Olga Hypponen en
chiefexecutive.net del pasado 8 de julio plantea que en una era marcada por la
crisis, la complejidad y el colapso de la confianza la inteligencia sola no es
suficiente. Lo que el mundo actual demanda es sabiduría, líderes que puedan
pensar de forma sistémica, actúen éticamente y lideren con humildad en
situaciones de presión.
Según la autora parece
como si el mundo se estuviera volviendo del revés. La guerra está produciendo
millones de desplazados, la catástrofe climática no parece ya una amenaza
distante sino una realidad presente y las libertades políticas están siendo
erosionadas entre una creciente ola de polarización y populismo. En el entorno
laboral después de años de progreso hacia unas prácticas más humanas, parece
que estamos experimentando una regresión y no sabemos dónde están nuestros
líderes, ya que la confianza en el liderazgo se ha colapsado, pero no porque
estemos sufriendo una crisis de competencia, sino porque nos enfrentamos a una
crisis de sabiduría.
Aunque los cocientes
intelectuales se han incrementado significativamente en el siglo pasado, la
inteligencia sola es insuficiente para el liderazgo. Lo que se necesita es
sabiduría en el liderazgo. Necesitamos líderes que puedan gestionar la
complejidad, tolerar la ambigüedad, tomar decisiones asentadas y razonadas bajo
presión y actuar al servicio de algo más grande que ellos mismos. Líderes que
no sean solo inteligentes, sino sabios.
Los líderes sabios
equilibran la eficiencia con la visión a largo lazo. Reconocen el impacto de
sus decisiones sobre los empleados, las comunidades y la sociedad en general.
Buscan dejar un mundo mejor del que se encontraron.
La sabiduría puede resultar
elusiva para describir o medir, pero la mayor parte de las personas la
reconocemos cuando la vemos. La mayor parte de los estudios sobre la sabiduría consideran que tiene cuatro elementos:
a).-
Cognitivo: Incluye el conocimiento basado en la experiencia
sobre la vida, la habilidad para auto-reflexionar y ajustar nuestro propio
pensamiento (metacognición) y el conocimiento tácito (implícito) y explícito y
la intuición. Aspectos críticos de este elemento de la sabiduría son la
habilidad para reconocer e integrar múltiples perspectivas, un profundo deseo
de entender la vida y de aprender, tolerancia a la ambigüedad y a las
contradicciones y humildad intelectual (el reconocimiento de las limitaciones
de nuestro propio conocimiento).
b).-
Emocional: Incluye la conciencia de nuestros propios estados
emocionales y la habilidad de regular nuestras emociones para mantenernos
equilibrados en situaciones complicadas.
c).-
Relacional: Los aspectos relacionales de la sabiduría
enfatizan las conexiones positivas con los demás y la preocupación genuina, la
empatía y la compasión en relación con los otros. Consiste en esforzarse por
lograr resultados que equilibren las ganancias y pérdidas para todos los
involucrados y la búsqueda del bien común, en lugar de las ganancias
exclusivamente para nosotros o para nuestro grupo.
d).-Ético:
Incluye actuar guiados por principios éticos y morales y esforzarse en hacer
elecciones que sean justas, honestas y respetuosas con los demás, aunque sean
costosas.
Estos elementos interactúan
entre si y, por ejemplo rasgos no cognitivos como la humildad y la compasión
moldean la forma en que las habilidades cognitivas se aplican en el mundo real.
La sabiduría es profundamente humana y se puede enseñar. Tiende a crecer con la
experiencia vital, pero su desarrollo puede ser apoyado por prácticas que
cultiven el autoconocimiento, la toma de perspectiva y la búsqueda de sentido.
Algunos enfoques que podemos utilizar son:
1.- Desarrollar la
metacognición. Por ejemplo animando a los líderes a que reflexionen sobre cómo
piensan, lo que influye en sus decisiones, las estrategias que utilizan, las presunciones
que hacen y sobre lo que se pueden estar perdiendo.
2.- Practicar técnicas de distanciamiento y de toma de perspectiva.
Por ejemplo intentar hablar de nosotros utilizando la tercera persona como si
nos estuviésemos observando a nosotros mismos o procurar buscar diversas
perspectivas para ver las situaciones desde distintos puntos de vista.
c).- Desarrollar una autoconciencia más profunda y estrategias
de regulación emocional, para que los líderes observen y gestionen sus estados
internos. No suprimiendo la emoción, pero manteniendo el contacto con ella sin
estar controlado por ella y desarrollando rutinas y mecanismos para gestionar
el estrés.
d).- Aclarar los
valores, reflexionando sobre lo que importa más y utilizándolo como guía.
e).- Crear significado y conocimiento a través del
diálogo abierto. Aprender a través de la invitación a que
los demás compartan sus perspectivas, el compromiso con el pensamiento crítico, el cuestionamiento
de las presunciones y creencias y la empatía.
f).- Ayudar a través
del coaching a que los líderes desarrollen su capacidad de pensamiento
sistémico y de navegar por la complejidad.
La sabiduría no consiste
en ser agradable o introspectivo, es la capacidad de tomar decisiones razonadas
y éticas en situaciones conflictivas y complicadas. Es preguntarse no solo cual
es la jugada inteligente, sino cuál es la correcta. El liderazgo sabio refleja
la madurez de considerar a los demás no por cálculos políticos sino porque al
hacerlo se obtienen mejores resultados y promueve la colaboración, la
consistencia y la integridad a largo plazo, sobre los triunfos a corto plazo y
de breve duración y la manipulación.
En un tiempo en el que
la polarización y el miedo tientan a las personas hacia el autoritarismo y la
simplicidad, la sabiduría ofrece algo más al estar asentada en valores clave,
al estar comprometida con una humanidad compartida y al facilitar la humildad de
actuar con conciencia. Y no es un lujo, es un imperativo que afortunadamente no
está reservado para unos pocos, ya que es una capacidad que puede ser
desarrollada.
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