Gary P. Pisano en la edición de enero-febrero de Harvard Business Review plantea que
una cultura que favorezca la innovación es muy valorada tanto por los líderes
como por los profesionales de una organización. Las culturas innovadoras suelen
ser consideradas como divertidas ya que fomentan la experimentación, toleran
los fracasos, suelen ser poco jerárquicas y altamente colaborativas y en ellas
existe seguridad psicológica. Las investigaciones realizadas sobre el tema
apoyan la idea de que estos comportamientos se traducen en un mejor desempeño
innovador.
A pesar de que estas culturas
parecen deseables se produce la paradoja de que son difíciles de crear y de
mantener. La razón, según el autor, es que las culturas innovadoras se
malinterpretan ya que las características anteriormente expuestas deben
equilibrarse con comportamientos más severos y menos divertidos ya que, por
ejemplo, la tolerancia al fracaso
requiere la intolerancia hacia la incompetencia, el deseo de experimentar debe
ir acompañado de una rigurosa disciplina, la colaboración debe ser equilibrada
con la responsabilidad individua y un organigrama muy plano necesita un
liderazgo muy fuerte. Si las tensiones creadas por esta paradoja no son
gestionadas cuidadosamente los intentos de generar una cultura de innovación
fallarán.
I.-
TOLERANCIA A LOS FRACASOS PERO NINGUNA TOLERANCIA PARA LA INCOMPETENCIA
Ya que la innovación
implica la exploración de terrenos inciertos y desconocidos no resulta
sorprendente que una tolerancia hacia los fracasos sea una característica
importante de las culturas innovadoras, pero debe ir acompañada del
establecimiento de estándares excepcionalmente elevados de desempeño. Explorar
ideas arriesgadas es adecuado pero que los profesionales tengan habilidades
técnicas mediocres, pensamientos chapuceros, malos hábitos de trabajo y de
gestión no es aceptable. Las personas que no responden a las expectativas o no
están a la altura de las mismas deben marcharse o ser asignadas a otros roles
para los que se ajusten mejor.
La realidad es que la
tolerancia hacia los fracasos exige contar con profesionales extremadamente
competentes. Los intentos de crear nuevos modelos tecnológicos o de negocio
están cargados de incertidumbre. Con frecuencia no sabemos lo que no sabemos y
tenemos que ir aprendiendo sobre la marcha. Los “fallos” en estas
circunstancias ofrecen lecciones valiosas sobre el camino a seguir, pero
también pueden ser el resultado de diseños poco y mal reflexionados, de la falta de transparencia,
de análisis equivocados y de mala gestión. Google, por ejemplo, puede fomentar
la toma de riesgos y los fracasos porque existe la seguridad de que la mayoría
de sus profesionales son muy competentes.
La creación de una
cultura que valore simultáneamente el aprendizaje de los fracasos y la
excelencia en el desempeño resulta difícil en organizaciones sin historia en
ambos aspectos. Un buen comienzo puede ser que los altos directivos definan
claramente la diferencia entre los fracasos productivos y los improductivos.
Los primeros facilitan una información muy valiosa sobre sus costes. Un fallo
sólo puede ser celebrado si resulta en un aprendizaje. Por ejemplo un prototipo
que no tenga el resultado esperado por una causa que no se ha tenido en cuenta
es un fallo que merece ser celebrado si el nuevo conocimiento se puede aplicar
a diseños futuros.
La construcción de una
cultura de competencia requiere articular claramente cuáles son los estándares
esperados de desempeño. Si no son bien conocidos y comprendidos las decisiones
complicadas que se pueden tener que tomar en relación con el persona pueden ser
interpretadas como el castigo por un fracaso, por lo que los directivos deben
informar sobre cuáles son las expectativas con claridad y regularidad.
Mantener el equilibrio
entre la tolerancia con los fallos productivos y la incompetencia enraizada no
es sencillo. Todos cometemos errores pero tenemos que tener claro cuándo el
perdón o aceptación se convierte en permisividad o cuándo la fijación de unos
estándares altos de desempeño se puede convertir en crueldad a la hora de
tratar a los profesionales, olvidando el respeto y dignidad que merecen.
II.-
DESEO DE EXPERIMENTAR PERO CON
DISCIPLINA
Las organizaciones que
fomentan la experimentación se sienten cómodas en entornos inciertos y
ambiguos. No pretenden conocer todas las respuestas, experimentan para aprender
más que para producir inmediatamente un producto un servicio ya ofertable.
