Scott Sonenshein, en “Stretch.Unlock the power of less and achieve more then you ever imagined”, plantea que con frecuencia pensamos que la clave del éxito y de la satisfacción se encuentra en tener más: dinero, tiempo, posesiones, mayores presupuestos, jerarquía, equipos con más personas u otro tipo de recursos adicionales para alcanzar nuestros objetivos personales o profesionales, pero la experiencia demuestra que estamos equivocados.
Las personas y las
organizaciones, según sus investigaciones, abordamos los recursos de dos formas
distintas, desde una estrategia de:
1.- Persecución o
acumulación. Conduce al agotamiento al buscar siempre tener más.
2.- Estiramiento o
aprovechamiento. Aceptamos los recursos de los que disponemos lo que fomenta la
búsqueda de formas creativas y productivas de resolver problemas, innovar y
comprometernos con nuestro trabajo y nuestras vidas de una manera más plena.
Por tanto, la forma en
que pensamos sobre y utilizamos los recursos tiene una influencia tremenda en
el éxito profesional, en la satisfacción personal y en el desempeño de la
organización. El problema surge porque rutinariamente sobreestimamos la
importancia de la adquisición de más recursos y subestimamos muestra habilidad
para aprovechar todas las posibilidades de los que tenemos.
Antes de adoptar la
estrategia de “estiramiento” debemos liberarnos de actitudes y hábitos que nos
conducen por una senda peligrosa ya que cuando nos embarcamos en nuestros
proyectos más ambiciosos nuestros instintos nos llevan a seguir una regla
básica:
Tener más recursos = Tener
mejores resultados
La lógica nos dice que
si, por ejemplo, queremos completar un proyecto más rápido debemos asignar más
personas con este fin, que si queremos tener un mayor impacto en el trabajo
debemos tener un despacho más grande y un puesto más importante o que si la
administración quiere trabajar mejor debe dedicar más recursos. Parece natural
pensar que si tenemos más podremos hacer más y nos sentiremos mejor, pero la
realidad nos muestra que, con frecuencia, de esta forma no vamos a obtener
mejores resultados porque nos lleva a ir tras recursos que no necesitamos y a
desaprovechar el potencial total de los recursos que sí tenemos a mano.
Evidentemente contar con
recursos es fundamental. Sin profesionales con talento, conocimiento,
habilidades, equipamiento, etc, es complicado lograr que las cosas se hagan
bien. Pero resulta difícil ser productivo con lo que ya tenemos a nuestra
disposición si estamos distraídos anhelando lo que los demás tienen y sintiendo
que nosotros tenemos las manos vacías. El enfoque adecuado es:
Mejor utilización de recursos = mejores
resultados
El antropólogo francés
Claude Lèvi – Strauss defendía que existían dos diferentes enfoques en la
manera en la que las personas hacemos las cosas. Los llamaba:
a). Ingeniería, que
implicaba buscar una herramienta específica. Los que lo adoptan tienen una
visión muy limitada y estrecha de la utilidad de los recursos, por lo que si,
por ejemplo, necesitan clavar un clavo necesitarán un martillo y si no lo
tienen tendrán dificultades para buscar alternativas por lo que intentarán
disponer de todas las herramientas para cada situación específica. Lo cual, al
final, si lo consiguen, resultará inmanejable.
b).- Bricolaje que busca
sacar provecho de las herramientas existentes, experimentando y probando para
superar las limitaciones convencionales de lo que se tiene a mano.
Siguiendo con el ejemplo
mencionado las personas pueden utilizar cualquiera de los dos enfoques para
clavar un clavo en una pared pero con diferentes consecuencias. Se necesita
emplear mucho esfuerzo para asegurarnos de que disponemos siempre de la
herramienta adecuada para cada tarea, por lo que la mayor parte del tiempo lo
dedicamos a la búsqueda de herramientas y no a clavar los clavos en las paredes
y si no tenemos la herramienta adecuada nos sentiremos perdidos. Cuando otros
tienen lo que consideramos son mejores herramientas no sólo nos sentimos mal
sino que pensamos que no podemos hacer las cosas con nuestra caja de
herramientas peor equipada.
