Jeffrey Schwartz y Josie Thomson en strategy+business del pasado 26 de abril plantean que los mensajes falaces pueden hundir una organización, por lo que los líderes deben reformularlos para desarrollar narrativas positivas.
Muchas empresas se
encuentran ante un problema cultural que consiste en que en ellas se produce un
flujo constante de mensajes inexactos pero persuasivos que las conducen a
situaciones de desmoralización y a direcciones autodestructivas. Normalmente
cuando los líderes se quejan de sus culturas suelen hacerlo en relación con
estas distorsiones corporativas cognitivas. Parece como si todos los
profesionales que trabajan en la organización se estuviesen engañando a sí
mismos y a los demás al considerar sus servicios o negocios y su potencial.
Estos mensajes
organizacionales no se suelen examinar,
se dan por buenos y se fortalecen a través de las conversaciones diarias. Cuando
un líder dice sobre una idea que ya se intentó en el pasado y que no funcionó
surge un consenso implícito: “Nunca funcionará algo como eso” y las personas
tratan a ese mensaje como un axioma incuestionable, asumen que los demás
también lo creen, lo repiten a todos los niveles y evitan cualquier acción que
pueda contradecirles. Son similares a mayor escala a los que todos los
individuos experimentamos cuando pensamos, por ejemplo: “nadie me aprecia”, “
siempre lo estropeo todo “ o “soy tan especial que puedo hacer lo que quiera”.
El fenómeno de la
neuroplasticidad que consiste en el hecho de que la actividad mental recurrente
tiende a fortalecer los circuitos mentales relacionados con ella, otorga poder
a estos mensajes. Los pensamientos y sentimientos habituales se tornan más
fuertes y fáciles de repetir con el tiempo. Afectan, también, a la forma en que
contemplamos el mundo que nos rodea ya que aumentará nuestra percepción de los
fenómenos y hechos que refuercen estos pensamientos.
Al llegar a la edad
adulta la mayoría de las personas han aprendido a controlar estos mensajes y
somos conscientes de que tenemos que salir de nuestra zona de confort para
aprender y conseguir cosas nuevas. Pero esta resistencia y control tiene un coste que en las organizaciones se
manifiesta como comportamientos basados en creencias o presunciones que no
gustan a nadie pero que nadie se atreve a desechar y cuestionar. En este
contexto la labor del líder consiste en constatar y resaltar que son simplemente mensajes y no realidades,
reformularlos e incidir en esos nuevos mensajes más exactos hasta que se
conviertan en una parte de la cultura.
Las categorías de mensajes falaces más frecuentes en las
organizaciones son:
1.-
Percepciones erróneas sobre el riesgo. La excesiva confianza en
la que los ejecutivos subestiman el riesgo de sus actividades ha conducido a
muchas organizaciones a la ruina, como por ejemplo cuando dicen “no tenemos que
preocuparnos por la pérdida de clientes” cuando se enfrentan a un nuevo
competidor. En ocasiones este tipo de mensaje engañoso surge alrededor de un
líder heroico y narcisista: “nuestro líder corre riesgos y siempre sale
vencedor”.
La otra cara del exceso
de confianza es la excesiva aversión al riesgo, que puede ser igualmente
debilitante, especialmente si se convierte en la norma: “debemos prevenir o al
menos prepararnos para cualquier posible fallo”. En ocasiones se presenta como
la necesidad de acumular todo el apoyo posible para una decisión antes de
aprobarla: “me parece bien a mí, pero no podemos correr riesgos, así que mejor
preguntar a otras personas también”. Otras veces conduce a la parálisis por el
análisis, en la que no se avanza hasta que no se hayan considerado todas las
posibilidades detalladamente. El resultado es que los que tienen que tomar
decisiones no lo hacen y dejan escapar valiosas oportunidades.
Inintencionadamente este tipo de organizaciones con una aversión excesiva al
riesgo están tomando el riesgo más peligroso: quedarse atrás debido al tiempo
empelado en una reflexión colectiva.
2.-
Percepciones erróneas sobre el valor. Proporcionan una idea
confundida sobre el valor potencial de los esfuerzos. En ocasiones se presentan
en forma de un exceso de perfeccionismo: “no vale nada si no es perfecto, sin
el mínimo defecto”. Un equipo puede no proponer una idea, como consecuencia,
porque piensa que no es lo suficientemente buena.
