Eric Barker en su blog “Barking up the wrong tree” plantea que la indignación, la ira o el enfado son reacciones
normales y naturales, aunque esto no implique que sean la mejor opción y la
indignación crónica puede suponer un riesgo para nuestra salud. Puede no tener
un buen propósito pero si tienen consecuencias y si se nos va de las manos
puede destruir relaciones.
Debemos aprender a apaciguar
la ira, preferentemente antes de que aparezca, y para ello debemos comprenderla,
porque normalmente es resultado de nuestros pensamientos y creencias, cosas que
normalmente están bajo nuestro control. Para hacerlo el autor recomienda la
terapia conductual cognitiva y como guía “The cognitive behavioral workbook foranger” de William J. Knaus. Sus sugerencias son las siguientes:
1.- IDEAS BÁSICAS
Dar rienda suelta a la ira no funciona. Dormir suficientemente
y comer bien y actuar de forma proactiva para estar preparados cuando pensamos
que algo nos va a sacar de nuestras casillas puede servir de ayuda. Respiración
profunda, relajación muscular y estar distraídos nos ayudan a volver a una
situación más serena.
Lo más importante que
podemos hacer cuando notemos que la ira está creciendo dentro de nosotros es ser
conscientes de la situación y hacer una pausa.
2.- RECOSTARNOS
Es lo más cercano a una
píldora mágica. Recostarnos formando un ángulo de 30 grados durante cinco
minutos, puede reducir el número de
pensamientos nocivos que podemos tener.
También resulta de utilidad
reconocer que estamos enfadados ya que vamos a pasar de la parte emocional y
caótica de nuestro cerebro al nombrar los sentimientos a la parte pensante del
mismo.
3.- COMPROBAR NUESTRAS PRESUNCIONES
Antes de que la ira crezca
sin control es una buena idea de que nos aseguremos de que está justificada. No
tolerar bien a los tontos puede ser una característica muy respetable pero
tiende a molestar mucho a los tontos. Por eso es importante que nos aseguremos
que tenemos razón antes de empezar a considerar que nos podemos enfadar.
Si analizamos las
presunciones que estamos haciendo pueden ser, por ejemplo: “es su culpa”, “lo
hicieron a propósito”, “no deberían haber hecho esto”, podríamos preguntarnos
si son ciertas realmente, porque en caso de que no lo sean los que estaremos
haciendo el ridículo seremos nosotros. Debemos recordar que el objetivo no es
enfadarnos, aunque puede que tengamos que hacer algo, pero esa indignación
posiblemente solo va a agravar una situación ya estresante.
4.- CUESTIONAR NUESTRAS CREENCIAS
IRRACIONALES
La mayor parte del tiempo
nuestras emociones proceden de nuestras creencias sobre una situación, no por
los hechos en sí mismos. Por ejemplo alguien actúa como un tonto y pensamos que
nadie debe actuar de una forma que no nos gusta y nos enfadamos con esa
persona. Pero, podemos encontrar la creencia irracional que subyace en nuestro
enfado ( “la vida tiene que ser
exactamente como yo quiero que sea”) y cambiarla por una preferencia (“
preferiría que las personas sean siempre agradables, pero eso no es razonable,
por lo que podría darle una segunda oportunidad”) y así nos sentiremos menos
frustrados.
Si cambiamos nuestras expectativas
estaremos cambiando nuestras reacciones. La clave está en la aceptación, pero
ésta no tiene que ser pasiva. Si nos tratan mal no tenemos que ceder, hay que luchar por lo que es justo y correcto pero sin
sorprendernos si nos resulta difícil y requiere esfuerzo.
Si
dedicamos unos segundos a ser honestos con nosotros mismos cuando estamos
enfadados con frecuencia encontraremos tres creencias detrás de nuestro
pensamiento: “ debo alcanzar la perfección o seré una persona horrible y fracasada”,
“los demás deben tratarme como yo quiero o si no son horribles y merecen un
castigo” y “ la vida tienen que ser justa y sencilla, si no es intolerable”. Todas
tienen en común que no son realistas e implican que tenemos control sobre las
cosas. Tendríamos que cambiar todos los derivados de los verbos deber por los
de preferir, querer o gustar
5.- REEVALUAR
Debemos
encontrar una interpretación más
caritativa de lo que está pasando, el enfado limita nuestro pensamiento, lo que
mantiene la indignación. Por tanto, necesitamos ampliar nuestro pensamiento un
poco y buscar una nueva perspectiva que reemplace a la antigua que ya hemos
visto que es errónea al analizar nuestras creencias irracionales. Necesitamos
explorar alternativas. Pensar, por ejemplo: “Esto no es una bronca, sino una
oportunidad para practicar mis técnicas de gestión de la ira”.
Los
semantistas D. David Bourland y Paul Johnston han encontrado que el que no nos
gusten determinadas acciones ocasiona menor nivel de ira que el que no nos
gusten determinadas personas. Por ejemplo decir a alguien que no nos gustan sus
acciones tiene menos posibilidades de ser el origen de una pelea que decirle
que pensamos que es idiota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario