Emily Field, Bryan Hancok y Bill Schaniger en la edición de julio – agosto de Harvard Businees Review plantean que en meses recientes muchas compañías han anunciado despidos
dirigidos a recortar gastos, siendo el grupo de los mandos intermedios uno de
los más afectados. Prescindir de estos puestos de trabajo demasiado rápido o
profundamente puede convertirse en un error muy costoso.
Los mandos intermedios
se encuentran posicionados cerca del terreno pero no demasiado cerca de la
primera línea, por lo que son esenciales
para ayudar a las organizaciones a navegar a través de cambios rápidos y complejos.
Pueden hacer que el trabajo tenga más significado, sea más interesante y
productivo y, las verdaderas transformaciones organizacionales solo se pueden
producir con su implicación. Son el pegamento que mantiene unidos a los equipos
y a las iniciativas empresariales, promoviendo la inclusión y la seguridad
psicológica que los individuos y equipos necesitan para prosperar.
Si esperamos que los
mandos intermedios cumplan estas expectativas los líderes deberán reimaginar su
roles y facilitarles la formación y el apoyo que necesiten. En lugar de
eliminarlos o relegarlos a un trabajo aislado y administrativo las compañías, a
través de sus líderes, deben repensar
sus responsabilidades, esforzarse en comprender su valor y luego desarrollarles,
ofrecerles coaching e inspirarles para ejercer su potencial como ejes de la
organización.
Los autores han
analizado datos de recursos humanos de 1700 compañías globales ( por ejemplo
índices de abandono, horas de formación y movilidad interna). También han
examinado los datos de McKinsey Organizational Health Index, que se basan en
el análisis de los resultados de desempeño organizacionales, ( tales como
motivación de los empleados o entorno laboral inclusivo), y de las prácticas de
management ( por ejemplo empoderamiento de los empleados o innovación abajo
arriba). Al comparar esta información con los resultados financieros de las
compañías han encontrado que aquellas en las que sus managers sobresalían por
la excelencia de las métricas de capital humano mostraban altos retornos en capital
invertido ( 28%), solían tener un desempeño financiero cuatro veces superior al
del resto de compañías y experimentaron un crecimiento más sostenido durante la
pandemia.
La mayor parte de las
organizaciones no saben cómo aprovechar bien la labor de los mandos
intermedios. En numerosas encuestas estos mandos manifiestan que están
atrapados en tareas burocráticas. Si se liberasen de esas demandas podrían
asumir el liderazgo en diversas áreas críticas para el entorno laboral del
siglo XXI.
Al ir asumiendo las
máquinas y los algoritmos tareas realizadas por los humanos las compañías se
enfrentarán a lo que los autores llaman la “gran reconstrucción” para encontrar
formas de reconfigurar el trabajo de los empleados. Aunque estos rediseños se
puedan perfilar de una forma general desde la alta dirección, los detalles solo
los pueden definir aquellos con información de primera mano de lo que ocurre en
el terreno. Las organizaciones
inteligentes asignarán a los mandos intermedios la tarea de desmenuzar y reconfigurar
las partes de los trabajos afectados por las nuevas tecnologías.
Diversas
investigaciones han encontrado que las personas buscan algo más que un buen
salario. Desean comprender cómo un posible trabajo encaja en la estrategia de
la organización y se alinea con su propósito personal. Quieren integrarse en un
equipo que se preocupe, sea de confianza, interesante, de alto desempeño y
divertido. Esperan que sus empleadores participen en su desarrollo y poder
tener más control sobre lo que hacen y sobre cuándo y dónde lo hacen.
Los mandos intermedios
pueden marcar una gran diferencia en la capacidad de una compañía para atraer
talento. Ellos, más que sus compañeros de mayor nivel en el departamento de
recursos humanos pueden diseñar acuerdos individualizados de trabajo que
refuercen el reclutamiento, la retención y la diversidad mientras aportan
trabajo de alto valor.
Al ser cada vez más
dinámico el trabajo, otras prácticas de contratación deben evolucionar. El
departamento de recursos humanos puede asegurar que las políticas son justas,
consistentes y legales, pero solo los managers pueden entender sus unidades
individuales con la profundidad suficiente para comprender las diferencias
entre las antiguas y nuevas realidades y cuáles son las políticas que deben
cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos. Por ejemplo si para determinados
roles sigue siendo importante centrarse en los títulos universitarios o es más
adecuado utilizar unas estrategias de selección más creativas.
Los mandos intermedios,
también, conocen a los miembros de sus equipos mejor que nadie y, por tanto,
son los más indicados para ofrecer coaching continuado y para identificar y
abordar problemas en el desempeño desde etapas tempranas.
En relación con el propósito de la organización los altos directivos son los que pueden comenzar por presentar una narrativa atractiva sobre lo que la compañía representa. Pero mantener la conversación requiere que managers con las capacidades adecuadas para poder aprender lo que cada empleado desea, para conectarlo a las necesidades de la organización y para intentar adaptar cada puesto de trabajo a lo que las personas piensan que les inspira más. Por ejemplo la encuesta realizada por McKinsey en 2020 entre sus profesionales en Estados Unidos mostró que dos terceras partes de éstos manifestaban que la pandemia les había hecho reexaminar sus propósitos personales y casi la mitad de ellos, como consecuencia, estaban pensando cambiar de trabajo.
Los mandos intermedios pueden hacer que las metas organizacionales sean relevantes explorando la opinión de los miembros de sus equipos, a través de preguntas como: ¿Cuál es el trabajo que debe hacerse? y ¿Por qué ese trabajo importa?