Lo contrario es el
aceptar los trabajos subóptimos siempre que cumplan con las especificaciones.
Este tipo de mensaje lleva a las personas a no comprometerse en profundidad y a
desechar cualquier esfuerzo de mejora porque “no vale la pena molestarse”, así
como a mirar hacia otro lado cuando los compañeros actúan de esta forma.
3.-
Percepciones erróneas sobre la capacidad. Las personas con
un sentido irreal y excesivo de sus propias capacidades creen que pueden asumir
cualquier tarea por difícil que sea aunque no tengan las competencias
necesarias. También se manifiesta en forma de “leer la mente” que consiste en
proyectar nuestras propias actitudes en los demás y asumir que comparten
nuestra opinión sobre nosotros mismos y sobre la situación: “todos desean este
acuerdo tanto como yo”.
Las que, por el
contrario, se subestiman tienen una mayor tendencia a rendirse y no arriesgarse
aunque posean las capacidades requeridas para tener éxito. En las
organizaciones se manifiesta como una inseguridad arraigada en la que grupos
enteros internalizan la idea de que no son eficaces y nunca lo van a ser. Esta percepción
errónea con frecuencia incluye la distorsión cognitiva conocida como “desechar
lo positivo” por la que cualquier hecho positivo que se atribuya a la
organización o a nuestro trabajo debe ser falso.
4.-
Percepciones erróneas sobre la validez. Nos llevan a creer que
algo es correcto o verdadero por los sentimientos que nos provoca o por la pura
lógica que subyace paro no por ambas razones. Es una distorsión cognitiva
frecuente: separar la razón de la emoción.
Los mensajes con la
distorsión cognitiva llamada “razonamiento emocional” sugieren que si mis
compañeros y yo tenemos la sensación de que algo es cierto debe serlo: “nos
sentimos bien sobre esto, por lo que no esperamos problemas” o “ no sentimos
que sea correcto, existe un problema”. Cuando basamos una decisión en cómo nos
hace sentir nos podemos equivocar. Este tipo de razonamiento con frecuencia
conduce a las profecías autocumplidas.
Lo contrario al
razonamiento emocional es la racionalidad rígida: “hemos tomado una decisión de
una forma lógica por lo que no puede haber desacuerdos sobre ella”. Esta es la
falsa percepción que subyace a la “falacia del racionalismo económico” que
consiste en la idea que un resultado racionalmente defendible será evidente y
puede ser persuasivo: “todos apoyan los recortes porque han escuchado las
razones lógicas que los apoyan, y son conscientes de que nos convertirán en una
compañía de mayor alto rendimiento”. Los recortes pueden ser necesarios y estar
justificados pero no tienen por qué despertar las emociones que nosotros
creemos.
El primer paso para gestionar
estos mensajes engañosos es reconocer su existencia y que no representan una
realidad, sino que son simplemente cosas que nos decimos a nosotros mismos.
Cuanto más claro veamos esto más capaces seremos de cambiar la situación y de
neutralizarlos.
La indagación es la clave
para el cambio. No debemos decir: “este mensaje es equivocado” o “¿Por qué
hemos creído esto?”. En lugar de ello podemos indagar para intentar comprender
por qué ese mensaje ha llegado a convertirse en parte de nuestra vida
organizacional o qué problema estábamos intentando solucionar. Si nadie se ha
cuestionado el concepto, la estrategia o el enfoque en años el plantear este
tipo de preguntas puede mostrar que no son preceptos inamovibles. Son ideas y
prácticas que adoptamos en el pasado y que pueden ser reconsideradas una vez
que son reconocidas por lo que realmente son.
Posteriormente deberemos
reformular el mensaje de forma que no tenga efectos nocivos y que sea realista.
Cuando un líder
identifica este tipo de mensajes como problemas en lugar de aceptarlos consigue
no estar condicionado por fuerzas que no ve. Cuando los reformula, proponiendo
nuevos mensajes que lleven en la dirección correcta se activan patrones de un
nivel más alto de comportamiento en nuestra mente y eventualmente los mensajes
no son tan falaces y engañosos y las personas entienden que esos mensajes no
son sólo una forma de percibir la realidad sino una elección para percibir la realidad
de una forma más exacta y constructiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario