Julie Winkle Giulioni en SmartBrief on Leadership del pasado 12 de junio plantea que la incertidumbre
no va a desaparecer próximamente por lo que ofrece una serie de estrategias
para abordarla y seguir adelante.
No podemos negar que
los entornos laborales actuales son impredecibles, con mercados cambiantes,
expectativas nuevas de los empelados continuas, nuevas tecnologías, etc,, por
lo que la certidumbre una de las señas de identidad de un liderazgo fuerte y
potente se ha convertido en una rareza. Pero tanto los clientes como los profesionales demandan una
estabilidad y certeza a sus líderes.
Ante esta situación la
autora propone, en lugar de intentar eliminar la incertidumbre, gestionarla estratégicamente
y con habilidad, siguiendo las siguientes estrategias.
I.-
CAMBIAR DE “ESPERAR Y VER” A “VIBRAR Y PIVOTAR”
Una de las respuestas
más dañinas ante la incertidumbre es la parálisis. Esperar hasta que cada
detalle está resuelto puede parecer sensato y responsable pero produce con
frecuencia oportunidades perdidas, frustración y falta de compromiso. Por
tanto, debemos facilitar respuestas rápidas basadas en la mejor información
disponible. En lugar de pensar en plazos anuales o cuatrimestrales, pensar en
horizontes de 30 días, por ejemplo, anclados los planes en el presente. Etiquetando
decisiones en el ahora en lugar de para siempre los equipos pueden ir hacia
delante sin el peso de necesitar contar con todas las respuestas. Este tipo de
pensamiento provisional promueve la seguridad y confianza y reduce el temor hacerlo mal, porque los ajustes se consideran
herramientas y no errores. Consiste en entender que en tiempos inciertos los
movimientos firmes hacia delante son más valiosos que la parálisis en busca de la
perfección.
II.-
CREAR FALLOS SEGUROS
Cuando lo que está en
juego es importante los líderes buscan la certidumbre, con frecuencia por medio
de estrategias sobre fallos que prometen eliminar el riesgo. Pero en entornos
complejos y cambiantes con rapidez no se puede esperar a contar con un plan
perfectamente seguro. Un enfoque más realista y seguro es procurar ir hacia los fallos seguros.
Éstos son experimentos
pequeños, intencionados, diseñados para generar perspectiva sin desencadenar
consecuencias de gran calado. Permiten que los equipos prueben ideas, observen
resultados y se adapten consecuentemente. Cuando creamos pruebas de baja
incidencia estamos promoviendo riesgos calculados y tallando un espacio para
equivocaciones que enseñen en lugar de arruinar. Estos microfallos van a
facilitar la toma de mejores decisiones y contribuyen a la construcción de
resiliencia ( y, quien sabe, el resultado pueden ser microéxitos).
III.-
HACER DE LA CLARIDAD LA NUEVA CERTIDUMBRE
Kevin Eikenberry
mantiene que: “la claridad es el antídoto para la incertidumbre). Y, en tiempos
donde las respuestas son incompletas o los líderes no son capaces de facilitar
una certidumbre, siempre pueden ofrecer claridad.
Para hacerlo hay que
comenzar por reafirmar lo que no cambia: las razones detrás del trabajo, la
visión que mueve la organización y los valores que anclan la toma de
decisiones. Esto ayuda a la priorización de lo que más importa.
Cuando las personas
comprenden los valores que subyacen y los principios operativos que deben mover
a las decisiones pueden seguir hacia adelante con más seguridad aunque el
camino por delante se mantenga incierto. La claridad de propósito se convierte
en la mano firme que ayuda a que nos mantengamos centrados y alineados en medio
de los cambios..
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