La disposición para
experimentar, sin embargo, no significa trabajar como un pintor abstracto de
tercera clase que se dedica de forma aleatoria a lanzar pintura a un lienzo.
Sin una disciplina casi cualquier cosa puede ser justificada como un
experimento. Las culturas orientadas a la disciplina seleccionan sus
experimentos cuidadosamente basándose en su potencial para el aprendizaje y los
diseñan de forma rigurosa para obtener la máxima información posible en
relación a sus costes. Establecen criterios claros desde el principio para
continuar con, modificar o eliminar una idea y aceptan los datos generados por
los experimentos. Esto puede implicar admitir que una hipótesis inicial estaba
equivocada y que un proyecto que parecía prometedor debe suprimirse o
redirigido de forma significativa. La disciplina para abandonar proyectos
perdedores hace que sea menos arriesgado probar nuevas cosas.
La experimentación
disciplinada requiere un equilibrio ya que como líder deseamos animar a los
profesionales a que presentan ideas que parecen en un principio extravagantes o
poco razonables y que formulen sus hipótesis y si demandamos datos para
confirmar o eliminar una hipótesis demasiado pronto podemos aplastar el juego
intelectual requerido para la creatividad. Evidentemente ni hasta los
experimentos mejor diseñados y ejecutados siempre obtienen resultados blanco o
negro. Las valoraciones científicas y de negocio son necesarias para determinar
qué ideas pueden seguir adelante, cuáles hay que reformular y cuáles suprimir.
Los altos directivos deben ser un modelo de esta disciplina estando dispuestos
a terminar proyectos que han defendido personalmente o mostrando su disposición
para cambiar sus ideas al enfrentarse a los datos que surgen de una
experimentación.
III.-
SEGURIDAD PSICOLÓGICA ACOMPAÑADA DE SINCERIDAD
La seguridad
psicológica supone contar con un clima en la organización en el que todos los
profesionales sienten que pueden hablar abiertamente sobre sus problemas sin
temor a posibles represalias. Décadas de investigación sobre este tema llevada
a cabo por Amy Edmonson indican que los entornos psicológicamente seguros no
sólo logran evitar que la organización cometa errores catastróficos sino que
además apoyan el aprendizaje y la innovación.
Todos deseamos tener
libertad para expresarnos sin miedo, todos queremos ser escuchados pero la
seguridad psicológica es un caminos de dos direcciones, Si debe ser seguro que
yo pueda criticar tus ideas también debe serlo para que tú puedas criticar las
mías, independientemente de nuestro nivel dentro de la organización. La
sinceridad sin filtros es crítica para la innovación porque es el medio por el
que las ideas evolucionan, se enriquecen y mejoran.
Si queremos innovar una
organización sincera siempre superará a la agradable siempre, ya que en esta
última los desacuerdos se reprimen y las críticas se disfrazan, confundiendo la
educación y amabilidad con el respeto. No es malo ser franco siempre que se
mantenga el respeto. Aceptar una crítica devastadora de una idea nuestra sólo
es posible si respetamos la opinión de la persona que la facilita y ésta nos
trata con respeto a la hora de ofrecer el feedback.
Construir una cultura
de debates sinceros constituye un reto para las organizaciones en las que los
profesionales tienden a evitar las confrontaciones o donde este tipo de debate
se interpreta como una violación de las normas de educación. Los líderes deben
marcar el camino a través de sus acciones. Deben estar dispuestos y ser capaces
de criticar a los demás de forma constructiva sin ser desagradables y estar
dispuestos a recibir críticas de sus ideas y propuestas.
IV.
COLABORACIÓN PERO CON RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL
Los sistemas
innovadores para que funcionen bien necesitan la información, las
aportaciones y el esfuerzo integrado de
múltiples contribuidores. Las personas que trabajan en culturas colaborativas
consideran el pedir ayuda a sus compañeros como algo natural y tiene un
sentimiento de responsabilidad colectiva. Pero con frecuencia la colaboración
se confunde con el consenso y éste es un veneno para la innovación y para la
toma de decisiones rápida que en ocasiones ésta requiere. Los profesionales
tienen que ser capaces de tomar decisiones y responsabilizarse de las mismas
sin esconderse en la colectividad.
