Katherine Bowers en IDEAS TO ACTION del pasado 19 de febrero plantea que cuando una recompensa es lo suficientemente tentadora las personas pueden romper sus propios códigos morales para obtener el premio deseado. Posteriormente nos contarán cómo lo justifican diciendo, por ejemplo: “No es cómo si alguien hubiese salido perjudicado….”, “Sólo lo estaba cogiendo prestado….”, “Mi jefe me pidió que lo hiciera….” o “Es responsabilidad de los clientes leer la letra pequeña”.
Este proceso de
racionalización se llama de “descompromiso moral” y se produce ya que las
personas somos interesadas y no queremos afrontar esta realidad porque tenemos
la necesidad de vernos como buenas
personas siempre por lo que, como Sean Martin y Jim Detert han comprobado con sus
investigaciones, tendemos a utilizar, inintencionadamente y sin esfuerzo, una
serie de maniobras cognitivas para justificar nuestras decisiones interesadas
que no se alinean con quién decimos que queremos ser o con lo que queremos que
los demás piensen de nosotros.
Este “descompromiso moral”
puede acompañarse de pequeñas transgresiones como no comentar que existe un
error a nuestro favor en una cuenta o grandes escándalos (ocultar posibles
fallos en la seguridad de los automóviles, por ejemplo).
A través de una serie de
experimentos Detert, Martin y sus colaboradores encontraron que cuanto más
tentadora es la ganancia personal más dispuestos estamos a romper nuestros
propios estándares internos (nuestra
conciencia) utilizando pensamiento moral descomprometido para intentar
distorsionar las consecuencias éticas de un comportamiento. Por tanto,
recomiendan a las organizaciones que sean conscientes de esta tendencia humana
y aprendan cómo combatir este “descompromiso moral” antes de que conduzca a la
toma de malas decisiones o a la creación de una cultura poco ética.
Cuando las personas vamos
a hacer algo equivocado porque nos sentimos descomprometidos moralmente nuestro
lenguaje con frecuencia se modifica y los eufemismos reemplazan al lenguaje
sencillo y claro, como por ejemplo cuando pirateamos música o no respetamos las
licencias del software podemos decir que estamos compartiendo archivos en lugar
de robando y nos justificamos más añadiendo que todos lo hacen (difusión de
responsabilidad” o que no es para tanto (distorsión de consecuencias).
Los investigadores han
identificado 8 estrategias frecuentes de
descompromiso moral. Son las siguientes:
1.- Justificación moral: “esto
es lo que moralmente tenemos que hacer ya que realmente les estamos ayudando al
hacerlo”, etc.
2.- Etiquetado
eufemístico: “ sólo lo estoy tomando prestado” o “es un daño colateral” por
ejemplo.
3.- Comparación
ventajosa: “Hacer A no es tan malo como hacer B, no es como si estuviese
haciendo B”, etc.
4.- Desplazamiento de la
responsabilidad: “Mi jefe me dijo que lo hiciese”, “sólo estaba siguiendo
órdenes”, etc.
5.- Difusión de la
responsabilidad: “todos lo están haciendo”, “es una decisión del grupo” , por
ejemplo.
6.- Distorsión de las
consecuencias: “es un crimen sin víctimas”, “no se ha producido ningún daño) o “no
es un asunto importante”, por ejemplo.
7.- Atribución de culpa: “Se
lo han buscado ellos mismos”, etc
8.- Deshumanización: “Son
un hatajo de “perros””, son como robots”, etc.
Estas frases son
indicadores verbales de que algo está interviniendo en nuestros circuitos
morales. Cuando aprendemos a detectarlas podemos tener la oportunidad de
preguntarnos la razón por la que necesitamos utilizar estas frases y si son
congruentes con lo que creemos que es correcto y con lo que queremos ser.
Considerar si empleamos estas
estrategias no tiene la finalidad de determinar quién es bueno o malo o de
condenar a las personas que recurren a estos enfoques. Todos caemos víctimas de
estas racionalizaciones en algún momento ya que son parte de la naturaleza
humana. Pero el ser conscientes de lo que parecen (sobre todo cuando podemos
ser especialmente susceptibles porque tenemos mucho que perder o ganar) nos va
a ayudar a eliminar el sesgo del interés propio en el proceso de toma de
decisiones para que los individuos y las organizaciones tomen decisiones que
estén estrechamente alineadas con sus valore y con la confianza pública.
En otros experimentos
Detert, Martin y sus colaboradores han hallado que cuando pensamos que nuestras
decisiones pueden dañar a otros no suelen realizar elecciones guiadas por el
interés propio. En el caso de las organizaciones esto implica la necesidad de
recordar a sus profesionales las conexiones que existen entre sus acciones y el
impacto que éstas pueden tener sobre la vida de los consumidores, las
comunidades en las que operan y las naciones en las que venden o compran.
Encontraron, también, que
los trabajadores con mayor grado de conciencia ( aquellos que se describían a
sí mismos como diligentes, siempre preparados y orientados a los detalles estaban
menos influenciados por la ganancia
personal y por lo tanto estaban menos dispuestos a realizar elecciones
dirigidas a su interés propio. Este rasgo es algo que las organizaciones
deberían tener en cuenta a la hora de contratar y promocionar a sus
profesionales.
Finalmente los
investigadores recomiendan que las compañías revisen detenidamente las metas
que marcan. Cuando los objetivos son excesivamente altos y se combinan con
amenazas o recompensas tentadoras ( por ejemplo conseguir una enorme prima por
alcanzar las metas de ventas marcadas o perder el trabajo por no obtenerlas) es
más fácil que se produzcan comportamientos poco éticos.
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