En el caso del enfoque de
bricolaje el desafío se encuentra en ser capaces de liberarnos de las trampas
mentales que nos empujan siempre a
utilizar un martillo aunque no tengamos uno a nuestra disposición.
Experimentamos un cierto nivel de incomodidad psicológica cuando utilizamos las
cosas de forma diferente, lo que nos impulsa instintivamente a salir a comprar
un martillo y a recurrir al bricolaje sólo como última opción.
Otro aspecto que no
tenemos que olvidar es que cuando ya tenemos éxito y nos sentimos satisfechos
nuestro instinto natural es mantener lo que tenemos, siguiendo rutinas sobre
cómo utilizar los recursos porque eso es lo que nos ha funcionado en el pasado,
pero no tenemos en cuenta que el mundo a nuestro alrededor está cambiando constantemente:
los trabajos evolucionan, los gustos de los consumidores varían, los
competidores crecen o se hunden y la tecnología avanza. En esta situación
nuestros antiguamente valiosos y queridos recursos pierden valor con rapidez.
Caer en la complacencia y no hacer nada mientras el mundo cambia facilita que
caigamos víctimas de las fuerzas externas.
El psicólogo social estadounidense Leon Festinger en 1954
planteó que todas las personas tenemos la tendencia natural a querer saber
dónde nos encontramos y que nos resulta complicado evaluarnos a nosotros mismos
desde el aislamiento, por lo que miramos a los demás para conseguir tener una visión
mejor de lo que somos en distintas facetas de nuestra vida que nos importan
tales como la riqueza, inteligencia o estatus. Signos externos de dónde nos
encontramos son por ejemplo el precio de nuestro coche, el tamaño de nuestro
despacho, el presupuesto del que disponemos o hasta el color de una medalla
olímpica (investigaciones muestran que los ganadores de medallas de plata se
sienten menos satisfechos que los que han obtenido medallas de bronce). Cuanto
más medible es un recurso más sencillo resulta compararlo con otros. Esta idea
de medirnos con los demás se conoce como “comparación
social ascendente”.
Aunque, en ocasiones, el
mirar a los que han logrado más que nosotros puede resultar motivador, este
tipo de comparaciones ascendentes son peligrosas cuando nos centramos en el
reparto de recursos, enfatizando los que los demás tienen y haciendo que nos
sintamos poco adecuados. Por ejemplo podemos sentirnos muy satisfechos con el
presupuesto que se ha asignado a nuestro equipo hasta que nos enteramos que
otro ha recibido uno mayor.
El atractivo de estas comparaciones
sociales es que nos permiten dar respuesta a preguntas básicas sobre el lugar
en el que nos encontramos por lo que resulta difícil vivir sin ellas o
evitarlas. El problema es que ligan nuestra percepción sobre lo que somos a la
fortuna de los que nos rodean. También hacen que no nos planteemos lo que
podíamos estar haciendo para vivir una vida feliz y constructiva con lo que
tenemos a nuestra disposición.
El adoptar una estrategia
de “persecución” no sólo hace que nos sintamos mal, sino que interfiere
negativamente en nuestra capacidad de “aprovechar” y nos impide contemplar los
recursos más allá de lo que es evidente en superficie. También ocurre que
cuando los obstáculos bloquean la adquisición de nuevos recursos los proyectos
y metas se atascan e interrumpen ya que los que se encuentran disponibles se
piensa que tienen unos usos específicos que no se pueden alterar.
Los psicólogos llaman a
este fenómeno “rigidez funcional” y
consiste, por tanto, en la incapacidad de utilizar un recurso más allá de su
enfoque tradicional. Esta situación empeora con la edad ya que nos encontramos
más atados a las convenciones sociales que dificultan, aún más, el que seamos
capaces de visualizar lo que tenemos fuera de sus usos comunes. Las organizaciones
también pueden caer víctimas de la “rigidez funcional” lo que puede producir
consecuencias nefastas.
