Peter T. Coleman en la
edición de julio – agosto de Harvard Business Review plantea que en estos
tiempos turbulentos aprender a gestionar disputas es imprescindible.
Los últimos años han
sido agotadores para muchas organizaciones occidentales. Los conflictos civiles
parece que se han extendido, con choques sobre temas raciales, de género y de grandes
desigualdades en las rentas de los trabajadores, incremento del autoritarismo,
problemas de inmigración, cambio climático y guerras que aumentan la división
en unas sociedades crecientemente polarizadas.
Es por tanto quizás
inevitable que los conflictos en el entorno laboral crezcan también. Por
ejemplo una encuesta reciente realizada por Society for Human ResourceManagement mostraba que el 76% de los trabajadores estadounidenses encuestados habían
contemplado acciones de descortesía en el último mes, y 21% los habían
experimentado personalmente. Un 26% estaban dispuestos a abandonar su trabajo
por ellas.
Investigaciones
realizadas por el autor revelan que los líderes necesitan poseer cuatro
competencias clave para navegar en los conflictos actuales. La primera y básica
es la conciencia de uno mismo y la auto - regulación, para reconocer y
gestionar nuestras propias reacciones para poder mantener la calma y responder
estratégicamente. La segunda competencia es la de contar con fuertes
habilidades sociales para, por ejemplo, gestionar el conflicto, que incluyen la
escucha activa o el evitar caer en prejuicios y así ayudar a los líderes a
alcanzar soluciones constructivas. La tercera
es la adaptabilidad situacional para conocer cómo diseñar estrategias que
encajen en los diferentes tipos de conflictos y saber cuándo inclinarse, dar un
paso hacia atrás o ajustarse a los diferentes matices culturales , es también
crucial. Finalmente la sabiduría sistémica que va a permitir a los líderes
abordar conflictos crónicos y arraigados al facilitar tener una visión más
amplia, abrazar la complejidad y aprender de pasados éxitos y fracasos.
Los líderes que
demuestran tener estas cuatro competencias tienen lo que el autor llama alto
cociente de inteligencia para responder ante los conflictos (CIQ). Su
investigación indica que estos ejecutivos no solo destacan en la resolución de
disputas, también crean entornos laborales en los que los profesionales
experimentan una mayor satisfacción con su trabajo, empoderamiento y bienestar.
Estos líderes tienden a crear culturas organizacionales marcadas por una mayor
creatividad y una
mayor habilidad para gestionar el estrés y la incertidumbre. Las investigaciones
del autor han mostrado también que existen correlaciones significativas entre
la percepción de los empleados sobre el CIQ de sus líderes y la seguridad
psicológica que sienten en su trabajo.
Es fácil confundir
inteligencia emocional con inteligencia ante los conflictos, pero son conceptos
diferentes: la inteligencia emocional se refiere a la habilidad para reconocer,
comprender y gestionar nuestras propias emociones así como las de los demás.
Implica habilidades como la empatía, la auto-regulación y la conciencia social.
La inteligencia ante los conflictos incluye un conjunto de competencias más
amplio dirigido a gestionar y resolver desacuerdos. Mientras la primera es un
componente crucial de la inteligencia ante los conflictos y permite a las
personas comprometerse y adaptarse de forma constructiva, la segunda incluye el
comprender las dinámicas sociales, los factores situacionales y las fuerzas
sistémicas que influyen en las disputas.
Coleman en su
investigación ha encontrado que existen siete principios que son muy útiles en
situaciones volátiles y los emplean con frecuencia mediadores expertos. Son:
I.-
SENTAR LAS BASES
Antes de que las partes
en disputa se reúnan los mediadores expertos dedican meses a identificar a las
personas clave, estableciendo canales de comunicación y construyendo un clima
de confianza con ambas partes. Los líderes
competentes similarmente construyen las bases para la resolución de disputas
fortaleciendo el clima de trabajo dentro de la organización, la infraestructura
y las habilidades de gestionar el conflicto y el compromiso, antes de que los
desacuerdos lleguen a un punto crítico. Y, cuando el conflicto estalla eligen
sus movimientos con mucho cuidado. Como diplomáticos que son conscientes de que
las primeras 48 horas de una crisis pueden determinar la naturaleza de las
relaciones durante años, entienden que sus respuestas iniciales van a condicionar
todo lo que ocurra después.
II.-
CREAR UNA BUEN RELACIÓN
Los negociadores
avezados crean lo que los diplomáticos llaman “paz positiva” entre las partes en
una disputa. No solo acaban con los conflictos, sino que ayudan a promover
fuertes relaciones de colaboración. Incorporan a los acuerdos medidas que
incrementan la confianza de cada parte en la otra, conociendo que cada
interacción positiva va a ayudar a construir amortiguadores ante futuras crisis.
