Mathew Syed en “Rebel Ideas. The power of diverse thinking”, que estamos comentando, plantea que en muchas ocasiones un grupo de personas
inteligentes pueden tomar decisiones que no lo son y el problema no radicaría
en una sola persona sino que surgiría del colectivo. El problema está en la
composición del grupo.
En el caso de los problemas simples una
persona puede tener toda la información y la diversidad es innecesaria. Pero si
surge un problema complejo una persona no puede tener todas las perspectivas e
información relevante, por lo que se buscan otras opiniones y es el momento en el que aparecen los
peligros de la homofilia: si el grupo que se reúne piensan todos de la misma
manera, aunque individualmente sean inteligentes y tengan muchos conocimientos,
conocerán las mismas cosas y compartirán las perspectivas. Se puede considerar
que son clónicos ( es el problema básico que vimos que tenía la CIA en 2011).
Resulta muy agradable estar rodeados de personas que piensan como nosotros, que
comparten nuestras perspectivas y confirman nuestros prejuicios. Hace que nos
sintamos más inteligentes al validar nuestra visión del mundo. Investigaciones
realizadas, a través de scanner cerebral,
muestran que cuando los demás apoyan nuestras ideas se estimulan las
zonas del placer del cerebro.
Este riesgo es tan antiguo como la
humanidad. Ya los antiguos griegos escribían sobre él. Por ejemplo, Aristóteles
en su “Ética a Nicomaco” escribía que “las personas adoran a aquellos que son
como ellos” y Platón en “Fedro” decía que “las similitudes engendran
amistades”. Por tanto no debemos olvidar que este problema sigue existiendo en
el mundo actual: grupos de personas que individualmente son inteligentes,
colectivamente pueden llegar a ser estúpidas.
La homofilia tiene una gran capacidad de
penetración, nuestras redes sociales están llenas de personas con experiencias,
creencias y opiniones similares y aunque un grupo comience su andadura con
diversidad corre el riesgo de caer en un proceso social de ósmosis al converger
sus integrantes hacia unas creencias dominantes y se produce el fenómeno de la
“asimilación”. Las personas tenemos una tendencia innata a convertirnos en
clónicos.
Los grupos sabios muestran una dinámica
diferente no son clónicos, sino que se
parecen más a un grupo de rebeldes. No están en desacuerdo por el mero hecho de
estarlo sino que aportan perspectivas diferentes, que permiten el debate y el
aprendizaje lo que constituye el sello distintivo de la inteligencia colectiva:
conseguir la totalidad ser más que la suma de sus partes.
El primer paso a seguir, pues, por
cualquier grupo que pretenda abordar un duro desafío no será, por tanto,
aprender más sobre el problema y profundizar en él mismo, sino dar un paso
atrás y preguntarnos cuáles son las carencias que pueden existir en nuestro
entendimiento colectivo, si estamos dominados por prejuicios conceptuales y si
la homofilia hace que sólo veamos un aspecto del problema.
Si las organizaciones no están dispuestas
a hacerse estas preguntas corren el riesgo de caer en la situación de pensar
que se examina el problema y se
profundiza en él, cuando en realidad lo que se está haciendo es reforzar los
puntos ciegos. Necesitamos ser conscientes de reconocer la importancia de la
diversidad cognitiva antes de afrontar los asuntos más complicados ya que en
ese momento la deliberación dentro del equipo puede conducir a la iluminación.
Quizás la forma mejor de resaltar las
diferencias entre equipos de rebeldes y equipos de clones sea través de la
ciencia de la predicción, ya que las predicciones están inmersas en nuestra
vida diaria como, por ejemplo, cuando decidimos hacer X en lugar de Y,
implícitamente estamos prediciendo que X es mejor que Y.