El autor plantea que,
además de dos de los mayores fundamentos de esta estrategia de “persecución”: las
comparaciones sociales ascendentes y la rigidez funcional, existe un tercer
factor que es la” acumulación mecánica y
sin motivo” que nos lleva a atesorar cuantos más recursos mejor sin una
meta específica en mente, sólo por el afán de coleccionar.
Diversos estudios han
mostrado que esta estrategia conduce a la fijación de unas aspiraciones tan
altas que deja a las personas insatisfechas y desilusionadas permanentemente,
especialmente cuando se comparan con los éxitos de los demás.
Cuando son las
organizaciones las que la siguen, persiguiendo de forma incontrolada el tener
más puede tener efectos destructivos para ellas. Por ejemplo el asignar más
recursos a los equipos o departamentos puede facilitarles cierto grado de
libertad para experimentar, pero si tienen en exceso se van a preocupar menos por
mejorar y que éstos se pueden gastar en proyectos que no son necesarios. Tener en
exceso nos vuelve también complacientes y el compromiso se resiente, pudiendo
dejar pasar proyectos importantes por la falta de sensación de necesidad o de
urgencia ya que para qué nos vamos a molestar si los recursos fluyen
ininterrumpidamente.
Otra razón por la que
desperdiciamos recursos es por qué ya hemos hecho una inversión previa. Es lo
que Barry Staw, profesor en Berkerley llama “escalada del compromiso”. Cuando las personas se sienten muy responsables
de un proyecto incrementan su compromiso
con el mismo invirtiendo recursos adicionales para intentar que todo vaya mejor
aunque se les ofrezcan mejores opciones en su lugar. Contar con muchos recursos
aumenta esta escalada de compromiso y el despilfarro crece aún más, ya que
hasta las malas ideas pueden parecer buenas.
Por el contrario si adoptamos
la estrategia de aprovechamiento o estiramiento encontraremos belleza y riqueza
en lugares donde otros tienen dificultades para percibir algo de valor y
descubrir el extraordinario potencial de lo que tenemos a nuestro alcance.
No hay que olvidar que
las acciones de los individuos son las que añaden valor a los recursos, las
investigaciones de Martha Feldman sobre la utilización de los recursos han
puesto de manifiesto que los sistemas sociales también son capaces de crear
recursos valiosos en los sitios más inesperados.
Feldman ha
conceptualizado los recursos enfatizando la forma en que las personas los
emplean, en lugar de en su valor innato. Evidentemente las cosas tiene
cualidades naturales, por ejemplo una roca es más pesada que un guijarro, pero
éstas sólo les conceden un potencial de uso. Feldman argumenta que casi todo,
sea tangible o intangible, tiene un potencial como recurso, pero que para que
se convierta en algo valioso es necesaria una acción. Esta idea nos ayuda a
darnos cuenta que los recursos no son algo externo, no son cosas que vamos y cogemos
sino cosa que creamos y moldeamos.
Sonenshein, también,
destaca que existen otra serie de factores que nos ayudan a ser ingeniosos y a
aprovechar lo que tenemos. Éstos son:
1.- El sentimiento de “propiedad psicológica”. Consiste en algo
material o inmaterial que experimentamos como parte de nuestro ser. Las personas
que lo tienen exhiben sentimientos de posesión aunque no sean los dueños del
recurso. Diversas investigaciones muestran que cuando los profesionales poseen
este sentimiento se encuentran mucho más satisfechos con su trabajo.
2.- La aceptación y
aprovechamiento de las restricciones. Cuando las personas se enfrentan a la
escasez se conceden la libertad de utilizar los recursos de formas menos
convencionales y de aprovecharlos mejor.
3.- La frugalidad. Las
personas frugales se sienten más libres de convenciones lo que les hace ser
menos susceptibles a las comparaciones sociales, evitando preocuparse por lo
que no tienen y centrándose en lo que está a su disposición.
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