Los mediadores con frecuencia compatibilizan charlas de alto el fuego con
iniciativas como intercambios culturales o proyectos económicos conjuntos que
impulsan la confianza y la resiliencia, por ejemplo.
Los líderes pueden
adoptar este enfoque diseñando proyectos o empresas comunes que junten a las personas. De esta
forma se promueve un compromiso positivo y se genera sintonía, que puede mantenerse
e incluso crecer durante momentos de tensión.
III.-
EQUILIBRAR LA DISCIPLINA CON LA CREATIVIDAD
Si observamos a un
maestro negociador en acción veremos que constantemente se mueve entre el
firme establecimiento de límites y la resolución de problemas colaborativa. En un
momento está marcando claras “líneas rojas” y en el siguiente está explorando
compromisos innovadores.
IV.-
DOMINAR LA ADAPTABILIDAD
Conflictos diferentes
demandan distintas herramientas diplomáticas. Un enfoque que funciona para
disputas sobre recursos puede fallar completamente en choques basados en
problemas de identidad. Los mediadores expertos desarrollan diversas
estrategias de intervención, como el transporte de mensajes entre las partes en
disputa, un compromiso a distintos niveles que va a implicar esfuerzos paralelos entre el
gobierno, las organizaciones y la sociedad civil y corredores de paz que crean
determinadas zonas seguras para el diálogo y para los esfuerzos humanitarios mientras
un conflicto se mantiene activo.
V.-
APROVECHAR EL CONTEXTO MÁS AMPLIO
Cuando las
conversaciones de paz se atascan los diplomáticos experimentados miran más allá
de las hostilidades inmediatas y tratan de entender una constelación más amplia
de fuerzas que están creando tensiones y de aprender a trabajar con ellas.
Saben que, en ocasiones, la clave para desbloquear una disputa bilateral se
encuentra en un compromiso multilateral.
VI.-
BUSCAR LA PAZ GENERACIONAL
Los maestros
negociadores piensan en términos de décadas,. Como pacificadores invierten en
cambios graduales que creen armonía organizacional duradera.
VII.-
APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES
Los avances más
profundos en una negociación con frecuencia ocurren por algo inesperado, un
encuentro emocional sorpresa, terrenos comunes no anticipados o una crisis que
revela un problema compartido. Los mediadores hábiles aprender a estar alerta
ante la aparición de posibles puntos de inflexión, canales informales, áreas
sorprendentes de alineamiento y otras oportunidades sutiles que puedan
transformar los conflictos.
El mayor reto para los
líderes de organizaciones de negocios es transformar la cultura de la
organización para empoderar a los empleados a todos los niveles para que puedan
gestionar las disputas eficazmente. Promoviendo las habilidades de gestión de conflictos
en todos los rangos laborales los líderes pueden asegurar que sus
organizaciones prosperen hasta cuando se enfrenten a tensiones internas. Esto
implica ir más allá de ver el conflicto como algo a evitar y enmarcarlo como
una fuente potencial de energía, innovación y crecimiento.
Este cambio comienza con
la creación de espacios seguros donde poder llevar a cabo conversaciones
complicadas sobre asuntos sensibles para normalizar la idea de que el conflicto
cuando se maneja bien impulsa la mejora en lugar de la destrucción.
Los líderes pueden
ayudar a los profesionales a adoptar esta actitud modelando y celebrando
ejemplos de conflictos resueltos satisfactoriamente, compartiendo historias
sobre como los desacuerdos constructivos pueden conducir a avances y soluciones
y reconociendo a aquellos que han utilizado estrategias eficaces.
Un estudio reciente
realizado por el equipo de investigación sobre liderazgo – CIQ en la
Universidad de Columbia ha encontrado que en las organizaciones donde los
empleados valoraban a sus líderes con puntuaciones elevadas en CIQ la cultura
en su conjunto era más colaborativa y menos conflictiva. En otras palabras los
comportamientos positivos que los líderes utilizaban para gestionar los conflictos eran imitados por sus
empleados.
En la actualidad la
pregunta que se deben hacer los líderes no es como construir una cultura de
gestión inteligente de los conflictos, sino lo rápido que pueden empezar a
hacerlo. En un mundo donde el cambio es constante y la complejidad está
aumentando la habilidad para gestionar conflictos se está convirtiendo en un
requerimiento central para conseguir el éxito de las organizaciones. Aquellos
que dominen esta competencia no solo sobrevivirán a las tormentas ocasionadas
por los conflictos, sino que aprenderán a navegar por ellas.
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