V.-
ORGANIGRAMA PLANO PERO CON UN FUERTE LIDERAZGO
En las organizaciones
planas a los profesionales se les concede gran libertad para actuar, tomar
decisiones y hacer públicas sus opiniones. El reconocimiento y la autoridad se
asocian a la competencia y no al puesto y suelen responder con mayor rapidez a
las circunstancias cambiantes porque la toma de decisiones está descentralizada
y más cercana a las fuentes de información relevantes. Tienden a generar más
riqueza en ideas diversas que las más jerarquizadas porque buscan el
conocimiento, la experiencia y las perspectivas de una comunidad mayor de
contribuyentes.
La falta de jerarquía
no implica una falta de liderazgo, paradójicamente las organizaciones planas
necesitan un liderazgo más fuerte que las jerarquizadas ya que si carecen de
éste pueden caer en el caos si el líder no marca unas prioridades estratégicas
y una dirección claras. Requiere, pues, que los líderes tengan la capacidad de
articular visiones y estrategias convincentes mientras simultáneamente son
competentes en las cuestiones operacionales y técnicas y que los profesionales desarrollen
sus capacidades de liderazgo para sentirse cómodos actuando, tomando decisiones
y siendo responsables de las mismas.
VI.-
LIDERAR EL CAMINO
Todos los cambios
culturales resultan complicados. Las culturas organizacionales son como
contratos sociales que especifican las reglas que tienen que seguir sus
miembros, por lo que cuando los líderes intentan cambiar la cultura de su
organización es como si estuviesen rompiendo un contrato social y puede
ocasionar que sus integrantes se resistan, especialmente los que están
conformes con ella.
Liderar el camino hacia
el cambio es, por tanto, especialmente difícil fundamentalmente por tres
razones:
1.- Las culturas
innovadoras requieren una combinación de comportamientos aparentemente contradictorios
lo que puede sembrar confusión, como ocurre cuando fracasa, por ejemplo, un
proyecto importante y no sabemos si celebrarlo de algún modo o si su líder debe
ser responsable de lo que ha ocurrido. La respuesta a esta pregunta va a
depender de si se podía haber prevenido el fracaso, si los miembros del equipo
han actuado con transparencias, so se conocían aspectos que podían haber
motivado elecciones diferentes, si se puede extraer un aprendizaje valioso de
esta experiencia, etc.
2.- Algunos de los
comportamientos requeridos son muy bien aceptados pero otros como la aceptación
de la responsabilidad lo son menos. Los que se esconden en el anonimato del
consenso, por ejemplo, no recibirán bien el asumir la responsabilidad
individual.
3.- Como las culturas
innovadoras son sistemas de comportamientos interdependientes no se pueden
implementar gradualmente ya que éstos se refuerzan y se complementan unos a
otros, por ejemplo las personas muy competentes se encuentran más cómodos en
culturas que fomentan la toma decisiones a todos los niveles y la
responsabilidad y de sus errores surgirá normalmente aprendizaje y no
desperdicio.
La construcción de una
cultura de innovación requiere, por último, unas acciones específicas, entre
las que tenemos:
a).- Los líderes deben
ser muy transparentes al comunicar las duras realidades de las culturas
innovadoras, para que no se interpreten como culturas para divertirse y jugar. Muchas
personas se pueden sentir muy excitadas ante la posibilidad de tener una mayor
libertad para experimentar, equivocarse, colaborar, decir lo que piensan y
tomar decisiones, pero deben reconocer que estas libertades traen consigo
algunas responsabilidades duras.
b).- Los líderes deben
ser conscientes de que no existen cortocircuitos para la creación de una
cultura de innovación y que ésta no se genera dividiendo la organización en
unidades más pequeñas o facilitando la existencia de departamentos autónomos.
Sin unos grandes esfuerzos para modelar los valores, las normas y los
comportamientos estas unidades satélites tienden a heredar la cultura de la
organización de la que proceden.
c).- Al ser las
culturas innovadoras más inestables los líderes deben mantenerse vigilantes
para detectar cualquier exceso en algún área para restablecer el equilibrio
cuando sea necesario.
Excelente, Bienvenido,... justamente me encuentro en el desarrollo de un Proyecto de Innovación en el Área de Prevención de Riesgos. Este informe, esta documentación, fortalece mi predisposición a enfrentar de la mejor forma mis exposiciones. Gracias señor Pisano.
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