Caroline L. Arnold, en su libro “Small Move, Big
Change. Using microresolutions to transform your life permanently” propone un conjunto de
reglas, modelos y ejemplos para ayudarnos a dominar el arte de la mejora
personal instantánea y perdurable.
Los seres humanos
tenemos normalmente dificultades para mantener nuestras resoluciones.
Comenzamos con entusiasmo y determinación , pero al cabo de poco tiempo nuestra
voluntad se debilita y nuestras resoluciones se abandonan, con la consecuencia
de que nos sentimos desmoralizados, al romper una promesa de mejora que nos
habíamos hecho a nosotros mismos, y sin
fuerzas para progresar y alcanzar nuestras metas.
La autora, en su libro,
pretende enseñarnos a cambiar las grandes metas personales por micro-resoluciones
que pueden ser manejadas, medidas y mantenidas. Éstas son compromisoa compactos
y poderosos diseñados a obtener un objetivo de comportamiento preciso y a
ofrecer beneficios inmediatos.
Las grandes
resoluciones suelen fallar porque:
1.-
Seleccionamos resoluciones erróneas. Normalmente nos
centramos en resoluciones que son realmente declaraciones de intenciones y
deseos, del tipo: seré asertivo, voy a adelgazar, seré organizado,….Estas
resoluciones se centran en ser y no en actuar. En lugar de intentar ser lo que
no somos, debemos definir acciones explícitas para practicar, una a una hasta
que consigamos hacer automáticamente lo que la persona que queremos ser haría.
2.-
Dependemos únicamente de la fuerza de voluntad para tener éxito. Las
resoluciones sobre cómo queremos ser estimulan por fantasías de cómo vamos a
ser en un futuro. Al imaginarnos más felices, más delgados o con una mayor
seguridad financiera, por ejemplo, nos inspiramos y reforzamos nuestra voluntad
de cambio. Nos sentimos tan motivados que pensamos que podremos lograr nuestros
sueños a pesar de las dificultades y si no los alcanzamos nos sentimos
culpables por nuestra falta de voluntad, cuando en realidad lo que ha ocurrido
es que ésta se ha visto superada por la fuerza y tenacidad de nuestros hábitos,
actitudes y rutinas.
Nos movemos por un
sistema de hábitos y preferencias
inconscientes alimentados desde edad temprana y reforzado por la
repetición. Estos comportamientos y actitudes arraigados forman una especie de
piloto automático que de forma callada y eficiente dirige la mayor parte de las
tareas rutinarias y la toma de decisiones a la que nos enfrentamos diariamente,
preservando la energía mental y la iniciativa para el aprendizaje de nuevas
cosas, la resolución de problemas y la generación de ideas. Operando de forma
que no se percibe, los hábitos profundamente enraizados de este piloto
automático condiciona los resultados individuales, tanto buenos como malos. Las
investigaciones recientes sobre el comportamiento confirman que nos somos
conscientes ni controlamos las rutinas que gobiernan nuestras vidas.
Cuando decidimos
mejorar nos encontramos directamente con la resistencia de este piloto automático y requiere un gran esfuerzo
intentar desactivar cualquiera de sus partes. Le gusta la rutina y se resiste a
los cambios. Cuanto mayor es el cambio que queremos introducir mayor
resistencia nos vamos a encontrar, pero a pesar de ello solemos optar por las
transformaciones instantáneas, decidiendo ser delgado, ordenado o puntual, por
ejemplo, que van a hacer que nos declare la guerra. Decidir adelgazar significa
que tenemos que cambiar casi todos nuestros hábitos alimenticios: lo que
comemos, la frecuencia con que lo hacemos, la cantidad que ingerimos y la forma
de hacerlo. De repente cada acción o elección demanda un escrutinio y esfuerzo
conscientes acompañados de la fuerza de voluntad necesaria para acometer estos
cambios.
En un estudio publicado
por Mark Muraven y Roy Baumaister sobre
la dinámica de la fuerza de voluntad se demostraba que el autocontrol es un
recurso limitado fisiológicamente que se extingue fácilmente. Cuanto más echamos mano de
nuestra fuerza de voluntad antes la agotaremos. Las grandes resoluciones
someten a nuestro autocontrol a unas demandas poco razonables. A pesar de
nuestra determinación para triunfar, con frecuencia después de semanas de
valiente lucha nuestra fuerza de voluntad se colapsa superada por los
arraigados hábitos y preferencias que
guían nuestras vidas de forma silenciosa.
El sistema de micro-resoluciones
es, por el contrario, un enfoque que se centra en uno o dos cambios de
comportamiento significativos hasta que se consigue que se hagan automáticos y
hábitos que no requieren un esfuerzo deliberado de nuestra voluntad para
mantenerlos.
3.-
Somos demasiado impacientes. Detrás de nuestra
impaciencia se esconde el miedo de que si nos lleva mucho tiempo lograr nuestra
meta nos rendiremos antes de alcanzarla. Nuestras prisas contribuyen a
minimizar la importancia que juegan nuestros hábitos y actitudes ocultas para
impedir que tengamos éxito en nuestras resoluciones.
La transformación es un
proceso y no un evento que no podemos evitar sino cuidar.
