Joseph Grenny en
hbr.org del pasado 22 de enero plantea que tras 30 años estudiando las mejores
prácticas para gestionar conversaciones con una gran carga emocional ha
aprendido que la manera en que afrontemos este tipo de conversaciones cruciales
va a predecir la magnitud de nuestra influencia, la salud de nuestros equipos,
la consistencia de la innovación, la fortaleza de las relaciones con nuestros
clientes o usuarios y hasta la longevidad de nuestras relaciones. Fruto de
miles de horas de observación sobre cómo las personas gestionamos estos
momentos el autor y sus colaboradores han llegado a la conclusión de que cuando
más importa reaccionamos de la peor manera posible y nos acobardamos,
coaccionamos, nos ofuscamos o exageramos y nos enfrentamos o actuamos a la
defensiva.
Las investigaciones
realizadas por Grenny y sus colaboradores han mostrado que el éxito al mantener
conversaciones cruciales tiene menos que ver con lo que decimos y más con lo que
hacemos antes de iniciarlas. Para enfocarlas correctamente proponen las
siguientes recomendaciones:
1.-
CONOCER CLARAMENTE CUÁL ES EL OBJETIVO
Bajo situaciones de estrés o de amenaza
nuestros motivos se tornan egoístas y cortoplacistas y, por ejemplo, nos
preocupa si vamos a gustar a los demás, si nos hará parecer bien, si será
acertado, si ganaremos o si servirá para evitar conflictos. El problema con los
motivos a corto plazo es que parece que preservan el presente pero a costa de
hipotecar el futuro. Por tanto, lo primero que debemos hacer al preparar una
conversación crucial es resetear nuestros motivos respondiendo a una sencilla
pregunta: ¿Qué es lo que quiero
realmente? a cuatro niveles: ¿Qué es lo que realmente quiero para mí? ¿Para
la otra persona? ¿para la relación? y ¿para el resto de los grupos de interés?
2.-
CONTROLAR LAS EMOCIONES
Las emociones inútiles
constituyen la segunda barrera para que una conversación sea productiva. Con frecuencia las abordamos desde el enfado,
el temor, el daño o adoptando una actitud defensiva. Sorprendentemente nuestras
emociones tienen menos que ver con lo que la otra persona está haciendo y más
con la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre lo que están haciendo.
Por ejemplo, antes de
despedir a algún colaborador los directivos con frecuencia se cuentan a sí
mismos historias sobre víctimas o villanos. Las historias victimistas les
ayudan a absolverse de su responsabilidad por el problema en cuestión: “Hice
todo lo posible por Juan. He sido paciente, le he apoyado y he sido amable. No
he podido hacer nada más. Él es el responsable de la situación”. Una historia
en la que somos las víctimas nos hace sentirnos inocentes y sufridores.
Las historias de
villanos nos ayudan a justificar cualquier acción negativa que adoptemos hacia
los demás al atribuirles motivos malvados o maliciosos, por lo que se merecen
sufrir: “No puedo creer que Juan no haya arreglado esto, ha sido vago, ha
tenido todas las oportunidades pero no ha tenido a bien reaccionar ante el
feedback claro que le ofrecí”.
Para evitar caer en
estas actitudes debemos reconocer y cuestionar estas historias que nos contamos
y pasar de ser víctimas a actores y a la otra persona de villana a humana. Para
ello nos debemos preguntar qué es lo que queremos pretendiendo no tener ninguna
parte en el problema o por qué una persona decente y razonable va a estar
haciendo lo que le atribuimos.
3.-
DOCUMENTAR LAS CONCLUSIONES
Con frecuencia
abordamos estas conversaciones desde puntos de vista opuestos, con los que fácilmente
degenera en conclusiones que entran en conflicto en lugar de en informaciones
compartidas.
No debemos comenzar una
conversación crucial compartiendo nuestras conclusiones sino compartiendo los
datos y premisas que nos han llevado a ellas, exponiendo nuestros datos y
explicando el razonamiento lógico que hemos seguido para llegar a las mismas.
4.-
MOSTRAR CURIOSIDAD
La actitud más
importante a la hora de abordar una conversación crucial es una mezcla de
curiosidad y confianza ya que debo haber reflexionado sobre mi posición para
tener confianza de que es razonable y debo mostrar la suficiente humildad para
mostrar interés por cualquier hecho o razonamiento que pueda mejorar mi
conclusión. Muchas personas se resisten a ser curiosos pensando que es una
forma de debilidad cuando en realidad es todo lo contrario ya que nos hace ser
más persuasivos ya que cuando escuchamos sinceramente y en profundidad los
demás sienten menos necesidad de resistirse a nosotros buscando ser escuchados.
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