Uno de los mejores estudios sobre
predicciones en tiempos recientes ha sido el dirigido por Jack Soll. Él y sus
compañeros analizaron 28.000 predicciones realizadas por economistas
profesionales. El primer hallazgo no fue sorprendente: los economistas
acertaban más. Pero entonces Soll añadió un nuevo aspecto: en lugar de mirar
las predicciones individuales cogió la predicción realizada de forma colectiva
de los seis economistas de mayor renombre y vio que era un 15% más exacta que
la del mejor economista. Esto ocurre porque los expertos en predicciones económicas
utilizan modelos pero ninguno es completo y todos tienen puntos ciegos, con lo
que si se analizan diversos modelos la visión será más completa. Este fenómeno,
en el campo de la predicción, se conoce como “la sabiduría de las masas”.
La sabiduría de los grupos surge siempre que la información se encuentra dispersa entre distintas mentes. Evidentemente, cada persona contribuye, también, con sus errores, sesgos y puntos ciegos lo que crea un pozo de errores casi tan grande como el de información que se obtiene. Pero mientras la información suele ir en la dirección de la respuesta correcta los errores, al surgir de fuentes diferentes marcan direcciones diversas que en ocasiones pueden contrarrestarse entre sí. Por tanto, para conseguir obtener sabiduría de los grupos necesitamos contar con individuos sabios pero, también, con individuos diversos para que no compartan los mismos puntos ciegos. Charlan Nemeth mantiene que los puntos de vista de las minorías son importantes porque estimulan el pensamiento divergente y como resultado, aunque estén equivocados contribuyen a la detección de soluciones novedosas que pueden ser mejores.
Pero el poder de la diversidad es aún más
sutil ya que el problema más profundo de la homogeneidad no radica en que los
equipos de clónicos no entiendan que se equivocan, ni que dejan de explotar
oportunidades sino en las preguntas que no llegan a hacerse, en los datos que
no se plantean mirar y en las posibilidades que no se han dado cuenta existen y
están a su disposición.
La mayor parte de las
organizaciones en la actualidad tienen una política de contratación por
méritos. La idea es reclutar en función de las habilidades y el potencial más
que en factores arbitrarios tales como las conexiones sociales, la raza o el
género.
Esta estrategia es
moralmente recomendable pero contiene peligros latentes, por ejemplo si
suponemos el caso de universidades que tienen un gran prestigio por la
formación en desarrollos de software, normalmente atraerán a los estudiantes
con más talento para ese campo, los cuales se graduarán con un magnífico
expediente académico. Éstos serán luego los que tendrán más probabilidades de
ser seleccionados para trabajar en las principales empresas de software. El
problema es que estos graduados habrán recibido clases de los mismos profesores
y absorbido las mismas perspectivas, ideas y modelos y, por tanto, existe el
riesgo de que al seleccionar a los candidatos de esta forma las organizaciones
se encuentren compuestas, al final, por equipos de clones, por lo que no
tenemos que olvidar que la inteligencia colectiva requiere tanto habilidad como
diversidad, siempre que ésta no sea arbitraria.
Una de las soluciones más
utilizadas para paliar la falta de diversidad en distintos ámbitos es la
utilización de grupos focales. Se emplean con frecuencia para ofrecer los
beneficios de la diversidad sin tener que diluir la homogeneidad de las
estructuras de poder, por ejemplo de las
élites políticas. La idea básica es reunir a una cohorte de personas
representativas para hacerles preguntas, averiguar qué les gusta y qué no,
recoger cualquier objeción y posibles problemas prácticos y luego rediseñar el
tema de acuerdo con lo planteado.
Pero este enfoque no considera
lo que es el punto clave ya que la diversidad no consiste en obtener respuestas
de grupos focales o de investigaciones de mercado, sino que es fundamental
tener en cuenta qué preguntas son las que se están haciendo ( si son las
adecuadas o no debido a una posible homogeneidad de los que las hacen), los
datos que se están utilizando como base para las deliberaciones y las creencias
que impregnan el abordaje de cada tema.
Para que la diversidad
ejerza su magia se deben poder expresar distintas perspectivas y juicios. No
sirve para nada contar con información útil que nunca vea la luz.
Otro aspecto a considerar
es quién toma la decisión final una vez que las distintas posibilidades han sido
puestas de manifiesto. ¿Si existen puntos de vista que entran en competición,
quién gana? Si existen varias opiniones ¿las fusionamos o seleccionamos una de
ellas? Para encontrar las respuestas tenemos que considerar algunos factores
que intervienen, siendo uno de ellos el de las jerarquías dominantes. La
omnipresencia de éstas se puede justificar por un propósito importante en la
evolución humana: cuando las elecciones a las que se enfrentan las tribus o
grupos son sencillas tiene sentido que sea el líder el que toma la decisión y
que los demás le sigan. Pero en situaciones complejas pueden tener efectos muy nocivos
ya que coartan la comunicación efectiva al percibirse que cualquier disensión
puede ser interpretada por el líder alpha como una amenaza a su estatus.
Por ejemplo, un estudio
realizado en la escuela de Negocios de Rotterdam analizó más de 300 proyectos en todo
el mundo desde 1972 y encontró que los que estaban liderados por directivos
jóvenes tenían más oportunidades de tener éxito que aquellos liderados por
profesionales más senior ya que el conocimiento que se perdía al no contar con
un gran experto como líder se compensaba por la mayor disposición de los
líderes jóvenes a provechar el conocimiento de los que les rodeaban.
Esto ocurre con las
reuniones. Cada vez son más frecuentes en las organizaciones pero todas las
investigaciones recientes muestran que suelen ser catastróficamente
ineficientes. Por ejemplo, Leigh Thompson en sus investigaciones ha detectado
la influencia de las dinámicas de dominancia. Cuando una o dos personas dominan
suprimen las opiniones de los demás, especialmente de los introvertidos en un
equipo, especialmente si el que domina la conversación es el líder. Thompson ha
comprobado que en los grupos de 4 personas suelen ser dos las que realizan el
62% de las conversaciones, en uno de 6, 3 personas hacen el 70% y la situación
sigue empeorando al ampliarse los grupos.
En la mayor parte de las
reuniones, pues, la comunicación es disfuncional ya que muchas de las personas
se mantienen en silencio puesto que el estatus es el que domina, con lo que las
personas no dicen lo que piensan que el líder quiere oír y dejan de compartir
información que puede ser crucial, con frecuencia porque piensan que los demás
la tienen. La diversidad de pensamiento desaparece y surge lo que se llama “cascada
de la información” ( solo se comparte la información que corrobora la opinión
de la voz dominante y se oculta la que puede cuestionarla). El problema es que
cuando dos personas expresan una misma opinión es fácil que los demás asuman
que han llegado a esa conclusión de forma independiente lo que amplifica su
poder de persuasión. Este fenómeno se produce, también a nivel social. Solomon Asch en sus estudios ha mostrado que las personas solemos aceptar las ideas de
los demás no porque pensemos que son
correctas sino porque no queremos parecer desagradables o maleducados estando
en desacuerdo.
Para evitar este fenómeno
y fomentar organizaciones en las que exista “seguridad psicológica” existen
muchas iniciativas para introducir mecanismos específicos para garantizar una
comunicación efectiva. Una de las más conocidas es la del “silencio dorado” de
Amazon. Sus reuniones comienzan con un periodo de silencio en el que los asistentes
deben leer durante 30 minutos una memoria de 6 páginas que resuma el principal
tema a tratar. De esta forma la persona que hace la propuesta debe reflexionar
en profundidad sobre la misma y a seleccionar los puntos importantes y obliga
al resto de participantes a decidir lo que opinan sobre el asunto antes de
escuchar la opinión de los otros. Tiene tiempo para analizar las debilidades y
fortalezas de la propuesta antes de la discusión, lo que reduce las
posibilidades de que las diversas perspectivas no surjan durante el debate.
Posteriormente cuando comienza la discusión el último que habla es el líder,
protegiendo de esta forma, también, la diversidad de opiniones.
Otra técnica es
brainwriting que es otra forma de generar ideas creativas pero en lugar de
exponerlas verbalmente se pide a los participantes que las escriban en tarjetas
que luego son pegadas en la pared para ser votadas. De esta forma todos
contribuyen y al ser anónimas se separan las ideas del estatus del que las
escribe.
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