4.-
Subestimamos nuestra resistencia mental y emocional ante el cambio. Los
hábitos y comportamientos familiares nos sostienen y nos aportan seguridad y
confort en nuestras vidas cotidianas, Nuestros hábitos mentales, emocionales y
físicos están estrechamente ligados a los valores familiares y a las rutinas
que aprendimos en nuestra infancia. Trastocar estas rutinas genera fatiga
mental, incomodidad, estrés emocional y el deseo de volver a lo que nos parece
correcto: actuar de acuerdo con nuestro
piloto automático. Cuantos más
cambios pretendamos abordar más resistencia emocional y mental surgirá.
5.-
Esperamos fallar. Como ya hemos experimentado muchos
fracasos en nuestras resoluciones de mejora personal con anterioridad llegamos
a anticipar el momento inevitable en el que
nuestra voluntad se rinde y volvemos al confort de nuestras rutinas
previas.
La forma de evitar esta
actitud cínica es aprender a hacer resoluciones que podamos mantener a través
de las micro-resoluciones, pues éstas son fáciles de mantener.
La autora destaca el
hecho de que los hábitos condicionan nuestras vidas. Son cualquier
comportamiento o actitud que mostramos sin una decisión consciente. Cada uno de
nosotros tenemos nuestro propio sistema individual de hábitos alimentado a lo
largo de nuestra vida. Todo lo que hacemos a través de ellos consume poca
energía mental. Los investigadores Wendy Wood y David Neal los definen como disposiciones psicológicas
para repetir comportamientos ( "How do habits guide behaviour?").
Si queremos llevar a
cabo una micro-resolución, debemos empezar por preguntarnos qué es lo que
queremos mejorar en nuestras vidas. Por ejemplo si elegimos ser ordenados tenemos
que ser conscientes de que no es un estado que podamos adoptar sino un conjunto
de comportamientos. Cualquier objetivo de mejora personal se puede reducir a
una lista de conductas. Por lo tanto si decidimos ser ordenados nuestro primer
paso será deconstruir lo que entendemos por ser ordenados, centrándonos en uno
o dos cambios de comportamiento que pensamos que pueden marcar una diferencia,
recordando que lo que pretendemos no es solucionar nuestro problema de una vez
sino el identificar posibles cambios discretos de comportamiento que nos van a
ir acercando a nuestra meta.
Posteriormente para
neutralizar nuestros hábitos mentales que van a evitar que alcancemos el éxito
podemos encontrar mensajes que vamos a repetirnos para ayudarnos a cambiar
nuestras conductas. El psicólogo William James ya en el siglo diecinueve
observó que:”La mayor revelación que se ha producido en nuestra generación es el descubrimiento de que los seres humanos
al cambiar sus actitudes internas pueden modificar aspectos externos de sus
vidas”.
El mecanismo para
cambiar un mapa mental a través de los mensajes es similar al que se utiliza
para cambiar un comportamiento: una resolución seleccionada repetida una y otra
vez hasta que se convierte en automática. El éxito de estos mensajes estriba en
que recordemos recordarlo en la circunstancia que hayamos elegido. Es como un
tweet mental sincronizado ante un desencadenante determinado. Por ejemplo, si escogemos como micro-resolución
adelgazar podemos mandarnos el mensaje: “Disfruto mucho más la comida cuando
tengo hambre”. De esta forma no estamos prohibiendo el tomar algo como
aperitivo o picar a media tarde, sino que estamos recalcando el hecho de que
sentiremos más placer si nos sentamos a comer o a cenar si tenemos más apetito.
Repitiendo este mensaje terminaremos percibiendo las ventajas de no comer entre
horas para disfrutar más de la comida y evitar calorías superfluas.
Las micro-resoluciones
sirven para descubrir que las verdaderas acciones de mejora personal se
encuentran en lo que podemos llamar los “márgenes vitales”. Las acciones
drásticas que intentan llegar al núcleo del cambio de comportamiento ( tales
como las dietas estrictas y rápidas) casi siempre terminan fallando, pero un
cambio discreto en nuestra conducta casi siempre tiene éxito si está bien
enfocado. Una sola modificación en nuestros hábitos alimenticios puede producir
una pérdida de peso permanente, una variación en nuestros hábitos de consumo puede
originar ahorros sustanciales o un sutil cambio en la forma de comunicarnos
puede mejorar mucho nuestras relaciones.
Para comprobar lo
anteriormente expuesto sólo tenemos que observar que lo contrario es cierto. Un
cambio negativo en nuestro comportamiento nos aleja de nuestros objetivos o
aunque no lo percibamos en tiempo real una ligera modificación en un hábito
puede ocasionar que ganemos peso, nos endeudemos o envenenemos una relación. Al
final lo que parece marginal es en la práctica el epicentro de los cambios de
comportamiento. Tomar una micro-resolución supone, pues, dedicarnos con un único propósito a una acción que nos
proyectará hacia delante para producir una diferencia positiva en nuestra vida.
Arnold propone como
deberes el identificar un cambio discreto en nuestro comportamiento que suponga
alguna diferencia y que nos centremos en él hasta que nos surja de forma
espontánea.
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