Los managers
habilidosos también entienden que sus empleados son personas con vidas ricas y
profundas y se preocupan no solo por su trabajo, sino, también, por sus
esperanzas y sueños. Reconocen que si alguien tiene un desempeño bajo
normalmente la razón no es que el profesional no se preocupe sino que no encaja
bien en el puesto de trabajo o por razones de presiones a las que puede estar
sometido a nivel personal. Si ocurre lo
primero el mando intermedio puede buscar si en la compañía existe un puesto que
sea más adecuado. Si las presiones son las culpables, puede tratar de aligerar su
carga de trabajo, mientras estas persistan.
Otro aspecto en el que
pueden ayudar los mandos intermedios es el relacionado con los datos y su
recogida. El descuido y el mal uso de los datos con frecuencia pone a las
organizaciones en situaciones de desventaja especialmente en los entornos
volátiles en los que la naturaleza del trabajo está cambiando rápidamente. Muchos
líderes se quejan de que han invertido en tecnologías de datos muy caras pero
sin ver resultados concretos. Las dificultades con frecuencia proceden del reto
que supone el hacer que esos datos sean comprensibles para los empleados que
están en una posición de poder utilizarlos y en conseguir ofrecer instrucciones
claras para su implementación. Algunas compañías han reunido equipos interfuncionales para recoger, analizar y diseminar información y así ayudar a
gestionar cualquier nuevo proyecto que surja. Los mandos intermedios pueden
ejercer roles claves en estos equipos al poder ayudar a diseñar los análisis y
organizar el trabajo. Al tener el mejor conocimiento de la forma en que se
recogen los datos y cómo se aplican al trabajo diario resultan esenciales para
garantizar que las actividades basadas en datos no perpetuen sesgos o dificulten
el desempeño.
Pero recoger datos no
tiene que implicar la utilización de tecnología compleja. Encuestas a empleados
sencillas, por ejemplo, pueden ser un método eficaz de saber lo que los
empleados desean. Los líderes senior deben trabajar con los mandos intermedios
para asegurarse que las preguntas que contienen están cuidadosamente diseñadas,
ya que éstos últimos son los que mejor conocen los factores que resulta
importante medir. Pueden trasladar los resultados a aquellos que están por
encima y debajo de ellos y ayudar a crear planes de acción que ofrezcan
resultados tangibles.
Los altos ejecutivos, con
frecuencia, no son capaces de transferir poder a los niveles más inferiores y
concederles la autonomía y flexibilidad que necesitan para ser realmente
eficaces. Si se eliminan las tareas que gravan su trabajo, ya sea mediante la
automatización o reasignación o eliminación de éstas, se podrá elevar su
trabajo y permitirles hacer lo mismo con el de sus equipos.
Ese proceso puede
comenzar identificando los roles que generarán los mayores beneficios o
implican los mayores riesgos y pensando cuidadosamente a quién poner en esos
puestos según el trabajo específico que se debe realizar en ellos. Luego hay
que localizar a los managers más influyentes preguntando a los empleados sobre
quienes son las personas a las que recurren con más frecuencia cuando quieren
saber qué está pasando e identificar a aquellos que aportan alto valor a la vez
que son influyentes. A ellos podremos recurrir al tener que tomar importantes
decisiones estratégicas. Los influencers que no ocupen puestos de alto valor
pueden servir como megáfonos y si les mantenemos informados e inspirados pueden
extender su energía y entusiasmo a todos los niveles.
Aquellos mandos
intermedios que son inteligentes e innovadores pero no especialmente
influyentes o no están bien conectados pueden unirse a redes que les ayuden a
generar y compartir ideas y ejecutar los planes resultantes. Y, aquellos que no
destacan por su influencia o valor pueden marcar una diferencia si se les pone
en proyectos críticos o se les conecta con compañeros más influyentes con lo
que podemos ofrecerles la motivación que necesitan para brillar. Los mandos
intermedios que no estén equipados para serlo, a pesar de nuevas asignaciones o
formación, deberán dejar de serlo.
Los líderes deben,
también, modificar la forma en que se evalúa a los mandos intermedios. No deben
hacerlo solo en función de los beneficios que sus departamentos produzcan, sino
que hay que reconocer aquellos a los que se les han asignado trabajos
complicados y sobre todo hay que recompensar a los mandos intermedios por su
trabajo más importante: gestionar.
Al ir trabajando para
volver a insuflar energía entre las filas de los mandos intermedios los líderes
deben:
1.- Asegurarse de que
la organización cuenta con un propósito claro que se alinea con el del mando
intermedio.
2.- Hacer todo lo
posible para mantener a los buenos directivos trabajando como managers. Promocionarles
dentro del ámbito de la gestión de la organización a roles de alto valor y
recompensarles económicamente para que no tengan tentaciones de buscar otros
trabajos.
3.- Comunicar e
insistir en la idea que estos roles son deseables y que pueden ser destinos a largo plazo, no
solo pasos intermedios.
4.- Fomentar las
reuniones entre los mandos intermedios y facilitar la posibilidad de compartir
las mejores prácticas.
5.- Crear una cultura
en la que los mandos intermedios se sientan libres para manifestar sus ideas.
Con frecuencia son los primeros en identificar los problemas sistémicos y en
ver soluciones.
6.- Mostrar hacia ellos
empatía y comprensión, al igual que esperamos que ellos lo hagan con sus
equipos.
Los mandos intermedios
tienen uno de los trabajos más duros. Distintas encuestas muestran que forman la categoría de trabajadores más deprimidos y estresados, por lo que hay que
procurar darles un apoyo total.
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