para impulsar grandes cambios como para procurar abordar
cuestiones menores o más locales.
Evidentemente, pueden
ocurrir cosas malas cuando las personas desafían a la autoridad, a las normas ya las instituciones. El coraje se manifiesta
cuando se emprenden acciones que merecen la pena independientemente de los
riesgos potenciales, por lo que si nadie fuese despedido, aislado socialmente o
sufriese otras consecuencias por una acción particular no consideraríamos que
se está actuando con coraje, y no tenemos que olvidar que los buenos resultados
van a proceder en mayor medida de un tipo de acción que de otras. Por ejemplo
el cuestionar una conducta inapropiada de un compañero con el que mantenemos
una relación cordial puede tener mejores resultados para nosotros que el
denunciar a toda una estructura de poder por unas prácticas poco éticas.
El autor propone seguir
cuatro principios para incrementar las posibilidades de que los profesionales a
todos los niveles de la organización consigan crear cambios positivos cuando se
decidan a actuar:
I.-
PREPARAR EL TERRENO
La mayor parte de los
trabajadores cuyo coraje genera buenos resultados han:
a).- Dedicado meses o
años a crear una reputación de excelencia.
b).- Demostrado que son
capaces de mantenerse tanto, alejados como
cerca, según las circunstancias, de las personas cuyo apoyo necesitaban.
c).- Acumulado, por lo
anteriormente citado, lo que los psicólogos llaman “créditos de idiosincrasia”
( un “almacén” de buenas opiniones y sentimientos derivados por su historia de
competencia y conformidad cuando era adecuado) que pueden utilizar cuando
desafían las normas o a los que tienen el poder. Lo contrario también ocurre:
cuando aquellos que tienen una reputación de egoístas o malas personas apoyan
cambios que pueden ser legítimamente necesarios suelen tener menos éxito.
d).- Procurado obtener la
confianza de los que les ven como “campeones”. Emplean tiempo en desarrollar
estas relaciones a nivel individual, empatizando con ellos y ayudando a su
desarrollo profesional.
En ocasiones las cosas no
funcionan bien independientemente de la mejor preparación previa. En estos
casos, las personas que muestran un coraje competente tienen la habilidad de buscar fórmulas y mecanismos para mitigar la “caída”. Puede ser
por medio de:
1.- Encontrar vías para
resultar imprescindibles para la organización.
2.- Mantener las opciones
externas abiertas.
3.- Minimizar la
dependencia económica con el empleador. Por ejemplo, Franco Bernabé,
un antiguo director general de Telecom
en Italia renunció a muchos de los privilegios asociados a ser el máximo
directivo de su compañía porque era consciente de que de esta forma sería más
sencillo acometer riesgos. Decía que: “de esta forma si perdía mi trabajo y
tenía que volver a un trabajo de menor nivel y menos glamoroso no
experimentaría ningún cambio importante en mi vida”.
II.-
ELEGIR LAS BATALLAS
No todas las
oportunidades para demostrar nuestro coraje merecen la pena. Detert señala que
las personas que ha encontrado que han tenido éxito al adoptar conductas
valientes se han planteado dos preguntas antes de actuar:
a).- ¿Es esto verdaderamente
importante?
b).- ¿Es el momento
adecuado?
La importancia,
obviamente, reposa en el ojo que lo mira. Depende de nuestras metas y valores y
en los de nuestros compañeros, grupos de interés y de la organización en
general. Mientras valoramos si un asunto es verdaderamente importante o no debemos ser conscientes de nuestros
detonantes emocionales, considerarles pero no permitir que terminemos siendo
rehenes de ellos. Debemos comprobar, también, si el implicarnos en determinada
batalla, independientemente del resultado, nos va a ayudar o impedir ganar la
batalla. Por ejemplo nos podemos preguntar si el asegurar recursos para
responder a un problema determinado puede ocasionar que a otro más prioritario no
se le puedan asignar los fondos necesarios porque ya se han gastado.
Las personas que tienen
un coraje competente son maestros a la hora de seleccionar el momento más
adecuado para actuar. Observan lo que les rodea y si consideran que todavía no
es el momento saben esperar. Analizan el entorno buscando tendencias y hechos
que puedan apoyar sus esfuerzos, aprovechando cualquier cambio organizacional
que vislumbren o la aparición de un nuevo aliado, por ejemplo. Salvo que
piensen que actuar ya es necesario para preservar su sentido de integridad o
para plantar las semillas de nuevas ideas, no se precipitan ni toman ninguna
medida hasta que están seguros de que los que les rodean están preparados para
tomarles en serio.
En ocasiones, también, se
puede producir la circunstancia de que por ejemplo un desplome en las ventas o
un cambio en el liderazgo propicien la realización de actos con coraje y
facilitan las posibilidades de éxito.
III.-
PERSUADIR EN EL MOMENTO ELEGIDO
El coraje en el trabajo
implica más factores además de la preparación, ya que llega un momento en el
que se tiene que actuar. Durante este paso el autor recomienda que nos
centremos en:
1.- Enmarcar la cuestión
en términos con los que la audiencia se pueda identificar.
2.- Utilizar eficazmente
los datos a nuestra disposición que refuercen nuestras propuestas.
3.- Gestionar las
emociones propias y de la audiencia.
No tenemos que olvidar la
necesidad de conectar nuestra agenda con las prioridades y valores de la
organización y de explicar cómo incorpora las áreas críticas de preocupación de
nuestros grupos de interés para asegurar que los que tienen que tomar las
decisiones se sientan incluidos y no atacados o relegados.
Mantener la serenidad mientras
ejecutamos nuestro acto de valentía puede ser tan importante como hacerlo
mientras lo presentamos, independientemente de la respuesta que estemos
observando en los que nos rodean.
IV.-
REALIZAR UN SEGUIMIENTO
Los profesionales que muestran
un coraje competente hacen un seguimiento de lo que ocurre independientemente
de cómo hayan salido las cosas. Gestionan sus relaciones con las personas que
se han visto implicadas. Si las cosas han ido bien agradecen a aquellos que los
han apoyado y comparten los reconocimientos y si han ido mal reconocen las
emociones que se han generado y procuran reparar los lazos con aquellos que se
han podido sentir dañados o enfadados.
Implica, también el
continuar con nuestra agenda más allá del primer gran momento de acción. Aunque
los primeros pasos hayan ido bien hay que seguir impulsando, buscando recursos
seguros y asegurarnos que los demás cumplen sus compromisos. Cuando estas etapas
no van bien consideran los contratiempos
como posibilidades de aprendizaje en lugar de rendirse o intentar ocultar los
fallos.
Como conclusión el autor
plantea que el coraje no se requiere exclusivamente para grandes momentos sino
que muchas acciones cotidianas requieren que los trabajadores actúen con
coraje. En ocasiones consiste simplemente en realizar bien nuestro trabajo, en
otras en enfrentarnos a la posibilidad de un rechazo, de sentirnos avergonzados
o de todo tipo de consecuencias sociales o económicas.
La buena noticia es que
estos comportamientos pueden aprenderse. Van a depender del esfuerzo y de la
práctica, más que de un rasgo heroico de la personalidad limitado a pocas
personas. Si queremos llegar a alcanzar
un coraje competente es mejor enfocar los esfuerzos de forma incremental, comenzando
con pequeños actos fácilmente manejables antes de proceder progresivamente a
abordar retos más complicados. Podemos comenzar, por ejemplo, manteniendo una
conversación complicada con un compañero antes de enfrentarnos a nuestro jefe
por actitudes que consideramos intolerables o degradantes o guiar a nuestro
equipo en una nueva dirección antes de sugerir la transformación de toda la
organización.
No hay que olvidar que cada
persona tiene una percepción distinta sobre las acciones que pensamos requieren
coraje. Para valorar qué es lo que significa para nosotros podemos cumplimentar
el Workplace Courage Acts Index. Tenemos que recordar siempre que sobre todo
debemos tener como clave de nuestras actuaciones nuestros valores y propósito y
de esta forma tendremos un sentimiento más fuerte de respeto hacia nosotros
mismos a pesar de los contratiempos y lamentaremos menos nuestras acciones si
las cosas no salen como esperábamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario