Marlene Chism en
SmartBrief on Leadership del pasado 3 de julio plantea que muchos líderes
consideran el conflicto como un problema a evitar pero el conflicto no es el
problema real, la mala gestión si lo es.
Contemplar los conflictos como problemas hace que construyamos estructuras
invisibles (patrones mentales, emociones, narrativas y deseos) que contribuyen
a una mala gestión y reaccionamos con conductas de evitación, agresión o de
apaciguamiento. Interpretar el conflicto como un beneficio cambia el énfasis en
la evitación hacia un impulso en el
desarrollo de capacidades de liderazgo.
La autora propone 4
formas de contemplar el conflicto como un beneficio y un catalizador de
crecimiento en las capacidades de liderazgo. Éstas son:
1.-
TRANSFORMAR LA IRA
Los conflictos sin
resolver desencadenan indignación y la ira inhibe la capacidad de pensar en la
corteza frontal, que es el cerebro ejecutivo. Cuando la ira nos coge desprevenidos es fácil
que nos sintamos sobrepasados, ataquemos o reaccionemos de forma destructiva. La
ira y el conflicto están tan entremezclados que el evitar las banderas rojas de
aviso se convierte en un mecanismo de afrontamiento. Eventualmente esas
banderas rojas se convierten en el “elefante en la habitación” que va a inhibir
la productividad, la eficacia y la felicidad personal.
Qué
hacer: Cuando empecemos a experimentar ira debemos reconocerla
como una energía que hay que canalizar. Aceptar las emociones y sentimientos
mientras avanzan por nuestro cuerpo. No escondernos de ella pero no actuar
impulsivamente. Debemos calmarnos y diseñar un plan antes de actuar de forma
que luego no nos tengamos que arrepentir.
Preguntas:
¿Qué límite se ha cruzado?. ¿ Qué expectativa no se ha cumplido?, ¿Qué
comportamiento de respuesta como consecuencia de la ira quiero cambiar?
2.-
INSPIRAR CAMBIO
Los conflictos
resueltos no siguen patrones repetitivos, lo no resueltos sí. Estos últimos ocasionan
parálisis, resentimiento y disfunciones en el equipo. Con frecuencia van
asociados a comentarios del tipo: “Se lo he dicho más de mil veces y nada cambia”
o “Siguen incumpliendo los plazos aunque les he dado apoyo y recursos”.
Qué
hacer: Reconocer los patrones repetitivos que ocasionan
cuellos de botella. Ser conscientes de que el comportamiento permitido se ha
convertido en estándar y existe una ausencia de responsabilización. Entender
que las personas hacen lo que hacen porque les funciona. El cambio puede suponer
iniciar una conversación difícil, marcar un límite apropiado o dejar ir a
alguien con dignidad.
Preguntas:
¿Qué está ocurriendo una y otra vez que no debería ocurrir?, ¿Qué es lo que
este patrón repetitivo me quiere decir?. ¿Qué cambio tengo que hacer para
modificar este patrón?
3.-
PRIORIZAR LA CLARIDAD
En el fragor del
conflicto perdemos claridad y olvidamos lo que es más importante. Dejamos de
centrarnos en la misión, visión, valores y resultados deseados y en su lugar
priorizamos “ganar el punto”, tener razón, acariciar nuestros egos o probar que
alguien se equivoca.
Qué
hacer: Observar la calidad de la conversación y los
comportamientos de aquellos que están involucrados, incluyéndonos a nosotros.
Si la conversación va hacia atrás, es acusadora
o emocional o si los comportamientos son condescendientes o faltan al
respeto, la claridad se ha perdido.
Preguntas:
¿Nuestra conversación y comportamientos apoyan la misión, visión y valores de
la organización?, ¿En qué momento y lugar las bajas prioridades han reemplazado
a las altas prioridades? ¿Cómo líder cómo puedo usar la claridad para corregir
el curso de la situación?
4.-
EJEMPLIFICAR EL CRECIMIENTO PERSONAL
El conflicto siempre va
a formar parte de la vida y del liderazgo. El desarrollo de competencias, la
práctica y el trabajo en nuestro “juego interior” es lo que implica abrazar y
modelar el crecimiento personal. El “juego interior” es un compromiso con la
auto consciencia, reflexión, integridad emocional y con vivir alineados con
nuestros más altos valores y con nuestro desarrollo.
Qué
hacer: Identificar a la persona o circunstancia donde
tenemos nuestro conflicto sin resolver más importante. Practicar algunas de las
habilidades que hemos aprendido. Ser conscientes de nuestra necesidad de tener
razón, de cómo nos sentimos y de nuestros deseos de luchar o paralizarnos.
Preguntas:
¿Estoy dispuesto a aceptar mi responsabilidad plena para resolver conflictos
o estoy utilizando estrategias de afrontamiento con la intención de cambiar a
la otra persona? ¿Tengo los conocimientos pero me falta coraje para ponerlos en
práctica? ¿Puedo enseñar gestión de conflictos a directivos menos experimentados
de forma que puedan tener éxito y cambiar comportamientos disfuncionales?
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