G. Rogelberg en
la edición de enero-febrero de Harvard Business Review plantea que, con
frecuencia los líderes sobreestiman sus capacidades para dirigir reuniones ya
que diversas investigaciones sugieren que de las 23 horas que los ejecutivos
dedican semanalmente de media a las reuniones 8 son improductivas. El 90% de
los encuestados confiesan que se dedican a pensar en otras cosas durante las
mismas y el 73% que se dedican a realizar otros trabajos .
Cuando los líderes
están convencidos de que las reuniones van bien están menos dispuestos a
solicitar feedback y a aprovechar las oportunidades para mejorar. Como
resultado las frustraciones que los asistentes refieren comúnmente, como por
ejemplo el hecho de que se abordan asuntos
irrelevantes, duración excesiva, o falta
de profundidad persisten dejándoles contrariados y disminuyendo su compromiso.
Las reuniones bien
diseñadas por el contrario sirven para poner en conjunto ideas y opiniones que
permiten a las personas realizar su trabajo de forma más coordinada y
cooperativa. Ayudan a los profesionales a formar un todo coherente que es más
adaptativo resiliente especialmente en tiempos de crisis. Sirven también para
establecer y promover el consenso.
Por
tanto, el objetivo debe ser no eliminar las reuniones sino suprimir aquellas
que son innecesarias y mejorar la calidad del resto. En este sentido los
líderes deben mejorar sus habilidades para dirigir reuniones, para lo cual el
autor sugiere que:
Es
conveniente fijarnos en los aspectos positivos de la reunión tales como la alta
y fructífera participación o el debate sano y recabar el feedback de los que
atienden a las reuniones.
Posteriormente
debemos identificar nuestras fuerzas clave y debilidades y diseñar un plan de
mejora. Éste debe centrarse en:
a).-
La preparación. Antes de convocar una reunión debemos definir nuestros
objetivos. Si estos no son claros seguramente lo mejor es no realizarla, Una
vez que hayamos decidido por qué nos vamos a reunir hay que seleccionar quiénes
van a ser los asistentes que tienen que ser aquellos que son necesarios para
los temas a tratar exclusivamente.
Después
nos podemos centrar en el tiempo y lugar. Es aconsejable introducir variaciones
y evitar las rutinas, por ejemplo si los asitentes van a ser solo una o dos personas se pueden celebrar dando un paseo.
En
el caso de reuniones muy importantes podemos plantear realizar previamente un “premortem”
que consiste en imaginar que la reunión ha sido un fracaso y analizar las
razones para después planificar la reunión de forma que evitemos o mitiguemos las
causas,
b).- El desarrollo.. Comienza en el momento en que los asistentes entran en el lugar
de la reunión con el recibimiento y el agradecimiento por su presencia. Se puede
crear un ambiente más agradable con la invitación a un café, por ejemplo. Al
comenzar la reunión se deben explicar las razones por las que todos están
reunidos y durante el transcurso de la misma practicar la escucha activa,
realizar preguntas para que todos intervengan y gestionar los conflictos que
puedan surgir. Evidentemente los líderes deben expresar sus opiniones y
directrices para que las discusiones avancen pero la clave es que sean
conscientes de que tienen que prestar fundamentalmente un p de apoyo para que
los participantes se sientan seguros para expresar sus ideas y una vez
finalizada la reunión se sientan comprometidos con lo acordado.
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